Algunos pueblos tienen nombres curiosos, y este podría ser uno de ellos. Hay varias teorías acerca del origen de su nombre, desde las más simples, que hablan de pobres hombres a los que les cortaban el brazo, hasta complicadas etimologías que tienen que ver con las corrientes de agua que pasan por su término, el río Pilde.
¡Qué importa! Nada más llegar a su plaza mayor, a la que se accede por una calle en cuesta, nos recibe una electrolinera, de la que no nos atrevemos a mostrar una foto, pues no tiene nada de estética, pero que nos indica que no es un pueblo dormido en el pasado.
A los habitantes de Brazacorta los llaman en la zona pijanos, no se sabe muy bien la razón, pero aunque el seudogentilicio se haya ido perdiendo, todavía lo detentan algunos con orgullo, y así la ruta del programa «¿Te enseño mi pueblo?» lleva por título o gancho: «Historia e historias de pijanos en Ribera del Pilde».
Brazacorta es uno de esos pueblos en los límites de la provincia. A tiro de piedra queda Alcoba de la Torre, ya en la provincia de Soria, pero ya sabemos que eso de Soria o Burgos son meras rayas en los mapas. Más de una vez saldrá en la explicación el nombre de los vecinos sorianos, como cuando se habla de las piedras del viejo castillo, ahora haciendo pared en alguna construcción moderna.
Brazacorta cuenta hoy tan solo con 55 habitantes en invierno, puede que alguno menos ya, aunque en verano la población sube y como en el momento de nuestra visita ya es agosto y sábado, podemos apreciar algo de vidilla en sus calles, sobre todo en la zona polideportiva y de recreo.
La villa, creo que obtuvo este título, tuvo su importancia en la Edad Media. Allí se estableció un importante convento de monjas, pero la dependencia de otros conventos masculinos y el poco respeto que infundían las tocas a la hora de cobrar los derechos que les correspondían por el tránsito de rebaños -una oveja y diez maravedíes por rebaño- hicieron que el convento cayera en decadencia. Las monjas con sus yugueros y paniaguados abandonaron el convento a finales del siglo XIV, pero su recuerdo y espíritu está todavía muy presente en el pueblo.
No lo digo solo por la reciente visita, sino porque la primera vez que aterricé por allí, unas amables señoras, que estaban adecentando la iglesia, ya me indicaron esa circunstancia, aparte de que se acababa de restaurar el lavadero, y que si, como parecía, me gustaban las cosas populares, no me lo perdiera.
Confieso que me acordaba del lavadero, pero muy poco de la iglesia, que guarda auténticas joyas y alguna historia curiosa de un obispo enfadado.
No obstante, estoy corriendo mucho y antes de llegar al lavadero y la iglesia, es preciso hacer mención a otras cuestiones, que Domi, la riberizadora, va desgranando con profusión.
Por ejemplo, nuestra documentada guía nos da los curiosos datos de Cuzcurrita, localidad cercana, que perteneció a Brazacorta, ya desaparecida. Cuzcurrita la poblaban 17 familias, un pastor y un maestro, y de ella solo quedan hoy unas cuantas piedras de la iglesia, bodegas y lagares.
Muy cerca de la plaza mayor, en cuyo centro hubo una picota, de la que hoy solo queda el recuerdo, hay otra pequeña plaza, donde en 1937 se construyó un frontón por el sistema de regaderas, porque ir de regaderas es como se denomina en el pueblo a los trabajos comunitarios hechos mediante aportación personal. Del frontón ya no queda nada, y en esa plaza hubo también una ermita, pero hoy solo queda el recuerdo de una maqueta que un pijano mañoso hizo para la posteridad, la maqueta ocupa y adorna el centro de la plaza.
El paisaje de la vega desde la parte del pueblo que se asoma a la carretera es reconfortante. Hasta llegar al sendero verde que marcan los árboles de ribera que bordean el Pilde, se extienden los campos de la Dehesa, terreno comunal que cultivan los labradores por turnos, aunque estos cada vez sean menos. También está la que era huerta del cura, que sigue perteneciendo a la Iglesia. Y presidiendo esa parte de la vega, la iglesia y los pocos restos de lo que fue el convento. Por cierto, en el convento vivían también algunas mujeres emancipadas que recibían el nombre de dueñas, y hasta el arroyo de las Dueñas, otra pequeña corriente de agua, llegaban en sus paseos, de ahí el nombre del arroyo.
De espaldas a ese paisaje, Domi nos lleva a fijarnos en uno de esos baldosines que nos recuerdan los antiguos medios de transporte y que se nos presentan con rimas tendientes a ripios, pero que nos sacan una sonrisa a todos:
Medita con humildad
cuando aquí aparques tu coche,
si en destreza haces derroche
y alarde de velocidad,
modera tu vanidad.
Sírvate de consuelo
que sobre este mismo suelo,
cuando llegaba a esta villa,
con el cordel a esta anilla
ataba el burro tu abuelo.
