jueves, 28 de mayo de 2015

Número 76. Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo

Es frecuente oír en estos días en que las mañanas se levantan frescas y conviene abrigarse, aunque a mediodía haya que quitarse esa chaqueta que te estorba, aquello de
Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo 
uno de esos refranes que todo español se sabe.

Pero lo que ya no sabe cada español es qué es eso del sayo. Un abrigo, piensan la mayor parte, otros buscan en el arcón de la abuela y hablan de prendas interiores que abrigaban, pero más que buscar en el ropero de la abuela habrá que hacerlo en el del abuelo, porque el  sayo era una ropa eminentemente masculina, que don Quijote vestía, según se nos cuenta en su presentación: 
El resto della [de la hacienda] concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino (Don Quijote de la Mancha, I, 1).
En nota aclaratoria, y aunque a nosotros se nos pasen estos detalles por alto, Francisco Rico (el editor de la edición que manejamos), deja sentado que el sayo, traje de hombre con falda para vestir a cuerpo, estaba ya anticuado en 1600; es decir, que un detalle más de lo desfasado que resultaba ya don Quijote para sus contemporáneos. Sin embargo, la popularidad de la prenda debía haber sido mucha, al estudiar su huella en el refranero. 

Covarrubias, contemporáneo de Cervantes, nos deja esta entrada en su Tesoro (1611):
SAYO, vestidura, que recoge y abriga el cuerpo, y sobre ella se pone la capa para salir fuera de casa. 
Y añade además:
hemos dicho arriba [bajo] verbo saco que los romanos cuando iban a la guerra, usaban unas vestiduras cortas, y ceñidas al cuerpo, las cuales llamaban sacos. De allí se dijo saya, el vestido de la mujer de los pechos abajo, y lo de arriba sayuelo. 
Curioso este cruzarse de sacos, sayos, sayas y sayuelos.

Pero Covarrubias nos deja además escondidas entre sus páginas estas otras dos perlas.
«Remienda tu sayo, y pasarás el año»; los que no reparan sus vestidos han de ir a menudo en casa del mercader, donde se consume la hacienda (bajo añovez).
... y por este nombre se conoce interula, por estar pegada a las carnes, debajo de todas las demás vestiduras, y de aquí nació el refrán: «Más cerca está la camisa que el sayo», para dar a entender que el hacer bien ha de empezar de aquellos que más conjuntos son nuestros en deudo, no lo desmereciendo notablemente por sus personas; digo notablemente, porque algo se les ha de perdonar, y no llevarlo por rigor, y lo mismo se ha de entender con los amigos, en respeto de los que no lo son (bajo camisa). 
Ilustración de la entrada sayo en el proyecto DICTER 2.0
 Aunque pasada de moda, el sayo encontró acomodo entre las clases trabajadoras según recoge el Diccionario de Autoridades (tomo VI): 
SAYO. s. m. Casaca hueca, larga, y sin botones, que regularmente suele usar la gente del campo, ù de las Aldeas. Lat. Tunica. Saccus. ALFAR. part. 1. lib. 1. cap. 3. No sé qué lo hizo, si es que por ventúra las melancolías quiebran el sueño, como me lo dió à entender el Montañés, que llevando à enterrar à su muger, iba en piernas, descalzo, y el sayo al revés, lo de adentro afuera. ALCAZ. Chron. Decad. 1. Año 2. cap. 2. §. 2. Vestido mui pobremente con un sayo largo azúl, y un mantéo corto de buriel, de que habia usado muchas veces el Santo. 
SAYO. Se toma tambien en estilo familiar por qualquier vestido. Lat. Tunica. Vestis.
SAYO BOBO. Vestido estrecho entéro, que llega hasta los pies, todo abotonado, de que usan comunmente los graciosos en los entremeses. Lat. Saccus versicolor strictus, sed usque ad talos integer. 
SAYO VAQUERO. Vestido exteriór, que cubre todo el cuerpo, y se ataca por una abertúra que tiene atrás, en lo que sirve de jubon. Oy se usa mucho en los niños, y le llaman solo vaquero. Lat. Stricta tunica talaris. LOP. Rim. Sacr. f. 173. 
El sayo vaquero / de color de nacar.
A su sayo. Modo adverbial, que vale con propria reflexión, consideración, ò concepto que se hace de alguna cosa, sin comunicarlo con otro. Lat. Sibi ipsi. Proprio animo. ESTEB. cap. 2. Yo aprovechandome del comun vocablo del juego del axedréz, por no volverme à vér en paños menores, le dixe à mi sayo: jaque de aqui.  
Sigamos con los refranes y expresiones que giran alrededor del sayo, viendo cómo el maestro Correas recogió numerosos refranes con el sayo como protagonista, y por ser bastantes y tratar de distintas cosas, nos limitaremos solo a aquellos que ser refieren expresamente a él como prenda de abrigo,y dentro de ellos los referidos al mes de mayo: 
Agua sobre agua, ni vale sayo ni capa.Porque la mucha lluvia lo cala todo.En mayo, a quien no tenga jubón bástale el sayio.En mayo, no te quites el sayo. Hasta mayo no te quites el sayo.
Estos refranes pueden parecer contradictorios entre sí, o por lo menos vacilantes. ¿Cuándo hemos de quitarnos el sayo? ¿En mayo o conservarlo durante él? La respuesta nos la da el propio Correas con otro refrán, acompañado de jugosa glosa, en la que vemos que lo de conservar el sayo en mayo no es precisamente por el frío: 
Guarda el sayo para mayo.Que conserves los vestidos buenos para los tiempos y ocasiones en que te has de honrar con ellos, porque en mayo es tiempo de muchas fiestas, en que luce la gala, y en invierno se pasa con vestidos que abriguen sin ella. 
Otro curioso refrán trastocado, acompañado de glosa, recoge aun Correas relativo al sayo, al jubón y al frío:
Lope sayo hacéme un Díaz, que me muero de jubón con kon este frío. Atropella las palabras como sucede muchas veces, por decir: «Lope Díaz, hacedme un sayo que me me muero de frío con este jubón».
Bien, parece que tenemos clara la parte del sayo, pero todavía nos queda por ver por qué se habla del «cuarenta de mayo», ¿cuándo se introdujo esta curiosa denominación?

