sábado, 11 de abril de 2020

Núm. 225. Domingo de Ramos, el que no estrena...

Me preguntan unos amigos por el origen del refrán Domingo de Ramos, el que no estrena nada se queda sin manos, y aunque mi primera respuesta es un poco intuitiva, me pongo a buscar ese principio de las cosas, es decir, cuándo empezó a popularizarse y por qué este refrán es harto conocido y citado en España.

Ventana con un ramo de romero

El refrán en el siglo XXI

Empezaré diciendo que este año, y, a lo mejor por lo extraordinario del confinamiento que nos ha llevado a todos a pensar más en lo que echamos en falta de otros años, al menos más de media docena de menciones en mi entorno de las redes sociales he constatado, y posiblemente se me hayan despistado algunas más. Creo que ninguna de estas menciones coincidió en la forma de enunciar el refrán, y he aquí la primera característica, su escasa fijación:
  • Domingo de Ramos. Si no estrenas algo, se te caen las manos.
  • Quién no se estrena nada el Domingo de Ramos, ni tiene pies, ni tiene manos.
  • Quien no estrena algo el Domingo de Ramos no tiene pies ni manos.
  • Domingo de Ramos, el que no estrena se queda sin manos.
  • Domingo de Ramos, si no estrenas nada te cortan las manos.
  • El Domingo de Ramos, el que no estrena algo no tiene manos.
  • Domingo de Ramos, el que no estrena nada no tiene manos.
  • Domingo de Ramos (domingo en el que aquel que no estrena algo se queda sin manos).
En casi todos los comentarios hay alusiones al entorno familiar más cercano, que es donde la gente ha aprendido el refrán, y por ello, no quiero privarme yo de añadir la forma que aprendí de mi madre: El Domingo de Ramos quien no estrena no saca manos, y confieso que ese saca fue para mí siempre bastante enigmático.

Tampoco faltan los comentarios acerca de que lo que se estrenaba solía ser alguna prenda interior, un pañuelo o unos simples calcetines, porque salvo excepciones la economía familiar no permitía mayores dispendios. No obstante, entre el Domingo de Ramos y el Día de la Pascua, solían estrenar los niños y niñas de la burguesía sus trajecitos de primavera, livianos y a veces insuficientes para abrigar sus tiernas carnes.

A riesgo de empezar la casa por el tejado, empezaré con una cita literaria bastante actual, que ilustra bien el punto anterior: 

Domingo de Ramos, al que no estrena se le caen las manos. Después de dos años de sequía, tantos radiantes días de sol en cielos tan azules como recién pintados, la mañana prometía más tristeza que lluvia. Hacía frío. Los niños que habían cumplido con la tradición caminaban encogidos, tiritando en sus primaverales calcetines de hilo, faldas livianas y pantalones cortos que parecían desgajarlos del invierno por el que transitaban los adultos, gabardinas, sombreros, guantes a los que se aferraban las manos desnudas de los niños vestidos de verano. Para equilibrar su desgracia, en la otra mano llevaban palmas labradas de flores, moñas y cintas de colores, el modelo que había inspirado la miniatura que Benigna me había encajado en el bolsillo de la americana. Niños más desgraciados, mejor abrigados porque no tenían nada que estrenar, las miraban con envidia (Almudena Grandes: Los pacientes del doctor García, 2017: 15).

El subrayado es mío para mostrar otra variante más de las que nos iremos encontrando.

El refrán en el siglo XIX 

 

Ahora, tratemos de buscar el principio. La intuición me lleva al siglo XIX y a las incipientes costumbres de la burguesía, y si bien, no encuentro ningún testimonio en los corpus que me lleve a un registro anterior, en la prensa del XIX hay numerosos, algunos de ellos nos indican que el refrán contaba ya con una cierta veteranía. También, estos testimonios nos contestan a la pregunta de que la obligación de estrenar no se circunscribía a un sexo, el femenino, o una edad, los niños, ya que, a ser posible, estrenaba todo el mundo.

