miércoles, 29 de marzo de 2017

Número 154. A sangre y fuego (y II)

En la última edición (2013), la profesora Cintas, estudiosa de Chaves Nogales, añade dos relatos más a los originales de la edición de 1937 en Chile. Aunque la temática sea la misma, la guerra, sin duda presentan unas características distintas a los de la edición original, que como hemos visto en la entrada anterior forman casi un círculo que se inicia con el Prólogo y se cierra con las últimas palabras de Consejo obrero, que hemos destacado.

Los dos relatos incorporados presentan un aspecto diferente y no solo por trasladar la acción al Norte, a Bilbao, donde el gobierno autónomo se mantenía fiel a la República. Ahora estamos claramente en la retaguardia, pero las bombas caen igualmente golpeando directamente a la población civil, en este caso sobre un refugio que no aguanta, produciendo numerosas víctimas, principalmente niños. 

En 1967 el escritor Luis de Castresana publica El otro árbol de Guernica, otra visión de la guerra civil, esta vez sobre los niños que son evacuados a otros países por el gobierno de Aguirre para apartarlos de los peligros que suponen los continuos bombardeos sobre la capital bilbaína. El propio escritor y su hermana habían sido algunos de estos niños evacuados, y en 1972 en La verdad sobre El otro árbol de Guernica, Castresana amplía ese trasfondo histórico que le llevó a escribir la novela. La novela de Castresana es amable, pero en cualquier caso no podemos olvidar este tremendo aspecto de las guerras: daños colaterales los llaman algunos ahora ante estas guerras que dejan miles y miles de refugiados y exiliados. Aquellos niños del refugio bilbaíno fueron víctimas directas de los bombardeos, meses más tarde la aviación alemana bombardearía Guernica en un día de mercado.  

Placa conmemorativa en la casa natal de Luis de Castresna en Ugarte (Vizcaya)

Un matiz aún más íntimo adquiere el relato Hospital de sangre, esta vez es una monjita la que reflexiona ante aquello que la rodea, no solo sobre el sufrimiento de los heridos, sino también sobre el papel de la población civil en la guerra:  
¿Cómo es posible que haya en Bilbao mismo quienes traidoramente vayan señalando a los aviadores extranjeros los sitios precisos donde deban dejar caer sus bombas? 
Volvamos a los relatos originales, uno de los valores que encontramos en unos y otros es sin duda la forma en la que están narrados. Chaves Nogales nos mete en la acción desde el principio, avanzamos con los propios personajes desde dentro de sus entrañas, no sabemos lo que va a pasar en las próximas líneas y compartimos su mismas incertidumbres y preocupaciones. 

Si la monjita de la retaguardia bilbaína se preguntaba cómo serían los espías, en Y a lo lejos, una lucecita, Chaves nos convierte directamente en sus cazadores, y a pesar del reguero de sangre que van dejando, ansiamos seguir y seguir hasta alcanzar el fin de esa cadena siniestra. Saltamos primero de azotea en azotea por los tejados de un Madrid que duerme, luego de lujoso en lujoso ático hacia la carretera de la Coruña, nos paramos en una casucha de la Cuesta de las Perdices, seguimos adelante por los riscos de Torrelodones, la sierra sigue siendo una mancha negra, pero el alba se acerca...

Sin duda uno de los mejores relatos, tanto por la propia acción como por el personaje, sobre todo por el personaje, es Bigornia. El ogro Bigornia que en vez de comerse a los niños los hace, es un herrero clásico que compagina el gran mazo en la pretina del pantalón con unos conocimientos de mecánica capaces de poner en marcha a puro pulso un viejo carro de combate. Bigornia, personaje de ciudad expulsado de ella por el propio desarrollo de la urbe, un personaje único y marginal que vive en la linde de ese bosque urbano en el que se adentra todas las mañanas para hacer su trabajo, y a la que vuelve todas las tardes: 
... cuando salía del taller donde trabajaba, se iba, atravesando desmontes y basureros, allá, a los confines de la Dehesa de la Villa, a la casucha donde vivía...
Desde hace unos años, cuando llegan los primeros días de noviembre, los vecinos de las asociaciones del barrio organizan unos paseos por la Dehesa de la Villa para revivir la historia y descubrir los restos materiales, a veces sobre todo inmateriales, de la guerra civil, y el papel que este pulmón del noroeste de Madrid jugó en la defensa de la capital.


