martes, 15 de diciembre de 2015

Número 100: Sandra Teixeira

El lunes 14 de diciembre sacudimos la galbana de los días calurosos precedentes para acercarnos a la facultad a fin de acompañar a Sandra Teixeira de Faria en la defensa de su tesis doctoral: Las paremias en el discurso de Machado de Assis. 


Sandra con los miembros del tribunal y las directoras

Si exceptuamos algún autor reciente, poco es lo que conocemos acerca de los escritores en lengua portuguesa, poco de los del país vecino, pero menos aún de los autores más allá de los mares, entre ellos Brasil, patria de Machado de Assis. Sin embargo, es evidente que deberíamos acercarnos más a esa literatura hermana, conociéndola conoceremos mejor la nuestra, nos conoceremos más a nosotros mismos.

Se ha centrado Sandra en un aspecto muy poco estudiado aún en la literatura, las paremias, los pensamientos y expresiones sentenciosas que la pueblan. 

Desde siempre los cuentos populares se han ido transmitiendo de boca en boca y a veces terminan reducidos a una mínima expresión fácil de recordar, píldoras de sabiduría popular. Esas píldoras, ese pensamiento concentrado en una frase, llega a los escritores que las toman y convierten en cultas narraciones breves, dejándonos a su vez otras sabias frases que concentran su pensamiento.  

Sandra ha escogido esos cuentos, que abarcan tanto la etapa romántica como la realista, para estudiar en ellos las frases sentenciosas que suman largamente más de doscientas. Algunas de esas sentencias vienen de lejos, otras, las más, son creaciones del autor que nacen con la vocación de perdurar. 

Cierra su exposición Sandra con dos de esas citas que reproducimos aquí:


Aurélio de Figueiredo - Corcovado, s.d.
El Corcovado por Aurélio de Figueiredo (1903)
Nem Corcovados, nem Himalaias, valem muita coisa ao pé da tua cabeça, que os mede.
O grau do espírito que nos deleita dá a medida exacta do grau de espírito que possuimos.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Número 99. Los pazos de Ulloa: la violencia contra la mujer

Reparó que la moza no llevaba pendientes y que tenía una oreja rota; entonces recordó habérsela partido él mismo, al aplastar con la culata de su escopeta el zarcillo de filigrana, en un arrebato de brutales celos. La herida se había curado, pero la oreja tenía ahora dos lóbulos en vez de uno.
La violencia hacia las mujeres aparece en esta novela narrada no solo con realismo minucioso, sino también, como en la vida real, dejando secuelas páginas después. Palizas habituales entre los pobres, pero de las que no se libran las clases acomodadas:
Tiene que ser un chiquillo, porque si no le retuerzo el pescuezo a lo que venga. Ya le he encargado a Nucha que se libre bien de traerme otra cosa más que un varón. Soy capaz de romperle una costilla si me desobedece. Dios no me ha de jugar tan mala pasada. En mi familia siempre hubo sucesión masculina: Moscosos crían Moscosos, es ya proverbial.
maniquí vestido con traje tradicional: falda roja, chambra negra y mantilla
¿Cuántas escenas similares no habría contemplado doña Emilia? ¿Cuántas palizas cotidianas no habrían sufrido las mujeres ante sus ojos? Sobre el tema vuelve en distintas ocasiones Coro nos ha recomendado con acierto la lectura de Las medias rojas—, es claro que el tema no le es indiferente, sin embargo, al menos en Los pazos, doña Emilia se comporta como un fiel notario sin deslizar ningún juicio de valor sobre los hechos, ni en su papel de narradora ni a través de sus personajes. Compárese, por ejemplo, con la actitud de reprobación que adopta Julián en las primeras escenas cuando los adultos gozan emborrachando a un chiquillo de corta edad. ¿Era suficiente esta denuncia o estamos pidiéndole demasiado a doña Emilia para sus tiempo al juzgar con ojos del siglo XXI lo que debería haber denunciado claramente en el siglo XIX?

Doña Emilia nos presenta claramente a la mujer como una posesión más del varón. La mujer solo sirve para hacerle la comida, proporcionarle placer o engendrar los hijos varones que han de perpetuar la estirpe o ayudar en el campo. La mujer cosificada a la que se puede apalear sin remedio y sin que nadie la defienda, ni tan siquiera los débiles sacerdotes a los que asusta más la ausencia de un vínculo sagrado que la realidad violenta de la que son testigos.

El maltrato no es solo físico, la condesa sabe transmitirnos ese maltrato psicológico. Acompañamos a Nucha en el progreso de sus temores, que pronto se vuelcan en puro terror. Si ya sabíamos del despego e infidelidades de su marido tras el alumbramiento de una niña, pronto se dará cuenta de que la niña y ella sobran en el pazo. Asumido su infortunio, no puede soportar el que algo pueda pasarle a su hija: «¡Me la roban!, ¡me la roban!», o algo mucho peor. 

La narradora deja a un lado la omnisciencia, va contando lo que ve, o mejor lo que ve a través de los ojos y oídos de un infeliz, pusilánime e impotente sacerdote, que no sabe cómo actuar ante la tragedia de Nucha. De la violencia que haya podido haber en la alcoba, solo se muestran los indicios: 
Y casi al tiempo mismo advirtió otra cosa, que le cuajó la sangre de horror: en las muñecas de la señora de Moscoso se percibía una señal circular, amoratada, oscura... Con lucidez repentina, el capellán retrocedió dos años, escuchó de nuevo los quejidos de una mujer maltratada a culatazos, recordó la cocina, el hombre furioso... Completamente fuera de sí, dejó caer las sacras y tomó las manos de Nucha para convencerse de que, en efecto, existía la siniestra señal...
La amante, sirvienta indigna de tan alto lecho, y la esposa legítima, toda virtud, unidas por la violencia del señorito, el amo absoluto de sus cuerpos y de sus almas. 

Llegada a este punto he sentido una cierta curiosidad por ver si la crítica del momento reparó de algún modo en esta violencia explícita o insinuada. Por desgracia no he sido capaz de encontrar la mínima alusión a estos hechos. ¿Era la violencia contra la mujer algo tan habitual, algo tan «normal» que no merecía unas líneas de reprobación o tan siquiera de mero comentario por parte de los lectores de la Pardo Bazán?

No ya el naturalismo, que suelen sus críticos matizar, sino también el realismo de ciertas escenas se le echa en cara tanto como se alaba en la condesa? Algunos le reprocha que no haya ahorrado a sus lectores ciertas escenas que revuelven el estómago, como la limpieza del archivo de la casona; se le reprocha también, por contra, que por pudor no haya entrado en la habitación conyugal para la consumación del matrimonio (Lorenzo Benito de Endara en La Revista Contemporánea, n.º 67)—en la de las palizas ya hemos visto que tampoco—, pero ni una insinuación hacia ese maltrato hacia la mujer que aparece en la obra. ¿Pudor de doña Emilia para no desvelar lo que ocurre en las alcobas o pudor de sus lectores que pasan por estas escenas de violencia como si no existieran? Se le reprocha que su realismo se haya centrado en lo más feo de una sociedad, que falten las páginas bellas (véanse los apuntes de Luz), se califica su escritura de varonil —suponemos que es un elogio—, pero nadie se para en los malos tratos. 

Clarín tiene para esta obra palabras sublimes:
Inmundicia y harapos pinta sin miedo la insigne escritora, y no solo los del cuerpo sino los del alma; y al lado de estas grandezas y hermosuras espirituales y hermosura y grandeza de la tierra en que nació y tanto ama (La Ilustración Ibérica, 20/1/1887)
pero no entra en detalles de esos «harapos del cuerpo y del alma». Por el contrario no tiene pereza Clarín para glosar en bastantes líneas el amor platónico y virginal de Julián hacia Nucha, todo ello en un marco idílico de amor a la tierra sabiamente retratada. 

