El baúl de la bailarina Tórtola Valencia en la exposición «La bailarina del futuro | » |
Rafael Azcona no es en absoluto un observador objetivo que narre los hechos desde fuera, a una cierta distancia, él es también un personaje que se mueve aquí y allá tomando partido. Es uno de esos señores que frecuentan el café donde Petrita y Rodolfo matan las tardes de su noviazgo, esas tardes en las que no salen a buscar piso por esos descampados.
Allí, entre humos, cafés y copas de coñac, los «intelectuales» con pretensiones observan el mundo para sacar ideas que llevar a las páginas humorísticas. Por el bien de sus estómagos, ellos deben mirar a los simples mortales un poco por encima, no exentos de suficiencia.
Esa tarde él está solo, los amigos de tertulia no le han acompañado, así que carga las tintas contra la pareja que le ha tocado en suerte.
Deben estar celebrando algo porque hoy se han pedido un sánwich, quizá han encontrado ese pisito con el que llevan soñando décadas, porque es claro que la pareja ha entrado ya en esa etapa de rutina y aburrimiento propia de los noviazgos largos. Además ella ya no es una jovencita, y debe «cumplir con el imperativo biológico» de todas las mujeres, está a punto de pasársele el arroz, y ya se sabe que a esas edades las mujeres se ponen burras y son capaces de cualquier cosa por conseguirlo. ¡Alto ahí! ¿Las mujeres se ponen burras? ¿Qué pasa por la cabeza, o el subconsciente, de ese señor que escribe para aplicar el adjetivo burra varias veces a Petrita? Hasta casi una docena de veces se la califica a Petrita de esta forma, lo cual no solo es injusto sino tendencioso.
¡Menos mal que a la dulce de doña Martina, Petrita le parece una joya que no es merecedora de llevarse un marido calzonazos, cojonazos, lavativa y otras lindezas como es Rodolfo! Sí, al tipo el novio tampoco le cae nada bien, el mundo está lleno de hombres grises como Rodolfo, Madrid más, y así está el patio. ¿Pero la joya? Poco le falta al autor para decirnos bien clarito en toda su ironía que la joya es una joya con dientes, y además ¡qué dientes!, ¡qué uñas! y ¡qué bolsazos!
Cambiamos de barrio, y el autor se dirige bajo la lluvia hacia la Puerta del Sol donde disfrutamos de un sabroso bocadillo de calamares. Madrid no sería Madrid sin estos bares típicos de alrededor de la Puerta del Sol, uno de los más famosos en la calle de Tetuán, precisamente, muy cerca de El Corte Inglés y Galerías Preciados, que aquí, a lo mejor sí que habría venido bien una nota aclaratoria del editor: La Farola, todo un clásico y uno de los lugares con más fama para disfrutar de este manjar.
Dejemos a Azcona y sus caricaturescos personajes y centrémonos en la edición, que a mi juicio tiene aciertos y sorpresas.
Los aciertos vienen de la mano de la introducción que nos sitúa a Azcona en su puesto en el mundo de las letras, y el ir marcando qué añadidos se han ido sumando o quitando a medida que la novela ha ido evolucionando. Sin duda, Azcona y esta novela deben figurar en la nómina de las novelas realistas de los cincuenta y no solo en la de los guiones cinematográficos.
Las sorpresas vienen de la mano de explicarnos a pie de página bastantes de las locuciones y expresiones coloquiales que aparecen en el libro, bastantes aún en vigor, y remitiéndonos para su explicación al Diccionario de fraseología de Seco et alii, diccionario del que acaban de sacar una segunda edición.
¿Hace falta que nos expliquen a los españolitos por dónde amargan los pepinos o cómo de estrechos andan los piojos en costura? ¿Se nos ha olvidado ya que cataplines es un eufemismo? Todo parece indicar que los editores han querido matar varios pájaros de un tiro y estamos ante una obra para estudiantes adelantados de español para extranjeros, pues sin duda encontrarán en estas páginas un lenguaje vivo y coloquial, muy próximo al que se hablaba en aquellos años, y aún en estos, pero ¡ojo!, no vayamos a enseñar a nuestros estudiantes hablar como en aquellos años, que aunque esas expresiones sean reconocidas, ahora se llevan otras cosas.
Se puede agradecer que nos recuerden quién era Concha Piquer y hablando de cine, el hito que supuso Lo que el viento se llevó. Para los que peinamos canas estas ingenuas explicaciones nos harán sonreír, aunque quizá vengan bien para cuando los millennials peinen las suyas y vuelvan sobre este clásico, porque sin lugar a dudas estamos ante todo un clásico que merece la pena leer.
Título: El pisito. Novela de amor e inquilinato
Autor: Rafael Azcona
Edición de: Juan A. Ríos Carratalá
Editorial: Cátedra
Año: 2005, edición realizada para la nueva versión (1999), basada en la película homónima (1959) sobre la primera novela (1957).
Título: El pisito. Novela de amor e inquilinato
Autor: Rafael Azcona
Edición de: Juan A. Ríos Carratalá
Editorial: Cátedra
Año: 2005, edición realizada para la nueva versión (1999), basada en la película homónima (1959) sobre la primera novela (1957).
Comentario para el club de lectura La Acequia.