miércoles, 24 de septiembre de 2014

Número 54. ... es agua passada con la cual, como dizen, no puede moler el molino... (II)

por el siglo de mi madre, que me parece auerle visto aqui otra vez, y aun que en su cara y figura me parece a otro que yo quise harto, pero agua passada no mueve molino, dexome y dexele, libre como el cuclillo, no soy yo muger de todos como otras disolutas
Así se expresa la Gallega, la buscona de la venta, que se ofrece a don Quijote —y por lo que sabemos, anteriormente a Sancho—, a fin de obtener unos pocos reales con los que paliar su pobreza que es tal que ni tan siquiera merece un nombre cristiano.


Pero hagamos justicia, que las aguas del molino vuelvan hacia atrás, y no le cortemos el discurso, pues en él encontraremos algunas claves.
buenas noches tenga v. m. señor Cauallero, manda algo en su servicio?, que aunque negras. no tiznamos; gusta v. m. le quite las botas, o le limpie los çapatos, o que me quede aqui esta noche, por si algo se le ofreciere?, que por el siglo de mi madre, que me parece auerle visto aqui otra vez, y aun que en su cara y figura me parece a otro que yo quise harto, pero agua passada no mueve molino, dexome y dexele, libre como el cuclillo, no soy yo muger de todos como otras disolutas: donzella, pero recogida muger de bien, y criada de un ventero honrado, y engañome vn traydor de vn Capitan que me saco de mi casa dandome palabra de casamiento; fuesse a Italia y dexome perdida como v. m. vee, lleuome todas mis ropas y joyas que de casa de mi padre auia sacado; començo la moça a llorar tras esto, y dezir: ay de mi, ay de mi, huerfana y sola y sin remedio alguno, sino del cielo, ay de mi; y si Dios deparasse... (p. 159)
Mozas de servicio, con frecuencia gallegas, en aquellas posadas mugrientas llenas de sorpresas, luchando por salir adelante y viendo pasar un caballero tras otro. Con razón se quejaba aquella moza del nuevo romance:
La moza gallega
que está en la posada
subiendo maletas
y dando cebada
llorosa se sienta
encima de un arca
...
«¡Mal haya quien fía
de gente que pasa!»
La historia debía ser lo suficientemente repetida como para no ser creíble. A don Quijote se le desata la vena caballeresca, las dolorosa cuitas de la joven le conmueven el corazón y promete solemnemente «desfacer esos entuertos», y sin duda que lo hubiera llevado a cabo de no ser por la presencia de Sancho, y sobre todo del ventero, que ponen a la moza en su lugar. 

¿En su lugar?

Sorprende solo unos párrafos aguas abajo, ver cómo la trata su amo el ventero. Palabras crudas y crueles, ¿a qué viene tanta saña?

Bien distinta —volvemos otra vez aguas arriba de la narración— se nos presenta la amada ideal de don Álvaro Tarfe, doncella de apenas dieciséis años a la que se nos presenta con todas las lindezas propias de un manual de estilística.
porque fuera de las virtudes de animo, es sin duda blanca como el Sol, las mexillas de rosas rezien cortadas, los dientes de marfil, los labios de coral, el cuello de alabastro, las manos de leche, y finalmente tiene todas las gracias perfetissimas de que puede juzgar la vista; si bien es verdad que es algo pequeña de cuerpo (pág. 118). 
Lugares comunes de los serafines ideales, milagros de la naturaleza, frente a la descarnada realidad de las mujeres de carne y hueso como las mozas de mesón, la sobrina eliminada sin mayor explicación, y la propia Aldonça Lorenço, alias Nogales, analfabeta que no entiende de cartas de amor, aunque sí de cuidar caballerías, a la que Sancho vilipendia también con sus mejores piropos y refranes ensartados. 

Por respeto hacia esas mujeres, nos ahorramos repetir los improperios.
... continuaremos con el análisis... 

Bibliografía

FERNÁNDEZ de AVELLANEDA, Alonso (1614 - 2011): El Quijote apócrifo. Ed. Alfredo Rodríguez López-Velázquez. Madrid, Cátedra. 

Contribución para el club de lectura La Acequia.



miércoles, 17 de septiembre de 2014

Número 53. ... es agua passada con la cual, como dizen, no puede moler el molino... (I)

El Sabio Alisolán, historiador no menos moderno que verdadero, dize que siendo expelidos los Moros Agarenos de Aragon, de cuya nazion el decendia, entre ciertos Annales de historias halló escrita en Arabigo la tercera salida que hizo del lugar del Argamasilla el inuicto hidalgo don Quixote de la Mancha, para yr a unas justas que se hazian en la insigne Ciudad de Çaragoza, y dize de esta manera:  
Así, con un descargo de responsabilidad en toda regla, de la que tan gustosos eran en aquellos años, y de cuyo atractivo no quiso escaparse ni el propio Cervantes al introducirnos a Cide Hamete Benengeli en un temprano capítulo IX de la primera parte, comienza este Quijote apócrifo. Primer homenaje, sin duda, del vilipendiado copión a su admirado autor, porque no nos engañemos, Avellaneda, quien quiera que fuese, fue el primer admirador de la obra de Cervantes y esta tercera parte no es más que un continuo homenaje a los muchos logros narrativos y estilísticos del Quijote verdadero. 

Si he elegido como título de este comentario el refrán que Avellaneda pone en boca de don Quijote en el primer capítulo de su obra, es porque en este caso, con el agua pasada, es decir con los muchos detalles de la primera y segunda partes de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605) va alimentando el nuevo molino de lo que bien pudo ser la tercera parte de las aventuras del hidalgo (1614) de no haber salido un año después, y por mano de su primer autor, la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615). 

