sábado, 17 de septiembre de 2022

Núm. 272. Planeta

Arroyo Tamarguillo - panoramio

 

Hasta que no esté en el mapa,
no dejaré de dar la lata.

Recuerdo todavía este pareado que recorrió España siendo yo pequeña -la Wikipedia me dice que fue en el año 1961-, a propósito de las inundaciones que sufrió la ciudad de Sevilla por el desbordamiento del arroyo Tamarguillo, un modesto riachuelo que desemboca en el Guadalquivir, pero que hasta su desvío y posterior encauzamiento, causó numerosos problemas a la ciudad y sobre todo a sus habitantes.
 
El Tamarguillo y el barrio de Torreblanca podrían ser también protagonistas de la última novela de Susana Martín Gijón, Planeta. De hecho lo son, pero no desvelemos secretos antes de tiempo.
 
No ha sido mi primera incursión en las novelas y tramas policíacas de la autora, y debo confesar que no estaba entre mis planes leer otra novela más este verano, pero la carne es débil, yo andaba de bajona y el escaparate de novedades de la biblioteca de Aranda suele ser tentador. No me quise resistir.
 -¿Sabes que es una trilogía? -me dijo amablemente la bibliotecaria que me atendía tras el mostrador-. Este es el último de la serie.
 
-¿El primero es Progenie? -pregunté a mi vez.
 
-Sí.
 
-Lo he leído. Suelen ser historias independientes -añadí casi inmediatamente, como si fuera yo expertísima en esta autora.

Y con el volumen bajo el brazo, dispuesta a pasar una semana relajada ayudada de lecturas intrascendentes me volví a casa.

Acerté. La lectura ha servido para poner la cabeza en otro sitio, una lectura de verano de esas de las que solo esperas pasar el rato, vivir un poco otra vida, aunque esa vida sea bastante más inquieta e inquietante que la que tú puedas vivir con tus problemillas a diario.

Bien, comentemos algo.

Camino Vargas es inspectora de homicidios, ya nos la presentó la autora en esa novela, Progenie, en la que se adentraba en el mundo de los embarazos dificultosos y nos presentaba su ciudad, Sevilla, una Sevilla que nada tiene que ver con la Giralda, ni con el Parque de María Luisa, aunque no falten tampoco las precisas incursiones turísticas en esos mundos. 

Esta vez llueve, llueve a mares, y durante días. Todo está embarrado, los calcetines se ponen a secar encima del primer radiador y el Tamarguillo, en el año 2021, parece dispuesto a seguir dando problemas. Parece también que la pandemia de coronavirus es solo un recuerdo, quizá más deseo en la mente de los lectores que en la de la autora. 

Alrededor de la inspectora Vargas nos encontramos toda una galería de personajes, que por sí solos ponen valor a la novela: Susi, Josefa, Fito, Lupe, Sami, Paco...,  la superjefa italiana, Silvio..., con saltos de aquí y de allí... En alguna otra novela ya nos llevó Martín Gijón a Italia, las conexiones criminales no conocen fronteras y donde menos te esperas saltan los tiburones dispuestos a zamparse a sus cuidadores. 

Martín Gijón sabe equilibrar bien los diálogos, con abundancia de lenguaje coloquial, con las descripciones y narraciones. Muy logrado ese capítulo intermedio con las consecuencias de la inundación inesperada. Lograda también la gradación psicológica en la que se mueven los personajes... Alguno de ellos, aparentemente secundario, parece que nos lleva a nuevas trilogías, o al menos a alguna secuela sustanciosa. 

Lo que quizá no esté tan conseguido sea el perfil de los malos, son demasiado malos, demasiado... Los ricos -¿lo son realmente?- también resultan algo confusos. Sin duda, los valores de la novela residen en el lado de los buenos.

Y nada más.

3 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Bueno Carmen, parece que sí te ha gustado esta novela, cuya autora desconozco. No es redonda, por lo que cuentas, pero se debe de leer bastante bien y despertando el interés.

A ver si arranco de una vez con las lecturas que estoy un poco estancada.

Besos

Sor Austringiliana dijo...

Poner la cabeza en otro sitio es un gran objetivo, la literatura nos ayuda a vivir, qué duda cabe. Huele a calcetines puestos a secar, apunto la autora y su obra. Tal vez un día viaje a la Sevilla de Martín Gijón, sin calesa ni Giralda, ni naranjos amargos. El Tamarguillo, amo a velo. Buena reseña. Besos.

Recomenzar dijo...

Me ha gustado leerte
Has dejado en mi el sabor
de un chicle de menta