viernes, 22 de agosto de 2025

Núm. 311. 40 años de la revista «Entre Pinares»

En el 2025, y con su número 35 (segunda época), la revista Entre Pinares, de Villanueva de Gumiel celebra su 40.º cumpleaños.

Portada del número 40: El número 40 con un pinar villanovense de fondo d o
 

Lo celebra con pequeños detalles tanto en la misma revista, como en su distribución -una bolsa de tela con estampado de mandala de Raquel Báscones- además de con una presentación especial de dicho número, el 14 de agosto. 

Como aperitivo un vídeo en el que se recogió la historia de la revista, las palabras de su fundador y exdirector Gumersindo Ontañón y la de los actuales directores, Cristina Núñez y David Olivares.

Fue en 1985 cuando Gúmer, con ayuda de otros cuatro amigos, lanzaron el primer número de la revista Entre Pinares, dedicada a comentar y conservar la actualidad y la memoria de Villanueva de Gumiel, un pequeño pueblo de la Ribera del Duero. Una revista hecha por el pueblo y para el pueblo.

Portada en blanco y negro de un número antiguo en el que se ve la fachada del ayuntamiento

Personalmente conocí la revista algunos años más tarde cuando empezaba a bucear en la biblioteca de Aranda, entre las revistas y publicaciones locales, a la búsqueda de información que pudiera servirme para la tesis. Algún número en aquella época también llegué a adquirir. Buceé en esa y otras revistas y en todas pude encontrar algún dato de interés. A través de ellas, aprendí a conocer mejor los pueblos que me rodeaban. ¡Cuánto les debo a estas revistas locales!

Bastantes años después, cuando unos amigos me propusieron colaborar con la revista, precisamente coordinando una sección titulada «Nuestros pueblos vecinos» no lo dudé, había llegado la hora de devolver algo de lo que aquellos viejos números me habían proporcionado.

Pero volvamos por un momento al acto de presentación de este último número y a la mesa redonda que siguió. Participaron, moderados por los directores de la revista,  los periodistas Leticia Núñez, Graciano Palomo, Ángela Izcara, Vicente Herreo y Gumersindo Ontañón, que compartieron opiniones sobre distintos temas, incluido el propio periodismo rural. Fuerte defensa del periodismo profesional que va de pueblo en pueblo todos los días para alimentar la prensa provencial; reconocimiento total para las revistas locales, hechas por voluntarios; y finalmente una esperanza para el futuro de los pueblos y en especial para que el tren directo vuelva a circular entre Madrid y Burgos. Pluralidad de opiniones y de puntos de vista, pero a los periodistas locales se les notaba que pisaban el tereno.

A continuación los organizadores tuvieron el bonito detalle de regalarnos una planta a los colaboradores. Me hizo ilusión, así que todo mi agradecimiento. Regaré esta planta simbólica -sin pasarme, me han aconsejado- y seguiré en lo que pueda, y con la ayuda de mis amigos Teo y Lola, colaborando en ella. 

Entre Pinares, una buena revista donde he encontrado a una nueva amiga, la refranera Bernardina Núñez, vieja colaboradora desde los primeros números. Un beso para ella.

Contraportada del número 35 que reproduce las portadas de todos los números anteriores

 

lunes, 11 de agosto de 2025

Núm. 310. Memòria de vida

Sabido es que mis conocimientos de catalán no sirven ni para hablar conmigo misma en sueños plurilingües; sin embargo, me gusta leer en catalán. Bueno, para ser precisa, me gusta leer en catalán a algunos autores.

En este caso he leído con sumo placer Memòria de vida, de Joana Serra de Gayeta. 

Por haber comprado el libro a través de Internet, y no fijarme debidamente en lo que compraba, me adelantaré a decir que la portada que muestro a continuación es la de la edición de 2004, aunque si me he decidido ahora a leer esta novela, es porque tuve conocimiento de ella a través del anuncio de una segunda edición actual.

 

Portada del libro donde se ven los bustos de dos mujeres peinadas y vestidas a la antigua
En la portada del libro dos mujeres. La una sonríe levemente, la otra se muestra circunspecta,  son Mariana y Elisabet, o quizás al revés, las hijas del señor de can Talaia, las protagonistas de esta historia. 

Hay un tercer personaje femenino importantísimo en la historia, la tía Lideta, esa tía, segunda madre de toda familia, en este caso la primera, pues viudo su hermano, y viuda ella casi a la vez, dedica su vida al cuidado de las sobrinas. 

La vida de las hermanas discurre con cierta placidez, sin preocupaciones, hijas de buena familia, con buena posición económica, al cuidado de la tía y pasando sus días en honestas distracciones visitando a los tíos de la ciudad y disfrazándose inocentemente cuando llegan los carnavales. 

Las niñas crecen y se echan novio, pero casi al mismo tiempo empiezan las desgracias en aquella familia. El novio de Mariana muere en un trágico fuego en tierras lejanas, y Mariana jura que le será fiel toda la vida y permanecerá soltera; el padre, jugador empedernido, pierde la fuente de sus ingresos, can Talaia, en una apuesta. Todo parece desmoronarse en aquella casa tan bien gobernada por tía Lideta, pero esta se mantiene firme y consigue mantener la casa en pie. Elisabet se casa y emprenderá una vida un tanto convencional apoyada en su marido, un buen hombre, su hermana y su tía. El padre ha emprendido una nueva vida con una muchacha joven, que lo mantiene, sin embargo, no abandona el juego. No contemos más de esta historia que tiene sus altos y bajos, su evolución predecible y sus sorpresas. 