Parece que el burro era burra-nos dice Domi-, pero la verdad es que ese detalle poco importa.
En la vega, y antes de llegar a la zona del lavadero, que allí siempre fue el pilón, se siguen realizando campeonatos de tuta, tradicional juego que en otros sitios recibe nombres como tanguilla o tarusa. Ocasión habrá de hablar de estos juegos, ahora prosigamos el camino.
La fuente y el pilón-abrevadero están restaurados, al lado espera su turno el edificio de la fragua, que quieren convertir en un museo vivo, aunque quizá lo más interesante sea pasar al lavadero, perdón al otro pilón, y asistir a la demo que hace Domi, provista de banquilla y una sábana, de cómo se lavaba antiguamente. Todo un homenaje al pasado a aquellas mujeres que empleaban los lunes en lavar la ropa de la semana y ponerse al día. ¡Ah! Detalle importante: los hombres no podían acercarse por el pilón, porque se les caería la pilila; no sabemos si por alguna causa sobrenatural al haber transgredido algún tabú, por otras causas, o era solo una metáfora. Dejémoslo ahí.
Llegamos al recinto que fue convento, del que solo queda una puerta que da a poniente y que comunicaba directamente con la iglesia. Antes de entrar en ella, visitamos el camposanto y el exterior del ábside, donde se puede apreciar sus orígenes románicos en aceptable estado de conservación.
Del interior podrían destacarse los retablos, entre ellos el magnífico altar mayor, las imágenes, las pinturas que decoran el ábside, y que representan ocho santos y ocho santas - reconocibles por sus símbolos-, el artesonado de madera, el santito feo, del que los expertos no terminan de ponerse de acuerdo sobre su identidad, mil y un detalles en los que poder detenerse a gozarlos en silencio.
Y la pila bautismal, fruto de la visita de Pedro de Osma, para que los niños de Brazacorta pudieran recibir las aguas bautismales sin tener que desplazarse a otras localidades; pero sobre todo, para que las autoridades religiosas tuvieran a bien recibirle como su reverendísima se merecía. Una más de esas anécdotas incluidas en la visita.
Otra vez en el exterior, es obligatorio mirar hacia la torre, de ladrillo y objeto de múltiples restauraciones, la última de 1908, año que todavía puede apreciarse en ella. La campana mayor, que pesa alrededor de 300 kilos, tiene la melena de hierro, y se cuenta que hubo un obispo que en el siglo XIX llegó a prohibir el volteo de campanas, porque los jóvenes las impulsaban con tanta fuerza que sufrían continuas roturas, con el consiguiente gasto para las arcas parroquiales. Ya sabemos que antiguamente las campanas en los pueblos eran imprescindibles para todo tipo de llamadas, tanto de gloria como de rebato.
En la parte alta del pueblo quedaban las eras, allí hoy se alternan las naves agrícolas y las pistas deportivas, y a lo lejos, en el horizonte se divisa el Alto Pico, con una cruz hasta donde se subía en el mes de mayo para bendecir los campos, y pedir el agua tan necesaria. Hoy los pocos agricultores que quedan ensayan nuevos cultivos: pistachos, lavanda y trufa negra.
Despedimos la visita en la ermita del Cristo del Humilladero a la entrada del pueblo. Construcción sencilla, pero de gran atracción en la comarca, a donde acudían para acogerse a los beneficios de la imagen.
Cristo del Humilladero,
escucha nuestra oración,
...
Brazacorta, agosto del 2022
Foto del altar mayor facilitada por Domi Parra
4 comentarios:
Muy interesante fue la visita a Brazacorta, dentro del programa ribereño "Te enseño mi pueblo", donde nuestra guía Domi, nos enseñó de forma exhaustiva y detallada, los secretos y misterios, junto con su historia y sus anécdotas, de lo que este pueblo, límite con la provincia de Soria, guarda en sus calles y rincones. Me impresionó la ermita, los lavaderos y lo bien conservados que lo tienen todo.
Carmen, después de leer tu entrada, supongo que a más de uno o una, se acercará por Brazacorta y no saldrá defraudado.
Besos
Me ha encantado la visita. En cuanto pueda me acerco. Era el pueblo de mi abuela.
Gracias por este paseo por la localidad.
En el tema de las interpretaciones populares de los topónimos hay algunas peculiarmente escacharrantes, que darían para una deliciosa serie de entradas...
Los topónimos se pierden en la noche de los tiempos y qué difícil es sacarlos de allí. Brazacorta, a saber. Burgos es rico en ese tema, provocan una sonrisa las Revillas Cabriadas, los Cojóbar y demás. Y todo lo contrario los Mata judíos, las Emparedadas, etc.
Vayamos con Brazacorta de tu mano. Yo lo asoció a los Botanz, cantautores padre e hijo.
Besos
Publicar un comentario