miércoles, 4 de marzo de 2020

Núm. 221. Las marzas (I)

Este año ha habido suerte, el último día de febrero ha caído en fin de semana y por ello la Ribera del Duero ha vuelto a revivir con toda su fuerza la ancestral costumbre de cantar las marzas.

Las marzas, ¿qué son?

Las marzas son mucho más que una canción monótona, premelódica, que llega hasta a ser cansina cuando se ha repetido varias veces. Es toda una tradición, es un rito que hay que cumplir cada año conservando alguno de aquellos elementos que conectaban directamente con las fuerzas que proporcionaba la Tierra, en este caso el fuego. 

Bidón en el que arde una hoguera. Detrás cinco marzantes.


Cuando ya se van quedando atrás los rigores del invierno, y la primavera y el revivir de la naturaleza apuntan en nuestras vidas, otrora, los mozos del pueblo salían de ronda la última noche de febrero. Solían calentarse por dentro con alguna bebida de alta graduación, que no siempre acompañaban con algún dulce sólido que les ayudara a su mejor recepción. Iban rondando de calle en calle, de esquina en esquina del pueblo, hasta altas hora de la noche.

 Dos marzantes de espaldas llevando una botella de kalimotxo

Muchos son los que mantienen que las marzas son herederas directas de las fiestas romanas del periodo republicano. El nombre está muy próximo a las kalenda martiae, y quizá este sea el dato más sólido en el que apoyarnos. Sin irnos tan atrás, lo más común es recordar que ya las cantaban nuestros tatarabuelos, perdiéndose a partir de ellos la memoria, pues pocos testimonios escritos se han encontrado hasta ahora acerca de la verdadera longevidad de la actual celebración. 

Para dicha ronda, que tenía sobre todo un carácter petitorio, con cuyo fruto poder celebrar una merienda, solían vestir los mozos alguna capa o algún complemento característico de los días de fiesta. No podía faltar la alforja y la faltriquera donde ir recogiendo lo que se les ofrecía; para las viandas la primera, para los dineros, la segunda.

En algunos casos y en algunos lugares, dirigía la cuadrilla un personaje estrafalario, que en cada localidad recibía un nombre y al que llamaremos para unificar zarramocos, y que tenía como misión espantar las influencias de los malos espíritus, que podrían haber quedado sueltos tras el largo invierno.  marzante vestido de amarillo con gorro de colores y colgantes, lleva una botella en la mano y el papel con la letra de las cancioness lcarecterístico y


Si se querían recibir buenas dádivas, era preciso halagar las manos que debían darlas y así, enseguida, las marzas adquirieron un carácter de ronda, de homenaje a las damas, a las que en estas canciones se las trata en general con bastante esmero, alabando sobre todo su belleza. No olvidemos que los marzantes eran los mozos, es decir los hombres solteros del pueblo, pues los casados permanecían en sus casas, y según el decir de algún malpensado «guardando que sus mujeres no se asomasen demasiado al balcón».

No podía faltar dar la bienvenida al año y el canto de los meses, para algunos el verdadero origen de estas canciones. En época de Rómulo, el año contaba con diez meses y empezaba en marzo; de los meses séptimo a décimo son, precisamente, herederas nuestras denominaciones septiembre, octubre, noviembre y diciembre. El recorrido de los meses de las marzas empieza en abril y suele detenerse en septiembre, pocas son las letras que se ocupan de nuestro calendario actual completo. En las marzas, los versos anticipan los cambios que se van a dar en la naturaleza y las faenas que ha de realizar el labrador para conseguir el fruto en septiembre, sin lugar a dudas el mejor mes de todos.

¿Y el Romance del prisionero?

Incluido de alguna forma o de otra en todas las marzas de la Ribera del Duero, para algunos estudiosos de la lírica tradicional, constituía el núcleo alrededor del cual se había formado el resto de la composición. Sin quitarle importancia a esta parte del canto de las marzas, lo más probable es que se incorporara, eso sí de forma temprana, por ser un romance muy conocido, fácil de recordar y que en sus formas más divulgadas comienza con el conocido verso 
Que por mayo, era por mayo, cuando aumenta la calor...
Marzo y mayo no son tan distintos como pudiera pensarse, y si para dar la bienvenida a marzo se cantaban las marzas, no podemos olvidar el canto de las mayas, cuando entraba mayo, con demasiados puntos en común entre unas y otras. El canto de las mayas se ha ido perdiendo, y podríamos decir que en algunos casos las marzas absorbieron algunos o muchos de sus elementos.

