martes, 20 de diciembre de 2016

Número 141. La parodia de la parodia. Los refranes de Sancho


Cuando don Quijote y Sancho han dado fin a su última aventura, al menos en este libro, la autora incluye una página de referencias a las que nos remite por si nos queda alguna duda de las citas o formas de hablar de sus personajes. 

Así nos dice que si bien es verdad que nunca se habló en el libro original de «desfacer entuertos», ella se ha tomado la licencia de ponerlo en boca de sus personajes, porque a fin de cuentas esa forma de hablar, presuntamente cervantina o al menos quijotesca, se ha ido fraguando en el imaginario popular y no vamos a llevarle ahora la contraria a siglos de tradición. 

No solo los personajes, también la voz del narrador ha adoptado para contarnos las aventuras un tono «antiguo», que si no coincide con el pulso cervantino, al menos contribuye a crear ambiente exótico. En este punto no podemos olvidar que el Quijote, y su personaje, está lleno de anticuallas, no solo en el vestir, también en el lenguaje, para lo que se estilaba a principios del siglo XVII. 


En este mundo de convenciones y lugares comunes, los refranes en boca de Sancho no podían faltar, y así vemos en el centro de la novela cómo un Sancho locuaz, dicharachero por demás, y dando patadas al diccionario de continuo para desesperación de su amo, ensarta unos cuantos refranes para que quede constancia de ese modo de hablar que tanta fama le ha dado.

Conviene recordar, que en el Quijote no es Sancho el único que dice refranes, aunque destaque por su número, al propio don Quijote le contabilizan los especialistas numerosas paremias, tanto populares como cultas, y de igual modo a casi todos los personajes secundarios puede atribuírseles algún que otro refrán (Cantera Ortiz de Urbina et alii, 2005; 17-27).

Salvo alguna excepción, que señalaré enseguida, Perezagua ha reducido notablemente el hablar sentencioso de don Quijote y podemos decir que pone en boca de Sancho algunos refranes, casi de forma testimonial. Ella, como narradora, utiliza también este recurso alguna vez, ya vimos lo de El hábito hace al monje, en el capítulo anterior, pero veamos en profundidad alguna de estas series.
—Sea, pues. Búrlese vuestra merced de mí, y alla se lo haya. Pues verdad es que muerto el perro se acabó la rabia, y que en la juventud, piojos son salud, y que de fraile y de soldado el piojo es enemigo declarado, y que a correr piojo que viene el peine, y que piojo por piojo, liendre por... 
Cinco paremias ensartadas en tan corto párrafo es ciertamente todo un logro. ¿De dónde salen estas paremias que la autora maneja con una cierta maestría? Si para don Quijote no había refrán que no fuera verdadero «porque todo son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de todas las ciencias», no nos cabe la menor duda de que Perezagua ha recurrido a Google, o a un recurso similar, para obtener sus refranes, que en general no son muy conocidos. 

En cuanto a ese piojo por piojo, liendre por... que nos encontramos al final, y que nos remite por proximidad fonética al Ojo por ojo, diente por diente, es sin duda una modificación jocosa más, un antiproverbio, tan fáciles de encontrar en todas las épocas, del que también encontramos alguna realización en Internet, por ejemplo esta incrementada de Twitter:
Piojo por piojo, liendre por liendre, ganaremos esta lucha, engendre lo que engendre.  (@tannnit, 8-06-2015).
En otras ocasiones Perezagua ha optado por una variante poco común, como A buen hambre, no hay pan malo, cuando son más habituales las variantes con «pan duro» y «pan seco». 
—Ay, Dios mío, la que nos va a caer. ¡Oigan, oigan, vuestras mercedes, que yo no estoy en huelga de hambre! Si no me creen, tráiganme una buena hamburguesa doble con beicon y mucho queso, o lo que vuestras mercedes prefieran, que a buena hambre, no hay pan malo, y que nunca engaña el bostezo, que es de hambre o es de sueño, y así bostezo yo, miren, miren qué bostezo y, puesto que no tengo sueño, es de pura hambre que quiero saciar, ¡les juro que no estoy en huelga de hambre! 
Acude también Perezagua a la tradición popular, revitalizada por alguna puesta en escena moderna, y a algún refrán muy cervantino, ¡claro que sí!: Muera Marta, y muera harta, que dice el propio Sancho (II, 59) y ese Ándeme yo caliente, y ríase la gente, que dice Sanchica en la obra principal (II, 50), y que en esta novela aparece dos veces en boca de Sancho:
—Y yo diré más —añadió el escudero—. [...] Y cuánta razón tenía mi abuela cuando decía aquello de que si los curas comieran piedras del río, no estarían tan gordos, los tíos joíos. Y yo veo a esos policías en los coches come que te come, come que te come, que hasta se me figura que están diciendo a dos carrillos lo de que muérase Marta, pero muérase harta... claro... como manejan las pistolas desde lejos, no tienen por qué correr... En cuanto a mí, ande yo caliente y ríase la gente, que bien que lleno yo mi estómago, sí, pero duermo como un machote, no como esas autoridades redondas y, como dice mi amo, ¡cobardes! 



