viernes, 30 de diciembre de 2022

Núm. 279. De nuevo por el Esgueva

La primera parada obligada es siempre Bahabón, porque no me puedo resistir a admirar el ábside, la torre y la escalera exterior de su iglesia. En el jardincillo junto a la carretera, enfrente del bar, pusieron durante años un hermoso nacimiento, que este año ya no estaba. Le eché de menos, pero la iglesia, su torre, y su ábside seguían allí, en una tarde gris y solitaria de finales de diciembre.

Iglesia de Bahabón
Iglesia de Bahabón de Esgueva

Los chopos que forman el túnel verde sobre la carretera en primavera y verano se muestran ahora desnudos, pero incluso así imponen y acogen con su gama de pardos y grises. 

Me salto Santibáñez, porque mi destino es llegar a Cabañes con la suficiente luz para darme una vuelta por el pueblo y encontrar a algún paisano con el que trabar conversación. Aparco en la plaza y empiezo a subir hacia la iglesia, un hombre se me cruza en la calle Real, y más por cortesía que por indicación, le pregunto si voy bien para la iglesia. Me dice que sí, que veré las escaleras enseguida y que un poco más allá también hay otro camino, pero que es... Entiendo que me quiere decir empinado, pero no dice empinado, sino algo entre pingado y un vocablo desconocido para mí.  

En el edificio del ayuntamiento, tres personas esperan su turno en la farmacia-botiquín sita en los bajos. 

 

Portada de la iglesia románica con arquivoltas y pequeño tejaroz
Iglesia de Cabañes de Esgueva - portada


Capitel con motivos animales

Yo sigo mi camino hacia la iglesia, que está cerrada con talanquera para proteger los bajos de las humedades. 


capitel con dos cabezas humanas y un ave con las alas desplegadasa


La portada es magnífica, con las arquivoltas bien conservadas y un pequeño tejaroz protegiendo la portada, puro románico. En un panel cercano encuentro una escueta explicación del templo. Está dedicado a San Martín de Tours.

Capitel con motivos vegetales
 

Saco fotos de los capiteles con el convencimiento de que nunca me van a salir con la perfección que logran los buenos fotógrafos, pero será la forma de recordar, cuando pase el tiempo, que están decorados con figuras vegetales y de animales.                                  

En la pared, al lado derecho de la puerta, hay también una escena esculpida, que según el panel informativo sería recuperada de una construcción anterior, representa a Sansón luchando con un león.    

Sansón luchando con el león

 

Casi enfrente de la puerta se abre la cancela que da entrada al viejo cementerio.

Respiro hondo, lleno de aire los pulmones y lo suelto despacio. El día está gris, pero la paz es inmensa. Vuelvo a respirar. Algunos tejados humean... 

Vista del pueblo desde lo alto de la iglesia
 

Desciendo hacia el centro del pueblo sin encontrarme un alma en el camino... Me vuelvo a mirar, desde abajo, la imponente silueta de la iglesia.

 

Iglesia de Cabañes de Esgueva vista desde abajo

Se oye el ruido de un camión y a mi altura para una furgoneta de reparto de cervezas. El conductor me pregunta si va bien al bar, y yo le respondo que no sé, que me estoy paseando. Sigue camino probablemente guiado por su instinto.

Piedra correspondiente al alfeizar de una ventana con la inscripción Año 1808

 

Yo sigo mi camino fijándome en casas, puertas, ventanas, inscripciones... Algunas casas en ruinas conservan unas puertas características, con talanquera adicional. Recuerdo haber visto ese tipo de puertas en la Sierra de Francia, pero no recuerdo haberlas visto en la zona, y me pregunto cómo llamarán los naturales a esas puertas.

 

Puerta vieja con una talanquera delante

El sonido de las cajas al descargarse me anuncia que estoy cerca del bar, y llego a una plazoleta con un pino y un belén. A un lado, me llama la atención un edificio que parece nuevo y una pequeña cristalera. ¿Estaré ante una ermita habilitada para los oficios de invierno? No recuerdo ermita en el casco de Cabañes, pero para mi suerte la puerta está abierta y me cuelo. Estoy ante el centro cívico inaugurado el año anterior, y nada más abrir la puerta me doy cuenta de que estoy en un antiguo lagar rehabilitado.

Abajo, la gran piedra y el husillo, a un lado los aseos, al fondo una salita. Unas escaleras de madera me animan a subir al piso superior donde se oye que hay gente. 

Arriba, Rocío -luego me dirá su nombre- se afana en limpiar porque va a ir el fisio y hay que tenerlo un poco apañado. Es una sala amplia, presidida por la enorme viga... El mobiliario es escueto, una mesa y unas sillas, y una televisión en la pared. Una franja transparente deja asomarse al piso inferior y adivinar cómo era la pila donde se echaba la uva y donde se formaría el castillete sobre el que la gran viga ejercería su presión.

Hablamos un buen rato. Rocío me pone al día de la vida del pueblo, que no hay niños, eterno problema, que si alguno más deberían los padres llevarlo «por sus medios» al CRA de Sotillo, que lo mismo ocurre en Santibáñez, donde sí hay un niño... Que sus hijas viven en Aranda, y que ella es casi la más joven... 

´Árbol de Navidad con un belén a los pies

 

Hablamos de la hoguera de San Sebastián, que lamentablemente no conozco in situ, aunque sí por fiables referencias, y que se hace en la misma plaza donde estamos, y que ahora preside un árbol y un belén. Hablamos también de las marzas, que ella canta, pero no se sabe de memoria, y que para haya algo más de gente se hacen en viernes, y al día siguiente se hace una comida comunal. 

