martes, 15 de diciembre de 2015

Número 100: Sandra Teixeira

El lunes 14 de diciembre sacudimos la galbana de los días calurosos precedentes para acercarnos a la facultad a fin de acompañar a Sandra Teixeira de Faria en la defensa de su tesis doctoral: Las paremias en el discurso de Machado de Assis. 


Sandra con los miembros del tribunal y las directoras

Si exceptuamos algún autor reciente, poco es lo que conocemos acerca de los escritores en lengua portuguesa, poco de los del país vecino, pero menos aún de los autores más allá de los mares, entre ellos Brasil, patria de Machado de Assis. Sin embargo, es evidente que deberíamos acercarnos más a esa literatura hermana, conociéndola conoceremos mejor la nuestra, nos conoceremos más a nosotros mismos.

Se ha centrado Sandra en un aspecto muy poco estudiado aún en la literatura, las paremias, los pensamientos y expresiones sentenciosas que la pueblan. 

Desde siempre los cuentos populares se han ido transmitiendo de boca en boca y a veces terminan reducidos a una mínima expresión fácil de recordar, píldoras de sabiduría popular. Esas píldoras, ese pensamiento concentrado en una frase, llega a los escritores que las toman y convierten en cultas narraciones breves, dejándonos a su vez otras sabias frases que concentran su pensamiento.  

Sandra ha escogido esos cuentos, que abarcan tanto la etapa romántica como la realista, para estudiar en ellos las frases sentenciosas que suman largamente más de doscientas. Algunas de esas sentencias vienen de lejos, otras, las más, son creaciones del autor que nacen con la vocación de perdurar. 

Cierra su exposición Sandra con dos de esas citas que reproducimos aquí:


Aurélio de Figueiredo - Corcovado, s.d.
El Corcovado por Aurélio de Figueiredo (1903)
Nem Corcovados, nem Himalaias, valem muita coisa ao pé da tua cabeça, que os mede.
O grau do espírito que nos deleita dá a medida exacta do grau de espírito que possuimos.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Número 99. Los pazos de Ulloa: la violencia contra la mujer

Reparó que la moza no llevaba pendientes y que tenía una oreja rota; entonces recordó habérsela partido él mismo, al aplastar con la culata de su escopeta el zarcillo de filigrana, en un arrebato de brutales celos. La herida se había curado, pero la oreja tenía ahora dos lóbulos en vez de uno.
La violencia hacia las mujeres aparece en esta novela narrada no solo con realismo minucioso, sino también, como en la vida real, dejando secuelas páginas después. Palizas habituales entre los pobres, pero de las que no se libran las clases acomodadas:
Tiene que ser un chiquillo, porque si no le retuerzo el pescuezo a lo que venga. Ya le he encargado a Nucha que se libre bien de traerme otra cosa más que un varón. Soy capaz de romperle una costilla si me desobedece. Dios no me ha de jugar tan mala pasada. En mi familia siempre hubo sucesión masculina: Moscosos crían Moscosos, es ya proverbial.
maniquí vestido con traje tradicional: falda roja, chambra negra y mantilla
¿Cuántas escenas similares no habría contemplado doña Emilia? ¿Cuántas palizas cotidianas no habrían sufrido las mujeres ante sus ojos? Sobre el tema vuelve en distintas ocasiones Coro nos ha recomendado con acierto la lectura de Las medias rojas—, es claro que el tema no le es indiferente, sin embargo, al menos en Los pazos, doña Emilia se comporta como un fiel notario sin deslizar ningún juicio de valor sobre los hechos, ni en su papel de narradora ni a través de sus personajes. Compárese, por ejemplo, con la actitud de reprobación que adopta Julián en las primeras escenas cuando los adultos gozan emborrachando a un chiquillo de corta edad. ¿Era suficiente esta denuncia o estamos pidiéndole demasiado a doña Emilia para sus tiempo al juzgar con ojos del siglo XXI lo que debería haber denunciado claramente en el siglo XIX?

Doña Emilia nos presenta claramente a la mujer como una posesión más del varón. La mujer solo sirve para hacerle la comida, proporcionarle placer o engendrar los hijos varones que han de perpetuar la estirpe o ayudar en el campo. La mujer cosificada a la que se puede apalear sin remedio y sin que nadie la defienda, ni tan siquiera los débiles sacerdotes a los que asusta más la ausencia de un vínculo sagrado que la realidad violenta de la que son testigos.