El retrato magistral de Julián, el protagonista de la novela, ante cuyos ojos van desvelándose las miserias, es todo un acierto. No es en absoluto un retrato plano, pese a que se insista en su carácter linfático, pero a los lectores del siglo XXI nos exaspera bastante su poca sangre, y aunque se espante de lo que ve, las únicas salidas que sea capaz de dar sea aconsejar un viaje para buscar una novia de su posición, como en el caso del marqués, o «paciencia y prudencia», como en el caso de Nucha.  

La protesta de esta ante su infortunio también se nos parece como demasiado débil: 
—¡Paciencia y prudencia! Tengo cuanta cabe en una mujer. Aquí no viene al caso disimular: ya sabe usted cuándo empezó a clavárseme la espina; desde aquel día me propuse averiguar la verdad, y no me costó... gran trabajo. Digo, sí; me costó un... un combate... En fin, eso es lo que menos importa. Por mí no pensaría en irme, pues no estoy buena y se me figura que... duraré poco..., pero..., ¿y la niña?
Sorprende también que la pobre Nucha termine encontrándose culpable de lo que ocurre —¿a que nos suena eso de culpabilizar a la víctima?—: nunca debió quitarle el novio a la hermana. Por cierto, la descripción de la vida que llevan las señoritas en su piso de Santiago tampoco nos da una visión bastante pobre de sus perfiles y posibilidades como mujeres. ¿Es así como veía la condesa a sus coetáneas?


pancartas feministas


Comentario para el club de lectura La Acequia.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Número 98. Emmanuelle

Para los que a lo largo de nuestra vida profesional hemos tenido algo que ver con la accesibilidad en la web, la figura de Emmanuelle Gutiérrez y Restrepo se nos hace imprescindible. Es más, sin ella como que la accesibilidad no hubiera llegado nunca a nuestras vidas. Por ello, acompañarla en ese momento importante, que no es un final sino un principio un «seguir insistiendo hasta que me muera», según sus palabras textuales  fue todo un gozo, «una fiesta», ateniéndonos a lo oído también en la sesión.

Defendió Emmanuelle su trabajo de investigación con aplomo, como ella suele hacerlo:
La accesibilidad nos toca a todos, porque todos estamos en algún momento en situación de discapacidad.
Su tesis no ha sido un mero trámite, un mero hurgar aquí y allí para cubrir un expediente académico y rellenar unas cuantas páginas. Su tesis, Accesibilidad no intrusiva, pretende cambiar el mundo e influir positivamente en la sociedad, ¡ahí es nada! No son palabras mías, son palabras que se pronunciaron en un momento u otro por parte de los miembros del tribunal que la evaluaba. Su tesis es revolucionaria, es, como si de pronto, se «descubriera un motor diésel que no contaminara». 

Miembros del tribunal posando con la ya doctora


La accesibilidad nos toca a todos y 
... atendiendo las necesidades de una pequeña parte de la sociedad beneficiamos al conjunto. 
Rodeada de sus amigos, la doctora Emmanuelle Gutiérrez y Restrepo recibió su calificación sobresaliente cum laude, y todos nosotros nos congratulamos por tenerla entre nosotros y haber tenido la suerte de conocerla. Con nuestra firma en su tesis dejamos constancia de ello.
Posado con los asistentes al acto


Y colorín colorado, como este blog está dedicado a los refranes no puedo dejar de recomendar mi refrán favorito para estos temas, Por demás es la cítola cuando el molinero sordo, y dejar anotadas, por aquello de que nunca se sabe lo que se puede necesitar, dos desautomatizaciones sobre un refrán muy popular que se deslizó en los prolegómenos del acto, cuando no funcionaban los micrófonos:
—En casa del herrero... cuchillo de hierro —dijo uno de los presentes.
—En casa del herrero, cuchillo de informático —añadió otro cuando el informático, tocando cables de allí y allá, arregló no sabemos cómo el entuerto.


martes, 1 de diciembre de 2015

Número 97: Los pazos de Ulloa: la Pardo Bazán.

Cuando en 1886 aparece publicada Los pazos de Ulloa, obra que iniciaba una ambiciosa labor editorial dentro de la novela española, su autora tiene 35 años. Ha viajado, se ha casado, se ha separado discretamente, ha tenido hijos, ha aprendido francés, inglés, alemán, italiano..., se ha interesado por el folklore de su tierra, y por el paisaje gallego, ha visto las maravillas europeas, se ha codeado con los mejores... Emilia Pardo Bazán ha sabido, en definitiva, aprovecharse de su privilegiada condición en la sociedad decimonónica, y buena parte de ello, pero sobre todo lo aprendido sobre literatura en esos treinta y cincos años, lo ha plasmarlo en un prologuillo imprescindible, Apuntes autobiográficos, que pondrá al frente de su novela más elogiada.

Decíamos que tenía una posición privilegiada y que supo aprovecharla, pero siempre fue muy consciente de la dificultad de una muchachita de la época de llevar a cabo una labor intelectual en un mundo que les estaba reservado casi con exclusividad a los hombres.
Es difícil para el público que lee, y en el cual los hombres están en mayoría, formarse idea de lo difícil que es para una mujer introducir un poco de método en sus lecturas y hacerse una cultura autodidáctica. Los hombres van a las escuelas de Instrucción primaria, al Instituto, a la Universidad. Bien sé que mucho de lo que aprenden es rutinario, y algo acaso sea superfluo o estorboso; pero sin embargo, no hay duda que semejante gimnasia—  y lo veo hoy que tengo próxima la educación de un hombrecito de diez años— fortifica y habitúa a saber estudiar, a no pasar de lo difícil a lo fácil , a ir de lo conocido a lo desconocido, a familiarizarse con palabras e ideas que por punto general la mujer no maneja, como no maneja las armas ni las herramientas profesionales.
ventana de piedra en ruinas, frondoso paisaje verde detrás

Esas carencias supo combatirlas con una autodisciplina que la llevó a sucesivas lecturas de todo tipo, y bien le debió ir porque en ese mundo de hombres, la Pardo Bazán parecía moverse entre ellos como uno más. Sus libros eran acogidos por los colegas con respeto y las críticas a sus escritos calibradas, aunque sobre ellos, y especialmente sobre la novela que nos ocupa, las hubiera tanto buenas como malas.

Dejando a un lado la literatura de los Siglos de Oro, la inquieta dama buscó aumentar sus conocimientos en lecturas arduas, los filósofos alemanes y los místicos alimentaron su espíritu y fueron labrando su perfil. Solo más tarde volvió sus ojos hacia las novelas españolas contemporáneas y descubre en ellas auténticos valores. Se anima, entonces, a emprender ella misma esa aventura:
Si la novela consistía en describir lugares y costumbres que [...], en estudiar caracteres que encontramos en la vida real y en narrar [...] pueden ocurrir a cada paso, entonces yo podía atreverme.
Surge así Pascual López, a la que una vez pasadas las primeras reacciones le aplica los ojos de la autocrítica, sobre todo en el lado del lenguaje con el que había hecho expresarse a sus personajes. El maestro Iriarte parece marcarle el camino
Ora pues, si a risa provoca la idea
que tuvo aquel sandio moderno pintor,
¿no hemos de reírnos siempre que chochea?
con ancianas frases un novel autor?
Lo mismo que las novelas de un periodo anterior estaban llenas de hechos inverosímiles —la Pardo Bazán se mostraba asombrada entre otros detalles de cómo Edmundo Dantés había podido escaparse de la fortaleza— el lenguaje empleado en las novelas debía también aproximarse a la forma de hablar de los personas reales:
Esta consideración me movió a proponerme, en la primera novela que escribiese, dejar correr la frase más libre de imitación clásica, y atenerme, en cuanto al diálogo, a lo que oyese en conversación familiar.
En un viaje a Francia conoce Balzac y tiene la oportunidad de ser recibida en la tertulia de Víctor Hugo en París. Las novelas de Zola ya empezaban a buscar escándalo por todo el mundo. La condesa se vio atraída por esos escritos, pero siempre conservando su religiosidad, destierra todo lo que de demasiado crudo pudiera haber en esa forma de narrar. Sin embargo, no niega ni la influencia del paisaje, ni del medio social ni cierto determinismo al que parecen condenados las personas por sus características físicas. 

