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sábado, 27 de junio de 2015

Número 81. Crónicas periodísticas de la guerra de África: los que van a la guerra

Al hojear estas crónicas de guerra, he tomado plena conciencia de que el origen de mi barrio está en ella, en esa guerra que dejó muchas bajas y gloria para los generales que volvieron victoriosos. Mi barrio, Tetuán de las Victorias en Madrid, tuvo su origen, allá por 1860, cuando las tropas acamparon en la llamada dehesa de Amaniel a la vuelta de África. Es dato que había oído y leído en numerosas ocasiones, pero del que ahora soy plenamente consciente, de que no se trató de una de tantas guerras de nuestro pasado, sino de un hecho que dejó importante huella no solo en los libros de historia, siempre tendentes a lo grandilocuente, sino en la propia historia de Madrid y en muchas de sus familias. 
Las fotos que ilustran este comentario son fotos del actual barrio de Tetuán, también las hay antiguas y muy bonitas, a muchas de las cuales puede accederse a través de la página que mantienen Amigos de Tetuán de las Victorias en Facebook


Acueducto de Amaniel en la actualidad
Bien, de vuelta al siglo XIX le Le tomo la imagen a mi compañera María Ángeles Merino y me sitúo en ese recreado hogar burgués madrileño, sin lugar a dudas situado muy lejos de Amaniel, para localizar encima de la mesa del gabinete varios ejemplares de La Iberia. Entre ellos sobresale uno, el recién llegado en el que se entra en detalles de lo que el telégrafo y el boca a boca ya habían adelantado por plazas y cafés de Madrid, la victoria de las tropas nacionales en la batalla que había tenido lugar en los últimos días de enero. Se trata del ejemplar del martes, 7 de febrero de 1860. 

En ese número se insertan, junto a otros testimonios, nada menos que tres cartas del corresponsal Núñez de Arce, y para que los lectores no pierdan detalle, dichas cartas vienen precedidas de una llamada editorial. 
Llamamos la atención de nuestros suscritores sobre el contenido de las tres cartas que desde África acaba de dirijirnos nuestro compañero y corresponsal en la guerra, señor Nuñez de Arce, seguros dé que con su lectura pasarán un rato agradabilísimo. La última carta, sobre todo, está llena de interés y no puede leerse sin la emoción más viva: en ella se describe perfectamente y de una manera animadísima la batalla del dia 31, llena de ricos y gloriosos detalles, como casi todas en las que nuestros bizarros soldados han podido desplegar sus facultades desde que pisaron el suelo africano [ortografía original]. 

En la espera para la entrada en acción, destaca Núñez de Arce entre otros dimes y diretes, una carta llegada de la madre patria, la escribe una madre preocupada por su hijo. Personaje que nos recuerda a la Blasa, ese personaje de María Ángeles que se ha servido de una vecina para llegar hasta el mismísimo general en jefe: 
He tenido ocasión de leer una carta admirable: la de una mujer del pueblo que ha escrito al general en jefe, pidiéndole noticias de su hijo Manuel Carrascosa y Romero, soldado del regimiento del Príncipe, de quien hace dos meses nada sabe, Es un modelo de sentimiento y de amor maternal, en donde se leen en el lenguaje descuidado del pueblo las frases más sublimes que, puede inspirar el dolor y al mismo tiempo la resignación. Él conde de Lucena ha mandado buscar al soldado, y según creo, trata de contestar él mismo a la desconsolada madre, que, como dice, tiene valor para saberlo todo.  

La carta original la encontramos reproducida en la Gaceta del Aula
Esija y enero.
Esentisimo don Leopordo Odores, conde de Lusena.
Muy señor mío, una madre que ya ase dos meses que no sabe del hijo de sus entrañas es la que recurre a usia para mereser de su buen corason que me haga usia el osequio de sin perdida de Correo mandar a uno de sus secretarios pues buestra eselencia no es cosa que le escriba a una pobre como yo, como esta de salu, si es muerto o erido Manuel Carrascosa y Romero soldado de el primer batallón de el Principe, cuarta compañia numero tres … os suplico que busque a mi hijo y le mande que sin perdida de Correo me escriba…
Añade la Gaceta del Aula que el soldado fue localizado inmediatamente y la madre recibió respuesta del general O'Donnell. Y así el soldado Manuel Carrascosa dejó de ser un héroe anónimo, invisible, para pasar al anecdotario histórico. ¿Cuántas madres no hubieran escrito cartas si hubieran sabido hacerlo?
Pintada de Invisibles de Tetuán
Sin duda el gobernador de Gibraltar, que visitó el frente acompañado de diez ingleses, pasó menos desapercibido que los simples soldados: 
El gobernador de Gibraltar contará como de sesenta á sesenta y seis años; es colorado como una cereza, grueso, y tiene el pelo y las patillas blancas como un copo de algodón. Tanto él como sus acompañantes llevaban unos sombreros enormes, que parecían vistos de lejos chimeneas de vapor, y que á los ojos de los tetuanis debieron parecer cañones de hierro apuntando á las nubes.

Invisibles son también las novias que, sin embargo, viajan la mayor parte de las veces en sus corazones bajo la forma de detente. Aquí uno de esos testimonios que, como perdido, nos deja el cronista:
Otro oficial de húsares debió su salvación al retrato de su novia que llevaba en el pecho, y que contuvo la violencia de la bala siendo esto causa de que solo fuese levemente herido. Este oficial si que puede decir como los antiguos paladines: por mi Dios y por mi dama. (La Iberia, 11/1860, página 1.)
Para terminar las hazañas bélicas las dejaremos para mejor ocasión quiero recordar una de esas canciones populares que nacieron al calor de la guerra en África, ellas también eran a su modo cronistas de lo que pasaba.



Colaboración para el club de lectura La Acequia.