Conocí a Sátur Lázaro, en uno de esos pueblos de la Sierra, en un festival de folklore en el 2006, al que había acudido acompañando a mi madre.
El grupo de danzas El Torrejón de Adrada de Haza había interpretado una curiosa danza de carnaval con una letra algo picante, que me había llamado la atención. «Aquí puedo tener suerte», me dije, pues dispuesta a hacer una tesis sobre cultura popular en la Ribera había iniciado mi búsqueda de informantes. Con algo de timidez, pues siempre fui algo cortada para estas cosas, me acerqué a la que parecía liderar el grupo. Tras unas palabras de presentación, hice la pregunta de la que siempre temía la respuesta: «¿Y no sabrás de una persona que en tu pueblo sepa refranes y que esté dispuesta a contármelos?». «¡Refranes! Yo misma», fue la respuesta de Sátur, y aquel encuentro fue el comienzo de una relación que ha durado hasta hoy mismo, hasta el día en que me han comunicado su fallecimiento.
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Benilde y Sátur |
¡Una de mis mejores informantes!, he exclamado en un grupo de WhatsApp, en el que se ha dado la noticia.
No tardé en visitarla en su pueblo, en su cocina, en esa casa acogedora enfrente de la iglesia, y allí, junto a su amiga Benilde, desplegó el cuaderno donde iba apuntando refranes y otras anécdotas, para regalarme su tesoro.
Recurro al corpus de mi tesis para recuperar parte de aquella jugosa conversación, en la que los refranes saltaban de su cuaderno a mi grabadora:
Más vale un pájaro en mano que ciento volando. Entre
col y col, una lechuga. Estas son lentejas, si quieres las comes y si
no las dejas. Agua del cielo no quita riego. No hay mejor
espejo que la carne sobre el hueso. Si marzo mayea, mayo marcea
[titubeos]. Abril y
mayo, las llaves del año. Septiembre, arrastra los puentes o seca
las fuentes. Con pan y vino se anda el camino. El que con
lobos anda, a aullar aprende. Cuando el río suena, agua lleva. Perro
ladrador, poco mordedor. En boca cerrada no entran moscas. Al
pan, pan, y al vino, vino. Oveja que bala, bocado que pierde.
Presumen de tacón y pisan con el contrafuerte. Por el humo se sabe
dónde está el fuego. El rabo..., a ver yo aquí qué quería poner, El perro menea el
rabo... Quien siembra vientos recoge tempestades. El que bien tiene
y su mal escoge, por mal que le vaya, que no se enoje.
Quien bien te quiere ,
bueno ese... te hará llorar. Si lo temprano miente, lo tardío siempre, esto
se refiere a la nieve. Si en diciembre y en enero no hace
frío, en febrero se hiela el río. La Pascua de la Navidad al
sol, la de Resurrección al tizón. Si llueve en agosto, ni miel ni
mosto. Cosiendo y andando y haciendo vencejos. Eso
se ve que es una cosa de aquí que iban cosiendo... Yo se lo he oído decir a
mi abuela, iban en el carro y pillaba muy lejos la tierra, pues iban
haciendo el calcetín con las cinco agujas.
Otras muchas veces la visité en su pueblo, alguna vez en invierno, e insistió en acompañarme a la casa de una pareja joven, sus amigos, porque ella había leído un libro donde aparecían muchos refranes. Era una novela histórica, cuyo título no he recordado.
Solíamos pasar un rato en el local de las asociaciones, en una parte de las antiguas escuelas, allí repasábamos lo sabido y por saber, y siempre salía algo nuevo para la cosecha.
Repetía con frecuencia que habíamos recopilado refranes y que ahora tocaba palabras perdidas, que ¡ojalá pudiéramos pasarnos la vejez en esa tarea! Lo decía cuando iba a visitarla con mi amiga Luz, que debido a sus antecedentes familiares en Adrada y alguna anécdota en común, la conocía bien.
Yo le repetía una y otra vez que el trabajo ya estaba hecho, que estaba el Vocabulario de Martín Criado, y en lo que respecta a Adrada tenían la Enciclopedia adradeña, pero ella insistía e insistía. Le gustaba seguir aprendiendo sobre las cosas del pueblo.
Le gustaba aprender y le gustaba enseñar, por eso estaba tan ilusionada con formar parte del programa «¿Te enseño mi pueblo?». Muchas veces paseamos por sus calles y por los alrededores, pero nunca de forma oficial. En marzo del 2021 dejó un bonito recuerdo para dicho programa, y de paso para todos nosotros, el recitado del poema dedicado a su pueblo.
La vi en junio o julio, aprendiendo sobre naturaleza en un taller en Montejo de la Vega; nada parecía delatar la enfermedad que pronto empezaría a hacer mella en ella. Por eso no quise cerrar el año de visitas a los pueblos sin pasar por Adrada y que Guadalupe, su compañera, me enseñara el pueblo, consciente de que Sátur estaría allí, aunque no estuviera.
Mis últimas conversaciones con ella a través del teléfono transcurrieron entre el ánimo y la resignación, pero no se adivinaba a pesar de su quebrada voz, que el final estuviera tan cerca.
Su muerte nos ha sorprendido a más de uno.
Descansa en paz, querida Sátur, y en el cielo no te olvides de ir recogiendo refranes y esas cosillas. Aprovecharán sin duda a los más jóvenes.