Así, desde las primeras líneas ya se nos muestra en Los pazos el carácter de su protagonista, descrito con un preciso término científico, linfático, de los que la condesa gustaba tanto.

Por otro lado, en esos apuntes del preludio, y siempre dentro de lo que su moral le marcaba, recuerda la condesa cómo habiendo leído la Biblia con apenas ocho años, pasaron sus ojos por los pasajes más escabrosos con total inocencia: 
Y aquí debo añadir una cosa, para completar el cuadro de la niña de ocho o nueve años que se entregaba a tan extraña lectura. Y es que la completa inocencia posee en efecto el don de la abeja, de sacar miel hasta en los cálices venenosos: pues puedo asegurar que, sintiendo la belleza, la magnificencia, la poesía y la verdad bíblicas con una intensidad que hoy me admira cuando las recuerdo, los pasajes, más crudos que cocidos, que a cada paso se tropieza uno por allí, no me despertaron una curiosidad ni tendieron una nube en el claro azul de mi pensamiento, y vi desfilar a las terribles pecadoras orientales, las Tamares, las hijas de Lot, la que fue de Urías,
A pesar de sus precauciones, algunas escenas de Los pazos resultaron harto crudas para sus contemporáneos, que en más de una ocasión criticaron su lenguaje demasiado suelto. En aquel mundo de hombres, donde la Pardo Bazán se movía con naturalidad ¿qué opinarían de estas libertades las señoras de la buena sociedad? ¿Qué pensaba la Pardo Bazán de ellas? 

En sus apuntes solo aparece un nombre femenino, el de Concepción Arenal con la que compitió por el premio en un certamen en honor a Feijóo celebrado en Orense y del que salió ganadora, tras un primer empate, la Pardo Bazán. De ella dice tener «varonil entendimiento y serios estudios» amén de «estar hecha a ganar lauros en la Academia de Ciencias morales y políticas».

Sin embargo, al día de hoy pocos son los que dudan del feminismo militante de la condesa, sobre todo por los escritos y artículos de sus últimos años, pero ¿estaba ya presente este tema en Los pazos

Referencias

  • Emilia Pardo Bazán en Biblioteca Virtual Cervantes, [portal en línea]: , [consulta: 01-12-2015].
Contribución al club de lectura virtual La Acequia.

martes, 24 de noviembre de 2015

Número 96. El mudejarillo: refranes que son nada

Díficill y necesario acercarse a un estilo tan peculiar como el que presenta Jiménez Lozano en su novela El mudejarillo. De hecho, el encanto de esta novela que consigue atrapar entre sus lí­neas y palabras al lector, es, precisamente ese estilo tan peculiar.

Sencillo, desde luego, pero nada convencional, Jiménez Lozano se salta todas las reglas, o al menos las costumbres, de la narrativa clásica y experimenta, hasta con las letras, pasando por la sintaxis, para recrearnos la vida en el reino de Castilla en el siglo XVI y la vitalidad de un hombrecillo que con el tiempo resultará un santo, un místico y uno de nuestros mejores poetas clásicos.

rosal sobre piedra

En la entrada anterior nos llamaron la atención las enumeraciones, que son varias a lo largo de la novela; Jiménez Lozano casi abusa de ellas, pero en ningún momento llega a cansar, al contrario, las palabras, puestas machaconamente unas a continuación de otras, van construyendo un paisaje, un modo de vivir, o un actitud ante la vida:
Que esta era la conversación muchos días, cuando estaban descansando bajo un árbol de las faenas del día: y tenía que ser capataz de ellos porque entendía mucho de garbanzos, cuando los recogían. Y de guindas, cuando era el tiempo; y de rebojillos de pan, cuando se los daban; y de agua, y de sombras, y de estrellas, y de plantas, y de hierbas, y de ayunos y de penitencia, y de alegrarse y de padecer, y de leños y de espesor...
Cada palabra con su compañera, como si la soledad no fuera con las palabras, al menos no en la vida de Juan de Yepes.

«Y de guindas, cuando era el tiempo; y de rebojillos de pan, cuando se los daban». Hay varias frases en la novela que nos recuerdan refranes sin serlo. Varias frases claramente sentenciosas que vienen a afirmar ese espí­ritu de su autor putativo, introducido magistralmente al final de la novela: el señor Miguel, los apellidos sobran. Veamos algunas de estas frases:
  • Pero dineros llenan simas y todo se allana con ellos (p. 22)
  • Pero echada de gato y voz de inquisidor atemorizan nuestros corazones (p. 75).
  • Honor de poeta y amor de monja aire son y se van como se vienen (p. 139).
El dinero hace lo malo bueno decía Hernán Núñez, y tambiénLos dineros hacen dueñas y escuderos, y A las barbas con dineros, honra hacen los caballeros, y Amor hace mucho, el dinero lo hace todo, y Dineros en manga, tanto vino como agua, y El dinero hace al hombre entero, y Más ablanda el dinero que palabra de caballero, y Más vale vieja con dineros que moza con cabellos, y No hay amigo ni hermano si no hay dinero de mano, y Quien dinero tiene alcanza lo que quiere, y Quien dineros y pan tiene consuegra con quien quiere, y Sobre dinero no hay compañero, y tantos y tantos más. Demasiados refranes acerca de la necesidad del dinero en un tiempo en el que la mayor parte de la población pasaba hambre. 

gato tranquilo junto a una pared de piedra y florecillas


Los gatos también tienen su lugar en la historia, ese animal que no puede faltar en ninguna casa —en alguna cultura son claramente sus protectores, dispuesto a comerse todas las sobras y algún que otro roedor:
—¿Es que no hay gato en vuestro pupilaje?
—Ni por pienso ni figuración; que como no se alimente del olor de la olla, otra cosa no comería. 
Ningún perro lamiendo engorda y hasta los gatos pasan hambre en tiempos de necesidad, pero los gatos guardan también malas mañas dentro de sí: Haz fiesta a la gata y saltaros ha a la cara, El gato de Marcos Ramos, halaga con la cola y araña con las manos, Uñas de gato y hábitos de beato... Aparecieron los hábitos, hopalandas y gorgueras de aquellos hombres de negro: la Santa Inquisición. ¿Quién, incluso siendo santo, o precisamente por serlo, no temió enfrentarse a aquel tribunal?

