No es por mera vaguería el elegir los dibujos, es que realmente si tuviera que quedarme con una sola de las ediciones y adaptaciones me quedaría con la serie que en 1979 hizo Televisión Española y con los pocos fascículos que a partir de ella sacaron en papel. Me fascinó entonces, y me sigue fascinando ahora el trabajo que hicieron Cruz Delgado y Romagosa.
¡Va por ellos la relectura del cap. II!
Con sus mejores armas, aquella lanza que encontró en el astillero y la adarga antigua, don Quijote se echa al campo en un Rocinante relajado. Es julio y en los áridos campos de la Mancha el amarillo de los rastrojos se torna casi pardo. El galgo corredor, que sigue a su amo a cierta distancia, se pregunta qué suerte de caza extraña es la que les deparará aquel día.
Al poco de su salida, a don Quijote le asalta un pensamiento perturbador, no ha sido armado caballero, por lo que mal va a poder servir a Dulcinea, así que su primera acción será buscar otro caballero que cumpla con esa misión.
Tras recorrer los campos a solas con sus pensamientos, puestos en las hazañas futuras que cantarán los cronistas, y en su amada Dulcinea, al atardecer, caballo, caballero y galgo hállanse cansados y hambrientos, por lo que don Quijote decide buscar castillo que los albergue.
Su buena estrella puso no lejos del camino una venta, y don Quijote vio en ella alcázar que en su socorro llegaba y hacia allí encaminó a Rocinante.
¿Cómo un molino puede convertirse en gigante?, ¿cómo un rebaño de ovejas en aguerrido ejército?, ¿cómo una venta puede parecérsele castillo a un hambriento?
Uno de los mejores efectos de la versión para televisión que estamos comentando fue sin duda ese juego que transformaba paulatinamente las aspas de un molino en los brazos de un gigante. Parte de ese juego de visiones se reflejó también en el cómic, y si en la viñeta anterior teníamos la venta, en la segunda ya teníamos el castillo. ¿Dudáis acaso ahora de lo que realmente vio don Quijote?
Todo «un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de
luciente plata, sin
faltarle su puente levadiza y honda cava».
¡A que ahora lo veis vosotros también!
Al jaleo sale el ventero que ve en seguida la oportunidad de completar su negocio por esa noche, aunque sea a costa de alojar a tan estrafalario viajero. Le avisa, no obstante, de que no va a poder ofrecerle gran cosa. Don Quijote echa mano de sus muchas lecturas, para agradecer al alcaide de ese gran castillo la generosidad de ofrecerle cuanto tiene:
mis arreos son las armas, mi descanso el pelear
Aceptado el huésped, las dos lozanas mozas se aprestan a ayudar al ventero a aposentar al caballero, y este les brinda uno de los parlamentos más recordados del Quijote: ¿Quién no ha recitado alguna vez aquello de?:
Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido,
como fuera don Quijote,
cuando de su aldea vino:
doncellas curaban dél
princesas, del su rocino.
Resulta difícil concentrar en pocas imágenes y menos aún bocadillos de texto, todos los tics que encierra este capítulo del Quijote, en el que Cervantes nos pone en precedentes de las aventuras que va a correr el hidalgo, de momento solo, pero Cruz Delgado y Romagosa saben concentrar muy bien esta esencia y dejan a la imaginación y cultura del lector el resto.
La cara del ventero y parte de la de Rocinante son demasiado significativas.
Sigamos, la posada es modesta, pero es menester cenar y reponer fuerzas, así que tanto «alcaide» como «doncellas» se aprestan a prepararle la cena a don Quijote.
Aquella noche dicen solo disponer de truchuela, en realidad una clase del popular bacalao seco, pero que don Quijote interpreta como 'truchas pequeñas' y bien le parece como cena.
Truchuela, nos aclaran los expertos, era una de las denominaciones con las que se referían a las putas finas, y he aquí la ironía de Cervantes, que Cruz Delgado y Romagosa también dejan presente, aunque de forma muy sutil en la imagen que sigue:
Cervantes se compadece del hidalgo y mal que bien le permite una frugal cena, pero Cruz Delgado y Romagosa son más crueles e introducen en el guión un gato que salta sobre la menguada cena de don Quijote.
Tajada que lleva el gato, tarde o nunca vuelve al plato, añado yo.
Colaboración para la lectura colectiva virtual de El Quijote en el club de lectura la Acequia.
En Madrid a 19 de marzo de 2020
© Las imágenes de esta entrada, introducidas aquí a modo de citas mínimas, pertenecen a sus autores.
3 comentarios:
Acabas de devolverme a la infancia, Carmen. Qué gozada esperar cada capítulo de aquella serie.
Pobre don Quijote, mira que echarse a veranear en julio...
Gracias.
Sancho, Quijote, Quijote, Sancho. Sancho es Escudero bonachón y gordinflón, pisa firme el suelo que dirige su señor. Quijote estotalmente fantasía, caballero del honor. Quijote esilusión dw nueva vida y Dulcinea es el amor.
Los molinos son gigantes que hay que derrotar, Rocinante es el mejor corcel. Leo tu entrada y recuerdo la sintonía de aquella serie infantil que vimos muchos cuando ya no éramos tan niños. El batacazo contra los molinos nos preveía de los que nos íbamos a dar en la vida adulta.
Es bueno leer cosas del Quijote en este amanecer en que abro el móvil en busca de información sobre la situación de la UCI en mi ciudad. Hazme sitio en tu montura. Podremos con el malandrín del virus. Besos Carmen, salud y ánimo.
Carmen, celebro reencontrarte a través de este blog. Me encanta la original forma de afrontar la lectura de El Quijote.
Un abrazo, desde un alfoz de Roa
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