El Solitario ha conocido a Amor, pero ha sido tan fugaz, que ahora solo le queda el Recuerdo que le trae los momentos bellos.
Era sirena y tenía
de puro arcángel su cuerpo.
Se apareció a tu ventura
en el naufragio de un sueño.
Ella llegó hecha de espumas
al calor de tu aposento.
Salvada fue por la luz
de los afanes maternos;
tu Madre, que estaba en lucha
con tu Soledad y en celo,
vivía para apartarte
de esa Soledad en acecho
a la cual tú le entregabas
todos tus años primeros.
Tu estrella de adolescente
brilló en ese cielo nuevo
y a su claror tú sentías
casi un Dios...
Solo, en una habitación gris, no sabemos si faro o campanario, le visitan además de sus recuerdos, el Destino y esa Soledad que lo ha tomado como presa.
Si en los dos primeros actos, el ritmo es ágil y esperanzador, en el tercero, y ya desde su título, sabemos que Soledad ha ganado la partida. El verso se alarga, las reflexiones se alargan, todo se detiene, vuelve el pasado y el futuro no termina por asomar. Se repasa una y otra vez la razón de la existencia.
De nada sirve que Estrella ponga su luz y los distintos colores -Rosa, Azul, Verde, Azul, Blanco, Amarillo, Rubí...- contribuyan a alegrarle el día, porque Méndez no renuncia a esa gama de colores primitiva, casi infantil, que tanto dice. Amor hace su aparición, vuelve de un largo e indeterminado viaje:
¡Qué largo se hizo el camino
aunque bien corto que fue!...
Lo que una vez se ha perdido,
no puede volver a ser...
Aquí vuelvo, desmayada.
Antes ya me desmayé.
Cuando una cosa se pierde,
es algo que se nos fue...
Antes estos lamentos, ¿cómo no recordar la experiencia reciente de la autora? ¿El exilio?, ¿la ruptura de la pareja?, ¿el empezar una nueva vida acompañada de su hija pequeña?...
Es Soledad la que envenena a Amor, es Soledad la que impone su ley. La Madre es totalmente incapaz de cambiar ese rumbo, y Destino solo puede ejercer de notario:
¡Cumpliose su voluntad,
que es ir a lo que está escrito
camino de su verdad,
en brazos va de su amada,
que es su propia Soledad.
Comentario para el club de lectura La Acequia.
3 comentarios:
Evidentemente, la situación personal de la autora tuvo que notarse en la redacción de la obra, agudizando algo que ya estaba desde el principio, esa sensación trágica del destino individual que ella toma del teatro calderoniano.
Gracias por tu aportación.
Está muy claro
Todas las personas estamos, de una forma u otra, solas y ni tan siquiera el amor, nos lo impide, porque somos únicas e irrepetibles.
La autora lo sufrió y nos lo dejó escrito en la lírica de su teatro.
Buen trabajo.
Besos
Abrazó la Soledad y brindó con ella. El Amor duró poco. Todos estamos solos, Concha.
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