Alguno concluyó que todo era aire, nada, pero el refrán que corría por las calles en tiempos del frailecillo era un poco menos decible, y aun menos escribible: Amor de monja y fuego de estopa y viento de culo, todo es uno, y también Amor de monja y pedo de fraile, todo es aire (Correas). Esos amores de monja, que salpican la aventura del frailecillo en su huida de la cárcel y Tantos días que se van como se vienen (Correas) y que hay que aprovechar.
Y que llevaba prisa el amador:
—¡Como que salía de corral de monjas!
—¡Date, date! ¡Amor de monja!
Repetir y repetir, Jiménez Lozano nos lleva sabiamente con una mano casi escolar, llena de anáforas, hacia lo que verdaderamente importa. No faltan los juegos de palabras, juegos de niños que nos recuerdan la propia poesía de Juan de la Cruz, ese «no sé qué que quedan balbuciendo», con el que nos machacaron nuestros profesores de literatura: 
Y otros añadieron:
—De gente del común.
—De casta baja.
—Y algunos dicen que dicen si no vendrá de judíos o sarracenos.
—Eso dicen.
—Dicen.
—O dicen que dicen.
—Y cuando dicen, dicen.
—Y dicen que hace versos —apunta un canónigo. 
Y si dicen que dizan, porque el frailecillo a lo suyo, que en realidad es nada. Nada, sin duda la palabra más repetida en el texto. ¿Cuántas veces aparece? Google las cuenta por nosotros, son más de 40. El poder de convicción de una sola palabra: nada.
Y fray Juan siguió hablando y hablando de guindas y garbanzos hasta que no les supo la boca a nada, ni el pensamiento a nada, ni la imaginación ni nada, y los ojos como si no vieran nada, y el olfato como si no oliera nada, y las manos como si no sintieran nada, y ya no querían nada, ni esperaban nada. 
—Nada —decía fray Juan.
—Nada —decía el otro frailecillo.
—Nada.
—Nada.
—Nada.
Y nada de nada hasta que se pusieron muy contentos, y luego también hasta que no estaban contentos, ni tristes, ni nada de nada, y tampoco podían decir nada.
—Ni la n.
—Ni la a.
—Ni la d.
—Ni la a.
Referencias

  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Jiménez Lozano, José (1992 = 2002): El mudejarillo. 2.ª edición. Barcelona: Anthropos.
  • Núñez, Hernán (1555 = 2001): Refranes y proverbios en romance. Edición crítica de Louis Combet, Julia Sevilla, Germán Conde y Josep Guia. Madrid: Guillermo Blázquez, Editor; 2 vols.

 Contribución a la lectura de El mudejarillo en el club de lectura La Acequia.

martes, 17 de noviembre de 2015

Número 95. El mudejarillo de Fontiveros

Confieso que esa comarca llamada la Moraña casi siempre la he atravesado para ir a otro sitio, otro sitio más alejado de la capital de España, Galicia, Valladolid, Salamanca..., salvo una vez, en la que unos amigos nos invitaron a pasar allí, en un pueblecito de esos con nombre de hidalgo, un sábado de diciembre:
—Por aquí, un poco más allá, está Fontiveros, el pueblo de san Juan de la Cruz— nos explicaron casi como atractivo turístico, y nuestros ojos se perdieron en la llanura sin llegar a atisbar si Fontiveros tenía algo más de cuatro casas y una iglesia con su torre.
Era un día en que lucía el sol pero soplaba un viento frío, un viento del norte que nos cortaba la respiración cuando intentamos dar un paseo a eso del mediodía. Pasado un tiempo prudencial volvimos sobre nuestros pasos al abrigo de la chimenea encendida y el cocido preparado por nuestros amigos.


Galeras (remolques) en un pueblo de la Moraña

—¿Y en este pueblo qué puede hacerse?

Podíamos charlar, tomar alguno de esos gin tónics tan de moda preparados por el especialista del grupo, que se había surtido convenientemente en una gasolinera del camino, y podíamos dejar pasar tranquilamente la tarde.

—Y cuando los amigos se marchen ¿qué se puede hacer?

Sin duda siempre se podrá releer a san Juan de la Cruz, allí, en su tierra, en medio de aquel páramo, tan áspero que hasta da miedo.
Detente, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.
Se puede leer a san Juan o se puede leer esa deliciosa novela de Jiménez Lozano, El mudejarillo, y allí, al abrigo de la lumbre, recrear paisajes, ambientes, pueblos y villas, y dejarse llevar, como si la soledad fuera de los muros no existiera, y hubiéramos vuelto a 1500 y visitaran el pueblo gente importante, y pobres viudas recorrieran las cunetas al rayar el día para recoger lo que la Naturaleza quisiera darles para engordar el puchero. Entonces todavía podría oírse el ruido del telar.

Cuando marchan a Arévalo y al niño le preguntan que cómo es su pueblo, el niño contesta que un pueblo, pero que está lleno de cosas. Y aquí Jiménez Lozano nos sorprende por primera vez, habrá otras, con una enumeración de cosas capaces sin solución de continuidad de llenar de prosa poética todo un capítulo: ¡el poder evocador de las palabras!
... y tenía la torre y la iglesia, las campanas y la cigüeña, la plaza y las calles, los palacios, las casas y las nagüelas; los corrales, los cobertizos, los establos, los zaguanes, los portales, las puertas, los portones, las portadas, las puertas traseras, los portillos, las portezuelas, los canceles, las ventanas, las claraboyas, las gateras, los miradores, las celosías...
y así hasta llenar más de dos páginas.


puerta partida en casa de la Moraña



—¿Y cómo va a haber tantas cosas en tu pueblo si es más pequeño que Arévalo?
Inevitable acordarse de otro pueblo que describió como nadie Delibes, tan cercano en todo a Jiménez Lozano: 
Y empecé a darme cuenta, entonces, de que ser de pueblo era un don de Dios y que ser de ciudad era un poco como ser inclusero y que los tesos y el nido de la cigüeña y los chopos y el riachuelo y el soto era siempre los mismos... (Miguel Delibes: Viejas historias de Castilla la Vieja).
Contribución a la lectura colectiva de El mudejarillo en el club de lectura La Acequia.

martes, 3 de noviembre de 2015

Número 94 : Refranes en El coloquio de los perros

Cervantes dispersa los refranes aquí o allá, los usa con naturalidad, adaptándolos a su estilo. 

No ha de extrañarnos, entonces, que Cipión y Berganza se sirvan de ellos de forma natural y por igual para apoyar sus argumentos. 

Todos ellos eran bien conocidos en la época y algunos han llegado hasta nuestros días, aunque otros tengan hoy bastante menos sentido. 


monumento a Miguel de Cervantes en la plaza de España

Al buen día, mételo en casa 

De esta forma se congratula Cipión de que les haya sido concedido el don del habla. Cervantes, maestro de la pluma reelabora el refrán:
Pero, sea lo que fuere, nosotros hablamos, sea portento o no; que lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir; y así, no hay para qué ponernos a disputar nosotros cómo o por qué hablamos; mejor será que este buen día, o buena noche, la metamos en nuestra casa; y, pues la tenemos tan buena en estas esteras y no sabemos cuánto durará esta nuestra ventura, sepamos aprovecharnos della y hablemos toda esta noche, sin dar lugar al sueño que nos impida este gusto, de mí por largos tiempos deseado. 
Las oportunidades hay que aprovecharlas, y de esta forma lo repetirá en el Quijote (II, 4): 
Sancho nací y Sancho pienso morir; pero si con todo esto, de buenas a buenas, sin mucha solicitud y sin mucho riesgo, me deparase el cielo alguna ínsula, o otra cosa semejante, no soy tan necio, que la desechase; que también se dice «cuando te dieren la vaquilla, corre con la soguilla», y «cuando viene el bien, mételo en tu casa».
Conviene recordar el papel didáctico y de contrapunto que Cervantes atribuye a Cipión, el perro que escucha. Él irá apostillando la narración de Berganza, no solo con el fin de reconducirla, sino también de introducir alguna preceptiva en lo que se debe o no se debe narrar.