El maltrato no es solo físico, la condesa sabe transmitirnos ese maltrato psicológico. Acompañamos a Nucha en el progreso de sus temores, que pronto se vuelcan en puro terror. Si ya sabíamos del despego e infidelidades de su marido tras el alumbramiento de una niña, pronto se dará cuenta de que la niña y ella sobran en el pazo. Asumido su infortunio, no puede soportar el que algo pueda pasarle a su hija: «¡Me la roban!, ¡me la roban!», o algo mucho peor. 

La narradora deja a un lado la omnisciencia, va contando lo que ve, o mejor lo que ve a través de los ojos y oídos de un infeliz, pusilánime e impotente sacerdote, que no sabe cómo actuar ante la tragedia de Nucha. De la violencia que haya podido haber en la alcoba, solo se muestran los indicios: 
Y casi al tiempo mismo advirtió otra cosa, que le cuajó la sangre de horror: en las muñecas de la señora de Moscoso se percibía una señal circular, amoratada, oscura... Con lucidez repentina, el capellán retrocedió dos años, escuchó de nuevo los quejidos de una mujer maltratada a culatazos, recordó la cocina, el hombre furioso... Completamente fuera de sí, dejó caer las sacras y tomó las manos de Nucha para convencerse de que, en efecto, existía la siniestra señal...
La amante, sirvienta indigna de tan alto lecho, y la esposa legítima, toda virtud, unidas por la violencia del señorito, el amo absoluto de sus cuerpos y de sus almas. 

Llegada a este punto he sentido una cierta curiosidad por ver si la crítica del momento reparó de algún modo en esta violencia explícita o insinuada. Por desgracia no he sido capaz de encontrar la mínima alusión a estos hechos. ¿Era la violencia contra la mujer algo tan habitual, algo tan «normal» que no merecía unas líneas de reprobación o tan siquiera de mero comentario por parte de los lectores de la Pardo Bazán?

No ya el naturalismo, que suelen sus críticos matizar, sino también el realismo de ciertas escenas se le echa en cara tanto como se alaba en la condesa? Algunos le reprocha que no haya ahorrado a sus lectores ciertas escenas que revuelven el estómago, como la limpieza del archivo de la casona; se le reprocha también, por contra, que por pudor no haya entrado en la habitación conyugal para la consumación del matrimonio (Lorenzo Benito de Endara en La Revista Contemporánea, n.º 67)—en la de las palizas ya hemos visto que tampoco—, pero ni una insinuación hacia ese maltrato hacia la mujer que aparece en la obra. ¿Pudor de doña Emilia para no desvelar lo que ocurre en las alcobas o pudor de sus lectores que pasan por estas escenas de violencia como si no existieran? Se le reprocha que su realismo se haya centrado en lo más feo de una sociedad, que falten las páginas bellas (véanse los apuntes de Luz), se califica su escritura de varonil —suponemos que es un elogio—, pero nadie se para en los malos tratos. 

Clarín tiene para esta obra palabras sublimes:
Inmundicia y harapos pinta sin miedo la insigne escritora, y no solo los del cuerpo sino los del alma; y al lado de estas grandezas y hermosuras espirituales y hermosura y grandeza de la tierra en que nació y tanto ama (La Ilustración Ibérica, 20/1/1887)
pero no entra en detalles de esos «harapos del cuerpo y del alma». Por el contrario no tiene pereza Clarín para glosar en bastantes líneas el amor platónico y virginal de Julián hacia Nucha, todo ello en un marco idílico de amor a la tierra sabiamente retratada. 

El retrato magistral de Julián, el protagonista de la novela, ante cuyos ojos van desvelándose las miserias, es todo un acierto. No es en absoluto un retrato plano, pese a que se insista en su carácter linfático, pero a los lectores del siglo XXI nos exaspera bastante su poca sangre, y aunque se espante de lo que ve, las únicas salidas que sea capaz de dar sea aconsejar un viaje para buscar una novia de su posición, como en el caso del marqués, o «paciencia y prudencia», como en el caso de Nucha.  

La protesta de esta ante su infortunio también se nos parece como demasiado débil: 
—¡Paciencia y prudencia! Tengo cuanta cabe en una mujer. Aquí no viene al caso disimular: ya sabe usted cuándo empezó a clavárseme la espina; desde aquel día me propuse averiguar la verdad, y no me costó... gran trabajo. Digo, sí; me costó un... un combate... En fin, eso es lo que menos importa. Por mí no pensaría en irme, pues no estoy buena y se me figura que... duraré poco..., pero..., ¿y la niña?
Sorprende también que la pobre Nucha termine encontrándose culpable de lo que ocurre —¿a que nos suena eso de culpabilizar a la víctima?—: nunca debió quitarle el novio a la hermana. Por cierto, la descripción de la vida que llevan las señoritas en su piso de Santiago tampoco nos da una visión bastante pobre de sus perfiles y posibilidades como mujeres. ¿Es así como veía la condesa a sus coetáneas?