Veamos lo que decía Larra, el Pobrecito Hablador, en la década de los años treinta sobre la ya vieja costumbre de estrenar:
Así como tengo aquel sobrino de quien hablé en mi cuarto número [...] Este era hijo de una mi hermana, la cual había recibido aquella educación que se daba en España, no hace ningún siglo; es decir, que en casa se rezaba diariamente el Rosario, se leía la vida del Santo, se oía Misa todos los días, se trabajaba los de labor, se paseaba solo las tardes de los de guardar, se velaba hasta las diez, se estrenaba vestido el domingo de Ramos, se cuidaba de que no anduviesen las niñas balconeando, y andaba siempre señor padre, que entonces no se llamaba papá, con la mano mas besada que reliquia vieja [...] (El Pobrecito hablador. Madrid. 11/1832, n.º 7, página 10).
No hace Larra ninguna alusión al refrán, pero sí a la costumbre incardinada dentro de otras, casi como una más de las prácticas religiosas.  

Tendremos que esperar a mediados de siglo, para encontrar la paremia dentro un largo poema, en el que un padre se queja de lo costosa para la economía familiar que resulta esta tradición. Se trata de Francisco Flores Arenas, de la Real Academia Gaditana de Ciencias y Letras, publicado en 1878, pero fechado en 1855:
Sabed que es vulgaridad,
tan nociva como vieja,
suponer que este domingo,
(el de Ramos por más señas)
o no habéis de tener manos,
o algo hay que estrenar por fuerza.

Este adagio maldecido
más dañoso que saeta,
más calamidad que el cólera,
más atroz que hambre y que guerra,
no le inventó ningún hombre,
ni se impuso a Adán y Eva,
que ese debió ser invento
de modistas o bateras
para hacer en tiempo santo
de sus almacenes feria.

Aunque Flores Arena avanza la pista, que tendría éxito más tarde, de que el refrán fue promovido por el gremio de sastres y modistas, su visión misógina, centrada en las mujeres solteras, no debe confundirnos. Otros testimonios nos hablan de que los hombres también estrenaban, y que les producía una cierta desazón no poder hacerlo. Añadamos algún testimonio de la segunda mitad del siglo.
Debo decir con verdad, que soy muy aficionado á las artes y á la magnificencia de los espectáculos, cosas ambas dignas de admirarse en estos dias; pero debo añadir que soy mucho mas aficionado á admirar ese cuadro animado que ofrece una población numerosa en los dias de bullicio y de alegría general. Parece que nadie tiene penas, que nadie siente fatigas ni padece necesidades: todavía, y á pesar de mis años y de algunas canas indiscretas que me venden, al ver tanto chico alegre y juguetón correr á tomar buen puesto en las calles de la carrera por donde pasan las procesiones, me acuerdo de lo ufano que salia yo el domingo de Ramos estrenando mi trajecito, y de los malos ratos que me daban los sastres cuando me dejaban á la luna de Valencia: tanta fé tenia en aquello de «Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene manos.» (El Contemporáneo. 13/4/1865, n.º 1.317, página 3).
A más de uno le extraña que siendo el Domingo de Ramos el primer día de la Semana de Pasión, la gente muestre esta alegría y esté dispuesta a estrenar y lanzarse a las calles con sus trajes nuevos. El autor del párrafo anterior ya nos aclara que así es, que el Domingo de Ramos, día de alegría, constituye un paréntesis entre la Cuaresma, con sus rigores, y la propia Semana Santa, tiempo de recogimiento y penitencia. 