Sin duda está Cervantes enviando algún mensaje a sus coetáneos cuentistas. Cervantes está reproduciendo, mediante el diálogo, una conversación al amor de la lumbre, uno de esos cuentos que se cuentan para entretener las noches:
... es que los cuentos unos encierran y tienen la gracia en ellos mismos, otros en el modo de contarlos (quiero decir que algunos hay que, aunque se cuenten sin preámbulos y ornamentos de palabras, dan contento); otros hay que es menester vestirlos de palabras, y con demostraciones del rostro y de las manos, y con mudar la voz, se hacen algo de nonada, y de flojos y desmayados se vuelven agudos y gustosos; y no se te olvide este advertimiento, para aprovecharte dél en lo que te queda por decir. 

Del lobo un pelo

Del lobo un pelo, y ese del copete registran los refraneros antiguos. Más tarde se transformaría en Del lobo un pelo, y ese de la frente

Refrán que aconseja tomar lo que dieren los mezquinos. Aquí Cervantes, una vez más, lo transforma para adaptarlo al contexto, y la bella moza transforma el copete en la espuerta que diligentemente porta el perro:
Entonces dije entre mí: «La carne se ha ido a la carne». Díjome la moza, en habiéndome quitado la carne: «Andad Gavilán, o como os llamáis, y decid a Nicolás el Romo, vuestro amo, que no se fíe de animales, y que del lobo un pelo, y ése de la espuerta». Bien pudiera yo volver a quitar lo que me quitó, pero no quise, por no poner mi boca jifera y sucia en aquellas manos limpias y blancas.
La ironía de Cervantes en este pasaje es manifiesta. A sensu contrario, el inocente perro califica su boca de jifera y las manos de la dama ladrona de limpias y blancas. 

La importancia de las apariencias en la época, al igual que hay buen humor en la presentación del dueño del rebaño que se nos presenta como un don Quijote cualquiera:
Llegó a este instante el señor del ganado sobre una yegua rucia a la jineta, con lanza y adarga: que más parecía atajador de la costa que señor de ganado. 

Mírate a los pies y desharás la rueda

Este curioso refrán, muy conocido en la época, hace referencia a la creencia de que el pavo real, cuando se mira los pies, al encontrárselos feos pliega instintivamente la rueda. La realidad se le impone. Cipión debe recordar a Berganza su condición perruna:
Mírate a los pies y desharás la rueda, Berganza; quiero decir que mires que eres un animal que carece de razón, y si ahora muestras tener alguna, ya hemos averiguado entre los dos ser cosa sobrenatural y jamás vista.
Sebastián de Horozco dedica al refrán una amplia glosa recordando los hermosos colores de la rueda del pavón y el contrate con sus pies, de por sí sucios y feos. En general era un refrán muy querido por los clásicos pues se prestaba a hermosas imágenes en contra de la vanidad y la presunción.

Cervantes lo volverá a emplear en el Quijote (II, 42), cuando aconseja a Sancho cómo ha de gobernar la ínsula:
Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey, que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra.
La creencia y el refrán son los mismos, pero si en la novela ejemplar aparece desnudo, al pie de la letra, en el Quijote lo ha incorporado completamente a su estilo, de tal forma que no es fácil reconocerlo.

Todavía más vuelve a utilizarlo, totalmente desautomatizado en su última obra, en Los trabajos de Persiles y Segismunda:
Auristela le respondió que no había entendido palabra de cuantas le había dicho, porque bien se veía que ignoraba la lengua castellana, y que, puesto que la supiera, sus pensamientos eran otros, que tenían puesta la mira en otros ejercicios, si no tan agradables, a lo menos más convenientes. Desesperóse el poeta con la resoluta respuesta de Auristela; miróse a los pies de su ignorancia, y deshizo la rueda de su vanidad y locura.

La vanidad unida a la locura. ¿Cuántos locos aparecen en las obras de Cervantes?

La ociosidad es la madre de todos los vicios

Refrán actual que suele ser recordado por las personas de orden para animar a los jóvenes al trabajo y al estudio. Berganza describe bien su oficio de pastor:
Digo, pues, que yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado, por parecerme que comía el pan de mi sudor y trabajo, y que la ociosidad, raíz y madre de todos los vicios, no tenía que ver conmigo, a causa que si los días holgaba, las noches no dormía, dándonos asaltos a menudo y tocándonos a arma los lobos; y, apenas me habían dicho los pastores «¡al lobo, Barcino!»,
El que los pastores achaquen a las alimañas la pérdida de los mejores ejemplares es práctica que ha llegado hasta nuestros días. Cuenta mi madre que tenían un pastor al que siempre le faltaba alguna oveja, y cuando mi abuelo se la reclamaba pidiéndole que le enseñara los despojos, el pastor se defendía: «Se la ha comido todita el abanto, tio Patricio, ha sido el abanto». Con razón hace decir Cervantes a Cipión que «no hay mayor, ni más sotil ladrón, que el doméstico», que sin duda tiene también carácter proverbial.

Pero quedémonos con nuestro refrán pues Cervantes le dará aún otra vuelta cuando le hace razonar a Berganza de este modo: 
Es, pues, el caso, que como me estaba todo el día ocioso y la ociosidad sea madre de los pensamientos, di en repasar por la memoria algunos latines que me quedaron en ella de muchos que oí cuando fui con mis amos al estudio, con que, a mi parecer, me hallé algo más mejorado de entendimiento, y determiné, como si hablar supiera, aprovecharme dellos en las ocasiones que se me ofreciesen; pero en manera diferente de la que se suelen aprovechar algunos ignorantes.
La ociosidad es la madre de los pensamientos, la de vueltas que daremos a las cosas cuando no tenemos cosa importante que nos ocupe la mente. El perro Berganza emplea ese tiempo ocioso nada menos que en repasar latines. ¡Ver para creer!

Del dicho al hecho hay gran trecho

Berganza se confiesa en cierto momento pecador, no ha sido fiel a sus amos permitiendo que la sirvienta negra le alimentase a escondidas para acallarle la boca e sus encuentros amorosos: Dádivas quebrantan peñas y cierran la boca de los perros más cumplidores, y si es preciso para justificar las malas acciones se echa mano de los latines aprendidos:
BERGANZA.- Una cosa es alabar la disciplina y otra el darse con ella, y, en efeto, del dicho al hecho hay gran trecho. Muérdase el diablo, que yo no quiero morderme ni hacer finezas detrás de una estera, donde de nadie soy visto que pueda alabar mi honrosa determinación. ¡Mucho pueden las dádivas, Cipión!
CIPIÓN.- Mucho. No te diviertas, pasa adelante. 
BERGANZA.- Acuérdome que cuando estudiaba oí decir al precetor un refrán latino, que ellos llaman adagio, que decía: Habet bovem in lingua. 
Algunas confidencias atrás tanto Cipión como Berganza han criticado a los que sueltan latines sin estar muy duchos en esa lengua. Ahora Berganza echa mano de adagios latines porque «viene de molde». 

Ya hemos visto cómo Cervantes echa mano de este recurso de las citas latinas en otras ocasiones. Con elegancia, dentro del mismo texto, proporciona la traducción: 
Este latín viene aquí de molde; que has de saber que los atenienses usaban, entre otras, de una moneda sellada con la figura de un buey, y cuando algún juez dejaba de decir o hacer lo que era razón y justicia, por estar cohechado, decían: «Este tiene el buey en la lengua». 
¿Cuántos bueyes no habrán pasado hoy día a la bocas de los corruptos?