El cuarenta es un espacio temporal muy presente en el calendario y en el refranero (Correas y Gargallo, 2003: 13), y quizá no haya que darle más vueltas al concepto que el de acomodarse a ese tempo, a la vez que despejar la posible duda de si mayo entraba en el cómputo o no, que dejaba abierta la recopilación de Correas.

Al día de hoy no tenemos un primer testimonio de cuándo se pudo formular el refrán tal como lo conocemos hoy, pero sí podemos afirmar que en la primera mitad del siglo XIX estaba muy asentada esa formulación, tal como la recogen dos diccionarios, ambos editados, por cierto en Barcelona, con referencias a otras lenguas, como son el catalán y el latín, aunque en el caso que nos ocupa no parece haber correspondencia formal en esas lenguas:

  • Diccionari de la llengua catalana ab la correspondencia castellana y llatina. Pere Labernia. Barceolona: Estampa dels Hereus de la V. Pla. (1839-1840). 
  • Colección de refranes y locuciones familiares de la lengua castellana, con su correspondiente latina. F. N. y M. B. Barcelona de Juan Olivares. (1841).
Los periódicos contemporáneos también dan testimonio de esa popularidad que flotaba en el ambiente, permitiéndose en algunos casos una cierta actualización o desautomatización. Algunos ejemplos:   
  • aquellos tiempos en que a cuarenta de mayo todos largaban el sayo [noticia sobre la verbena de San Antonio] (La España (Madrid. 1848). 14/6/1848, n.º 66, página 4.)
  • Temperatura.—A los días de calor de la presente semana, sucedió anoche un cambio repentino de temperatura, que obligó á sacar los abrigos á todos aquellos que se figuraban tener ya el verano encima. Hasta cuarenta de mayo, no te quites el sayo. (La España (Madrid. 1848)28/4/1850, n.º 630, página 4.)
  • Lluvia natural. Hasta Cuarenta de mayo no te quites el sayo: así dice un adagio, cuya observación recomendamos á todos aquellos que tengan curiosidad de saber lo que puede vivir un hombre tratado con cierto miramiento, á pesar de que no debe ser necesaria semejante recomendación en días tan poco apacibles como el de ayer. Después de una mañana de mayo vino una tarde digna del difunto abril, y luego entró la noche con humos de diciembre.
  • Como los habitantes de la corte habían ya empezado á aligerarse de ropa, nada de estraño tendrá que vuelvan á cogerse abundantes pulmonías, así como tampoco el que con la lluvia de tarde y noche saquen otra vez la cabeza los reumas y demás alifafes que han tenido en un grito, durante el invierno, á la parte mas florida de los pollos del año 1837. (La España (Madrid. 1848). 5/5/1852, n.º 1.256, página 4.)
  • —HASTA EL CUARENTA DE MAYO.—Dicese generalmente que los refranes castellanos son axiomas incuestionables, El tiempo , sin embargo, nos está demostrando que no todos los refranes son axiomas. Pasó el cuarenta de mayo, y siéntese mas frió que en el cuarenta de febrero, El gris que corre hace tres dias es digno del airoso marzo, y si no se recojo en la actual semana una gran cosecha de pulmonías, no será porque á ello no ayude la agradable temperatura que por estos reinos reina (El Clamor público. 18/6/1852, página 3.)
