sábado, 12 de mayo de 2018

Número 187. Tetuán Resiste

Hay libros imprescindibles, libros a los que hay que volver una y otra vez, y que cuando volvamos a ellos, pasados algunos años, veremos que son un testimonio vivo de un tiempo que nos tocó vivir y que muy probablemente hayamos olvidado para entonces. 
Hablamos de 
 



Este libro es fruto de una de las cosas buenas que nos dejó el 15M, del que en estos días más de uno se acuerda con nostalgia, cuando a lo mejor deberían volver los ojos a estos pequeños detalles y tratar de revitalizarlos dentro de aquel espíritu que llenó las plazas y se perpetuó en los barrios. 
 
Tetuán Resiste nació entonces y todavía sigue haciendo causa común junto a otros colectivos especializados próximos a él: Banco de Alimentos o Invisibles de Tetuán. 

Pero hablemos del libro, un libro hecho desde abajo con muchas aportaciones, y no solo las de aquellas personas que pusieron sus euros en el montón de la solidaridad, porque creían en el proyecto, sino también con gentes de fuera del barrio, pero que sabemos que vienen por aquí, como ellos dicen a aprender. Son grandes firmas de la opinión nacional, son fotógrafos de primera línea que han dejado su testimonio y dan un marco teórico e ideológico a lo que representa un colectivo de apoyo mutuo. Porque eso es Tetuán Resiste, un colectivo que trata de apoyar, de sostener a los que han perdido o están a punto de perder, uno de los bienes más preciados: ese techo que nos cobije, que nuestra Constitución ampara, pero que resulta papel mojado a la hora de la verdad, porque las leyes protegen más al propietario que al inquilino, más a los bancos que a los trabajadores, más a los entes que a las familias... 

Más allá de ese marco teórico y social, ese «De aquí venimos», que nos recuerda la historia del barrio, un barrio obrero hecho de aluvión al que de los años 50 en adelante se le fue añadiendo una zona rica, la margen izquierda de la Castellana, pero ¡ojo!, que no por vivir en esa zona acomodada estamos libres de que algún día nos toque: la historia de Mónica, y otras historias que se cuentan en el libro y que también se comentaron en la presentación nos vienen a recordar que nadie, nadie estamos libres de esa desgracia, de esa amenaza que penden implacable sobre todos nosotros: mañana te puedes quedar sin casa, mañana te puedes ver en la calle. 

Hay una parte central del libro contada en primera persona, en varias primeras personas, que sin duda son un mosaico de esa lucha por la vida que en otro tiempo trataron de reflejar escritores realistas como Baroja. No hay pluma contemporánea hoy en día que describa mejor que ella misma la historia de Jessica, una migrante que con sus dos hijos pequeños se vio literalmente un día viviendo en el parque y con la sola agua de la fuente como único alimento. Historias como la suya y como otras del libro han arrancado las lágrimas a más de uno, sin duda, repito, la mejor colección de relatos sociales que podemos encontrar ahora mismo a nuestro alcance, en esta España plural que es ahora mismo nuestro país representado por un barrio populoso de una gran ciudad. De cómo la especulación inmobiliaria arrasa con todo, Ofelia Nieto 29, y de cómo los llamados «ayuntamientos del cambio» tampoco dan soluciones satisfactoria, se da testimonio en el libro y se quedó patente en la presentación en los comentarios de los asistentes.

diversos activistas sentados de cara al público y vistiendo camisetas reinvindicativas cuentan su historia
Presentación del libro en el huerto urbano. Sus protagonistas cuentan ellos mismos su historia.
Ante este desamparo por parte de todas las instancias oficiales, solo hay una salida: el apoyo mutuo.
 
Uno de los últimos capítulos, un riguroso estudio sociológico, pone en cifras lo que supone la evolución de los desahucios en estos años del siglo XXI. La clara estafa que supusieron las hipotecas concedidas alegremente a quien de antemano se sabía que no podía pagarlas era solo una parte del programa. Tras las hipotecas impagadas, vinieron los alquileres, en muchos casos porque las viviendas que tenían que ser sociales, se vendieron a fondos buitre, incluso por debajo del precio del mercado. La historia de los desahucios no se para ahí, porque en algún sitio hay que vivir, y como recordó el autor del capítulo, en nuestra niñez, los pobres estaban condenados a vivir debajo de un puente, al menos así lo reflejaban los tebeos, hoy tenemos en el barrio puentes que son ocupados por migrantes, pero es que ya no hay puentes para todos y la okupación de casas teóricamente vacías es una realidad. Del desahucio por no poder pagar la hipoteca, se pasa al desahucio por no poder pagar el alquiler y el siguiente paso es la okupación... ¿Cuál será el siguiente?
 
Dejo para el final las palabras desde dentro de la activista por la que este libro se hizo una realidad, dejo hablar a Isa, juzgada y condenada por su solidaridad con los que carecen de casa:    
Las cajas. Durante los tres años que duró la espera de juicio empaqueté «cajas». No cajas de verdad, porque no me iba. Cajas figuradas, mentales. La primera ponía «juicio» y la cerré porque no lo entendía. Es una caja pequeña, de mano, que llevo siempre, de mano.
Seguí cerrando cajas.
Como para una mudanza. Están por ahí. Una vez conocida la sentencia abrí una:  «represión». Mis compas abrieron una para mí: «solidaridad», aunque yo en esa ya atesoraba el apoyo de todas. De la familia del barrio. Las notificaciones las metía en la caja del «juicio» e inmediatamente se abría la de «solidaridad». No sufrí más de la cuenta. 
Ahora imagino que hay muchas cajas por ahí.
Con todo mi reconocimiento y admiración a Tetuán Resiste.

1 comentario:

Abejita de la Vega dijo...

Gente admirable frente a tantos buitres. Algo bueno trajo el 15 M. ¡Que Tetuán resista y venza!
Una entrada imprescindible, Carmen.