Parque de la Dehesa de la Villa. Al fondo, en el centro y entre los árboles los restos de un búnker
Tres edificios sobresalen aún hoy en el paisaje urbano de la Dehesa de la Villa. Se trata de tres centros educativos que ya estaban en pie en tiempos de la II República: el primero es el Colegio de Huérfanos Ferroviaros, que corona la Ciudad Universitaria, un edificio magnífico; el segundo, algo más modesto, junto a la calle Francos Rodríguez, más en retaguardia, era entonces (hoy pertenece a la UNED) el colegio Francisco Giner de los Ríos, dirigido entonces por María Sánchez Arbox según los principios de la Institución Libre de Enseñanza; el tercero, enfrente de este, la institución Virgen de la Paloma, que se construyó a principios del siglo XX para acoger a niños huérfanos proporcionándoles una educación y un oficio, hoy sigue siendo un reputado centro de formación profesional. 

Aquí, en la Paloma, bien podría haber estudiado Bigornia de no haber sido su saber un saber natural fruto de la experiencia. Hermosas líneas para describir la sabiduría de un gigante:
y, aunque el raudo progreso mecánico del siglo hubiese sometido su instinto y su fuerza natural a la deformación y el aguzamiento de la técnica, conservaba un fondo selvático de forjador primitivo, de hombre de bosque, fuerte y de gran resuello, que por primera vez junta el hierro. 
Cuando la aviación de Franco bombardeó la Paloma como preámbulo a la toma de Madrid, la mayor parte de los internos mayores se habían alistado en las filas milicianas, llevaban por uniforme el mismo mono que vestían en los talleres de la escuela, y eso hacía que se los denominara familiarmente «los palomos»; a los más pequeños los enviaron a Barcelona, ya que toda aquella zona se pensaba que iba a quedar en primera línea de fuego.


Grupo de vecinos escucha las explicaciones del guía sobre la guerra civil. Al fondo el colegio de Huérfanos Ferroviarios
Al colegio Francisco Giner probablemente habrían ido los numerosos hijos de Bigornia, si en el relato se nos hubiera dicho que la prole del ogro estaba escolarizada, y puede que en aquel verano del 36, mientras su padre estaba poniendo en marcha carros de combate sacados más de una chatarrería que de un parque de artillería, los niños habrían sido acogidos en el centro, reconvertido en guardería de urgencia para los hijos de los milicianos. Al comienzo del curso, y tras sufrir un bombardeo, los alumnos del colegio fueron trasladados a lugares más seguros de Madrid.

Ante el temor de que la invasión de Madrid se intentara por el lado noroeste, comenzó a fortificarse la Dehesa de la Villa para proteger las vaguadas que subían desde la Universitaria hacia el este, barrios obreros que Franco desechó como objetivo a tomar por tierra, ya que al ser barrios obreros presumía una gran resistencia, pero no renunció a bombardear aquellos valiosos edificios que cobijaban no solo espacios que servían como cuarteles, sino también enfermerías y talleres... Cuentan que del cambio de planes de Franco, de entrar en Madrid por la zona de la Moncloa, se enteraron los responsables de la defensa de la capital gracias a un papel que encontraron en el bolsillo de un soldado muerto dentro de un tanque, otra vez los tanques, otra vez los Bigornias a los que sentimos literalmente quemarse dentro de sus cacharros incendiados.

Las construcciones defensivas de la Dehesa de la Villa, casamatas, búnkeres, alambradas, quedaron un poco en reserva y los edificios acogían como primeros hospitales a los heridos que subían de la Ciudad Universitaria y a los exhaustos milicianos que defendían la capital algunos metros más abajo. Lo que había sido hasta hace poco zona de estudio, de pensamiento, se convirtió en zona de barbarie, y los libros que habían servido para abrir las mentes sirvieron entonces para proteger los cuerpos y salvar más de una vida; algunos de esos libros agujereados se guardan hoy en la Biblioteca Histórica Complutense. 