Basten estos ejemplos para caracterizar a este Sancho que deambula por Manhattan y vayamos ahora con don Quijote, que en sus largos parlamentos tiende también a ser sentencioso, aunque deje a un lado lo popular. Si en Niebla decía Unamuno que «sólo está de veras cuerdo el que tiene conciencia de su locura», don Quijote , en su devenir por un Manhattan inundado, vuelve a reflexionar una y otra vez acerca de quiénes son los verdaderos locos: 
Confiemos, Sancho amigo, en estos indicios, que todo puede ser que estos canales nos lleven a buen puerto, que así como en un mundo de locos, el cuerdo es el más loco y todos los locos son cuerdos, en un mundo de mares bien podría ser que las aguas se volvieran espacios habitables. 
Las metáforas marinas envuelven a don Quijote y Sancho en los últimos capítulos, pero ahí, en la adversidad, es donde echa mano don Quijote del refranero náutico. La experiencia de navegar por las llanuras manchegas llegan también a los océanos: Ningún mar en calma hizo experto a un marinero.

—¡Ay, Sancho! ¡Mil veces, ay! ¿En qué momento nos hicimos merecedores de tan gran caída? En este justo lugar, ya antes de hoy, sentímonos deslizados en las aguas, pero lo que ahora es agua a punto de anegarnos, en aquel momento, eran manos que dócilmente nos desplazaban como dulces olas que, en la aurora apacible, mecen y arrullan al pescador en su barca. Dicen, Sancho, que ningún mar en calma hizo experto a un marinero. ¿Habremos de ser ya expertos marineros? Cargamos dentro toda una tempestad que nos llueve de afuera. Sí, acaso ahora seamos diestros hombres de mar, pero ¿dónde está la nave sobre la que podamos demostrar nuestra maestría, y surcar y domeñar los mares hasta que en buena hora bajen las aguas? 
Antes o después, las paremias en todas sus modalidades se hacen presentes en esta obra formando una rica colección, y no quiero cerrar el comentario sin resaltar dentro de los límites de la fina ironía, cuando no de la sátira social, la interpretación que de una de estas paremias muy populares hace la voz en off de una narradora del viaje virtual, que como en un moderno Clavileño, lleva a don Qujote y Sancho al espacio. 
Ahora contemplen esto otro. No ven nada. Es porque el ochenta por ciento del número observable de la materia oscura es invisible. No emite ni refleja luz. No desprende radiación. No se ve, pero está. Sabemos que existe porque porque tiene gravedad, una gravedad tan grande que con ella mueve los cúmulos galácticos. Por eso la materia oscura ha sido bautizada con el nombre de Fe, pues, aunque no podamos verla, mueve montañas. Así fue cómo se dijo una vez en la Tierra: La fe mueve montañas.

Comentario para el club de lectura La Acequia.

Referencias

  • Cantera Ortiz de Urbina, Jesús; Sevilla Muñoz, Julia y Sevilla Muñoz, Manuel (2005): Refranes, otras paremias y fraseologismos en Don Quijote de la Mancha. Edición de Wolfgang Mieder. Vermont: University of Vermont.
  • Cervantes, Miguel de (1605, 1615 = 2005): Don Quijote de la Mancha. Francisco Rico (ed.). Instituto Cervantes. [En línea]: (http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/default.htm), [consulta:20-12-2016].
  • Perezagua, Marina (2016): Don Quijote de Manhattan. (Testamento yankee). Barcelona: Los Libros del Lince.

5 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Como siempre interesante tu entrada y la relación que haces con los refranes que no han de faltar ni en Sancho ni en Don Quijote, aunque los dos anden y caminen por Manhattan y muchos siglos después porque "el que bien anda, bien acaba" y este refrán se me acaba de ocurrir o ¿también existe?

Besos

La seña Carmen dijo...

No me suena que esté en los refraneros, je, je, pero parece bien traído.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente entrada, Carmen. En efecto, uno de los logros de Cervantes fue hacer que el diálogo fuera acción y que la lengua fuera una fiesta en el Quijote. Llegar a él, como lo hace Marina Perezagua nos lleva también esa faceta, que vemos incluso en los juegos con el mundo anglosajón.
Otra cosa en la que tanto Marina como tú tenéis razón es en la fuerza creativa del imaginario popular que es capaz de sacar dichos, situaciones y refranes cervantinos que ni están ni se les espera. Ya sabes, ladran, pues cabalgamos...

Abejita de la Vega dijo...

Marina juega con el lenguaje y se ha estudiado bien los refranes, incluso con el Google. Tiene su mérito para una sevillana neoyorquina.

Muy buena entrada y lo que me he reído con lo de los curas...

Besos, Carmen. ¡Feliz Navidad otra vez!

Myriam dijo...

¡Muy interesante tu entrada, Carmen!.

Me has dejado pensando.

Saludos