sábado, 14 de marzo de 2020

Núm. 223. Lectura fácil

La señora jueza dice que no se va a escribir en «lectura fácil» y la declarante dice entonces que no va a declarar y adiós.
Esta es una de las muchas licencias que se permite Cristina Morales en la novela Lectura fácil, porque es bastante improbable encontrar una frase tan coloquial en el acta de una declaración judicial, pero admitamos que es todo un recurso expresivo dentro de la novela, la pretendida lectura fácil que en el caso de esta novela a la que da título, de fácil no tiene nada.

El largo monólogo de Nati, la que tiene mayor grado de discapacidad, discapacidad sobrevenida por accidente, en su paseo por entre los contenedores de ropa usada por el barrio de Sants, camino del ateneo libertario no tiene desperdicio. Un estudio minucioso de la gente, de nosotros mismos, a través de la ropa que depositamos en esos contenedores.

Tienda tradicional en Sants. Creu Coberta 115 portal

Este dejar la ropa, los muebles, los libros y la comida en buen estado encima o al lado del contenedor y no dentro, es algo muy frecuente que yo no he visto en ningún lugar del mundo como en Barcelona. Es, de hecho, generosidad, una generosidad anónima, incondicional, fácil y muda, sin intermediarios ni burocracia, cosas todas ellas que la distinguen de la caridad, del oenegeísmo y del pensionismo del Estado.
La que dice «adiós» a la señora jueza en la cita con la que hemos abierto el comentario es Àngels o María Ángeles, la persona que tiene menos grado de discapacidad de las cuatro mujeres que comparten un piso tutelado en la Barceloneta. El que la novela transcurra en Barcelona y no en la Castilla profunda, lugar de procedencia de las protagonistas, es sin duda uno de los puntos fuertes de la novela, porque la Barcelona actual con sus grupos políticos al borde del «sistema», sus instituciones, su burocracia, sus barrios y sus miserias es sin duda la quinta protagonista.

La autora no deja títere con cabeza, nadie se salva en esta novela, ni tan siquiera los grupos anarquistas, como he leído en alguna crítica, que se pierden en sus actas y en sus propios reglamentos internos. Y diría más, ni tan siquiera se salvan las cuatro protagonistas, mujeres con discapacidad intelectual en diverso grado, dos de ellas incapacitadas judicialmente. Una gran catarsis, una gran autocrítica recorre de principio a fin la novela, probablemente más para algunos de sus lectores que para la propia autora.

La valentía de la autora al abordar un tema tan difícil y complejo sin duda merece el mejor de los aplausos, un tema apenas abordado en la literatura más allá de la ternura o incluso del paternalismo hacia ciertas personas. He mencionado arriba Castilla y no puedo por menos que ver en la descripción de los primeros años de la protagonista, María Ángeles, hecha por ella misma, un cierto homenaje a Miguel Delibes, al de Las ratas más que al de Los santos inocentes. 

El tema, novedoso, ya lo he apuntado, pero menos novedosos me parecen la estructura y los recursos de los que se vale la autora, alabados por la crítica. Recursos artificiales, empezando por el de la propia lectura fácil, pues la propia Àngels reconoce al final de su relato, pretendidamente escrito por ¡WhatsApp?, que se ha saltado muchas de las normas de ese manual sobre lectura fácil que maneja. Los capítulos sobre su vida que la protagonista teclea continuamente en el móvil y envía a un grupo de autoayuda difícilmente pueden haber sido escritos de esa manera por mucha habilidad que se tenga con los pulgares, antes se acaba la pila que terminar uno de ellos. En fin, otra licencia de la autora, pecadillos formales fácilmente perdonables, pero sin ni tan siquiera el valor del «y ahora, señoras y señores, el más difícil todavía literario: ¡con los pulgares!».

Casa de la Barceloneta
 

La trama de la novela gira en torno a la petición de esterilización de Marga, la segunda con más discapacidad, también incapacitada legalmente. La actividad sexual de Marga «con todo lo que se menea», valga el vulgarismo, es realmente extraordinaria; sus tutores legales, es decir la Generalitat de Cataluña, piden que se la esterilice para evitar riesgos de embarazo. Tema de suma actualidad, Morales no entra en la diatriba de si se debe o no se debe, de si las mujeres con diversidad funcional intelectual son o no son lo suficientemente responsables para ser madres; Morales le pasa el testigo a Nati, con la que mejor se entiende Marga en todos los aspectos, y Nati hace todo un alegato a la solidaridad, la unión entre ellas y la libertad frente a la opresión de todos los poderes por encima de todo. Además aplica su punto de lógica, porque si Marga, con todo lo que anda y lo promiscua que es no se ha embarazado todavía es porque probablemente, aparte de la diversidad intelectual tiene diversidad funcional para el embarazo, y si por uno de esos accidentes, lo que no ha ocurrido en años ocurriera ahora, para eso está el bloque compacto de las cuatro primas, para ayudarse las unas a las otras. 

La idea estereotipada de que «a todos los tontos les da por lo mismo» se hace explícita también en un momento de la novela: 
Tíos ¿pero no os dais cuenta de que estáis hablando de Gari como si fuerais sus captores? ¡Los mismos captores de los que ella escapa! Que si los retrasados mentales solo piensan en follar y que si no saben qué es lo mejor para ellos. Entonces, decidimos nosotras por ella, ¿no?
Morales no se ha andado por las ramas a la hora de narrar las escenas eróticas, no es de extrañar en que hayan levantado más de una roncha en ciertos lectores. ¿Es necesario ser tan explícito? No estamos ante una novela erótica, pero tampoco se podría decir que sobran todos los detalles. Sin lugar a dudas que cumplen su papel en la narración, aunque solo sea en la gradación del clímax.  

Los distintos puntos de vista narrativos, el meterse en la piel de cada una de las cuatro protagonistas, aunque sea a través de algunos artificios, nos van construyendo la historia de forma no lineal, aunque quizá lo de menos sea la historia que hay detrás sino la historia presente. 

La verborrea de Nati, bastante difícil de seguir en ocasiones, aquejada del síndrome ficticio de las compuertas, que reconozco no haber terminado de captar, se une de alguna forma a la logorrea que padece su medio hermana Patri, puede que el personaje más desdibujado, pero también el más adaptado al sistema en el que viven. Ángels es tartamuda y ya sabemos que se refugia en una obsesiva escritura para lectura fácil, empeñada en explicar hasta lo más elemental, lleva además las finanzas del grupo y es la que rinde cuentas ante los tutores. A medida que aumenta el grado de discapacidad oficial, los personajes se hacen progresivamente más libres, más dados a obtener pequeñas cuotas de libertad.

De una forma o de otra, Ángels, Patricia y Nati han encontrado su canal de expresión verbal, aunque sea por persona interpuesta, pero Marga, prácticamente analfabeta, solo parece hablar con su cuerpo y sus actos.

Lectura fácil es una novela dura, que clava el bisturí sin contemplaciones en el comportamiento de la sociedad y de las personas. Sin ser la mejor de las novelas, era una novela sin duda necesaria.

Confieso no haber leído el fanzine que se incluye en medio de la novela, el contraste tipográfico de esta parte se hace pesado para mis ojos.

Título: Lectura fácil
Autor: Cristina Morales
Editorial: Anagrama
Año: 2018
ISBN: 978-84-339-9864-4l 



1 comentario:

Sor Austringiliana dijo...

Me apunto Lectura fácil. El tema es muy difícil.
Besos Carmen.