Así se expresa la Gallega, la buscona de la venta, que se ofrece a don Quijote —y por lo que sabemos, anteriormente a Sancho—, a fin de obtener unos pocos reales con los que paliar su pobreza que es tal que ni tan siquiera merece un nombre cristiano.por el siglo de mi madre, que me parece auerle visto aqui otra vez, y aun que en su cara y figura me parece a otro que yo quise harto, pero agua passada no mueve molino, dexome y dexele, libre como el cuclillo, no soy yo muger de todos como otras disolutas
Pero hagamos justicia, que las aguas del molino vuelvan hacia atrás, y no le cortemos el discurso, pues en él encontraremos algunas claves.
buenas noches tenga v. m. señor Cauallero, manda algo en su servicio?, que aunque negras. no tiznamos; gusta v. m. le quite las botas, o le limpie los çapatos, o que me quede aqui esta noche, por si algo se le ofreciere?, que por el siglo de mi madre, que me parece auerle visto aqui otra vez, y aun que en su cara y figura me parece a otro que yo quise harto, pero agua passada no mueve molino, dexome y dexele, libre como el cuclillo, no soy yo muger de todos como otras disolutas: donzella, pero recogida muger de bien, y criada de un ventero honrado, y engañome vn traydor de vn Capitan que me saco de mi casa dandome palabra de casamiento; fuesse a Italia y dexome perdida como v. m. vee, lleuome todas mis ropas y joyas que de casa de mi padre auia sacado; començo la moça a llorar tras esto, y dezir: ay de mi, ay de mi, huerfana y sola y sin remedio alguno, sino del cielo, ay de mi; y si Dios deparasse... (p. 159)
Mozas de servicio, con frecuencia gallegas, en aquellas posadas mugrientas llenas de sorpresas, luchando por salir adelante y viendo pasar un caballero tras otro. Con razón se quejaba aquella moza del nuevo romance:
La moza gallega
que está en la posada
subiendo maletas
y dando cebada
llorosa se sienta
encima de un arca
...
«¡Mal haya quien fía
de gente que pasa!»
La historia debía ser lo suficientemente repetida como para no ser creíble. A don Quijote se le desata la vena caballeresca, las dolorosa cuitas de la joven le conmueven el corazón y promete solemnemente «desfacer esos entuertos», y sin duda que lo hubiera llevado a cabo de no ser por la presencia de Sancho, y sobre todo del ventero, que ponen a la moza en su lugar.
¿En su lugar?
Sorprende solo unos párrafos aguas abajo, ver cómo la trata su amo el ventero. Palabras crudas y crueles, ¿a qué viene tanta saña?
Bien distinta —volvemos otra vez aguas arriba de la narración— se nos presenta la amada ideal de don Álvaro Tarfe, doncella de apenas dieciséis años a la que se nos presenta con todas las lindezas propias de un manual de estilística.
porque fuera de las virtudes de animo, es sin duda blanca como el Sol, las mexillas de rosas rezien cortadas, los dientes de marfil, los labios de coral, el cuello de alabastro, las manos de leche, y finalmente tiene todas las gracias perfetissimas de que puede juzgar la vista; si bien es verdad que es algo pequeña de cuerpo (pág. 118).
Lugares comunes de los serafines ideales, milagros de la naturaleza, frente a la descarnada realidad de las mujeres de carne y hueso como las mozas de mesón, la sobrina eliminada sin mayor explicación, y la propia Aldonça Lorenço, alias Nogales, analfabeta que no entiende de cartas de amor, aunque sí de cuidar caballerías, a la que Sancho vilipendia también con sus mejores piropos y refranes ensartados.
Por respeto hacia esas mujeres, nos ahorramos repetir los improperios.
... continuaremos con el análisis...
Bibliografía
FERNÁNDEZ de AVELLANEDA, Alonso (1614 - 2011): El Quijote apócrifo. Ed. Alfredo Rodríguez López-Velázquez. Madrid, Cátedra.
Contribución para el club de lectura La Acequia.