pancartas feministas


Comentario para el club de lectura La Acequia.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Número 98. Emmanuelle

Para los que a lo largo de nuestra vida profesional hemos tenido algo que ver con la accesibilidad en la web, la figura de Emmanuelle Gutiérrez y Restrepo se nos hace imprescindible. Es más, sin ella como que la accesibilidad no hubiera llegado nunca a nuestras vidas. Por ello, acompañarla en ese momento importante, que no es un final sino un principio un «seguir insistiendo hasta que me muera», según sus palabras textuales  fue todo un gozo, «una fiesta», ateniéndonos a lo oído también en la sesión.

Defendió Emmanuelle su trabajo de investigación con aplomo, como ella suele hacerlo:
La accesibilidad nos toca a todos, porque todos estamos en algún momento en situación de discapacidad.
Su tesis no ha sido un mero trámite, un mero hurgar aquí y allí para cubrir un expediente académico y rellenar unas cuantas páginas. Su tesis, Accesibilidad no intrusiva, pretende cambiar el mundo e influir positivamente en la sociedad, ¡ahí es nada! No son palabras mías, son palabras que se pronunciaron en un momento u otro por parte de los miembros del tribunal que la evaluaba. Su tesis es revolucionaria, es, como si de pronto, se «descubriera un motor diésel que no contaminara». 

Miembros del tribunal posando con la ya doctora


La accesibilidad nos toca a todos y 
... atendiendo las necesidades de una pequeña parte de la sociedad beneficiamos al conjunto. 
Rodeada de sus amigos, la doctora Emmanuelle Gutiérrez y Restrepo recibió su calificación sobresaliente cum laude, y todos nosotros nos congratulamos por tenerla entre nosotros y haber tenido la suerte de conocerla. Con nuestra firma en su tesis dejamos constancia de ello.
Posado con los asistentes al acto


Y colorín colorado, como este blog está dedicado a los refranes no puedo dejar de recomendar mi refrán favorito para estos temas, Por demás es la cítola cuando el molinero sordo, y dejar anotadas, por aquello de que nunca se sabe lo que se puede necesitar, dos desautomatizaciones sobre un refrán muy popular que se deslizó en los prolegómenos del acto, cuando no funcionaban los micrófonos:
—En casa del herrero... cuchillo de hierro —dijo uno de los presentes.
—En casa del herrero, cuchillo de informático —añadió otro cuando el informático, tocando cables de allí y allá, arregló no sabemos cómo el entuerto.


martes, 1 de diciembre de 2015

Número 97: Los pazos de Ulloa: la Pardo Bazán.

Cuando en 1886 aparece publicada Los pazos de Ulloa, obra que iniciaba una ambiciosa labor editorial dentro de la novela española, su autora tiene 35 años. Ha viajado, se ha casado, se ha separado discretamente, ha tenido hijos, ha aprendido francés, inglés, alemán, italiano..., se ha interesado por el folklore de su tierra, y por el paisaje gallego, ha visto las maravillas europeas, se ha codeado con los mejores... Emilia Pardo Bazán ha sabido, en definitiva, aprovecharse de su privilegiada condición en la sociedad decimonónica, y buena parte de ello, pero sobre todo lo aprendido sobre literatura en esos treinta y cincos años, lo ha plasmarlo en un prologuillo imprescindible, Apuntes autobiográficos, que pondrá al frente de su novela más elogiada.

Decíamos que tenía una posición privilegiada y que supo aprovecharla, pero siempre fue muy consciente de la dificultad de una muchachita de la época de llevar a cabo una labor intelectual en un mundo que les estaba reservado casi con exclusividad a los hombres.
Es difícil para el público que lee, y en el cual los hombres están en mayoría, formarse idea de lo difícil que es para una mujer introducir un poco de método en sus lecturas y hacerse una cultura autodidáctica. Los hombres van a las escuelas de Instrucción primaria, al Instituto, a la Universidad. Bien sé que mucho de lo que aprenden es rutinario, y algo acaso sea superfluo o estorboso; pero sin embargo, no hay duda que semejante gimnasia—  y lo veo hoy que tengo próxima la educación de un hombrecito de diez años— fortifica y habitúa a saber estudiar, a no pasar de lo difícil a lo fácil , a ir de lo conocido a lo desconocido, a familiarizarse con palabras e ideas que por punto general la mujer no maneja, como no maneja las armas ni las herramientas profesionales.
ventana de piedra en ruinas, frondoso paisaje verde detrás

Esas carencias supo combatirlas con una autodisciplina que la llevó a sucesivas lecturas de todo tipo, y bien le debió ir porque en ese mundo de hombres, la Pardo Bazán parecía moverse entre ellos como uno más. Sus libros eran acogidos por los colegas con respeto y las críticas a sus escritos calibradas, aunque sobre ellos, y especialmente sobre la novela que nos ocupa, las hubiera tanto buenas como malas.