Letras de aluvión para las marzas

Pese a que en esto cada estudioso pueda tener su teoría acerca de su formación, yo veo en la letra de las marzas una labor de aluvión, a la que en determinados momentos y en sucesivas épocas, fueron incorporándose fórmulas de salutación, plegarias, refranes, consejas agrícolas, cantos de ronda ya existentes... 

Como toda la poesía popular, en sus versos son de señalar los abundantes paralelismos, las contraposiciones, las reiteraciones, las fórmulas ya sabidas, el simbolismo no siempre bien comprendido: «¿qué significan esas camisas blancas o negras que han de vestir las mujeres?». Guardan aún en sus letras algunas palabras ya de poco uso: latizos (largos), cuarterón (125 g)... y más de una de relleno para cuadrar la medida del verso.

A su vez, esa reiteración sirvió para fijar esas frases de las marzas en el repositorio colectivo, y volvieron al lenguaje común o a desgajarse de ellas y seguir su curso de forma autónoma en un viaje circular.

Las marzas siguen vivas y sin duda seguirán incorporando algunos de estos elementos, cuando no improvisaciones exitosas.

Futuro de las marzas

El 27 de febrero nos reunimos en Villanueva de Gumiel un grupo bastante nutrido de interesados en las marzas. Tras la exposición de Gumersindo Ontañón Ontañón, estudioso de las marzas, y en especial de la tradición en Villanueva de Gumiel, tuvimos un participativo coloquio en el que entre otras cuestiones nos preguntamos por el futuro de las marzas.

Los asistentes a la reunión en Villanueva debaten formando un círculo


Dos contras veíamos a la continuidad de esta tradición, pero ambas subsanables fácilmente. La primera es que salvo cuando coincide el último de febrero con el fin de semana, el canto de las marzas «en su día» se hace difícil. La ausencia de mozos en los pueblos y el tener que madrugar al día siguiente para ir a trabajar a la fábrica o a la tienda dificultan la labor. Aun así, son todavía bastantes los pueblos que así lo hacen, Villanueva de Gumiel y Baños de Valdearadosa cuyas marzas dedicaremos la segunda parte de esta entrega— entre ellos. Algunos pueblos han optado por trasladar la tradición al fin de semana más próximo, cambio mínimo en comparación con los beneficios que aporta, y además hoy las marzas no las cantan solo los mozos, sino toda la gente que quiere cantarlas, ya sean hombres, mujeres o niños.

El segundo de los inconvenientes radicaba en la monotonía de las canciones, cuya repetición puede hacerse pesada, pero ninguno de los presentes vimos inconveniente en que siempre de forma espontánea, las nuevas generaciones fueran incorporando variantes y nuevos ritmos, al igual que sin lugar a dudas los fueron incorporando poco a poco nuestros antepasados. De hecho, ya se va introduciendo en algunos cosas acompañamiento de dulzaina y tamboril que hacen más amena la marcha entre parada y parada.

En cuanto a la parte positiva, hay que tener en cuenta que las marzas no es solo salir a cantar, es la merienda de antes en común o por cuadrillas, es la puesta en escena, donde cada pueblo aporta su toque particular, es el chocolate, la queimada o las sopas de después. Es decir, las marzas no solo es salir a cantar unas monótonas canciones, las marzas son una fiesta completa en pleno invierno.
Vecinos del barrio de Santa Catalina cantando ante la sede de su asociación

La añoranza por la fiesta de las marzas en aquellos que tuvieron que abandonar sus pueblos a causa de la emigración persiste, y no les importa volver al pueblo a cantarlas una vez al año. Buena prueba de esta añoranza son las marzas del barrio de Santa Catalina en Aranda, donde surgieron de la nada, o mejor de la suma integradora de todos los que en sus pueblos las habían cantado.

Por otro lado, los presentes en la reunión de Villanueva estábamos de acuerdo en que la juventud sí es receptiva a esta fiesta, aceptan la tradición, y al no ser una fiesta seria, incorporan su toque «gamberro», que suele ser por lo general bien recibido.

Sin duda a las marzas les queda una larga vida por delante...

1 comentario:

Sor Austringiliana dijo...

El año que viene me voy a cantarlas o al menos a escucharlas, aunque caigan chuzos de punta. Toda la vida he oído hablar de las marzas y no he prestado atención.Los de ciudad, ya sabes.
Besos y enhorabuena por tu trabajo.