miércoles, 9 de noviembre de 2016

Número 136. Niebla: hablar por hablar

En Niebla abundan los diálogos. De hecho Unamuno sigue el consejo que se da a sí mismo cuando Víctor Goti, su personaje prologuista, le expone a su amigo Augusto las teorías sobre la novela, que para que no lleve el diablo a nadie se convierten en nivola, y así todos contentos.
—Lo que hay es diálogo; sobre todo diálogo. La cosa es que los personajes hablen, que hablen mucho, aunque no digan nada.
Unamuno, como narrador, quiere aportar un punto de vista objetivo, no intervenir en la novela más que lo imprescindible. Los personajes son sus propios autores, no solo los protagonistas, van haciéndose a sí mismos a medida que avancen las páginas:
Mis personajes se irán haciendo según obren y hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá formando poco a poco. Y a las veces su carácter será el de no tenerlo. 
Como detalle al margen, no pasemos por alto en esta conversación en la que se define el nuevo —si es que lo es— género narrativo, la sutileza con la que Unamuno se refiere a Manuel Machado:
Pues le he oído contar a Manuel Machado, el poeta, el hermano de Antonio, que una vez le llevó a don Eduado Benot para leérselo un soneto que estaba en alejandrinos o en no sé qué otra forma heterodoxa. Se lo leyó y don Eduardo le dijo: «Pero ¡eso no es soneto!...» «No, señor —le contestó Machado— no es soneto, es sonite». Pues así es como mi novela no va a ser novela, sino..., ¿cómo dije?, navilo..., nebulo, no, no, nívola, eso, ¡nivola! Así nadie podrá decir que derogan las leyes de su género, invento el género, e inventar un género no es más que darle un nombre nuevo, y le doy las leyes que me place. ¡Y mucho diálogo!
Que no se líen los estudiantes que buscan claves en El rincón del vago acerca del nuevo género, don Miguel lo aclaró en el prólogo que escribió para la reedición de 1935:
Esta ocurrencia de llamarle nivola —ocurrencia que no es mía, como lo cuento en el texto— fue otra ingenua zorrería mía para intrigar a los críticos. Novela y tan novela como cualquiera otra que así sea. 
¡Qué juguetón era Unamuno! ¡Qué forma de envolver todo en la niebla!


escena oscura: silueta recortada en un fondo de luz tenue.

Pero a lo que íbamos íbamos, y queríamos hablar de los diálogos, los diálogos que van haciendo la novela, en los que a don Miguel no le duelen prendas a la hora de bajar a un registro coloquial en el que echa mano con presteza de modismos y expresiones que acercan texto y personajes a ese ámbito familiar que casi podemos tocar con la mano.

Bien calibradas y dosificadas estas piezas del lenguaje, nos van graduando las conversaciones, nos van introduciendo poco a poco en esa atmósfera de realismo, somos espectadores de primera fila.

Tómese, por ejemplo, el capítulo XIX, ese en el que la tía de Eugenia, doña Ermelinda, visita a Augusto con un recadito diplomático de parte de su sobrina. Al principio, el diálogo, reposado, transcurre con todos los rasgos de la formalidad que impone una visita de cortesía entre dos personas educadas:
Salió a recibirla y se encontró con doña Ermelinda, que al: «¿Usted por aquí?» de Augusto, contestó con un «¡Cómo no ha querido volver a vernos...!»
Más formal el tono de Augusto: «Usted comprende, señora...», más cómplice el de ella, «¿sabe usted?». Una vez declarado que su visita tiene un propósito específico, doña Ermelinda toma carrerilla, dándole pocas opciones a Augusto de interrumpirla.
Y me estuvo repitiendo su estribillo de que los hombres son ustedes unos brutos y nada más que unos brutos. Y ha estado estos días de morro, con  un humor de todos los diablos.
La conversación avanza envuelta en numerosas contradicciones, paradojas, juegos de palabras... 
—Y creo que no lo crea.
[...]
—Y la mejor diplomacia, señora, es no tenerla, y sobre todo conmigo...
Hasta que toda diplomacia y contención pasa a un segundo plano:
—¡Basta, señora, basta! Ahora parece que sin darse cuenta vuelven a ofenderme...—Será sin intención.—Hay ocasiones en que las peores ofensa son esas que se infligen sin intención, según se dice.—Pues no lo entiendo...—Y es, sin embargo, cosa muy clara. Una vez entré en una reunión y uno que allí había [...].

La conversación va subiendo de tono, el flemático Augusto parece realmente enfadado:
—¡No se exalte usted así,don Augusto...!
—¡Pues no he de exaltarme, señora, pues no he de exaltarme! ¿Es que esa... muchacha se va a burlar de mí y va a querer jugar conmigo? —y al decir esto se acordaba de Rosarito.
—¡Por Dios, don Augusto, por Dios...!
[...]
—¡No se exalte usted así!
Los personajes deben hablar y hablar, ese será su retrato y su mejor descripción.
foto de un perrillo



Comentario para el club de lectura La Acequia.

5 comentarios:

pancho dijo...

Cierto, esta manera de ir construyendo los personajes desde la nada es una técnica que Miguel de Unamuno domina a la perfección, de tanto usarla. También lo hizo con paisajes, y... Salamanca que la va haciendo suya, párrafo a párrafo, a medida que pasan los años.
Excelente, siempre nos vamos con algo valioso al pasar por aquí.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente. El diálogo es acción y la acción nos cuenta mucho de los personajes. Además dan vivacidad a una novela que trata de un asunto tan serio. Es parte del juego literario unamuniano que tan bien señalas. De hecho, hasta cuando escribe el prólogo y el postprólogo lo que tenemos son diálogos: diálogos con el lector, claro, más que exposiciones sesudas.

Ele Bergón dijo...

Como bien dice Pedro el diálogo en la novela es acción, movilidad y hace que su lectura sea ágil y esté exenta de pesadez, pero estos diálogos han de estar bien escritos y cargados de fuerza, sii además nos van mostrando la forma de ser y estar de los personajes: "miel sobre hojuelas". La he empezado a leer y no creo que tarde mucho en acabarla. Es una gozada.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Niebla es diálogo y monólogo. El problema existencial del ser humano podría ser un ladrillo, el diálogo lo aligera y le da vida. En realidad, la historia que se cuenta en Niebla es lo de menos. Unamuno lanza a sus personajes a la niebla de la existencia o de la no existencia.
Besos, Carmen.

Myriam dijo...

Hola, Carmen.

Por ahora, sólo dejar constancia de que he leído tus entradas sobre Niebla con muchísima atención. En particular esta, me parece excelente.

Acabo de reincorporarme de un largo viaje y ya llevo retraso.

Un abrazo