martes, 20 de octubre de 2015

Número 93. Novelas ejemplares: Una digresión y algunos refranes más

Leyendo los comentarios de Gelu sobre El licenciado Vidriera se nos aparece el monte Testacho, con el que Vidriera se compara cuando unos muchachos le tiran piedras y tejos:
¿Qué me queréis, muchachos, porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas? ¿Soy yo, por ventura, el monte Testacho de Roma, para que me tiréis tantos tiestos y tejas?
El lector de hoy, si está manejando una edición sin notas, siempre podrá acercarse a la Wikipedia para informarse sobre ese monte, pero esta lectora curiosa del lenguaje popular se pregunta en el blog de Gelu ¿cómo de popular sería el monte Testacho entre los españoles de la época de Cervantes y cómo sería entendida aquella metáfora?

Gelu no duda en contestar que desde antiguo la gente sabía que el aceite de la Bética salía en ánforas hacia Italia, y que con los restos de aquellas ánforas se fue formando el citado monte, luego sí debía ser conocido por los lectores de las Novelas ejemplares.

Pero mi curiosidad va más allá, así que decido indagar en los corpus a ver si alguien más, aparte de Cervantes, utilizó el monte Testaccio en sus escritos, y solo encuentro citas y referencias arqueológicas muy bien documentadas. 



También lo encontramos en poesías cultas que describen lejanos lugares con reminiscencias clásicas, como en esta de Cristóbal de Mesa (1607) perteneciente a La Restauración de España:
Junto al monte Testacho que está lleno.
De los cascos de cántaros y barros,
Se mira un espacioso prado ameno,
Donde mostraban con ligeros carros:
Al pueblo el espectáculo más bueno
De los juegos olímpicos bizarros,
De la inmensa Pirámide el altura
Mira de Cestio la antigua sepultura.
Un posible indicio de su popularidad podemos encontrarlo también en uno de los cuentos (1594) recogidos por Juan de Arguijo (1567-1622), sin duda con mayor difusión que los poemas eruditos, donde lo menciona en los siguientes términos:
Por aquí decía él que entendía lo que Dios mandó a Josué: que habiendo rendido unas ciudades de enemigos, quemase cuanto en ellas hallase, haciendo de todo ello un monte Testacho, et erit tibi in tumulum sempitermum [sic].[1]
Admitamos la popularidad de la singularidad del monte romano y pasemos a mirar en las aventuras del alférez Campuzano en El casamiento engañoso.
Pensóse don Simueque que me engañaba con su hija la tuerta, y por el Dío, contrecho soy de un lado
Con este refrán resume el soldado las vicisitudes de su casamiento, donde si él fue engañado, ella también lo fue. Un juego entre pillos en el que el hombre, que es al que conocemos, termina falto del poco dinero que tenía y con la salud arruinada. Así describe su situación tras el casamiento Campuzano al licenciado Peralta: 
—No sabré decir si fue por amores —respondió el alférez— aunque sabré afirmar que fue por dolores, pues de mi casamiento, o cansamiento, saqué tantos en el cuerpo y en el alma, que los del cuerpo, para entretenerlos, me cuestan cuarenta sudores, y los del alma no hallo remedio para aliviarlos siquiera. 
Los juegos de palabras con los que Campuzano explica su situación responden a un afirmación previa de Peralta en la que declara que los casamientos por amores «traen aparejada la ejecución del arrepentimiento».

No debemos olvidar que los casamientos en la época se hacían mayormente por interés y concertados por los padres.

