Velillas encendidas en manos de los asistentes |
Con estas y otras bromas, se despacharon, en amena presentación, esta especie de nuevo Trío Calavera formado por: Eduardo Riestra, gallego tirando a serio, editor de Ediciones del Viento; Óscar Esquivias, el autor, y Asís G. Ayerbe, el portadista.—Mejorando lo presente.—¿Cómo dices?—Mejorando lo presente. Siempre se dice mejorando lo presente, aunque nunca lo he entendido.
Parece que funciona esto de la «improvisación» en el escenario, y cuando Asís sugiere que Óscar y él formen un dúo cómico, Eduardo se apunta y dice: «¡Que sea un dúo de tres!».
Asís G. Ayerbe, Óscar Esquivias y Eduardo Riestra |
Nos acoge la Librería Alberti de Madrid en un viernes lluvioso, de frío invernal, que ya era hora, para presentar el nuevo libro de relatos de Óscar Esquivias: Andarás perdido por el mundo. La salita de abajo a rebosar, el público es amigo y familiar en el sentido más estricto de los términos, pero se entrega a lo que quiera contarles el Nuevo Trío Calavera, como si fuera la primera vez en sus vidas que se enfrentan con los personajes.
Eduardo, muy en su papel de editor serio, gallego por más señas, habla de su trayectoria editorial con Óscar, de los muchos premios y satisfacciones recibidas. La criatura que se nos presenta hace la número siete, y viene a este mundo con alegría, cariño y esperando cosechar buenos éxitos. De hecho, lleva quince días escasos en el mercado y ya se ha agotado en las distribuidoras. Eduardo ve la narrativa de Óscar como una serie de ventanas que se abren en la noche para mostrarnos un momento en la vida de los personajes.
Toma la palabra Asís, «el complemento», y dice algo de Ikea y de la buena relación y sinergia existentes entre autor y fotógrafo. Se menciona, claro, su Calle Vitoria, y se cuenta alguna anécdota ocurrida por esos mundos. Ahí se engancha Óscar para hablar de la infancia común de gamonaleros donde probablemente compartirían pelu de madres, pero con la pequeña diferencia de que mientras por edad Óscar creció en lo que todavía era un pueblo, Asís llegó ya cuando era un barriada obrera, popular y caótica.
Se refiere Óscar a la Librería Alberti como «una de sus casas en Madrid» y vuelve a su infancia para hablar de lobos, mejorando lo presente, y de sus lecturas tempranas. La Biblia fue su primer libro, una Biblia familiar que habían recibido sus padres como regalo de bodas, y allí aprendió la terrible historia de Caín condenado a «andar perdido por el mundo», por haber matado a su hermano Abel. No le parecía tan mala esa maldición bíblica, pero no adelantemos acontecimientos.
En aquel Gamonal pueblerino se sacaban todavía las sillas a la calle y se contaban historias, parcas historias, no nos vamos a engañar, porque los que nos dedicamos a la tradición oral sabemos bien lo que cuesta sacarle una historia a uno de esos castellanos de nuestros pueblos: «Si esto ya te lo sabes, si son tontadas de antes, se contaba, pero es mentira...» Y Óscar, de la mano de su madre, nos habla del tío..., no recuerdo el nombre, pero Óscar pronuncia muy académica y tónicamente tí-o, con las dos sílabas muy marcadas. Bueno, pues el tio (para mí siempre átona y monosílaba) Nomeacuerdo, que asustaba a chicos y grandes, tiene un papel en la historia, pero los detalles no están en mis notas, así que pasa al acervo de la oralidad más pura de esos actos literarios que ocurren solo una vez.
También aparece Mowgly y El libro de la selva y como, en el fondo, lo de ser criado por una loba, mejorando lo presente, es una suerte.
A la luz de las velas, Óscar lee el relato Curso de natación |
«La mejor definición de relato es aquella que habla de algo que se puede leer de un tirón», citan, y yo para mis adentros les pongo la etiqueta de lecturas para el metro, una historia que dura un trayecto, aunque las extensiones son variables y hay más de un relato donde tienes que echar mano del marcapáginas porque has llegado a tu estación de destino.
El editor habla de algunos relatos totalmente disparatados, de un reírse amablemente de los protagonistas riéndose de sí mismo, y de sus metáforas atrevidas y sorprendentes. Cierto.
Asís incide en que, a pesar de esa ventana abierta en la noche, Óscar se mete en el personaje, y desde la tercera persona narrativa sabe contar cómo siente y cómo se fragua todo en el interior de las personas y va saliendo a la luz.
Cuentos hermanados por un desarraigo, a veces físico, a veces psicológico, insiste Eduardo. Sí hay una ligazón entre todos ellos, pese a haber sido pergeñados y publicados para medios bien distintos.
Vamos llegando al final. De esa novela prometida «para este verano» desde hace varios, como el cartel impreso y plastificado de ese mendigo que aseguraba llevar dos días sin comer, mejor no hablamos, porque mejorando lo presente, hoy tenemos estos relatos para no pasar demasiado mono.
Asís nos sorprende con unas lamparillas compradas en Ikea, que nos repartimos y encedemos unos de otros, como si del cirio pascual se tratara, y mientras lo vamos haciendo, Óscar lee el relato más corto de la colección, un relato que habla de un niño que aprendió a nadar en un verano, y su voz suena por encima de las lucecitas de las velas. Asís nos pide que nos agrupemos en torno al autor para una foto, que espero sea mejor que las mías.
A Luz y David, que también andaban allí, y a los lectores de La Acequia que pasen por aquí.