El admirador copiota no pudo superar ni tan siquiera igualar al maestro, pero lo intentó y nos dejó su homenaje, digno de principio a fin, y que bien merece su lectura, aunque solo sea porque de esa forma volveremos sobre algunos de los mejores pasajes de la obra de Cervantes.

Entremos ya, sin más dilación, en ver algunos de estos detalles de los primeros capítulos. 

No deja de ser curioso, e imagino que a mis amigos traductores este detalle no se les pasará por alto, que si nos atenemos a la letra, tanto el Quijote como su imitación no sean sino traducciones más o menos fieles de manuscritos escritos en arábigo. ¿Qué papel ocupaba esta lengua en la realidad española de entonces? Diría más, ¿qué papel en la España culta? 

Mucho se nos ha hablado de la importancia de la población morisca como mano de obra productiva, campesinos, artesanos..., pero poco de su importancia en otras industrias, para lo que quizá deberemos acudir a leer entre líneas. La expulsión de los moriscos se produjo de forma escalonada entre los años 1609 y 1613, es decir los años en los que se fraguan tanto el Quijote apócrifo como la segunda parte del genuino, y este hecho que debió ser realmente traumático en la España de la época supo dejar sus huellas en ambos libros.

En Avellaneda no solo es el supuesto autor material de la historia morisco, sino también procede de la más alta nobleza nazarí el caballero que saca a don Quijote de nuevo de su lugar: don Álvaro de Tarfe, emparentado nada menos que con los linajes de «Abencerrajes, Zegries, Gomeles y Mazas, que fueron Christianos despues que el Chatholico Rey Fernando gano la insigne ciudad de Granada» (pág. 117).

Yugo, collera, silla y atalaje descansando sobre armazón de madera. 
Mientras todo esto ocurre en los reinos de España, en la aldea de Argamasilla —esta vez el autor sí se quiere acordar del nombre del lugar— don Quijote se recupera leyendo vidas de santos y acudiendo puntualmente a las prácticas religiosas como cristiano viejo que es. Sancho, no demasiado lejos de su amo, mal conformado tras el año de aventuras con haberse quedado en «ser ni Rey ni Roque», encuentra estas lecturas y vidas algo desproporcionadas para ponerlas en práctica un cristiano de a pie:
Por Dios (dixo Sancho) que yo no soy amigo de saber vidas ajenas, y más de mala gana me dexaría quitar el pellejo y asar en parrillas: Pero dígame, a San Bartholome quitaronle el pellejo, y a San Lorenço pusiéronle a asar en vez de muertos, o acabando de viuir? Oygan que necedad (dixo don Quixote), viuo desollaron al uno y viuo asaron al otro. Ho, ydeputa (dixo Sancho) y como les escoceria, pardiobre no valia yo un higo para Flas Sanctorum; rezar de rodillas media dozena de credos, vaya en hora buena, y aun ayunar como comiesse tres vezes al día razonablemente bien lo podria lleuar (p.112).
La bonhomía de Sancho sabe, sin embargo, encontrar acomodo a esta nueva afición de su amo y así encuentra que san Bernardo puede ser un muy buen abogado para sus cuitas como escudero de caballero andante.
Acabando don Quixote de leer la vida de San Bernardo, dixo, que te parece, Sancho? has leydo Santo que mas aficionado fuesse a nuestra Señora que este? mas deuoto en la oracion? mas tierno en las lagrimas y mas humilde en obras y palabras? a fe, dixo Sancho, que era Santo de chapa; yo le quiero tomar por deuoto de aqui adelante por si me viene en algun trabajo, como aquel de los batanes de marras, o manta de la venta, me ayude, ya que v. m. no pudo saltar las bardas del corral (p. 113).
Cuatrocientos años después de que Sancho, pluma de Avellaneda mediante, recordara alguna de sus peores tropiezos como escudero de don Quijote, los lectores seguimos recordando, precisamente, esos mismos episodios: el manteo y los batanes.

La influencia de Cervantes en Avellaneda no se discute, pero ¿influyó algo Avellaneda en el maestro?

Nos fijaremos en dos expresiones de este primer capítulo, puestas en boca de Sancho.

La primera es ese «ni Rey ni Roque», entrecomillada arriba. Proveniente del juego del ajedrez —la torre recibía antes el nombre de roque, de ahí enrocar, y entre ambas piezas se colocan las piezas principales— era muy popular ya en el siglo XVI, estando todavía en uso, En la segunda parte del Quijote nos la encontramos dos veces:
—Por mí —dijo el barbero—, doy la palabra, para aquí y para delante de Dios de no decir lo que vuestra merced dijere a rey ni a roque, ni a hombre terrenal, juramento que aprendí del romance del cura que en el prefacio avisó al rey del ladrón que le había robado las cien doblas y la su mula la andariega (cap. I).
y ha llegado a tanto la desgracia desta burla, que muchas veces con mano armada y formado escuadrón han salido contra los burladores los burlados a darse la batalla, sin poderlo remediar rey ni roque, ni temor ni vergüenza (cap. XXV).
La segunda es «santo de chapa», con la que Sancho califica a san Bernabé. El DRAE da como acepción de chapa, usada en forma coloquial la de 'seso' y 'formalidad', que ejemplifica en Hombre de chapa.  Una vez más, expresión bien conocida en los Siglos de Oro, la introduce Cervantes en la segunda parte para calificar al caballero del verde gabán:
y si mucho miraba el de lo verde a don Quijote, mucho más miraba don Quijote al de lo verde, pareciéndole hombre de chapa (cap. XVI).  
... continuaremos con el análisis... 

Bibliografía

FERNÁNDEZ de AVELLANEDA, Alonso (1614 - 2011): El Quijote apócrifo. Ed. Alfredo Rodríguez López-Velázquez. Madrid, Cátedra. 



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