martes, 8 de noviembre de 2022

Núm. 276. Todo va a mejorar

Suena a lema, y lo es, el título de la obra póstuma de Almudena Grandes. 

 

Arcoriris por encima de unos tejados. Se ve una antena de telefoníai

Todo va a mejorar

Según cuenta su marido al final del libro, en el primer mes de pandemia -que en la novela será la Gran Pandemia- la escritora tomó un cuaderno y empezó a bosquejar lo que sería su siguiente novela, suspendiendo, por las circunstancias, la finalización de la serie sobre las secuelas de la guerra civil en la sociedad española.

De la mano de una colmena de personajes, tal como nos tiene acostumbrada la autora, nos adentramos en un futuro próximo. A la Gran Pandemia sucedieron otras, pero lo que cambió la vida de todos los españoles fue el Apagón un día a principios del mes de agosto, en que media España estaba de vacaciones. De pronto todo dejó de funcionar. Bueno, dejaron de funcionar las comunicaciones: Internet, los móviles...

¿Dónde se quedó aquella estrategia de los que diseñaron la red de redes de tal forma de que era capaz de buscar su camino alternativo ante posibles «atentados»? 

Aquello era al principio, pero desde hace tiempo sabemos que las operadoras, y por encima de ellas los gobiernos, hacen y deshacen, te dan acceso o te capan aquellos contenidos a los que no quieren que accedas. 

La distopía a la que nos lleva Grandes es tan plausible, es tan actual, diríamos, que solo tenemos que pararnos un momento a pensar para darnos cuenta de que ya vivimos en ella. De ahí que no solo la acción nos atrape, nos emociona también ver descrita la vida misma desde un observatorio elevado, que bien puede ser un dron. Un dron omnipresente y amenazante con su sola presencia, aunque en el fondo sea inocuo.

He leído tres veces la descripción, la presentación, de una de sus protagonistas. Megan García tiene de raro únicamente el nombre de pila. No llama la atención, nada que ver con esas antiheroínas, siempre del lado de los malos, que salen en algunas películas: rubias, esbeltas, vistiendo faldas tubo con aberturas laterales y subidas en tacones de aguja de esos imposibles. Nada de eso:

Su físico a cambio era intercambiable con el de cualquier chica insignificante, más baja que alta, más gorda que delgada, gafas redondas de montura fina, media melena de pelo castaño, ni ondulado ni absolutamente liso, y ningún atractivo particular. 

Megan García la segunda vez que aparezca en escena será ya una oficinista pija, conjuntada de pies a cabeza, y embarazada, aunque esta circunstancia ya la sabíamos desde el principio. 

Por el contrario, Paula, la hacker -escrito así, en redonda y sin tilde, al contrario de software, que aparece siempre escrito en cursiva- no presenta ninguna característica especial, salvo una gran sensibilidad ante los estímulos físicos. Al avanzar la novela, sabremos que tiene unas tetas generosas, que a su debido tiempo cumplirán su misión.

Las concesiones al erotismo son escasas, y Grandes es directa, no se recrea en este aspecto, va al grano, anclada en aquellas Edades de Lulú, que revolucionaron la novela española de la transición.

La acción sigue enmarañada, nos adelantamos y nos atrasamos, volvemos para atrás, como para coger impulso, y seguimos bordeando los límites del negacionismo. ¿Es todo mentira? 

¿Vivimos una gran mentira? ¿Fue mentira la pandemia, los apagones, los atentados que vemos por la televisión...? «No te creas todo lo que te muestren las cámaras -me dijeron una vez en un simposio sobre cine documental-. No lo estás viendo "con tus propios ojos", sino con los ojos del cámara». Y detrás del cámara hay demasiado como para lo que sale en la pantalla sea objetivo. 

«Todo va a mejorar», repiten incansables los servidores del nuevo régimen. Un régimen que empezó democráticamente, ganando unas elecciones a fuerza de talonario y desencanto, pero que los ciudadanos votaron porque estaban «hartos de estar hartos». Lo que no podían adivinar es que después de unos cuantos años de vivir una felicidad fingida, alguno de los personajes secundarios estallaría:  «Me largo porque estoy hasta los cojones. No aguanto aquí ni un minuto más.»

Grandes parece advertirnos contra los nuevos partidos, las nuevas promesas y los cantos de sirena. ¿Ha deslizado un mensaje subliminal a favor de los viejos partidos en decadencia?

Vamos con los eslóganes. Un eslogan se combate con otro, pero ¿puede un simple eslogan abrir una brecha en el sólido muro tan bien y pacientemente construido?

Escaparate de farmacia durante la pandemia lleno de dibujos infantiles con multitud de arcoiris.

El último capítulo lleva un título que no puede dejarnos indiferentes: «La transición». Por muy atados y bien atados que se tengan todos los cabos, parece que el tiempo también tiene un papel en la historia, un papel con el que puede que no contaran sus protagonistas. 

Más allá de estar ante una novela más de Grandes, con sus personajes, sus intrigas y sus esperanzas, más allá de la supuesta genialidad de unos háckers que manejan máquinas virtuales escondidas en memorias USB, más allá de juegos de manos y de villanos, de verdades descubiertas por casualidad, más allá de crímenes cuasi perfectos, más allá de buenos y malos, Almudena Grandes nos ha dejado una novela para pensar un rato, para levantar la vista de nuestras pantallas y mirar a nuestro alrededor, para ver la distopía en la que ya vivimos con otros ojos. 

Todo ello sin olvidar la humanidad de esta autora, que mantuvo la esperanza hasta el último momento de terminar su novela. No pudo ser, y muchas más reflexiones se habrán quedado en el tintero, en su tintero. Los pequeños fallos de esta novela quedarán pronto en el olvido. 

Gracias, Almudena, por esta y por todas tus otras novelas. Descansa en paz.

2 comentarios:

Mery Varona dijo...

Coincido casi totalmente con el análisis que haces de esta novela de Almudena Grandes, su última novela, que no es la mejor de su producción, pero que tiene el valor de haber sido escrita durante la enfermedad que le produjo la muerte. No he podido sustraerme de ese pensamiento mientras la leía. ¿En qué momento se dio cuenta la autora de que no había vuelta atrás?
"Todo va a mejorar" es una distopía tan parecida a la realidad que a veces no es fácil identicar lo ficticio de lo real, especialmente en el capítulo referido a la transición, como bien apuntas.
Una última cuestión. ¿Cómo se plantearía el marido, Luis García Montero, la escritura del último capítulo?
En fin, para mí esta ha sido una novela con un interés literario pero que suscita emociones que van mucho más allá de la literatura.

Sor Austringiliana dijo...

Me da mucha penita ir a él, tendré mi momento. Distopía, qué es distopía me preguntas, momento actual del mundo. Y tú me lo preguntas...
Gracias por darnos el empujoncito. Besos.