miércoles, 3 de abril de 2013

Número 31: Mal de muchos...

Me incluyo entre los que dudan a la hora de rematar el refrán y no se deciden por si fue antes el huevo o la gallina: 


¿el consuelo es para todos, o solo para los tontos?

Pancartas en una manifestación con quejas sobre la falta de vivienda

No faltan razones para la duda, pues desde que este refrán está dando vueltas por el mundo castellano, la vacilación ha surgido tanto en boca del pueblo como en la boca de los eruditos.

En la Edad Media el refrán rezaba Mal de muchos, gozo es, así lo recoge el Marqués de Santillana, y así lo encontramos explicado en el Seniloquium;
Mal de muchos, goso es.
Quizás este proverbio se diga, porque quien tiene multitud de pecadores como cómplices, no es castigado por la Iglesia. Lo confirma Agustín en el libro II de Contra la carta de Parmenio. Cuando se constatan las pretensiones desmedidas de muchos se debe disminuir algo en severidad. Agustín lo explica en la Carta a Bonifacio. Cuantas veces cae en falta el pueblo o una masa, puesto que a todos por ser multitud no se les puede castigar, suele levantarse la mano. La severidad debe exigirse sobre las faltas de unos pocos. Así lo aconseja Agustín en la Carta al obispo Aurelio. Un delito cometido por una gran masa del pueblo se minimiza enormemente.
Este proverbio lo dicen quienes son amonestados a la penitencia y buscan aliados en el castigo, gozosos de encontrarse muchos semejantes a ellos. De ahí que las amenazas no les atormenten, ya que las sufrirían con muchos. Agustín lo comenta en la Homilía sobre la penitencia. Sirve de consuelo a los familiares y vecinos de los asesinados ver el castigo y el dolor de los asesinos. Alguno se consuela a sí mismo, cuando ve perecer a otros con él. Existen otros que voluntariamente prefieren perecer, si destruyen con ellos a su enemigo.
El mal se está asimilando aquí al pecado, a la mala acción, pero mal puede referirse también al daño sufrido en propias carnes, como vemos en los consejos que un padre da a su hijo —Refranes famosísimos y provechosos glosados— donde encontramos en el capítulo de cómo debe guardarse de los malos vicios:
De este dal dal yo merezco el mal. Y como por ellas fueres caído en algún mal, busca otros que hayan pacido por donde tú paces con quien tú puedas razonar y consolar, que
Aquél es buen cirujano, que ha sido acuchillado, y
Mal de muchos conorte es. No te mates ni te desesperes por cosa muy terrible que contecer te pueda, que
A todo hay remedio, sino a la muerte.
Conorte viene de conortar: animar a uno amonestándole y dándole consejos sanos y buenos; es decir que el mal de muchos oscila aquí entre el pecado y el daño sufrido, siendo en cualquier caso bueno juntarse con otros que hayan «pacido» en los mismos lugares, porque en ello se encuentra consuelo: Mal de muchos, consuelo es, dice el zaragozano Pedro Vallés.

Mal de muchos, gozo es, insiste Hernán Núñez, y Correas resume y amplía la perspectiva: 
Mal de muchos, gozo es. Mal de muchos, conhorte es

dice con una doble formulación; pero la palabra conhorte, también escrita conorte, como ya hemos visto, o conforte, como escribirá más tarde la Academia, aparece como clave para explicar dentro de la circularidad otros refranes relacionados:
Mal ajeno pone consuelo.De no verse en lo mesmo, y porque «Mal de muchos, gozo es» o  «... conorto es». 
Todos los duelos, con pan son buenos.
Este es el refrán viejo; quiere decir que con pan tienen conorto y consuelo. 
En este punto todo parece llevarnos a que efectivamente el mal de muchos venía a ser consuelo si no de todos al menos de la mayoría, pues no faltaba la ironía tal como nos manifiesta esta copla de Rojas Villandrando (1603) tal como nos recuerda Iribarren:
Sáqueles un alguacil

arrastrando del pescuezo,

que mal de muchos es gozo

y duelos con pan son menos.
Baltasar Gracián en El Criticón parece querer poner las cosas sus sitio cuando cuestiona la veracidad de algunos refranes antiguos en un supuesto bando: 
—Un bando que manda echar el coronado Saber por todo su imperio de aciertos.
—¿Y a quién destierran? ¿Acaso al Arrepentimiento, que no tiene cabida donde hay cordura, o a su grande enemiga la Propia Satisfación?
—¿Publícase la guerra contra la envidiosa Fortuna?
—Nada de eso es —les respondieron— sino una crítica reforma de los comunes refranes.
—¿Cómo puede eso ser —replicó Andrenio— si están hoy tan recibidos que los llaman Evangelios pequeños?
—Recibidos o no, llegaos y oíd lo que el pregonero vocea. Atendieron curiosos, y después de haber prohibido algunos, oyeron que proseguía así:¡Quemados que estuvieran los nidos encubridores y las redes de las arañas de las escribanías, atentas a coger la mosca del mal aconsejado pleiteante! Aquello de Dios me dé contienda con quien me entienda, sin duda que fue dicho de algún sencillo; los políticos no dicen así, sino con quien no me entienda ni atine con mis intentos ni descubra de una legua mis trazas. El dormir sobre ello es una necesidad muy perezosa: no diga sino velar.
Ítem se prohibe como pestilente dicho, mal de muchos, consuelo de todos; no decía en el original, sino de tontos y ellos le han adulterado. 
Esta redacción del refrán se conservó en los años venideros y así lo recoge la versión del diccionario académico de 1831:
Mal de muchos, consuelo de tontos Refrán con el que se niega que sea más llevadera una desgracia cuando comprende a crecido número de personas. Los que tienen contraria opinión dicen Mal de muchos consuelo de todos.
El gran paremiólogo Sbarbi es de parecida opinión según recoge Iribarren:
Mal de muchos, consuelo de tontos. Nosotros añadiríamos: y de discretos. Niega que sea más llevadera una desgracia cuando comprende a crecido número de personas. Los que tienen contraria opinión dicen: Mal de muchos, consuelo de todos.
Rodríguez Marín (1926), al recoger este refrán, hace una simbiosis de ambas formas: Mal de muchos, consuelo de todos —o de tontos, y añade una glosa aportando cómo se siente este refrán en la Toscana: Mal comune, mezzo gaudio, que indudablemente conecta más con la primera versión recogida, que con la segunda.

