martes, 6 de diciembre de 2016

Número 140. La parodia de la parodia. El hábito hace al monje



De pronto, por arte de birlibirloque, don Quijote y Sancho Panza se despiertan un buen día en las calles centrales de Manhattan en pleno siglo XXI. 

Así, sin demasiadas explicaciones y sin mayores controversias técnicas y científicas comienza esta novela de Marina Perezagua, homenaje bienentencionado a la obra cervantina, que por si no quedara suficientemente clara la intención en el título, todavía añade un subtítulo: «Testamento yankee».

Don Quijote y Sancho no se cuestionan cómo ni por qué han llegado hasta allí, sufren una especie de amnesia que los sume en la ignorancia acerca de su origen, pero en su ADN debe estar bien impreso su condición de caminantes, por lo que sin más planteamientos empiezan a andar, las aventuras no tardarán en llegar a ellos. Van ligeros de equipaje, esta vez, como en los libros de caballerías, tampoco se dice que vayan repletas las alforjas, no hay alforjas, pero sí dos cosas muy necesarias en este siglo XXI y más en Nueva York, que la autora sí que explicita: la tarjeta de crédito y la del seguro médico. 

De pronto una sábana se despliega ante sus ojos Jesus loves you, y una dama predicadora decide regalar una Biblia al Caballero de la Triste Figura en agradecimiento por sus atenciones. Enseguida vemos que esa Biblia va a ser el nuevo Amadís para su protagonista . 

Don Quijote y Sancho ven llegada la hora de buscar posada, y en un hostal de Manhattan, que don Quijote paga por adelantado con tarjeta de crédito, se encierran sin pensarlo durante esa semana a leer ese grueso libro, que a pesar de lo confuso, atrae desde el primer momento la atención del caballero. Mientras don Quijote se empapa de lo que ese extraño libro pone, Sancho Panza busca comida precocinada en los alrededores y duerme panza arriba en la cama de al lado. 

Transcurrida la semana preparatoria, comienza la verdadera aventura. Necesitan ropajes más acordes, y Sancho Panza encuentra en la tienda de disfraces de enfrente del hostal lo que va a ser su segunda piel: un traje en plástico metalizado de C-3PO para don Quijote y uno de ewok para él mismo. 

El bondadoso C-3PO es experto en comunicación con toda clase de seres vivos, así que no ha de extrañarnos que don Quijote se mueva por Manhattan como si su casa fuera, en lo que a lenguas y formas de contactar con humanos se refiera: el inglés no tiene secretos para él.

Por su parte, Sancho Panza, dentro de su peluda piel, procura mantenerse a salvo de los dislates de su amo, reservándose para servirle lo mejor que pueda y soñando con esa ínsula que no sabemos si por fin llegará.

Escrita en un lenguaje que recuerda con los arcaísmos y estilo desfasado a la parodia cervantina —no olvidemos que el habla de don Quijote ya resultaba pintoresca en su época— Marina Perezagua nos va acercando de la mano de los personajes cervantinos en los grandes tópicos neoyorkinos.

Por momentos parece como si en alguna de esas esquinas don Quijote fuera a encontrarse con Woody Allan y juntos tocar el clarinete.

Libro ameno que se lee casi de un tirón.

Comentario para el club de lectura La Acequia.

4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es un libro que entra rápido en acción: fábula en la que se analiza la sociedad contemporánea en la meca de todas las metrópolis. Allá cabalgan, de nuevo, los personajes cervantinos, con amenidad y humor. Con la Biblia y la cibernética.

Abejita de la Vega dijo...

De buenas intenciones está lleno el infierno. El hábito puede hacer al monje. Marina Perezagua acierta a pesar de las inverosimilitudes, qué palabra.
Don Quijote desface entuertos y el Obamacair está caducado.
Besos Carmen.

Ele Bergón dijo...

Ya finalizado el libro, te puedo decir que he disfrutado con él. Me gusta el ritmo que tiene en su imitación al lenguaje de Cervantes. Lo que cuenta, ya lo sabemos y lo dice muy bien Pedro, un análisis de la sociedad neoyorquina actual.

Besos

Myriam dijo...

Ya lo he dicho por otros lados, es que Dn Quijote y Sancho tuvieron curso rápido de inducción en El Ministerio del Tiempo (ya sabes, la serie de TVes?) allí aprendieron inglés y a usar las tarjetas.

Un abrazo