martes, 17 de noviembre de 2015

Número 95. El mudejarillo de Fontiveros

Confieso que esa comarca llamada la Moraña casi siempre la he atravesado para ir a otro sitio, otro sitio más alejado de la capital de España, Galicia, Valladolid, Salamanca..., salvo una vez, en la que unos amigos nos invitaron a pasar allí, en un pueblecito de esos con nombre de hidalgo, un sábado de diciembre:
—Por aquí, un poco más allá, está Fontiveros, el pueblo de san Juan de la Cruz— nos explicaron casi como atractivo turístico, y nuestros ojos se perdieron en la llanura sin llegar a atisbar si Fontiveros tenía algo más de cuatro casas y una iglesia con su torre.
Era un día en que lucía el sol pero soplaba un viento frío, un viento del norte que nos cortaba la respiración cuando intentamos dar un paseo a eso del mediodía. Pasado un tiempo prudencial volvimos sobre nuestros pasos al abrigo de la chimenea encendida y el cocido preparado por nuestros amigos.


Galeras (remolques) en un pueblo de la Moraña

—¿Y en este pueblo qué puede hacerse?

Podíamos charlar, tomar alguno de esos gin tónics tan de moda preparados por el especialista del grupo, que se había surtido convenientemente en una gasolinera del camino, y podíamos dejar pasar tranquilamente la tarde.

—Y cuando los amigos se marchen ¿qué se puede hacer?

Sin duda siempre se podrá releer a san Juan de la Cruz, allí, en su tierra, en medio de aquel páramo, tan áspero que hasta da miedo.
Detente, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.
Se puede leer a san Juan o se puede leer esa deliciosa novela de Jiménez Lozano, El mudejarillo, y allí, al abrigo de la lumbre, recrear paisajes, ambientes, pueblos y villas, y dejarse llevar, como si la soledad fuera de los muros no existiera, y hubiéramos vuelto a 1500 y visitaran el pueblo gente importante, y pobres viudas recorrieran las cunetas al rayar el día para recoger lo que la Naturaleza quisiera darles para engordar el puchero. Entonces todavía podría oírse el ruido del telar.

Cuando marchan a Arévalo y al niño le preguntan que cómo es su pueblo, el niño contesta que un pueblo, pero que está lleno de cosas. Y aquí Jiménez Lozano nos sorprende por primera vez, habrá otras, con una enumeración de cosas capaces sin solución de continuidad de llenar de prosa poética todo un capítulo: ¡el poder evocador de las palabras!
... y tenía la torre y la iglesia, las campanas y la cigüeña, la plaza y las calles, los palacios, las casas y las nagüelas; los corrales, los cobertizos, los establos, los zaguanes, los portales, las puertas, los portones, las portadas, las puertas traseras, los portillos, las portezuelas, los canceles, las ventanas, las claraboyas, las gateras, los miradores, las celosías...
y así hasta llenar más de dos páginas.


puerta partida en casa de la Moraña



—¿Y cómo va a haber tantas cosas en tu pueblo si es más pequeño que Arévalo?
Inevitable acordarse de otro pueblo que describió como nadie Delibes, tan cercano en todo a Jiménez Lozano: 
Y empecé a darme cuenta, entonces, de que ser de pueblo era un don de Dios y que ser de ciudad era un poco como ser inclusero y que los tesos y el nido de la cigüeña y los chopos y el riachuelo y el soto era siempre los mismos... (Miguel Delibes: Viejas historias de Castilla la Vieja).
Contribución a la lectura colectiva de El mudejarillo en el club de lectura La Acequia.

5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué maravilloso texto, Carmen. En efecto: estos pueblos están llenos de todo. Solo hay que saber mirarlos con ojos distintos a los que miran lo evidente. Gracias.

Ele Bergón dijo...

De todos los capítulos del libro El mudejarillo, creo que este del pueblo de Fontiveros es el que más me ha gustado y más me ha llegado. Será que cómo tú, soy de pueblo y pueblo castellano. Estoy con Pedro, he disfrutado mucho leyendo tu hermoso texto.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Mira por donde yo me preguntaba cómo sería Fontiveros. Conocí Arevalo en una excursión a "Las edades del hombre", el "Credo" aquel. Me imagino a Fontiveros como un Arevalito. Lugar ideal para leer a San Juan de la Cruz o a Jiménez Lozano. ¿Cómo cabe tanto en un pueblito? Esa sería nuestra pregunta. Y contestaríamos con una enumeración larga, larga. Un placer visitarte.

Besos, Carmen.

La seña Carmen dijo...

Vamos a tener que programar una excursión a Fontiveros a ver si en verdad tiene todas esas cosas :-).

andandos dijo...

Tengo un amigo que se crió en un pueblo, como yo, aunque ahora vivo en uno más grande, que dice que de lo que era gratis tenían de todo. Me ha gustado, quizás por su aparente sencillez, lo que has escrito. Un cordial saludo.