  • El invierno vá desarrugando el entrecejo: disipáronse las nubes, cesó la lluvia v el lunes amaneció el horizonte de Madrid despejado y diáfano. La mañana estuvo algo mas que fresca, pero la tarde fué de completa primavera, y las hermosas han podido lucir sus gracias en el Prado y en el Retiro , que estuvieron bastante concurridos. No se fien, sin embargo , de estas apariencias de buen tiempo, porque la primavera de Madrid es mas inconstante que una coqueta y suele dar muchos chascos que llevan al cementerioo a mas de cuatro incautos que se aligeran el abrigo fiados en las apariencias y la temperatura de uno ó dos dias. Creemos muy oportuno recomendar á nuestros lectores el refrancito antiguo, «hasta cuarenta de mayo no te quites el sayo» (El Clamor público9/5/1855, página 3.)
En estos días el refrán se ha vuelto a poner de moda y ha saltado a los titulares de los periódicos, aunque por motivos bien diferentes, que nada tienen que ver con el tiempo: Hasta el 40 de mayo ten cuidado con Tamayo


Bibliografía
  • BNE: Biblioteca Digital  Hispánica. [En línea]: , [consulta: 28-05-2015].
  • Hemertoteca Digital. [En línea]: , [consulta: 28-05-2015].
  • Cervantes, Miguel de (1605, 1615 = 2005): Don Quijote de la Mancha. Ed. de Francisco Rico. Instituto Cervantes. [En línea]: , [consulta: 27-05-2015].
  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Correas MartínezMiguel y Gargallo GilJosé Enrique (2003): Calendario romance de refranesBarcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona.
  • DICTER 2. 0. Diccionario de la Ciencia y de la Técnica en el Renacimiento. Universidad de Salamanca. [En línea]http://dicter.usal.es/>, : [consulta: 28-05-2015].


miércoles, 27 de mayo de 2015

Número 75. La gratitud: palabras entrelazadas

Las palabras se van entrelazando

La razón del ser


Ni encima ni debajo ya. Sólo somos en la renuncia. En lo seco. En lo seco. En lo seco. Tan oreado. Vuelvo una vez más a casa, la luz de octubre en la higuera. Al trasluz las ramas, con los nervios a flote, se me va el santo al cielo, los arces cabecean. El viento desmelena los arces del jardín. Lo mejor son las nubes. Tu vientre olía a trigo y a palabra que se alarga a más no poder. Entonces no sabía. Como buenamente supe, esta luz de junio con nubes de tormenta, tan nublado lo efímero. A gozar que son cuatro días. La hondura del recuerdo sobre la hierba. Jardinero japonés, en injerto un azul imposible, naciendo de la helada, el viento en los despeñaderos. Las voces rotas. El que tacha la frase, mi perfil de octubre, de repente. En enero podábamos los manzanos. La luz que recibe una mujer. Cómo olvidarlo. Nueces que tampoco comí de niño. Quedarse en humo. La gota de agua. Lo que el pájaro calló. Cuenta lo irrepetible. Al buen tuntún. Lo que dibuja el viento. Una helada sorda. Un gorrión en el campo. Los álamos junto a la reguera. Enfrente está rompiendo la chopera. Llenas aún de tordos las cornisas. Florece el ciruelo. La placidez. La placidez. Hemos pasado otro invierno. La espalda negra, la mirada limpia. Alzar la tierra. Estos días de un marzo adelantado. Tranquila por las nubes, de mi boca a la tuya. El cierzo por los quintos. El cierzo y nada más. 