El refrán con el que hemos abierto el comentario es un refrán con reminiscencias sefardíes que debe ser entendido en el marco de los casamientos concertados en los que han intervenido distintas personas. Es un refrán muy conocido en la época, aunque el nombre del protagonista varía según el autor que lo haya recopilado: Bargas, Zancas... Simueque, que solo aparece en Cervantes, es nombre inventado que remite a la condición judía de los protagonistas del cuento.


canecillo románico formado por una pareja que entrelaza las manos

El cuento corría de boca en boca, pero también pasaba a los distintos tratados. Veamos lo que dice en su Philosophia vulgar Juan de Mal Lara, donde lo recoge bajo la forma de dialogismo:
¿Piensa don Braga que con su hija tuerta me engaña? 
Pues para el dió, hermano, que soy contrecho de un lado.
Este refrán es de gran sentencia y de cosas que cada día acontescen, principalmente quando en los casamientos, que son negocios de mucha verdad, se trata engaño, como se vio en estos dos judíos (que avrá cien años que serían), y casando el don Braga su hija con otro de su jaez, siendo tuerta, la vendió por derecha, y el desposado vínolo a saber (que no falta en estas cosas quien lo descubre) y el dixo al que le traía las nuevas cómo pensavan de engañarlo por la moça, que era tuerta, respondiendo mansamente: Pues para el Dió, hermano, que soy contrecho de un lado. «Calla tú, que poco nos llevamos». Assí, quando les fueron a tomar las manos, la moça tenía una manera buena de encubrir el ojo con la vergüença y exercicio que no faltaba en la mano, con que se cubría muchas vezes, y el desposado procuró salir lo más derecho que pudo, andando muy poco y haziéndole señas con el lado contrecho, de manera que el suegro no holgava de darle la hija tuerta y él casarse contrecho. 
El cuento sigue algo más, pero Mal Lara no duda en volver a su tiempo —estamos a mitad del siglo XVI— para lamentarse de que cualquier conflicto de semejante índole se resuelva mediante dinero, sin duda lamentándose de la continua mercantilización de los matrimonios, pues se han copiado las costumbres de los judíos.  
Agudeza fue de judíos y engaño justo, porque a traidor, traidor y medio, y quedaron bien pagados, según en nuestros tiempos se haze, que, queriendo uno engañar con la hija que tiene incasable, o con el hijo, de la misma manera viene a recibir el engaño. Aunque agora las faltas se passan a puro dinero y se quieren con todas sus tachas, buenas y malas, como haya dinero.
Aunque los viejos cuentos hablen en sentido recto de defectos físicos, vemos cómo Cervantes lo aplica también a los puros matrimonios por interés. Hay un salto cualitativo importante en esta nueva aplicación del refrán, pues ya no deben tomarse las palabras al pie de la letra, el cuentecillo ha adquirido su valor simbólico y moralizante.

Los refranes sobre casamientos abundan en la época, la propia Philosophia vulgar dedica un gran apartado al tema, y normalmente su significado está muy próximo a la letra. Los que advierten contra los matrimonios desiguales son los que más abundan, y entre los que rechazan los matrimonios por interés resaltamos el siguiente recogido por Correas:


Casose con gata, por amor de la plata; gastose la plata, y quedóse la gata en casa. 

 Que tiene su versión moderna en una coplilla que se canta por esos pueblos:

Me casé con un viejo,
por la moneda.
La moneda se acaba,
el viejo queda.

Lo que parece ser no es, «no es todo oro lo que reluce, las cadenas, cintillos, joyas y brinco, con sólo ser de alquimia se contentaron», explica Campuzano.

Efectivamente, no es oro todo lo que reluce y no deja de sorprender la facilidad con la que uno y otro se dejaron engañar. Peralta echa mano de unos versos de Petrarca, cita culta, que el narrador, Cervantes, al ponerlos en romance crea casi un nuevo refrán:
Ché, qui prende dicleto di far fiode;
Non si de lamentar si altri l'ingana.
Que responden en nuestro castellano: «Que el que tiene costumbre y gusto de engañar a otro no se debe quejar cuando es engañado».
¡Pobre Campuzano! Que queriendo engañar fue engañado, y ni tan siquiera le quedó el consuelo de los dineros, como también se lamenta Peralta:

 como suele decirse, todos los duelos..., etc.
Bibliografía
  • Cervantes, Miguel de (1613 = 1997): Novelas ejemplares. Versión en línea de la Universidad de Alcalá de Henares: (http://cervantes.uah.es/ejemplares/lvidriera/lvword.htm)[consulta: 17-10-2015].
  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Mal Lara, Juan de (1568 = 2013): La Philosophia vulgar. Madrid: Cátedra. Hernando. 