Háceme la barba y hacerte he el copete

Una mano lava la otra. Es bueno ayudarse para conseguir un bien común, aunque en ocasiones esta unión sea para cosas deshonestas. No debe presumirse, sin embargo, que todos vayan a actuar así, dice Cipión: 

Sí, que decir mal de uno no es decirlo de todos; sí, que muchos y muy muchos escribanos hay buenos, fieles y legales, y amigos de hacer placer sin daño de tercero; sí, que no todos entretienen los pleitos, ni avisan a las partes, ni todos llevan más de sus derechos, ni todos van buscando e inquiriendo las vidas ajenas para ponerlas en tela de juicio, ni todos se aúnan con el juez para «háceme la barba y hacerte he el copete», ni todos los alguaciles se conciertan con los vagamundos y fulleros, ni tienen todos las amigas de tu amo para sus embustes. 
Al igual que los vistos hasta ahora, el refrán era popular y la tradición se remontaba hasta la Antigüedad. Cervantes lo cita al pie de la letra. El copete era un adorno del cabello sobre la frente, que podía ser natural o postizo, según dicen los diccionarios de la época. La mano de algún compañero sería sin duda muy provechosa para el tocado, y las referencias a hacerse la barba y el copete entre las gentes de justicia frecuentes.

Aunque hoy haya desaparecido del habla cotidiana, podríamos decir que tuvo vida finales del siglo XIX. Pérez Galdós, que en tanto le vemos coincidir con Cervantes, lo utiliza en la segunda serie de los Episodios Nacionales, en un pasaje que gira en torno a la figura de Mariana Pineda dentro de Los apostólicos y cuyo significado se aleja del sentido original: 
—¿Se sabe algo de esa joven?...
—Ya pasó a mejor, o peor vida, que eso Dios lo sabrá —repuso Carnicero volviendo hacia Jenara su cara plana que iluminada de soslayo parecía una luna en cuarto menguante.
—¡Ha muerto! —exclamó la dama con aflicción grande.
—Ya le han dado su merecido. Conozco que es algo atroz, pero no están los tiempos para blanduras. Hazme la barba y hacerte he el copete.
—Yo pregunto por la pupila de nuestro amigo Cordero.
—Yo me refiero a esa joven que han a ahorcado en Granada. ¿Cómo la llamaban, Tablillas? 
—Mariana Pineda.

Quien necio es en su villa, necio es en Castilla

Los viajes hacen a los hombres discretos, ya lo hemos visto en El licenciado Vidriera. Berganza también parece haber encontrado la oportunidad de viajar, de hacerse soldado:
... el que más afición me mostró fue el atambor, y así, determiné de acomodarme con él, si él quisiese, y seguir aquella jornada, aunque me llevase a Italia o a Flandes; porque me parece a mí, y aun a ti te debe parecer lo mismo, que, puesto que dice el refrán «quien necio es en su villa, necio es en Castilla», el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos.
Otra vez un refrán citado como tal y entrecomillado. ¿Era quizá poco conocido? No encuentro realizaciones anteriores de él en los repertorios ni lo cita Correas. Es muy probable que estemos ante una incorporación cervantina que solo muy tardíamente ha pasado a los repertorios. 


Hay quien se quiebra dos ojos porque su enemigo se quiebre uno

Además de los dos protagonistas, los perros Cipión y Berganza, otros personajes aparecen en el relato haciendo uso de los refranes.

La vieja bruja que se lleva a Berganza a su cubículo tomándolo por humano convertido en bestia, nos regala otro refrán presentado como tal: 

Aquí pudieras también preguntarme qué gusto o provecho saca el demonio de hacernos matar las criaturas tiernas, pues sabe que, estando bautizadas, como inocentes y sin pecado, se van al cielo, y él recibe pena particular con cada alma cristiana que se le escapa; a lo que no te sabré responder otra cosa sino lo que dice el refrán: ‘que tal hay que se quiebra dos ojos porque su enemigo se quiebre uno’. 
Era bien conocido el refrán Tanto quiere el diablo a su hijo que le quiebra el ojo, en contra de los padres consentidores que pueden llegar a perjudicar al propio hijo con sus acciones.  También era muy común la expresión Quebrar el ojo al diablo, con dos significados según el Diccionario de Autoridades: La primera 'excusar alguna acción de disturbio o disensión u ofensa a Dios, que es lo que el diablo desea' y también 'hacer algo que muchas veces se ha pretendido y pocas se ha logrado'. 

Como vemos, una vez más, Cervantes se ha trabajado la frase, la ha incrementado considerablemente. El moderno refrán Daría yo un ojo, porque a mi enemigo sacasen otro, va en esa línea. Cervantes exagera las circunstancias para resaltar la maldad del diablo en los aquelarres. 


Los duelos con pan son buenos

También lo dice la bruja, que lo enlaza además con otros refranes, uno de los cuales ya lo hemos visto en esta novelita: 
Ven, hijo, y verásme untar, que todos los duelos con pan son buenos, el buen día, meterle en casa, pues mientras se ríe no se llora; quiero decir que, aunque los gustos que nos da el demonio son aparentes y falsos, todavía nos parecen gustos, y el deleite mucho mayor es imaginado que gozado, aunque en los verdaderos gustos debe de ser al contrario.
Aquí tenemos otro personaje que enlaza refranes, algo bastante habitual en los personajes cervantinos.

Los duelos con pan son buenos o menos o se sienten menos, que de estas tres maneras recoge Correas el refrán, añadiendo además lo que hoy llamaríamos un antiproverbio:
Por donaire mudan la letra diciendo: Los güevos con pan son buenos.

Más da el duro que el desnudo

Va terminando Berganza de contar sus andanzas y nosotros nuestro repaso a los refranes de que se ha servido Cervantes: 
Encaminóse a la ciudad, y yo le seguí con determinación de tenerle por amo si él quisiese, imaginando que de las sobras de su castillo se podía mantener mi real; porque no hay mayor ni mejor bolsa que la de la caridad, cuyas liberales manos jamás están pobres; y así, no estoy bien con aquel refrán que dice: «Más da el duro que el desnudo», como si el duro y avaro diese algo, como lo da el liberal desnudo, que, en efeto, da el buen deseo cuando más no tiene. como a mí estaba más el sentillo que el remediallo, acordé de no verlo; y así, me acogí a sagrado, como hacen aquellos que dejan los vicios cuando no pueden ejercitallos, aunque más vale tarde que nunca.
Más da el duro que el desnudo, toda una tradición detrás: Santillana, el Lazarillo, Horozco... Cervantes por boca de Berganza se atreve a ponerlo en solfa Los que verdaderamente dan son los generosos, los que ejercitan la caridad verdadera. 

Las últimas palabras de Berganza nos recuerdan otro refrán recogido por Correas que dice: El lobo, harto de carne, métese fraile. Así es, cansado de tanto traqueteo Berganza busca la tranquilidad de un hospital, un trabajo sencillo, sin grandes complicaciones y la complicidad de un amigo, Cipión, que hasta entonces no había tenido.

Más vale tarde que nunca.

Colaboración para el club de lectura La Acequia dirigido por el profesor Ojeda

martes, 20 de octubre de 2015

Número 93. Novelas ejemplares: Una digresión y algunos refranes más

Leyendo los comentarios de Gelu sobre El licenciado Vidriera se nos aparece el monte Testacho, con el que Vidriera se compara cuando unos muchachos le tiran piedras y tejos:
¿Qué me queréis, muchachos, porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas? ¿Soy yo, por ventura, el monte Testacho de Roma, para que me tiréis tantos tiestos y tejas?
El lector de hoy, si está manejando una edición sin notas, siempre podrá acercarse a la Wikipedia para informarse sobre ese monte, pero esta lectora curiosa del lenguaje popular se pregunta en el blog de Gelu ¿cómo de popular sería el monte Testacho entre los españoles de la época de Cervantes y cómo sería entendida aquella metáfora?

Gelu no duda en contestar que desde antiguo la gente sabía que el aceite de la Bética salía en ánforas hacia Italia, y que con los restos de aquellas ánforas se fue formando el citado monte, luego sí debía ser conocido por los lectores de las Novelas ejemplares.