Paisaje invernal con carretera. Rama en primer plano a la izda.



Comentario a La gratitud de Fermín Herrero para La Acequia.

martes, 26 de mayo de 2015

Número 74. La gratitud: palabras

Los versos están hechos de palabras


La medida del mundo


alisos, parva, plantón, loma, guarezca, cabreados, avía, allega, dalle, cardan, sudor, collado, sucumbo, abrigaño, corneja, escombrera, chopos, madriguera, trizas, tierno, blando, muelle, horadar, acocharse, suavidad, desenfreno, apaciento, campantes, buitres, acecho, ras, matorrales, sabuesos, acebos, aguante, rastrojos, alzados, chopos, humo, blancor, destemple, zarzagán, certezas, excesos, extravío, tributo, ímpetu, monte, comunal, avidez, leña, humo, prender, fogata, ardimiento, tiznados, falsedad, otoño, austeridad, remanso, aguas, deshojarse, desnudez, aguadas, olvida, lluvia, nostalgia, membrillos, roto, extraño, sol, apago, lila, brezos, luz, resta, poniente, solitaria, solitario, reserva, horizonte.



Aflicción

agría, golpe, costumbre, velada, otoño, memoria, engaño, subastarse, savia, pálpito, sustancia, avecinado, entrañas, pulso, pujanza, letargo, corteza, torpaza, chopo, chopo, álamo, pesares, congoja, salvaguardar, regocijo, boca, palabra, gurriatos, tejado, chichotas, despanzurrados, perdiz, resuello, aniquila, pudre, recuerdo, acantilados, camina, verso, herida, puñado, despacio, brisa, pinar, huele, amor, profundo, hormigas, hormigas, embalse, espadaña, derrumbe, sardones, asidero, alondra, nieve, reposo, idioma, arrebatarme, simpleza, bruma, Duero, estercolada, escarcha, atolondrada, encandece, otoño, ribera, río, revuelto, solo, solo, tormentas, miaja, espuma, acrisola, vadea, sierra, neblina, sol, acebal, ventarrón, bardera, barbecho, rebollares, chaparrales, sotillo, río, cañadas, tesos, barranqueras, roturos, risqueras, herbazales, tolmo, cuesta, jaral, currucas, tordillos, aguilucho, torzuelo, uñagatas, mielgas, aliagas, tobas, romero, Nada, carencia, sentido, placer, sofoco, añoranza, escarba, atinar, transcurso, inconstancia, geranios, mujeres, herrumbre, mar, útero, menoscabo, nevando, templanza, nieve, mocedad, vaciado, arraiga, raso cierne, vejez, flor, trigos, primavera, cuchillos, dándose, sumirse, amargura, luna, agosto, golondrina, hálito, flor, regazo, luna, nieve, rosa. 




Palabras que evocan y denotan y a las veces te hacen acudir al diccionario, o a san Google, a fin de conocer su significado. 


Comentario para el club de lectura La Acequia de La gratitud de Fermín Herrero.

Notas

Localismos sorianos entre las palabras:

chichotas (en): 'en plumón', 'desnudo'. 
risqueras: 'conjunto de peñas y riscos que conforman una muralla'.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Número 73. Las cruces de mayo cartageneras. ¿Fiesta tradicional o popular?

Tendemos a confundir lo tradicional y lo popular. 