No faltan las burlas ni el humor negro, a cuenta de aquellos que se sobrepasan a la hora de seguir la tradición, como ocurre en estas anécdotas de El Mundo Cómico:
A la mañana siguiente vuelve á examinar la levita, que desde la víspera no ha cambiado en nada. Cada vez le gusta más, y vuelve á guardarla diciendo: «La estrenaré el domingo; bien dice el refrán: el que no estrena el domingo de Ramos...» Al otro día Juan visita nuevamente su prenda (la cual, entre paréntesis, tampoco ha variado ni de esencia ni de forma), y al depositarla en el baúl con Igual cuidado que si se tratara del licenciado Vidriera, murmura: «¡Buena prenda está! El domingo me luzco.» (13/4/1873, página 3).
Alegoría del domingo de Ramos. Un marido sorprende á su esposa, en el momento de recibir un ramo, de manos de un primo suyo. El marido, que acaba de comprar un bastón, le da tres palos al primo, y exclama al mismo tiempo: domingo de Ramos, ¡el que no estrena no tiene manos! (21/3/1880, página 3).
¿A qué se refiere ese «no tener manos» de la formulación primera del refrán. Sin lugar a dudas a que si no se tienen manos propias para proporcionárselos, al menos se han de tener los recursos para que otros las procuren. Así se recoge en una de las supersticiones populares recogidas en La América (8/6/1883, página 15):
207. El domingo de Ramos es un día en que, forzosamente, debe estrenarse alguna prenda: el que no estrena nada es que no sabe ganarse la vida. II Fras. pop. Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos.
 Machado Álvarez lo incluye asimismo en su Folk-lore español: Biblioteca de las tradiciones españolas (1887):
El que no estrena una prenda el Domingo de Ramos no es busca-vidas (agencioso, trabajador). Refrán: En Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene manos.
Ya se ha dicho que no era solo cuestión de mujeres jóvenes el estrenar en dicho día. Los niños también estrenaban y recibían además algún regalo de los abuelos, aunque tampoco faltaban los rigores de los castigos, dado el sacrificio que suponía para las familias.
Supongo que todos vosotros habréis recordado á vuestras familias que en el Domingo de Ramos, el que no estrena se queda sin manos; pues sabiendo el cariño que os profesan, no han de querer veros mancos, aunque hayan de hacer el sacrificio de compraros un traje ó un juguete. Pero esta petición debe hacerse sin gran carácter de exigencia, pues también hay padres que podrían contestar: —Nada más justo; y á fin de que no perdáis vuestras manos, vais a estrenar... unas hermosas disciplinas que acabo de adquirir (El Mundo de los Niños, 30/3/1887, página 2).
Podemos encontrar también usos metafóricos del refrán como en esa primavera que eclosiona: «Hasta la naturaleza ha estrenado las galas que le prestan las nuevas florecillas, primeros destellos de la primavera que comienza», leemos en El Heraldo de Madrid (26/3/1893, página 1). Tampoco faltan las alusiones políticas, a la hora de estrenar cargos, o los recuerdos y alusiones cuando se vuelve a estrenar para las fiestas del pueblo:
El paseo en la Alameda ha excedido á nuestras esperanzas, y eso que teníamos muchas.Se dice que la que no estrena el domingo de Ramos no tiene manos; pues bien, aquí el día de la Peregrina estrena hasta las que carecen de ellas. (La Correspondencia de España. nº 8.913, página 1).
También encontramos otra curiosa creencia relacionada con el Domingo de Ramos y el destino de las solteras:
La moza soltera que el domingo de Ramos no estrena alguna prenda, no se casa en todo aquel año. (Luis Giner Arrbau, La América.  13/7/1885, página 13). 
Cuando nos acercamos al fin de siglo, la idea de que la tradición fue inventada por modistas y sastres se va afianzando, entre bromas y veras. De que el estreno hacía mella en el patrimonio familiar no cabe duda:
DOMINGO DE RAMOS «El que no estrena no tiene manos.» Pocos serán los que desdeñen esta máxima, que se atribuye á un sastre de la Edad Media, casado con una modista. En Madrid, sobre todo, la gente quiere estrenar el Domingo do Ramos, y esta capricho inocente produce hondas perturbaciones en el seno de las familias (El Imparcial. 26/3/1893, página 1). 

El refrán en el siglo XX

Ramo de romero con rosquillas y golosinas

 

Doblar la esquina del siglo y adentrarnos en la evolución de este refrán por España y cómo han ido surgiendo las distintas variantes, sería, sin duda, la simiente de un trabajo exhaustivo, en el que no voy a entrar.

Finalizaré con dos notas, para lo que puedan valer:

La primera es que Rodríguez Marín en su Más de 21000 refranes... (p. 136) lo recoge en la forma siguiente:
Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos
 y a continuación añade una pequeña explicación:
No las ha tenido para trabajar con que gane ropas que estrene en día señalado.
La idea de que no se tienen manos porque no se ha sido capaz de ganar para el vestido nuevo sigue vigente, lejos de las interpretaciones que hoy podemos encontrar.

La segunda es que ni la costumbre de estrenar el Domingo de Ramos, ni la paremia aneja, parece que saltaron a América, por lo que debemos considerarla una paremia española. No obstante, para todo hay excepciones, y en Puerto Rico sí que parece que existía la costumbre, al menos en el pasado (Díaz Rivera, 1994):  

El Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene manos
La intención de este refrán es indicar que para lucir algo nuevo en un día festivo, es preciso hacer la diligencia por medio del trabajo para conseguirlo.

En el pasado las mujeres en Puerto Rico acostumbraban lucir algo nuevo en el vestir para ir a la iglesia el Domingo de Ramos.