Modernamente Celdrán Gomariz (2009) parece inclinarse por la versión de los tontos, ya que no puede producir ningún consuelo la desgracia de muchos. Aporta como refrendo otra serie de refranes en la misma línea, que, aunque menos citados, no dejan de presentar un interés: Mal ajeno no pone consuelo; Mal ajeno no cura mi duelo y Mal ajeno no me causa desvelo, añadiendo una copla para reforzar este sentimiento:
Ni a mí me alivian tus males,

ni el que lo padezcan otros;

que mal de muchos fue siempre,

el consuelo de los tontos.
Cantera Ortiz de Urbina (2012) prefiere separar claramente ambos refranes atendiendo por un lado a la línea clásica:
Mal de muchos, consuelo / gozo / conhorto es.Se dice para referirse a quienes, al darse cuenta de que se trata de un mal que afecta a muchos, parecen sentir algún alivio para sobrellevar el suyo.
Pero decantándose claramente por la supuesta modernidad:
Mal de muchos, consuelo de bobos / tontos.Se dice, con bastante razón, para poner de manifiesto cuán necio es consolarse de su propio mal por darse cuenta de que ese mismo mal afecta a otros. 
Ahora bien, más allá de lo que digan los especialistas y como hemos repetido en más de una ocasión, el verdadero significado de un refrán, el que le da el pueblo, solo lo podemos ver viendo cómo lo usan los hablantes, y en el caso que nos encontramos no faltan ejemplos ni en un sentido ni en el otro. ¿A qué atenernos? 

Todo parece indicar que ambos refranes, como apunta el profesor Cantera, conviven y gozan de buena salud en nuestra lengua, aunque no faltan las vacilaciones y reflexiones como nos muestra el siguiente fragmento encontrado en la Red:
La falta de autoestima«Mal de muchos, consuelo de todos»Puede ser una de las consecuencias de la pérdida del empleo: la caída de la autoestima y de la confianza en uno mismo. En estos casos, Bucay aconseja cambiar la manida pregunta de «¿y por qué a mí?» por «¿y por qué no me iba a pasar a mí» y, además, recurrir a la sabiduría popular. El experto recuerda que el refranero castellano dice «Mal de muchos consuelo de todos», una frase que se ha transformado -erróneamente, según el psicoterapeuta- en «Mal de muchos consuelo de tontos». Asegura que una persona sí puede consolarse al saber que no es el único en vivir una situación delicada (http://www.diariosur.es/20091128/sociedad/pasar-20091128.html, consulta: 03/04/2013).
En otro testimonio, un comentario a  una entrada en el blog de Jiménez Losantos, se mantiene la misma tesis de que ha de volverse al sentido primitivo de que la compañía consuela. Tras resumir lo que se sabe de ambas versiones del refrán (probablemente siguiendo a Iribarren), el comentarista concluye:
Luego no es achaque de tontos, sino cosa de todos, aunque se haya querido corregir o ridiculizar esa inclinación llamando tontos a todos los que la sigan. Ahora bien: que a la gente le gustan las catástrofes, sean naturales o tertuliables, está a la vista de todos, día a día y casi hora a hora, en la televisión (http://blogs.libertaddigital.com/blog-de-federico/para-el-verano-lecturas-decepcionantes-y-reconfortantes-11411/2.html, consulta: 03/04/2013).
En otros idiomas, ya hemos visto el ejemplo aportado por Rodríguez Marín, parecen inclinarse también por la compañía como consuelo, así ocurre en inglés: Two in distress makes sorrow less, o en portugués: Mal de muitos, consolo é; pero no faltan las voces discordantes, como en francés:  Malheur de plusieurs, consolation d'idiots.

Quizá, lo mejor a estas alturas sea tomar por la calle del medio e irnos a la modernas versiones:


Mal de muchos, epidemia
o

Mal de muchos, consuelo de frikis. 

Bibliografía 

  • Cantera Ortiz de Urbina, Jesús (2012): Diccionario Akal del refranero español. Madrid: Ediciones Akal.
  • Celdrán Gomariz, Pancracio (2009): Refranes de nuestra vida. Con su explicación, uso y origen. la vida cotidiana. Barcelona: Editorial Viceversa.
  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Iribarren, José María (1994): El porqué de los dichos. Pamplona: Gobierno de Navarra. 6.ª ed. 
  • Núñez, Hernán (1555 = 2001): Refranes y proverbios en romance. Edición crítica de Louis Combet, Julia Sevilla, Germán Conde y Josep Guia. Madrid: Guillermo Blázquez, Editor; 2 vols.