Curiosos estos pueblos del valle del Esgueva que va celebran sus fiestas mayores en invierno, San Martín y San Sebastián son los patronos de Cabañes, y la Virgen del Alto Romanez, que se celebra en junio, y cuya ermita está en el límite del pueblo.

Rocío me habla también de que la imagen de la Virgen, así como otras cosas del pueblo, han sido restauradas por un señor, ya jubilado, que sabe muchas cosas de los antepasados, pero que vive en Aranda. 

Cabañes en Aranda, la España vaciada acogiéndose a localidades cercanas donde pueden disponer con más facilidad de los servicios básicos.

Sigo camino ya entre dos luces hasta Terradillos, dos parejas de corzos se me cruzan en el camino, hay que tener cuidado a estas horas, que los animales cruzan sin mirar y no piden permiso para hacerlo.

Plaza e iglesia iluminadas de Terradillos de Esgueva

 

En Terradillos encuentro a todas mis amigas en el bar, otro lagar que ha sido reconvertido en el centro social del pueblo. Van a jugar la partida, pero antes se toman el café y la ración de bollo que prepara una de ellas, con galletas Príncipe, me aclaran. Está esponjoso y exquisito.

Escalera, ábside y torre de la iglesia de Pinillos de Esgueva
Pinillos de Esgueva

 

Las dejo con su partida, y no me puedo resistir a pararme delante de la iglesia, que por la noche es casi tan fotogénica como por el día, además ahora la adornan las luces de Navidad, y de Terradillos a Pinillos, a volver a pararme ante su iglesia, a admirarla desde abajo.

Vista nocturna del tractor azul provisto de cultivadoresa

 

Y como todo forma parte de esta España vacía y solitaria, no me puedo resistir a fotografiar el enorme tractor con cultivadores que duerme a su lado. Alguna vez he visto a su dueño maniobrar con él para meterlo en la cochera. Hoy duerme en la calle, quizá para salir mañana temprano a sus labores. 

 

Vista frontal de la iglesia iluminada de Pinillos de Esgueva
Pinillos de Esgueva

 

 28 de diciembre de 2022

lunes, 26 de diciembre de 2022

Núm. 278. La loba parda vuelve por la Nochebuena pardillana

Decía Rafa del Olmo el día de Nochebuena en Twitter:

Si mi padre no canta “La Loba Parda” no es Nochebuena.

Vista de Pardilla con los tejados nevados

Tuve la suerte de entrevistar a Victoriano del Olmo, el padre de Rafa, un día de enero del 2020. La entrevista, aunque mejor la calificaremos de agradable conversación, con él y con su hermana Luz, ocurrió en una cafetería bastante concurrida de Madrid. La grabación no salió excelente, demasiado ruido de fondo, pero aun así pude captar y guardar algunas historias y comentarios sobre sus primeros años en Pardilla, y entre ellos su versión del romance de La loba parda, que cantaban año tras año el día de Nochebuena.

Según me contó Victoriano, cuando él era chaval, desde el día 8 de diciembre al 22, todas las tardes se reunían en la fuente e iban de ronda por las calles sonando las cencerras, que llevaban atadas a la cintura y a la espalda. 

La tradición de la cencerrada se perdió, pero se recuperó hace algunos años gracias a la asociación cultural, y a la memoria de Juan Patricio Abad. Aunque en el pueblo queda poca gente, no falta un grupo que sigue con la tradición el sábado anterior a Nochebuena y la Nochebuena misma.

Cartel en el que la asociación cultural anuncia los actos de la cencerrada en 2022e

 

Victoriano recordaba aquellos años suyos en el que era un joven pastor y recordando esos días de Navidad nos dice:

Los pastores teníamos que pagar 200 pesetas al cura, por decir la misa y eso, e íbamos con mucho respeto. Íbamos vestidos de pastores con las cencerras colgadas en la cintura. Y cuando se tocaba a alzar, tocábamos una cencerrilla.

En la Adoración de los pastores estuvimos en el 2019, ya lo contamos aquí, pero nos perdimos el canto de La loba parda, con el que tradicionalmente se cierra el acto.

De este romance hay mil versiones, cada pueblo y cada pastor tiene la suya, y en casi todas ellas podemos apreciar algún elemento cercano, algo que hace que el cantante se introduzca en la historia y se convierta así en protagonista también él.

Dicen que ya no se ven lobos por la Ribera, y apenas podemos ver rebaños y pastores, pero en las noches de diciembre todavía puede oírse el relato de os bravos perros que persiguen hasta vencerla a aquella loba parda que osó robar una oveja blanca.

Estando el pastor en vela,
vio venir la loba parda,
con sus siete cachorrillos
y su perra trujillana.
Dio una vuelta al rebaño
y no pudo sacar nada,
y a otra media vuelta más
y sacó una oveja blanca.
Era hija de una negra,
sobrina de una pintada,
que la querían los amos
para el día de la Pascua.  
Perritos, si la cogéis,
tenéis la cena ganada,
y si no me la cogéis,
con el gordo la gallarda.
[y hacíamos tran tran tran.]

Y la loba seguirá defendiéndose año tras año, mientras algún pardillano la recuerde en su cena de Nochebuena.

A Victoriano del Olmo, para que siga cantando

La loba parda muchos años.

Nota: La foto de cabecera es Luz del Olmo. El cartel y los datos de la recuperación de la tradición se los agradezco a Cristina García, que también habló en la radio sobre esta tradición.