miércoles, 1 de mayo de 2019

Número 208. Releyendo Tea Rooms (y III). La Red de San Luis

En el edificio que en la Red de San Luis ocupa hoy un McDonald's, en otro tiempo hubo una joyería. Muy probablemente las empleadas de este establecimiento de comida rápida se enfrenten en la actualidad a parecidas apreturas que las empleadas de aquel salón de té de los años 30. 

Parasol modernista de McDonald's en la Red de San Luis

Marta ha sido la última chica en entrar en la pastelería. El «ogro», que a veces presenta rasgos humanos y no quiere cargos de conciencia, ha tenido a bien atender sus súplicas: 
Venga usted mañana. Hala. 

A Marta, Antonia le guarda cada mañana un botellín de leche y algo de la mercancía deteriorada del día anterior, para que desayune; pero aun así, Marta pasa hambre y llega al trabajo cansada. Marta vive lejos, en la calle Cartagena, allá en La Guindalera, cinco céntimos cuesta el billete de tranvía que la acerca a la Red de San Luis desde su barrio, pero Marta no puede permitírselo. Tan solo cinco céntimos de ida, y otros cinco de vuelta, pero los cinco, los diez céntimos son necesarios en casa. 

Hoy hay quien considera a La Guindalera un barrio de ricos, no en vano es vecino del distinguido barrio de Salamanca, pero donde hoy podemos ver bloques de viviendas de clase media, en otro tiempo se levantaron modestas casas de ladrillo donde los obreros, en el límite de la ciudad, vivían con sus numerosas familias. El barrio de Marta y el de Matilde, más allá de los Cuatro Caminos, son barrios muy similares. Las chicas intercambian experiencias. Hay señoras que ayudan a las jóvenes descarriadas que han tenido la mala suerte de traer a este mundo hijos sin padre, pero se lo retiran en cuanto ven cualquier desviación de la práctica religiosa. ¡Ay!

Un día, Marta no puede resistir la tentación de guardarse disimuladamente una peseta que se ha encontrado al limpiar: Una peseta, diez viajes Red de San Luis-La Guindalera asegurados, y otros diez de vuelta:
Una peseta se extravía muy fácilmente. También puede ocurrir que se dé por equivocación a algún cliente en el cambio. Hay muchas maneras de justificar una peseta.
Y tras una peseta viene otra:
Primero hubo para viajes en tranvía; después, para medias; en lo sucesivo habrá para vestidos, y con paciencia, hasta para un bolsillo «moderno».
 Marta justifica su acción de una forma básica:
Más nos roban «ellos» a nosotras. Ya que una trabaja, al menos tiene derecho a ir vestida, Con lo que se gana ni para alpargatas.
Sin embargo, los pequeños hurtos de Marta no han pasado tan desapercibidos como ella creía y termina en la calle.
Después de salir de aquí por lo que salió, ¿cómo iba a encontrar dónde trabajar, según está todo y sin un certificado de buena conducta? Son cosas que se ven todos los días; pero que, viéndolas tan de cerca, siempre la sorprenden a una un poco.  
Cosas que se ven todos los días. Tea Rooms nos deja un buen broche de situaciones, de personajes, de problemas cotidianos, vistos desde el mostrador e una pastelería. Cada compañeroa y su circunstancia, y cada cliente con la suya, esta más adivinada que expuesta, pero ninguna escapa a la observación de Matilde-Luisa que va reflexionando sobre ellas y sacando sus propias conclusiones.

Marta ha terminado de entretenida de un ingeniero alemán. Aparentemente le va bien, ha engordado, va bien vestida, no le faltan veinte duros en el bolsillo, sin embargo, Matilde no la envidia. Matilde tiene otros planes, tampoco quiere caer en un matrimonio anodino, aunque cómodo, tal como le aconseja Antonia: 
Ahora ante la mujer se abre un nuevo camino...
Este camino nuevo dentro del hambre y del caos actuales, es la lucha consciente por la emancipación proletaria mundial.
Pintada "Te quiero libre" y el símbolo femenino. Al pie de la pared unas florecillas rojas en parterre contrastan con el blanco del muro.emenino !ng

Matilde-Luisa está convencida de que la emancipación de la mujer nueva vendrá de la mano de la cultura y la fraternidad; pero mientras tanto...
 
Diez horas, cansancio, tres pesetas.
Tres pesetas al día, diez céntimos en el bolso y la decisión de coger el tranvía de vuelta a casa o comprarse un buñuelo para compensar las patatas viudas del mediodía. 

Comentario para el club de lectura La Acequia

2 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Ahí estoy, queriendo conocer a Antonia, a la pequeña Marta, a Paca y en especial a la del
"espíritu revoltoso" de Matilde. Pero eso será cuando termine " La Semana Santa de Gumiel de Izán", de Pedro Ontoria Oquillas y María del Carmen Ugarte García.


Besos

Sor Austringiliana dijo...

Una obra que no ha perdido vigencia. La mujer nueva que soñó Luisa Carnés es la lucha de millones de mujeres en el mundo. Y el hombre nuevo... Y la clase obrera.
Besos Carmen. 😊