lunes, 16 de abril de 2018

Número 185. La meteorología en los refranes

¿Otro libro más de refranes?

Los libros de refranes, y en especial los del tiempo, tienen un atractivo especial. Yo suelo decir de estos, de los del tiempo, que son bonitos per se, y ello, aunque no vengan acompañados de ninguna foto de esas tan espectaculares que nos muestran ahora en el telediario.

Los refranes del tiempo son bonitos porque están hechos con palabras bonitas, no porque sean más o menos eufónicas, sino porque nos evocan atardeceres rojos, lluvias, aguaceros, cielos empedrados, impolutos paisajes blancos..., en fin, nos reproducen esas palabras esas fotos que tanto nos gustan.

Son bonitos además, porque de una forma o de otra nos están llevando a ese tiempo en el que el hombre tenía que mirar al cielo para saber si iba a hacer bueno o malo, para saber si tenía que sacar paraguas o gafas de sol, aunque por si acaso siempre venía bien contar con el comodín: En invierno y en verano la manta con su amo.

De ese mirar al cielo continuo hasta levantarlo, como decía Delibes, de ese contacto continuo con la Naturaleza, parte la meteoróloga Luisa Hurtado González para su libro La meteorología en los refranes.


portada del libro que muestra algunas fotos de fenómenos meteorológicos

Una mirada científica sobre la sabiduría popular es siempre bienvenida. Fue bienvenido en 2014 el libro de nuestros queridos hombres y mujeres del tiempo de TVE (Bernol et alii, 2014), Los refranes del tiempo, que nos proporcionaron para cada día del año un refrán meteorológico y su correspondiente explicación.

El enfoque de Hurtado González, profesional de AEMET, ha sido distinto. Tras unos capítulos introductorios, que sin duda entran en lo más valioso del libro, en los que nos habla de las razones por las que un meteorólogo se preocupa de la sabiduría popular, de cómo deben interpretarse los datos y las palabras, de la importancia de la geolocalización y de acudir a los expertos para resolver dudas, divide los refranes en distintos capítulos: los predictivos a corto plazo, los que hablan del clima, es decir que realizan afirmaciones a más largo plazo, los agrícolas, que recogen básicamente consejos, los localizados en una determinada área geográfica, y un pequeño anexo en otros idiomas. Se completa con una sucinta bibliografía. 

Este enfoque, que en principio se aparta del ciclo anual —aunque luego lo incluya en algún caso como segundo grado de clasificación— que venía siendo habitual en los estudios tradicionales (Martínez Kleiser, 1945; Sánchez Egea, 1986), es sin duda el primer elemento de valor para dar a las predicciones meteorológicas populares algún valor científico. No es lo mismo predecir a corto plazo, para un día o dos según las señales que vemos en el cielo, que predecir qué tiempo hará para todo un año, tal como hacen las tradicionales cabañuelas o el Calendario Zaragozano. Por regla general, al pronóstico a corto plazo vamos a darle más credibilidad que a los segundos, pero el año en que no veamos flores en mayo, ese año seguramente será demasiado tarde para lamentarlo.

Hurtado González acude con frecuencia a hablar del hombre del campo, quizá en demasía, y a los expertos, pero ¿quiénes son para ella estos últimos? No lo deja claro, o al menos a mí no me ha quedado muy claro si por expertos hablamos de paremiólogos de despacho, de los meteorólogos o otra vez de esos hombres del campo, que han acumulado experiencia durante años. 

El capítulo dedicado a la localización geográfica es también un buen intento de poner los refranes en su contexto adecuado, pero ¿en qué se ha basado para esta localización? En la bibliografía incluye el proyecto ParemioRom, por lo que intuimos que esos datos geográficos han salid de esa base de datos, pero no habría estado de más explicitar en este y en otros casos las fuentes, ya que nos habría ayudado a los que venimos detrás a hacer un mejor estudio de los refranes. 

¿Debemos hacer caso de los refranes? En su justo termino sí, pero sobre todo debemos hacer caso a las señales del cielo a la vez, y no olvidarnos de lo que decía nuestra abuela, a la hora de ponernos delante de la televisión. 

Este libro que comentamos nos ayudará a ello.  

Bibliografía
  • Barniol, Albert et alii (2014): Los refranes de el tiempo. Madrid: Espasa Calpe.
  • Correas MartínezMiguel y Gargallo GilJosé Enrique (2003): Calendario romance de refranesBarcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona.
  • Hurtado González, Luisa (2018): La meteorología en los refranes. Madrid: Ministerio de Agricultura y Pasca, Alimentación y Medio Ambiente. AEMET. 
  • Martínez Kleiser, Luis (1945): El tiempo y los espacios de tiempo y los refranes. Madrid: Librería General de Victoriano Suarez..
  • ParemioRom. Paremiología romance: refranes meteorológicos y territorio. Universidad de Barcelona (http://stel.ub.edu/paremio-rom/es).
  • Sánchez Egea, José (1986): El libro de los refranes de la temperie. Madrid: Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones. Instituto Nacional de Meteorología.
  • Ugarte García, María del Carmen (2008): «Refranero agrícola de Quintana del Pidio»,Cuadernos del Salegar, núm. 55-56.

5 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Ahora miramos a Internet y no servimos ni para escuchar su llueve. Bienvenido sea ese libro, que nos refranes del tiempo nos gustan y nos gusta soltarlos en el momento preciso. A ver si me entero por qué tiene que llover en Bibiana...Miguel Delibes nos hizo adictos.
Una interesante entrada. Besos.

La seña Carmen dijo...

Si llueve por Santa Bibiana (2 de diciembre) llueve cuarenta días y una semana, es el ejemplo clásico de refrán supersticioso sin mayor fundamento. Los hombres del tiempo de TVE lo corroboraban y lo trataban de exageración, por mucho que en esa época es normal que empiecen a encadenarse las borrascas.

Sor Austringiliana dijo...

El corrector automático me la juega cuando publico algo a través del móvil.
Lo de Santa Bibiana nunca me lo tomé en serio, es exagerado evidentemente, aunque alguna base real tendrá, lo que tú dices del encadenamiento de borrascas por esas fechas.

Miguel Delibes recogía lo que oía y ya está, y lo estudiaba; pero él era de campo grande que no de campo campo. En Sedano aprendió mucho, eso sí.

Si no hubiera Abril no habría año vil. Este parece con fundamento agrícola . ¿No?

Besos, Carmen.

La seña Carmen dijo...

Buenas, sor, me alegra verla por estos lares.

Mire usted, Delibes, efectivamente, tenía mucho de Campo Grande, pero también es verdad que hizo su trabajo de campo, amén de patearse el campo con la escopeta al hombro, y en estos viajes se le pegó bastante, hay que reconocérselo. De todas formas los refranes meteorológicos que emplea Delibes en sus obras son pocos y de los más conocidos. Eso sí, los ejemplos son muy buenos.

Abril es un mes muy cambiante, y por ende traicionero. Si hiela se puede llevar por delante las cosechas tempranas, y también son frecuentes las granizadas, así que de todo cabe esperar en este mes.

Paco Cuesta dijo...

Completemos con la nostalgia de los primeros, la profesionalidad del trabajo de Hurtado González.