El turista que llega a Cartagena a primeros de mayo y ve esas cruces adornadas en los barrios del centro puede pensar en una fiesta tradicional de gran raigambre, pero a medida que avanza por las calles empezará a ver que algo no encaja: no encajan mucho esas flores en el pelo, esos tablaos donde se baila flamenco, esa música andaluza, esas sevillanas, esos volantes y esos rebujitos. La alegría, eso sí, está presente, la gente se mezcla y participa, y las calles se van llenando porque hace buen tiempo, se hacen posados delante de las cruces para tener un recuerdo. 


Sin duda es una fiesta popular que va ganando año a año. 


La tradición de erigir una cruz o corona adornada de flores en los primeros días de mayo es tradición de muchos lugares de España. En el plano religioso se relaciona con la conmemoración de la Invención de la Santa Cruz el 3 de mayo, en memoria del descubrimiento, que eso es lo que significa invención, por intervención directa de santa Elena de la cruz de Cristo.

En el plano pagano las cruces de mayo no son más que la cristianización del mayo, el árbol que adornado con flores y frutos se colocaba en la plaza del pueblo a primeros de mayo como exaltación de la primavera. Tiempo para celebrar la llegada del buen tiempo y sobre todo de los frutos con los que nos regala la madre Tierra cada año. Tiempo de celebrar en el que los mozos hacen gala de maña y fuerza pingando el mayo y las mujeres adornan sus cuerpos con flores y alegría en espera de las próximas bodas. 

En Cartagena se mezcla lo religioso y lo pagano, lo propio y lo foráneo, y no falta un recuerdo para los toros.


Recién llegado a Cartagena, el turista vence la tentación de llamar a sus conocidos y amigos cartageneros para preguntarles acerca de la fiesta. Prefiere descubrirlo por sí mismo, meterse en las calles y entre el gentío, tomarse una caña o un rebujito, comerse un montadito de chorizo o unas patatas con ajo en plato de plástico, comprar alguna golosina en el puesto solidario e ir tomando fotos aquí y allá, que alguna saldrá, aunque esta vez tampoco haya habido demasiada suerte.

«Pues a mi amigo Fernando nunca le oí hablar de esta fiesta —comenta el acompañante del turista— y es cartagenero de toda la vida».

Visten las mujeres con trajes de volantes, ajustados en el talle, con las cremalleras a punto de estallar, el buen tiempo deja lucir las espaldas, todas con flores de tela en el pelo. Algunas se lanzan al traje corto, y se suben al tablao, sombrero cordobés en mano, para marcarse unas sevillanas. 




Donde no llega la intuición llega san Google, que para eso está, y a través de la cofradía marraja nos enteramos de que ya en el siglo XVII se hacían cruces de mayo en el entorno de la catedral, y de que fueron ellos, los marrajos, los que un buen día muy avanzado el siglo XX decidieron resucitar las cruces con el fin de recaudar fondos. Lo demás lo fue poniendo poco a poco el pueblo y algunos bares del degradado casco antiguo.


«Hace calorcito y se está bien en la calle disfrutando de la música y del buen tiempo», leo en un foro. Y es verdad, se está divinamente al caer la tarde callejeando entre los puestos, sorteando las mesas, viendo cada vez más trajes de volantes que parecen responder a modas de distintos años. «Y estas ¿dónde se comprarán los trajes? ¿En Sevilla?», se pregunta el turista despistado, pues no ha visto en la calle Mayor ninguna tienda que luciera este tipo de aderezo.

«Mi madre de Cadiz y yo de Málaga ¿cómo no voy a ir a las cruces?», le dice una vecina a otra en la esquina de una calle algo apartada. Va ella ataviada con larga falda negra, blusa blanca, mantoncillo de colores y gran florón en el pelo.  

No todo es andaluz en esta fiesta, hay detalles autóctonos que se agradecen como esa recreación del interior de una casa tradicional en plena plaza y con el cielo por techo, pero donde no falta un detalle, incluso el orinal debajo de la cama.



Y hay también cruces realmente autóctonas como las que nos brinda el grupo folklórico La Palma, procedente del Campo de Cartagena. Gracias a los modernos medios, el turista despistado y los lectores de este blog pueden también disfrutar algo de su buen hacer.

domingo, 3 de mayo de 2015

Número 72. Sefarad. Una novela de novelas. La Hispanic Society

Y llegamos a Sefarad. 