Notas

[1] Recuperado a través del Corpus del Español de Mark Davies (www.corpusdelespañol.org) [consulta: 19-10-2015]


Contribución para el club de lectura La Acequia

7 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

No sabes cómo he disfrutado con esta entrada. De un monte con vasijas rotas a matrimonios con lo mismo... Uno de los temas constantes en la obra cervantina es este, el de los matrimonios queridos, forzados, por amor o conveniencia y la vida doméstica. Cervantes sabía que era uno de los problemas sociales más interesantes de aquella España...

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Por cierto, si quieres más información sobre la presencia de este monte en la literatura y en la historiografía española, sigue este enlace: http://www.cervantesvirtual.com/controladores/busqueda_contenido.php?numresult=10&orden=&searchText=testaccio&queryType=token&titleText=&titleValue=&authorText=&authorValue=&idformat=

La seña Carmen dijo...

Gracias, profesor Ojeda, por el enlace. El Cervantesvirtual, del que por cierto se suele alimentar el Davies, suele ser una de mis fuentes.

En este caso comprobé los numerosos trabajos de investigación realizados por José María Blázquez, amén de alguna que otra mención curiosa en más de un autor posterior a Cervantes, pero no era cuestión de seguir por las ramas.

¡Gracias!

Gelu dijo...

Buenas noches, María del Carmen Ugarte:

Pienso en las lecturas que había hecho anteriormente, no sólo de los libros de Cervantes -de los que hay cantidad de estudios-, sino en muchos de los autores que leí en mi vida, y constato que me perdí muchos significados. Utilizaba diccionarios y enciclopedias, y si me interesaba mucho ampliaba lecturas, pero ahora es diferente. Internet nos facilita mucho la labor.
Estas lecturas tan bien dirigidas y compartidas, son estupendas, porque se aportan nuevos datos y detalles para la comprensión.
Esta semana seguiré con 'El licenciado Vidriera'.

Abrazo
P.D.: Cervantes -además de escribir- leía y estaba informado de lo que se publicaba.
Sobre los vinos, pudo documentarse en la obra de Andrea Bacci, de 1595

Abejita de la Vega dijo...

El loco Vidriera va esparciendo su erudición,la mayoría no entiende pero se queda impresionada. Ya nos dice Cervantes que los muchachos llegaron a un punto en que prefirieron escuchar a tirar piedras. Qué sabrán los mocosos del monte Testaccio, pero le escuchan con la boca abierta, pasmados ante la habilidad lingüística. Es lo de Forges: no entiende ni peñazo, pero transponerse se transpone. O lo de qué bien predica este cura, no le he entendido nada...pero qué bien predica. Lo del Testaccio, intuyo yo, sería muy poco conocido por estas tierras. La cultura estaba al alcance de una minoria y lo de viajar a Italia todavía más difícil.

Tus refranes me han hecho sonreír. Con gata o gato y sin una gorda, así se verían muchos. Casarse por amor, a quién se le ocurre.

Besos, Carmen.

Ele Bergón dijo...

Como siempre una entrada muy interesante por todo lo que aportas. Prácticamente no conocía nada de lo que cuentas y ahora me pasaré por el blog de Gelu que también aprenderé.

Al llegar a la coplilla del viejo, he recordado esta otra que la cantábamos de pequeñas, lo que ya no tengo claro es si era en Pardilla o en Madrid. Aquí te la dejo, aunque supongo la conocerás, pero por si acaso ahí va.

Una vieja seca,
seca, se casó
con un viejo
seco, seco
y se secaron los dos.


Los versos van a mi buen entender.

Besos

La seña Carmen dijo...

La canción del Carrascal, por el estribillo, es muy conocida en toda Castilla. Yo la he oído tanto en Madrid, cuando íbamos de excursión, como en Burgos. La peculiaridad es que más allá del estribillo y la primera estrofa, la que transcribes, cada pueblo, cada cuadrilla, y yo diría que hasta persona tiene su versión y va añadiendo sus propias estrofas.