Dejando a un lado la literatura de los Siglos de Oro, la inquieta dama buscó aumentar sus conocimientos en lecturas arduas, los filósofos alemanes y los místicos alimentaron su espíritu y fueron labrando su perfil. Solo más tarde volvió sus ojos hacia las novelas españolas contemporáneas y descubre en ellas auténticos valores. Se anima, entonces, a emprender ella misma esa aventura:
Si la novela consistía en describir lugares y costumbres que [...], en estudiar caracteres que encontramos en la vida real y en narrar [...] pueden ocurrir a cada paso, entonces yo podía atreverme.
Surge así Pascual López, a la que una vez pasadas las primeras reacciones le aplica los ojos de la autocrítica, sobre todo en el lado del lenguaje con el que había hecho expresarse a sus personajes. El maestro Iriarte parece marcarle el camino
Ora pues, si a risa provoca la idea
que tuvo aquel sandio moderno pintor,
¿no hemos de reírnos siempre que chochea?
con ancianas frases un novel autor?
Lo mismo que las novelas de un periodo anterior estaban llenas de hechos inverosímiles —la Pardo Bazán se mostraba asombrada entre otros detalles de cómo Edmundo Dantés había podido escaparse de la fortaleza— el lenguaje empleado en las novelas debía también aproximarse a la forma de hablar de los personas reales:
Esta consideración me movió a proponerme, en la primera novela que escribiese, dejar correr la frase más libre de imitación clásica, y atenerme, en cuanto al diálogo, a lo que oyese en conversación familiar.
En un viaje a Francia conoce Balzac y tiene la oportunidad de ser recibida en la tertulia de Víctor Hugo en París. Las novelas de Zola ya empezaban a buscar escándalo por todo el mundo. La condesa se vio atraída por esos escritos, pero siempre conservando su religiosidad, destierra todo lo que de demasiado crudo pudiera haber en esa forma de narrar. Sin embargo, no niega ni la influencia del paisaje, ni del medio social ni cierto determinismo al que parecen condenados las personas por sus características físicas. 

Así, desde las primeras líneas ya se nos muestra en Los pazos el carácter de su protagonista, descrito con un preciso término científico, linfático, de los que la condesa gustaba tanto.

Por otro lado, en esos apuntes del preludio, y siempre dentro de lo que su moral le marcaba, recuerda la condesa cómo habiendo leído la Biblia con apenas ocho años, pasaron sus ojos por los pasajes más escabrosos con total inocencia: 
Y aquí debo añadir una cosa, para completar el cuadro de la niña de ocho o nueve años que se entregaba a tan extraña lectura. Y es que la completa inocencia posee en efecto el don de la abeja, de sacar miel hasta en los cálices venenosos: pues puedo asegurar que, sintiendo la belleza, la magnificencia, la poesía y la verdad bíblicas con una intensidad que hoy me admira cuando las recuerdo, los pasajes, más crudos que cocidos, que a cada paso se tropieza uno por allí, no me despertaron una curiosidad ni tendieron una nube en el claro azul de mi pensamiento, y vi desfilar a las terribles pecadoras orientales, las Tamares, las hijas de Lot, la que fue de Urías,
A pesar de sus precauciones, algunas escenas de Los pazos resultaron harto crudas para sus contemporáneos, que en más de una ocasión criticaron su lenguaje demasiado suelto. En aquel mundo de hombres, donde la Pardo Bazán se movía con naturalidad ¿qué opinarían de estas libertades las señoras de la buena sociedad? ¿Qué pensaba la Pardo Bazán de ellas? 

En sus apuntes solo aparece un nombre femenino, el de Concepción Arenal con la que compitió por el premio en un certamen en honor a Feijóo celebrado en Orense y del que salió ganadora, tras un primer empate, la Pardo Bazán. De ella dice tener «varonil entendimiento y serios estudios» amén de «estar hecha a ganar lauros en la Academia de Ciencias morales y políticas».

Sin embargo, al día de hoy pocos son los que dudan del feminismo militante de la condesa, sobre todo por los escritos y artículos de sus últimos años, pero ¿estaba ya presente este tema en Los pazos

Referencias

  • Emilia Pardo Bazán en Biblioteca Virtual Cervantes, [portal en línea]: , [consulta: 01-12-2015].
Contribución al club de lectura virtual La Acequia.