El autor vuelve una vez más sobre sí mismo, a hablarnos de sus insomnios, de sábanas vacías, que me recuerdan a Sabina, y de su largo viaje desde las piedras de la alcazaba de su ciudad natal a las de un sobresaliente edificio en Brooklyn, la sede de la Hispanic Society. En el camino encuentros en Roma con intelectuales, conferencias en ciudades germánicas donde hasta el ocio está organizado y otras anécdotas personales que van haciendo la vida de un escritor.


Hispanic society, ext., statua del cid
El Cid. Hispanic Society (Wikimedia Commons) 


Largo camino salpicado de paseos solitarios en los que el escritor puede viajar al interior de sí mismo.

Archer Milton Huntington, un enamorado de España, recorre sus caminos en las postrimerías del siglo XIX y primeros albores del XX. Va tras las huellas de sus héroes, de sus escritores, de sus artistas. Ante su cartera repleta se abren todas las puertas, todos los arcones, los ropavejeros revuelven en lo más profundo de sus almacenes, los farmacéuticos en sus reboticas, los bibliotecarios en sus fondos y los artistas abren sus ventanas a la luz del día para que el americano puede admirar y comprar sus obras.
... recorría el país comprándolo todo, comprando cualquier cosa, lo mismo el coro de una catedral que un cántaro de barro vidriado, cuadros de Velázquez, y de Goya y casullas de obispos, hachas paleolíticas, flechas de bronce. Cristos ensangrentados de Semana Santa, custodias de plata maciza, azulejos de cerámica valenciana, pergaminos iluminados del Apocalipsis, un ejemplar de la primera edición de La Celestina, los Diálogos del Amor de Judá Abravanel, llamado León Hebreo, judíos español refugiado en Italia, el Amadís de Gaula de 1519, la Biblia traducida al castellano por Yom Tob Arias, hijo de Leví Arias, y publicada en Ferrara en 1513, porque en España ya no podía publicarse, el primer Lazarillo, el Palmerín de Inglaterra en la misma edición que hubo de haber leído don Quijote, la primera edición de La Galatea, las ampliaciones sucesivas del temible Index Librorom prohibitorum, el Quijote de 1605, y tantos otros libros y manuscritos españoles que nadie apreciaba y que fueron vendidos a cualquier precio a aquel hombre que viajaba en automóvil por los caminos imposibles del país y vivía en un trance perpetuo de entusiasmo hacia todo, de prodigiosa gula adquisitiva... 
La labor de este filántropo también destacará durante buena parte del siglo XX por su labor editorial, la publicación de esos trabajos para los que siempre la madre patria fue madrastra, un catálogo de obras tan imprescindible hoy para los hispanistas que forma un buen trozo de esa España inmaterial.

Llega el autor al edificio de la Hispanic Society en autobús urbano, en uno de esos recorridos que hemos hecho todos alguna vez en las ciudades que visitamos una vez cumplida la visita a los monumentos principales. Un largo viaje en el que vemos bajar y subir tipos diferentes, miramos atentos por las ventanillas, empezamos a sentir inquietud a medida que nos alejamos del centro... En el horizonte, detrás, todavía pueden verse las Torres Gemelas, estamos aún en el siglo XX. 

El señorial caserón les abre sus puertas como si fueran los únicos visitantes en mucho tiempo, realmente lo son; por los empleados tampoco parece pasar el tiempo, aunque sus ropas sí den claras muestras del pas inexorable. 

A pesar de la atmósfera decadente que nos muestra el escritor, a pesar de que hace tiempo que murieron sus mecena, la Hispanic Society sigue moviéndose, a su ritmo eso sí. El Hispanic Seminary of Medieval Studies nos va abriendo poco a poco las puertas del conocimiento de Sefarad. 
cerradura con arabescos y llave en el ojo.
Cerradura de forja castellana (valle del Esgueva)


Contribución a la lectura de Sefarad, Una novela de novelas en La Acequia