domingo, 2 de noviembre de 2014

Número 59... es agua passada con la cual, como dizen, no puede moler el molino... (y VI) Érase que se era... El habla de Sancho

No voy a dar por concluida la lectura del Quijote apócrifo sin haber dedicado unas líneas al habla de Sancho; sí, de este Sancho más simple que el auténtico, pero que más allá de los refranes que se le critican continuamente representa bien la cultura popular.

Casa, padilla y corral en Pinilla Trasmonte
Concluidas y alabadas las narraciones del soldado y el ermitaño, se le permite a Sancho enhebrar su cuento, un cuento que empieza así:
Erase que se era, que en buena hora sea, el bien que viniere para todos sea, y el mal para la manceba del Abad, frío y calentura, para la amiga del Cura, dolor de costado, para la ama del Vicario, y gota coral para el rufo Sacristán, hambre y pestilencia, para los contrarios de la Iglesia (pág. 363). 
Avellaneda no duda en ridiculizar este comienzo propio de los cuentos populares, comienzo que estaba en las calles, plazas y cocinas, y del que Cervantes se había hecho eco, poniéndolo también en boca de Sancho (I, 20). Ahora, si bien en el genuino, don Quijote recibe bien el inicio del cuento y anima a su escudero a proseguirlo, no ocurre lo mismo en Avellaneda, en el que un Quijote altivo aprovecha cualquier ocasión para ridiculizar los cuentos de su escudero. Bien es verdad que la parrafada de Sancho no tiene mucho sentido, pero hay que tener en cuenta que estos comienzos tenían como objetivo captar la atención de los oyentes. En nuestros pueblos todavía perviven algunas de esta retahílas, como esta recogida en Quintana del Pidio:
Por ahí pasa un pobre mendicante, Dios quiera que no le falte, poco pan y muchos hijos, la mujer con cagalera, siete semanas y media...
El cuento de Sancho es simple y parece tener poco argumento, solo una leve trama que sustenta todo un juego de repeticiones que recuerdan los que las abuelas repiten junto al fuego:
Erase un Rey y una Reyna, y este Rey y esta Reyna estauan en su Reyno y todo al que era macho llamauan el Rey y a la que era hembra la Reyna; este Rey y esta Reyna, tenian un aposento tan grande como aquel que en mi lugar tiene mi señor don Quixote para Rocinante, en el cual tenian el Rey y la Reyna muchos reales amarillos y blancos, y tantos que llegauan hasta el techo; yendo dias y viniendo dias dixo el Rey a la Reyna: ya veis Reyna deste Rey, los muchos dineros que tenemos; en que, pues, os parece seria bueno emplearlos, paraque dentro de poco tiempo ganassemos muchos mas, y mercassemos nueuos Reynos? (pág. 363)
La continua aliteración de la erre, con los animales incluso tomando los nombres de los reyes, da al fragmento un aire de trabalenguas, pero este entretenerse con los sonidos es solo momentáneo, enseguida nos llega el planteamiento: ¿qué hacer para doblar los dineros improductivos? En un tiempo en el que según nos muestra la literatura los hidalgos preferían morirse de hambre a meterse en negocios, ya no digamos en trabajos, no deja de sorprender el que un rey y una reina piensen en cómo poner el dinero a trabajar. ¿En que estaría pensando el de la sotana, que diría nuestra Arañita, para que se le colara este desliz más propio de luteranos que de apostólico-romanos? ¿En qué reino lejano podrían darse estas cosas?

Sin embargo, como ocurre hoy en día en nuestros cuentos populares, la lejanía es solo momentánea, pues enseguida se produce el acercamiento a la realidad más conocida: la feria del Toboso y la ciudad de Toledo, y ese otro reino algo más alejado, pero no demasiado, situado en Tierra de Campos. El breve diálogo entre el rey y la reina vuelve a adquirir la condición de trabalenguas, esta vez con la alternancia de la negación y la voz dixo, más la permanente aliteración de la erre:
Dixo luego la Reyna al Rey: Rey y señor, pareceme que sería bueno que los comprassemos de carneros;  dixo el Rey: no, Reyna, mejor sería que los comprasemos de bueyes; no, Rey, dixo la Reyna, mejor sera, si bien lo mirays, emplearlos en paños y llevarlos a la feria del Toboso; anduuieron en esto haziendo varios arbitrios diciendo la Reyna, no, a quanto el Rey dezia si; y el Rey si a quanto la Reyna dezia no; y a la postre postre, vinieron ambos en que seria bueno yr con los dineros a Castilla la Vieja ò tierra de campos, do por aver muchos gansos los podriamos emplear en ellos mercandolos a dos reales; y añadia la Reina que dio este consejo; y luego mercados, los llevamos a vevder a Toledo, do se venden a quatro reales y a pocos caminos multiplicaremos assi infinitamente el dinero en poco tiempo; al fin el Rey y la Reina lleuaron todos sus dineros a Castilla en carros, coches, carroças, literas, cauallos, azemilas, machos, mulas, jumentos y otras personas deste compas (pág. 364).
La personificación de los animales de carga, con la que se identifica a menudo Sancho, es continua. ¿En qué terminará esta nueva versión del cuento de la lechera?

No desvelemos el final del cuento, que tiene también mucho de popular, con el Rey y la Reyna discurriendo cómo pasar el caudaloso Manzanares —fina ironía dedicada al aprendiz de río— por el puente de Segovia, sin que se les escapen los miles de gansos río abajo, ni desvelaremos tampoco la reacción que entre los interlocutores suscita el cuento de Sancho.

