domingo, 28 de julio de 2019

Núm. 210. Cajón de sastre burgalés


En el cuarto de estar de casa de mis padres en Madrid estuvo colgada desde siempre una estampa con una vista de Burgos. Enmarcada en blanco y negro, hacía juego con el sencillo mueble bar de formica y los sillones de mimbre. Mi madre me explicaba que las casas del otro lado del río eran las de La Isla, hermoso y señorial paseo arbolado por el que sí que pasaban coches, al contrario que por El Espolón, mejor paseo aún de tupido techo vegetal que en verano protegía a los burgaleses de las inclemencias del sol. Mi padre siempre estuvo enamorado de aquel paseo, para él el mejor paseo de España, y yo me conformaba con mirar el cuadro con aquella vista que tanto difería de las que yo estaba acostumbrada a ver en Madrid. A pesar de que mi padre era muy aficionado también al Paseo del Prado, nada tenían que ver aquellas dos lugares de recreo, Burgos era otra cosa.

Vista coloreada de Burgos, el paseo de La Isla, la catedral y al fondo el castillo Isa, la e
 

En un capítulo de sus Memorias, María Cruz Ebro (1881-1967) recuerda, con cierta humildad, que su madre decía que lo que escribía su hija era «un cajón de sastre». No le faltaba razón a la madre de María Cruz, a pesar de ello las Memorias de una burgalesa resultan una lectura obligada para los que de una forma o de otra nos interesamos por la llamada Cabeza de Castilla.

Memorias imprescindibles pobladas de gente bien en un batiburrillo de condeses, marqueses, militares con graduación, militares con altísima graduación, señoritas que se casan con los anteriores después de haber pasado por las Francesas, prelados purpurados, algún seminarista que alcanzaría fama después, la infanta Isabel, los reyes de España, el zar de todas las Rusias y hasta el archipámpano de las Indias parecen darse cita en El Espolón bajo el conjuro de esta burgalesa de pura cepa que quiso dejar constancia por escrito de una época. ¿Lo consiguió?

Vista la obra desde el siglo XXI, sin lugar a dudas se nos muestra como una obra podada, porque en ella falta una parte importante del Burgos de la primera mitad del siglo XX, falta el pueblo llano que solo se asoma con timidez a alguna que otra fiesta popular o para vender cualquier cosilla sin importancia. Los artesanos, los comerciantes, la gente del pueblo, incluso los oficinistas aparecen en la obra solo de forma excepcional. Tras la lectura nos queda la sensación de estar ante el viejo Burgos de curas y militares que nos han querido mostrar toda la vida 

Puede que lo mejor del libro sea la figura de su autora, una chica que quiso ser revolucionaria sin serlo, que quiso salirse del guión, que se mantuvo soltera, que ganó un campeonato local de tenis ataviada con una vestimenta que casi nos hace sudar al leer su descripción. Una chica que hizo alguna colaboración en el Diario de Burgos donde al parecer compartió pupitre con María Teresa León, sin embargo, esta solo aparece mencionada una vez y completamente disimulada en el reparto de una función patriótica, ni media línea personal dedicada a ella. 

La memoria de Ebro llega hasta 1931, aunque mejor sería decir que se detiene en ese momento. Es de suponer que no quiso trasponer esa fecha crucial para la vida española del siglo XX, mejor pararse justo a tiempo, coincidiendo con la salida de Alfonso XIII de España que no meterse en jardines, sobre todo si se tiene en cuenta que el libro se va a publicar en 1952, en pleno régimen franquista. 

Bastante antes, en 1931, precisamente cuando terminan sus memorias, la señorita Ebro había dado a la estampa una novela que fue recibida con discreción pero con ciertos elogios por parte de la crítica. La desconocida escribía bien. De ella decía un crítico en 1932:  

Un pecadillo de amor tiene capítulos muy bellos, llenos de colorido y aroma a provincianos, tan bien escritos, tan logrados que otorgan categoría a la pluma que los escribió.
Los personajes secundarios están sobriamente trazados y son quizás lo mejor de la novela (Luz, Diario de la República, 28 de marzo de 1932).
La desconocida escritora prometía, a pesar de los defectos —exceso de accesorios y de datos históricos—, pero la historia contada, los amores entre una joven y un sacerdote eran impensables en una sociedad cerrada como la burgalesa, así que la novela fue censurada y retirada de las librerías. Hoy es dificilísimo conseguir un ejemplar. 

Años después, en una España diferente, pero posiblemente en un Burgos muy similar, la señorita Ebro, con ya suficiente edad para tener memoria, metía en una serie de capítulos aquellos datos que guardaba en alguna parte de su archivo, y publicó con todos los parabienes Memorias de una burgalesa (1881-1931), libro de obligada lectura, pero de poco provecho para conocer aquel Burgos que fue. 

María Cruz Ebro ha pasado a la historia como una mujer avanzada y feminista. Desconozco si creó escuela en Burgos o simplemente fue una mera anécdota, pero sí que pasó a la memoria colectiva rodeada de su punto de leyenda como mujer rebelde y nada convencional. 

 

 

2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Anoto el nombre y voy al enlace.
Una de las cosas que siempre me pasan al mirar esa vista de Burgos es pensar que el tiempo no pasa por allí. Para bien y para mal, que de todo hay.

Abejita de la Vega dijo...

Así es, conozco el libro, una pintura animada y viva del Burgos de la primera mitad del XX, una ciudad donde el pueblo llano, la sufrida mayoría, no tenía ninguna importancia, era la comparsa que provocaba, de vez en cuando, la risa de los señoritos y señoritas. Las memorias de una niña bien rebelde dentro de un orden, sin pasarse. En Burgos, por poner un ejemplo, ya nadie se acuerda de las coplas de la Bruna y su marido ciego que la pegaba por más que se escondiera, ponía pimienta en la lumbre...Mi abuela me lo contó igual igual. Qué risa por Dios.

Esa imagen antigua de Burgos es muy interesante, perfectamente reconocible, aunque se echa en falta el Palacio de Justicia. Los paseos de Burgos, qué sería de Burgos sin árboles, sin río que nos peine con raya en medio.

Un placer leer tu entrada y visitar el enlace con un libro curioso para quien siente curiosidad por la cabeza de Castilla.

Besos