viernes, 17 de agosto de 2018

Número 193. Mujeres detrás de las sombras (I)

Bajo el título Mujeres detras de las sombras, recoge la escritora Encarnación García Amo a un pequeño grupo de mujeres, que bien pudiera ser la punta del iceberg de todas aquellas que por la sencilla razón de que la historia suele ocuparse mayormente de los hombres, se quedaron fuera de los libros.

Recuperar sus biografías a costa de pequeños detalles, de espigar aquí y allá, es tarea ardua, pero compensa cuando se logra esbozar al menos un perfil de lo que fueron y significaron estas mujeres. Las hay en todos los campos y especialidades, artistas, guerreras, empresarias... García Amo insiste en esta tarea, y va reuniendo, espiga a espiga, un valioso haz.

En una tarde soleada de principios del mes de agosto me dirigí a El Burgo de Osma para oír en directo una muy amena conferencia, enmarcada dentro de las actividades paralelas de los cursos universitarios de verano de Santa Catalina. En ella se nos habló de algunas de esas mujeres detrás de las sombras.

Espadaña (con nido de cigüeña), torre y hornacina de remate en fachada principal del Hospital de San Agustín, hoy centro cultural., espadañ
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El Hospital de San Agustín, hoy centro dedicado íntegramente a la cultura, tiene en el centro el típico patio al que se abren las distintas dependencias. La sombra y el silencio son bienvenidos. Fuera, en la plaza, la vida turística veraniega bulle en las terrazas, dentro los asistentes al acto van tomando asiento en la sala dedicada a teatro. Dicho en lenguaje taurino, la audiencia es de media entrada larga en un espacio con capacidad para acoger alrededor de doscientas personas sentadas. Como suele ser habitual, el público es mayoritariamente femenino, aunque no faltan los caballeros, y eso sí, unos y otros peinamos bastantes canas, pero está claro que el tema y la autora suscitan interés.

Empieza la conferencia con el perfil de una mujer de nombre mínimo, En, iluminadora de manuscritos allá en las postrimerías del siglo X, cuando los catastrofistas anunciaban el final del mundo. García Amo se extiende en explicarnos la dificultad de la escritura de manuscritos, que empezaba con la preparación del propio soporte, el pergamino, y la delicada labor en la que se empleaban después, y a veces durante largo tiempo, escribas e iluminadores, cuyos nombres aparecían al final de la obra, una vez terminada. En el colofón de uno de ellos encontramos En depintrix Dei aiutorix Frater Emeritus et Presbite (En, pintora y ayudante de Dios; Emeterio, hermano y sacerdote). El que aparezca el nombre de ella en primer lugar la respalda como autora principal de las iluminaciones. Trabajó en el Beato de Girona (975), en el que pueden encontrarse 124 miniaturas, algunas de las cuales ocupan 1 o 2 páginas.

De la minuciosidad y detalles de sus trabajos, se desprende que poseía muy buenos conocimientos de teología, algo que sorprende a algunos estudiosos, pues ¿dónde podría haber adquirido estos conocimientos siendo mujer? García Amo explica que el monasterio de San Salvador de Tábara era un monasterio dúplice, es decir de hombres y mujeres. Estos monasterios, que existieron a lo largo de toda la Edad Media, eran fundados por las familias nobles al objeto de recoger en ellos a los hijos e hijas que o bien permanecían célibes, por la razón que fuera, o que mostraban claras inclinaciones religiosas. La convivencia en ellos era plena, participando ambos sexos de todas las tareas, incluidas las formativas. Es decir, estamos ante centros de espiritualidad e intelectualidad. Pese a lo que pudieran pensar algunos —entre santa y santo, pared de cal y canto, recuerda oportunamente el refrán García Amo—, las relaciones sexuales entre ellos eran muy pocas, reduciéndose a lo anecdótico.

Sin salirnos del capítulo de las artes, llegamos en el siglo XIV donde nos encontramos en Toro a Teresa Díez, muralista. Su firma aparece en un mural dedicado a San Cristóbal en la iglesia de San Sebastián de los Caballeros en Toro. Aparece encima de un escudo heráldico, del que se desconoce el significado, la leyenda Teresa Díez me fecit

Teresa díez-san cristobal y firma 

Poco se sabe sobre su vida personal, probablemente fuera monja en el convento toresano de Santa Clara, pero ello no le impidió realizar otros trabajos en la provincia de estilo y características similares.  
Se ha cuestionado si la firma indica autoría material o mera financiación del proyecto, siendo en ese caso Teresa Díez quien hubiera pagado la ejecución, pero no la ejecutante. Este tipo de firmas son muy habituales entre los autores materiales de las obras, por lo que Teresa Díez bien pudo ser uno más de los que dejara su impronta. García Amo cuenta a manera de anécdota que el principal argumento que le han dado para negar la autoría es «ser una mujer». 

La siguiente de nuestras protagonistas detrás de las sombras, también del siglo XIV, era una castellana, en el estricto sentido de la palabra. Isabel Téllez de Meneses, que provenía de familia real portuguesa, se casó con su primo Juan Alfonso de Alburquerque, valido de Pedro I. Perdido el favor del rey, dicen que este lo mandó envenenar. Su viuda se hizo fuerte en el castillo de Montealegre de Campos, fortaleza considerada inexpugnable, y que en aquella ocasión, Téllez de Meneses supo defender y no se rindió. 

Comenta con cierto humor García Amo, que si la señora solo se hubiera dedicado a bordar y suspirar, mal podía haber defendido la fortaleza y mandar aquel grupo de guerreros. Sin duda en su educación también se habían incluido otras disciplinas además del bordado. Prácticamente ninguna noticia hay sobre ella en los libros en lo relacionado con este episodio bélico de la Edad Media. Fue enterrada junto a su esposo en el monasterio de La Santa Espina. 

1 comentario:

Abejita de la Vega dijo...

Revelador haz el que nos ofrece doña Encarnación García Amo. Seguro que hubo muchas, muchas mujeres que realizaron tareas intelectuales y artísticas poco habituales por su condición femenina. La Edad Media tal vez no fue tan oscura...Muchas cosas que nos cuentan pueden ser verdad y no haber ocurrido.

Besos, Carmen.