En toda tierra de garbanzos, seis gansos y seis gansas son doce gansos
En mundo en el que los estudiantes pugnaban por plantear elaborados enigmas en verso a sus acompañantes, Sancho, en su simpleza, no se deja encandilar por estos juegos de artificio, pero es Bárbara quien da con el punto de los enigmas, sin duda por estar muy al cabo de la calle de estos juegos pretendidamente cultivados. Juegos que, más allá de la espontaneidad popular, llegan hasta nuestros días como grandes enigmas que todavía se nos proponen hoy en distintas fórmulas de entretenimiento. ¿La clave? No hay oyentes más inteligentes que otros, simplemente se saben la solución por haberla oído antes:
Agora digo, respondio Sancho, que es mas vellaca de entender esa que la passada, pero apostemos con todo lo que quisieren, que si las tornan a dezir las acierto de primera vez. Miren el ignorante, dixo don Quixote, dessa menera qualquier hombre del mundo, si se lo dizen antes, lo acertara. Pues quando dixo Sancho cosa que no se la dixessen antes?, replicò Barbara, pero esso no es marauilla pues nunca nadie acertò a dezir lo que primero no lo aya aprendido y estudiado, y si no, diganme quien ay que sepa nombrar cosa por su nombre, aunque sean las mas comunes, ni aun el pater noster, que es la cartilla de nuestra fe, si primero no se lo dizen y repiten (pág. 422-423).
Bárbara da totalmente en el clavo, no son más listos los estudiantes que Sancho, aunque este crea que engaña y humilla con cuentos de retórica simple a los bribones que en la cárcel de Sigüenza le han robado la bolsa.
Pues que castigo, dixo don Quijote, les diste? El castigo, añadio Sancho, que les di (a, pobre dellos, y quales quedan) es que començamos a jugar al que es cosa y cosa, y quando huuieron dicho todos, les preguntè yo: que es cosa y cosa que parece burro, en pelo, cabeça, orejas, cola, manos, y pies y lo que mas es, hasta en la voz y realmente no lo es. Y no me supieron dezir jamas que era la burra. Mire v. m. si les parè buenos, pues de corridos quedan hechos vnas monas, sin saber que les ha sucedido, y aun si no me llamara tan por la posta aqui el señor Alguazil, yo les dexara como nueuos con otra pescuda que tenia ya en el pico de la lengua (págs. 406-407).
Cuentos que de boca en boca sirven tanto para entretener el camino como la estancia en la cárcel; cuentos mínimos que Sancho se sabe y repite: Érase que se era..., Qué es cosa y cosa... Por otra parte, el habla de Sancho no solo está coloreada con refranes, sus expresiones son también dignas de atención, hoy seguimos utilizando la mayor parte de ellas: Más corrido que una mona, Tener en el pico de la lengua...

El trabucar refranes no es cosa de ahora ni tan siquiera de ingeniosos talentos estudiantiles, pues con la letra los refranes siempre se ha jugado, y Avellaneda nos da buenas muestras de ello, sirviéndose de la necedad de Sancho, y haciendo que don Quijote le corrija y eche en cara sus yerros. Veamos alguno de ellos:
sino que tomen exemplo y viendo la barba de su amigo remojar, hechen la suya a quemar (pág. 406).
Mero juego ingenioso que se permite Avellaneda en este caso, aunque no todos son tan inocentes:
pero con su pan se lo coman, que a fe que les costò poco menos caro que la vida, porque como dizen: haz mal y no cates a quien, haz bien y guardate (pág. 417).
Por lo que vemos, Sancho no está dispuesto a perdonar fácilmente las vejaciones que ha sufrido a manos de los estudiantes, aunque el momento vital que están viviendo sea el de ayudar a una pobre alcahueta y bruja que han encontrado en muy mal estado atada a un árbol, y a la que han vestido como una princesa.

La historia acaba, poco a poco los personajes van encontrando su mejor o peor destino, Sancho y su mujer Mari Gutiérrez encontrarán acomodo como criados bien pagados, vestidos y regalados, en casa de un archipámpano; lo que no saben es que su habilidad más preciada no va a ser la del arado o la cocina, sino el ser así de simples, capaces de contar cuentos simples. Las últimas palabras de Sancho, antes de despedirse la novela, son buen resumen de su persona, y de cómo ha conseguido tener algunas letras, punto que nos ha sorprendido a más de uno:

No he estudiado, respondio Sancho, en Salamanca, pero tengo vn tio en el Toboso, que ogaño es ya segunda vez mayordomo del Rosario, el qual escriue tan bien como el Barbero, como dize el Cura; y como yo he ydo muchas vezes a su casa, toda via me he aprouechado algo de su buena habilidad, porque como dizen, quien es tu enemigo? el de tu oficio; en la arca abierta, siempre el malo peca; y finalmente, quien hurta al ladron, harto digno es de perdon; y assi, del se escriuir cartas, y se le he hurtado algo de lo que el sabe desto, como se ve en esse papel, no importa, que bien me lo deuia, pues dia y medio anduue a segar con el, y lleue el diablo otra blanca me dio, si no vn real de a quatro; y a mi muger, que fue a escardar doze dias en su heredad, el mes de Março, no le dio sino vn real amarillo, que no sabemos quanto vale; por esso estoy yo mejor en los quartos y en los ochauos, que son moneda que corre y los han de tomar hasta el mismo Rey y Papa, aunque les pese (págs. 554-555).

Monumento a Cervantes. Plaza de las Cortes.

Bibliografía

Contribución al club de lectura colectiva La Acequia