Pero mi curiosidad va más allá, así que decido indagar en los corpus a ver si alguien más, aparte de Cervantes, utilizó el monte Testaccio en sus escritos, y solo encuentro citas y referencias arqueológicas muy bien documentadas. 



También lo encontramos en poesías cultas que describen lejanos lugares con reminiscencias clásicas, como en esta de Cristóbal de Mesa (1607) perteneciente a La Restauración de España:
Junto al monte Testacho que está lleno.
De los cascos de cántaros y barros,
Se mira un espacioso prado ameno,
Donde mostraban con ligeros carros:
Al pueblo el espectáculo más bueno
De los juegos olímpicos bizarros,
De la inmensa Pirámide el altura
Mira de Cestio la antigua sepultura.
Un posible indicio de su popularidad podemos encontrarlo también en uno de los cuentos (1594) recogidos por Juan de Arguijo (1567-1622), sin duda con mayor difusión que los poemas eruditos, donde lo menciona en los siguientes términos:
Por aquí decía él que entendía lo que Dios mandó a Josué: que habiendo rendido unas ciudades de enemigos, quemase cuanto en ellas hallase, haciendo de todo ello un monte Testacho, et erit tibi in tumulum sempitermum [sic].[1]
Admitamos la popularidad de la singularidad del monte romano y pasemos a mirar en las aventuras del alférez Campuzano en El casamiento engañoso.
Pensóse don Simueque que me engañaba con su hija la tuerta, y por el Dío, contrecho soy de un lado
Con este refrán resume el soldado las vicisitudes de su casamiento, donde si él fue engañado, ella también lo fue. Un juego entre pillos en el que el hombre, que es al que conocemos, termina falto del poco dinero que tenía y con la salud arruinada. Así describe su situación tras el casamiento Campuzano al licenciado Peralta: 
—No sabré decir si fue por amores —respondió el alférez— aunque sabré afirmar que fue por dolores, pues de mi casamiento, o cansamiento, saqué tantos en el cuerpo y en el alma, que los del cuerpo, para entretenerlos, me cuestan cuarenta sudores, y los del alma no hallo remedio para aliviarlos siquiera. 
Los juegos de palabras con los que Campuzano explica su situación responden a un afirmación previa de Peralta en la que declara que los casamientos por amores «traen aparejada la ejecución del arrepentimiento».

No debemos olvidar que los casamientos en la época se hacían mayormente por interés y concertados por los padres.

El refrán con el que hemos abierto el comentario es un refrán con reminiscencias sefardíes que debe ser entendido en el marco de los casamientos concertados en los que han intervenido distintas personas. Es un refrán muy conocido en la época, aunque el nombre del protagonista varía según el autor que lo haya recopilado: Bargas, Zancas... Simueque, que solo aparece en Cervantes, es nombre inventado que remite a la condición judía de los protagonistas del cuento.


canecillo románico formado por una pareja que entrelaza las manos

El cuento corría de boca en boca, pero también pasaba a los distintos tratados. Veamos lo que dice en su Philosophia vulgar Juan de Mal Lara, donde lo recoge bajo la forma de dialogismo:
¿Piensa don Braga que con su hija tuerta me engaña? 
Pues para el dió, hermano, que soy contrecho de un lado.
Este refrán es de gran sentencia y de cosas que cada día acontescen, principalmente quando en los casamientos, que son negocios de mucha verdad, se trata engaño, como se vio en estos dos judíos (que avrá cien años que serían), y casando el don Braga su hija con otro de su jaez, siendo tuerta, la vendió por derecha, y el desposado vínolo a saber (que no falta en estas cosas quien lo descubre) y el dixo al que le traía las nuevas cómo pensavan de engañarlo por la moça, que era tuerta, respondiendo mansamente: Pues para el Dió, hermano, que soy contrecho de un lado. «Calla tú, que poco nos llevamos». Assí, quando les fueron a tomar las manos, la moça tenía una manera buena de encubrir el ojo con la vergüença y exercicio que no faltaba en la mano, con que se cubría muchas vezes, y el desposado procuró salir lo más derecho que pudo, andando muy poco y haziéndole señas con el lado contrecho, de manera que el suegro no holgava de darle la hija tuerta y él casarse contrecho. 
El cuento sigue algo más, pero Mal Lara no duda en volver a su tiempo —estamos a mitad del siglo XVI— para lamentarse de que cualquier conflicto de semejante índole se resuelva mediante dinero, sin duda lamentándose de la continua mercantilización de los matrimonios, pues se han copiado las costumbres de los judíos.  
Agudeza fue de judíos y engaño justo, porque a traidor, traidor y medio, y quedaron bien pagados, según en nuestros tiempos se haze, que, queriendo uno engañar con la hija que tiene incasable, o con el hijo, de la misma manera viene a recibir el engaño. Aunque agora las faltas se passan a puro dinero y se quieren con todas sus tachas, buenas y malas, como haya dinero.
Aunque los viejos cuentos hablen en sentido recto de defectos físicos, vemos cómo Cervantes lo aplica también a los puros matrimonios por interés. Hay un salto cualitativo importante en esta nueva aplicación del refrán, pues ya no deben tomarse las palabras al pie de la letra, el cuentecillo ha adquirido su valor simbólico y moralizante.

Los refranes sobre casamientos abundan en la época, la propia Philosophia vulgar dedica un gran apartado al tema, y normalmente su significado está muy próximo a la letra. Los que advierten contra los matrimonios desiguales son los que más abundan, y entre los que rechazan los matrimonios por interés resaltamos el siguiente recogido por Correas:


Casose con gata, por amor de la plata; gastose la plata, y quedóse la gata en casa. 

 Que tiene su versión moderna en una coplilla que se canta por esos pueblos:

Me casé con un viejo,
por la moneda.
La moneda se acaba,
el viejo queda.

Lo que parece ser no es, «no es todo oro lo que reluce, las cadenas, cintillos, joyas y brinco, con sólo ser de alquimia se contentaron», explica Campuzano.

Efectivamente, no es oro todo lo que reluce y no deja de sorprender la facilidad con la que uno y otro se dejaron engañar. Peralta echa mano de unos versos de Petrarca, cita culta, que el narrador, Cervantes, al ponerlos en romance crea casi un nuevo refrán:
Ché, qui prende dicleto di far fiode;
Non si de lamentar si altri l'ingana.
Que responden en nuestro castellano: «Que el que tiene costumbre y gusto de engañar a otro no se debe quejar cuando es engañado».
¡Pobre Campuzano! Que queriendo engañar fue engañado, y ni tan siquiera le quedó el consuelo de los dineros, como también se lamenta Peralta:

 como suele decirse, todos los duelos..., etc.
Bibliografía
  • Cervantes, Miguel de (1613 = 1997): Novelas ejemplares. Versión en línea de la Universidad de Alcalá de Henares: (http://cervantes.uah.es/ejemplares/lvidriera/lvword.htm)[consulta: 17-10-2015].
  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Mal Lara, Juan de (1568 = 2013): La Philosophia vulgar. Madrid: Cátedra. Hernando. 

Notas

[1] Recuperado a través del Corpus del Español de Mark Davies (www.corpusdelespañol.org) [consulta: 19-10-2015]


Contribución para el club de lectura La Acequia

miércoles, 14 de octubre de 2015

Número 92. El licenciado Vidriera: Los niños y los locos dicen las verdades

Para algunos de sus contemporáneos, y para no pocos lectores y críticos posteriores, las andanzas de un estudiante en Salamanca, al servicio de unos amos ricos, y sus posteriores viajes por Italia y Flandes, y aun el fallido incidente amoroso que le llevó a la locura, no son más que pretextos, en el sentido más literal, para colar una serie de adagios —frases breves pero provechosas en el sentido— que, siguiendo una moda muy en boga antes de que la Inquisición empezara a hacer de las suyas, habían puesto de moda una serie de escritores e intelectuales encandilados por las doctrinas de un tal Erasmo, que había sido capaz de recoger el saber clásico en 4151 proverbios. Erasmo, por cierto, había escrito también una obra titulada El elogio de la locura.