Dejo la Dehesa de la Villa y me adentro por segunda vez en la exposición con motivo del centenario de Gloria Fuertes. Esta vez me detengo con especial interés en una de las primeras salas, la dedicada a la guerra civil. Allí en una vitrina veo un papel amarillento, donde puede leerse:
             Mayo 83
Algunas veces no 
soy anti-nada,
pero siempre,
soy Anti-guerra
                Fuertes
Gloria 
En un panel hay más versos de Gloria, unos versos que se me antojan con un cierto sabor teresiano: 
Quise ir a la guerra para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Panel con una foto de heridos de guerra y los siguientes textos, además del citado: No sé escupir / pero voy a aprender / para escupir sobre las tumbas /  de todos los culpables de las guerras. (Mujer de verso en pecho) // 1.200 metros recorre por segundo una bala, / y el sonido del disparo suena a odio.

Comentario para el club de lectura La Acequia.

CHAVES NOGALES, Manuel (1937 - 2013): A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. María Isabel Cintas (ed.). Barcelona: Libros del Asteroide.

6 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Carmen, tú sabes mejor que nadie que no he podido continuar con los relatos de Chaves Nogales y solo he leído cuatro. Estos relatos están escritos en el 37 y aún hay mucho rencor en ellos. Quizás por eso y por toda esa sangre y fuego que empapan sus páginas, hieren mi sensibilidad, o algún mecanismo inconsciente me ha obligado a no seguir leyendo. Lo dejaré para otro tiempo donde yo sea capaz de entrar en el libro como lo has hecho tú.

Me gustan todas las aportaciones que nos vas dejando aquí sobre lo que pasó en la Dehesa de la Villa y lo que se podía también haber relatado, como el libro de Castrejana y esas palabras finales de Gloria Fuerte, al contrario de lo que se pueda pensar, a mí me parece que Gloria Fuertes es mucho mejor poeta en sus poemas para adultos que en los poemas para niños, donde es tan famosa.

Un beso y enhorabuena por la entrada.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

No fue posible parar aquella guerra, todo empujaba a la muerte.
En efecto, estoy de acuerdo contigo. A veces el tema nos aleja de la virtud técnica. Chaves Nogales es un excelente escritor y lo demuestra con su pulso narrativo en estos relatos. Me ha interesado mucho cómo están contados.

Abejita de la Vega dijo...

Recuerdo la película basada en la novela El otro árbol de Guernica. Recuerdo poco, era amable, sería interesante leerla de nuevo. No me atrevo, los tengo en la estantería, pero a veces estoy tentada de leer aquella célebre trilogía de Gironella. Tengo incluso el cuarto...
Gloria Fuertes es la poeta de los parvularios, también es un mérito llegar a los niños. Leí una poesía adulta de Gloria y no tiene nada que ver. Buscaremos y buscaremos.
Me gustaría mucho pasear por la Dehesa con un buen guía.Como se me ha despertado el hambre de volver a Alcalá de Henares.
Bigornia es pariente del trapero barojiano. Es épica su lucha en el tanque que abrasa y se niega a seguir. Un ogro bueno y tierno, me encanta.
Muy buena entrada. Besos.

La seña Carmen dijo...

Castresana habla poco de la guerra, ni tan siquiera en el libro que vino después La verdad sobre... se extiende mucho sobre ello. A fin de cuentas él tuvo suerte y aunque la guerra le separó de su familia no sufrió los bombardeos. Esos bombardeos sobre el País Vasco, y especialmente sobre Bilbao, que nos relata Chaves con tanto detalle, me llevaron a Castresana.

La Dehesa de la Villa sigue ahí, esperando que se aireen los recuerdos que guarda. Lamentablemente los testigos que como tu madre vivieron aquello van desapareciendo.

pancho dijo...

Chaves Nogales incide a menudo en la incapacidad de los milicianos para la guerra abierta con las columnas franquistas del comienzo de la guerra, pero se mostraron insuperables en la defensa de Madrid, gracias al gran trabajo de fortificación que hicieron. A pico y pala. Eso y la llegada de las brigadas internacionales fueron claves para que Madrid resistiera casi otros tres años sitiada.
Gran trabajo de síntesis de los cuentos, con lo que cuesta...

La seña Carmen dijo...

Los sublevados habían previsto un paseo triunfal, pero les fallaron los cálculos. Visto en perspectiva y de forma global, contando todos los muertos, es difícil saber cómo hubiera sido el balance, si el paseo triunfal hubiera tenido éxito. Tres años de horror dan para mucho, pero ¿quién iba a imaginar que la guerra iba a durar tanto? Ni unos, ni otros, ni tan siquiera Chaves Nogales que dio todo por perdido a los pocos meses.