no dejaré de dar la lata.
Y con el volumen bajo el brazo, dispuesta a pasar una semana relajada ayudada de lecturas intrascendentes me volví a casa.
Acerté. La lectura ha servido para poner la cabeza en otro sitio, una lectura de verano de esas de las que solo esperas pasar el rato, vivir un poco otra vida, aunque esa vida sea bastante más inquieta e inquietante que la que tú puedas vivir con tus problemillas a diario.
Bien, comentemos algo.
Camino Vargas es inspectora de homicidios, ya nos la presentó la autora en esa novela, Progenie, en la que se adentraba en el mundo de los embarazos dificultosos y nos presentaba su ciudad, Sevilla, una Sevilla que nada tiene que ver con la Giralda, ni con el Parque de María Luisa, aunque no falten tampoco las precisas incursiones turísticas en esos mundos.
Esta vez llueve, llueve a mares, y durante días. Todo está embarrado, los calcetines se ponen a secar encima del primer radiador y el Tamarguillo, en el año 2021, parece dispuesto a seguir dando problemas. Parece también que la pandemia de coronavirus es solo un recuerdo, quizá más deseo en la mente de los lectores que en la de la autora.
Alrededor de la inspectora Vargas nos encontramos toda una galería de personajes, que por sí solos ponen valor a la novela: Susi, Josefa, Fito, Lupe, Sami, Paco..., la superjefa italiana, Silvio..., con saltos de aquí y de allí... En alguna otra novela ya nos llevó Martín Gijón a Italia, las conexiones criminales no conocen fronteras y donde menos te esperas saltan los tiburones dispuestos a zamparse a sus cuidadores.
Martín Gijón sabe equilibrar bien los diálogos, con abundancia de lenguaje coloquial, con las descripciones y narraciones. Muy logrado ese capítulo intermedio con las consecuencias de la inundación inesperada. Lograda también la gradación psicológica en la que se mueven los personajes... Alguno de ellos, aparentemente secundario, parece que nos lleva a nuevas trilogías, o al menos a alguna secuela sustanciosa.
Lo que quizá no esté tan conseguido sea el perfil de los malos, son demasiado malos, demasiado... Los ricos -¿lo son realmente?- también resultan algo confusos. Sin duda, los valores de la novela residen en el lado de los buenos.
Y nada más.
3 comentarios:
Bueno Carmen, parece que sí te ha gustado esta novela, cuya autora desconozco. No es redonda, por lo que cuentas, pero se debe de leer bastante bien y despertando el interés.
A ver si arranco de una vez con las lecturas que estoy un poco estancada.
Besos
Poner la cabeza en otro sitio es un gran objetivo, la literatura nos ayuda a vivir, qué duda cabe. Huele a calcetines puestos a secar, apunto la autora y su obra. Tal vez un día viaje a la Sevilla de Martín Gijón, sin calesa ni Giralda, ni naranjos amargos. El Tamarguillo, amo a velo. Buena reseña. Besos.
Me ha gustado leerte
Has dejado en mi el sabor
de un chicle de menta
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