Bibliografía

  • díaz Rivera, María Luisa (1994): Refranes más usados en Puerto Rico. 2.ª ed. Universidad de Puerto Rico. Vista previa disponible en Google Books, [consulta. 10-4-2020].
  • Rodríguez Marín, Francisco (1926) Más de 21.000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del Maestro Gonzalo Correas: allególos de la tradición oral y de sus lecturas durante más de medio siglo: (1871-1926). Ed. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.

6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Recuerdo que mi madre siempre procuraba comprarnos la ropa de verano por esta época, para anticiparse a la temporada, ahorrar el gasto inútil y dejarnos seguir con manos... Aunque fuera un par de calcetines si la cosa venía mal económicamente. Creo recordar que casi siempre fueron unos zapatos de verano que, durante unos meses, se convertían en los zapatos de los domingos. ¿Te acuerdas de cuando había ropa de domingo?

La seña Carmen dijo...

Y no era el chándal.

Es más, yo he conocido el vestido de las fiestas grandes, el que se estrenaba en el año, y el vestido de las segundas fiestas, normalmente estrenado el año anterior, que tardaba un año, y si era preciso se sacaba la lorza, en convertirse en vestido de diario.

De uno de los textos que he copiado, me gusta la palabra batera, porque una bata era un vestido de diario, y no siempre se estrenaba bata.

Isabel Hoyos dijo...

Estupeda nota. Cuando yo era pequeña (años setenta), mi abuela y mi bisabuela (de Madrid y San Lorenzo del Escorial, respectivamente) decían: "En Domingo de Ramos, al que no estrena nada, se le caen las manos". Y siempre caía algún regalito para que estrenara algo.
Saludos,
Isabel

La seña Carmen dijo...

Comentario de Montse Román en Twitter:

¡Muy interesante! Mi madre decía: «Domingo de Ramos, si no estrenas nada, te cortan las manos» (versión palentina, no burgalesa). Siempre caía algo: un pañuelo, unos calcetines... Y un año, unos zapatos rojos. Los más bonitos que he tenido nunca.

Abejita de la Vega dijo...

Quien no estrena el Domingo de Ramos ni tiene pies ni tiene manos. Siempre conocí el refrán pero no me paré a analizar su trasfondo. Me parece acertado que lo promoviera el gremio de sastres y modistas, tan necesitado de trabajo en un tiempo en que la ropa duraba mucho. "Este traje le enterrará a usted" aseguraba un sastre como propaganda para su mercancía.

Duraba y la hacían durar, recuerda los desvelos de la galdosiana Isabel Cordero: "Tú no sabes lo que es vestir siete hijas. Los varones, con los desechos de la ropa de su padre que yo les arreglo, van tirando. ¡Pero las niñas!... ¡Y con estas modas de ahora y este suponer!... ¿Viste la pieza de merino azul?, pues no fue bastante y tuve que traer diez varas más. ¡Nada te quiero decir del ramo de zapatos! Gracias que dentro de casa la que se me ponga otro calzado que no sea las alpargatitas de cáñamo, ya me tiene hecha una leona".

El Domingo de Ramos siempre se llevaba algo nuevo porque había que salir a lucir el ramito de palma rizada, adornada de rosquillas de caramelo. Calcetines nuevos o zapatos nuevos, sí, eso era lo más habitual. En Burgos no gastábamos bromas con el frío,llevábamos el abrigo y el vestido del invierno. Lo que sí recuerdo es el vestido de los domingos, para el buen tiempo. Ir de blanco era ir de domingo, recuerdo aquellos vestiditos blancos con cinta de terciopelo a la cintura, sandalias o zapatos blancos con calcetines por supuesto blancos, El blanco era un lujo en el tiempo en que no habían aparecido las lavadoras automáticas. Mirábamos con desprecio a los niños de los turistas franceses con chándal y calcetines oscuros, nos parecían niños ricos vestidos de pobres.

Tu entrada es muy interesante y me ha llevado a aquel tiempo de zapatitos blancos.

Besos, Carmen.

Unknown dijo...

Por domingo de ramos se ve la primavera cerca. Os acordáis de aquello de "Ya es primavera en el Corte Inglés"?. Quién sería aquel ingenioso sastre o zapatero que se adelantó a su tiempo inventando la publicidad.

un abrazo.

el del alfoz de Roa