Hagamos un poco de historia. En 1500 aparece en París la primera edición de los Adagios de Erasmo. En ella se halla buena parte del saber enjundioso de la Antigüedad, aderezado por los acertados comentarios del propio Erasmo, que afirma en el mismo prólogo que «las sentencias y los vinos mejoran con los años». La obra fue un éxito y el propio autor se encargó de irla enriqueciendo con su saber y nuevas aportaciones en sucesivas ediciones, siendo la de Basilea de 1536 la definitiva. 

La obra de Erasmo, escrita en latín, llegó pronto a España y tuvo gran difusión entre los intelectuales españoles que no dudaron en dar a la imprenta glosas de la propia sabiduría popular castellana. Recuérdese, por ejemplo, que la obra Refranes famosísimos glosados se publicó en Burgos, en la imprenta Fadrique de Basilea, en 1509. La llegada al trono de Carlos V propició esa difusión de la obra de Erasmo, cuyas sucesivas ediciones de los Adagios se convirtieron en un auténtico best-seller de la época. Solo el encarnizamiento de la Inquisición con las obras de Erasmo y los erasmistas consiguió frenar el entusiasmo por esta sabiduría. Luego vendría Trento y la Contrarreforma que dejarían durante muchos años los Adagios completamente expurgados.
vasijas de vidrio coloreado, la una con forma de cabeza humana y la otra en forma de racimo

En un mundo en que apenas se pueden decir las verdades, en que la crítica social es sin duda peligrosa, solo un loco, puesta su sabiduría en forma de adagios, puede andar gritando a los cuatro vientos esas verdades en el menor de los casos incómodas. Al bufón se le permite todo. 

El licenciado Vidriera podría habérnoslo presentado Cervantes ya loco, sin embargo, ha preferido mostrarnos sus orígenes y la forma en que adquirió esa sabiduría, esa sabiduría que desde que sabemos de él quiere alcanzar. La ha conseguido con el estudio y también algo con los viajes probando la vida del soldado, pero sin llegar a sentar plaza. 

Tomás Rodaja, víctima quizá del único pecado de lujuria que probó en su vida, tras grave enfermedad por envenenamiento se vuelve loco creyéndose de vidrio, y las distintas capas sociales empiezan a verse representadas en las transparencias de ese loco que dice las verdades en forma sapiencial. 

La primera sentencia que pronuncia el licenciado lo hace en latín, es un cita bíblica ¿puede concebirse mayor y solvente autoridad dentro de la ortodoxia?
Filiae Hierusalem, plorate super vos est super filios vestros (Lucas, 23, 28)
Pese a venir en latín la cita, el vulgo la entiende y duda de la locura del que se cree de vidrio.
Entendió el marido de la ropera la malicia del dicho y díjole:—Hermano licenciado Vidriera (que así decía él que se llamaba), más tenéis de bellaco que de loco.
¿Son dichos comunes puestos en bonitas palabras con los que Vidriera sentencia los juicios a los que se le somete? Sin lugar a dudas, Cervantes saca partido al juego entre lo culto y lo popular, como vimos en el comentario anterior en el pasaje de los azotes al muchacho. La letra con sangre entra, venían repitiendo los tratadistas desde el siglo anterior, en muchos casos tomándolo al pie de la letra, aunque también tomando la sangre como el vigor que da la juventud tan necesario para el aprendizaje. 

Vidriera es llevado a la corte en unas «árguenas de paja, como aquéllas donde llevan el vidrio» y siguiéndole el juego consiguen que se manifieste sobre distintas causas y sobre todo oficios: clérigos, poetas, arrieros, alcahuetes, dueñas, escribanos, músicos, hasta las propias ciudades en pugna por al corte —Madrid y Valladolid— son sometidas a su locura ejerciendo de juicio.
De Madrid, cielo y suelo; de Valladolid, los entresuelos.
Actuando como hombre prudente, vuelve con frecuencia a apoyarse en las Sagradas Escrituras, y en las citas clásicas de Ovidio. Sabe nadar y guardar la ropa, ante quien, pese a su locura, puede llevarlo ante el Santo Oficio:
Nadie se olvide de lo que dice el Espíritu Santo: Nolite tangere christos meos.Y, subiéndose más en cólera, dijo que mirasen en ello, y verían que de muchos santos que de pocos años a esta parte había canonizado la Iglesia y puesto en el número de los bienaventurados, ninguno se llamaba el capitán don Fulano, ni el secretario don Tal de don Tales, ni el Conde, Marqués o Duque de tal parte, sino fray Diego, fray Jacinto, fray Raimundo, todos frailes y religiosos; porque las religiones son los Aranjueces del cielo, cuyos frutos, de ordinario, se ponen en la mesa de Dios.
Recupera Vidriera la cordura, por intervención de un fraile jerónimo, y  con ella, al igual que don Quijote, recupera su verdadero nombre, o aun más el nombre que heredó de sus padres. Renacido en el licenciado Rueda, vestido como procede, porque el hábito hace al letrado y un abogado pobre no deja de ser un pobre abogado, intenta ganarse la fama con su sabiduría, pero ¿quién hace caso a un loco?
Señores, yo soy el licenciado Vidriera, pero no el que solía: soy ahora el licenciado Rueda; sucesos y desgracias que acontecen en el mundo, por permisión del cielo, me quitaron el juicio, y las misericordias de Dios me le han vuelto. Por las cosas que dicen que dije cuando loco, podéis considerar las que diré y haré cuando cuerdo. Yo soy graduado en leyes por Salamanca, adonde estudié con pobreza y adonde llevé segundo en licencias: de do se puede inferir que más la virtud que el favor me dio el grado que tengo. Aquí he venido a este gran mar de la Corte para abogar y ganar la vida; pero si no me dejáis, habré venido a bogar y granjear la muerte. Por amor de Dios que no hagáis que el seguirme sea perseguirme, y que lo que alcancé por loco, que es el sustento, lo pierda por cuerdo. Lo que solíades preguntarme en las plazas, preguntádmelo ahora en mi casa, y veréis que el que os respondía bien, según dicen, de improviso, os responderá mejor de pensado.
Excelente discurso donde caben todas las figuras de la retórica, pero sin duda no suficientes para convencer al público. El licenciado Rueda no puede ganarse como cuerdo el pan que tan fácilmente se ha ganado como loco: los aforismos de un cuerdo ya no sirven, y puede que hasta estén proscritos. 
¡Oh Corte, que alargas las esperanzas de los atrevidos pretendientes, y acortas las de los virtuosos encogidos, sustentas abundantemente a los truhanes desvergonzados y matas de hambre a los discretos vergonzosos!
El Cervantes soldado tiene para su personaje un fin digno, aun dentro del fracaso que supone no poder dar cumplimiento a su verdadera vocación. Las armas son tan dignas como las letras, la espada lo es tanto como la pluma, y Flandes el territorio idóneo para empezar una nueva vida: 
Esto dijo y se fue a Flandes, donde la vida que había comenzado a eternizar por las letras la acabó de eternizar por las armas, en compañía de su buen amigo el capitán Valdivia, dejando fama en su muerte de prudente y valentísimo soldado.

monumento en el castillo de Cartagena semejando lanzas


Comentario para el club de lectura La Acequia