Buen retrato de los personajes femeninos. La tía, fácilmente reconocible y bien trazada;  Elisabet, la mujer serena, madura, fiel esposa y madre; Mariana, más moderna, menos convencional, capaz de conducir uno los primeros automóviles por los caminos polvorientos de la isla; las criadas... Esa criada mayor, Aina, que trata de ocupar con sus historias aquella larguísima noche en la que las mujeres de la casa avivan el fuego para velar en la distancia al novio perdido. 

La casa donde viven las hermanas se nos antoja espaciosa, señorial, como corresponde a un gran señor, llena de piezas de valor, que en algún momento hasta tendrán su papel en la historia, los jardines, las caballerizas, la cocina espaciosa, en la que la vieja cocinera prepara manjares únicos... Y la sala decorada con damasco rojo en las paredes, capaz de albergar, entre otros acontecimientos importantes, la soledad de las tres protagonistas aquella noche fatídica en la que se precipitaron los acontecimientos: «Mirà la tia i la seva germana i notà, dins la sala amb les parets de domàs vermell, una soletat de tres».

Novela mediterránea, novela que huele a Mediterráneo con sus pinos y olivos, en ella el mar no podía faltar. La familia, consolidada con el matrimonio de Elisabet y su marido, Rafel, se traslada a la orilla del mar a veranear. Allí en un pueblo de pescadores, el aire los tuesta la piel, con un cierto escándalo de la tía ante estas modas tan modernas, pero son felices...  

Ara en Rafel i n’Elisabet volen fer una casa devora la mar i m’hi volen fer anar en l’estiu. I, no saps el pitjor? Na Marianna es vol comprar un artefacte d’aquests horribles: un automòbil. I tan pocs com n’hi ha! I jo no sé de cap dona que en meni.

Juntos van haciendo frente a los vaivenes y desaires de la vida... La vida transcurre y transcurre, y llegan los hijos y hay pérdidas inevitables... Hay guerras... y llega otra vez la paz a la isla de Mallorca y a la familia. 

La historia continúa y la vida con ella.

 

Autor: Joana Serra de Gayeta

Título: Memòria de vida

Primera edición: El Gall Editor, 2004

Segunda edición: El Tall, 2025.

 

Portada de edición 2025. Retrato de una señora vestida a la antigua

 

 

sábado, 9 de agosto de 2025

Núm. 309. La vida de antes en un pueblo de Castilla. Quintana del Pidio (y II)

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Dejamos el Soto atrás para pasar a admirar otra obra de la naturaleza, esta vez domesticada por el hombre; se trata de una parra más que centenaria, anterior a la filoxera, que ocupa la fachada de dos casas de piedra. Un verdadero monumento  natural.

Parra que ocupa la fachada de dos casas.


Rsestos de arquitectura popular, y en nuestro paseo pasamos por la parte trasera de la iglesia, que  nos deja ver algunos restos románicos de la construcción  primitiva; la fábrica actual es de los siglos XVI-XVII. 

Tras este pequeño paréntesis, llegamos frente a la casa de Juan de Alosanz (1609-1679), que fue párroco de Quintana del Pidio y comisario del Santo Oficio. Alosanz, un hombre de su tiempo, dejó constancia de su patrocinio en la iglesia, principalmente en la capilla y el pórtico. Fundó varias obras pías, entre ellas una para dotar doncellas, tanto para el matrimonio como para entrar en religión.  

A la Inquisición se la temía y se temían sobre todo las denuncias de los vecinos que veían en cualquier acto trivial, como preparar el viernes el cocido típico de los judíos para la la comida de los sábados, la popular adafina, una señal inequívoca de ser judaizante. Se refieren algunos sucesos registrados en las actas, como la mujer que fue denunciada por tomar agua bendita con un solo dedo; aunque quizá lo más chocante sea el del vecino que en la romería de San Sebastián oyó a dos mozas a última hora de la tarde decir que no habían ido a besar al santo, y levantándose las faldas les dijo: «Pues besadlo aquí».

En la casa de al lado, perteneciente en otro tiempo a la misma propiedad de Alosanz, estuvo la tienda de comestibles que surtió a Quintana durante el siglo XX. En esta vivienda, en la planta baja, los vecinos todavía recuerdan una serie de cuartuchos estrechos, que bien podrían haber sido las celdas de los presos inquisitoriales en otro tiempo.  

Casa de aspecto rústico, pero renovada recientemente. Delante unas cuantas macetass s
 
Llegamos a la plaza de las Erillas, llamada así porque en otro tiempo en ese lugar hubo algunas eras.  Hoy es una plaza amplia, que alterna jardines y zonas de juegos para niños. A su alrededor distintos edificios, y entre ellos hay que nombrar el sindicato, actual bar y por tanto, el centro social del pueblo.
 
El sindicato, actual bar, con mesas a la puerta

En otro tiempo la taberna era un lugar comunitario, que se sacaba a subasta. Los taberneros estaban obligados a servir el mejor vino, para lo que el concejo realizaba distintas catas por las bodegas. El clarete era el vino de la zona.
 
En ese edificio estuvo la casa del pueblo y después de la guerra pasó a ser la sede del Sindicato Católico Obrero, de ahí el nombre popular de sindicato. Hubo un tiempo en que en ese mismo lugar existía un pequeño almacén donde se almacenaban palos de vid para la replantación de las vides tras la filoxera. 
 
Subimos a la parte más alta del pueblo. Por el camino podemos ver casas de piedra con aspecto señorial, casas de adobe, alguna zarcera que nos sale al encuentro... 
 
Casa tradicional en mampostería. Los cercos de las ventanas están pintados de blanco. Un rosal en la esquina.

La arquitectura tradicional de Quintana, sin tener nada sobresaliente, tiene algo que la hace distinta, quizá esa mezcla sin demasiado orden, donde todavía se pueden apreciar rincones o fachadas que mezclan piedra, adobe y ladrillo.
 
Entre lagares, merenderos y antiguas bodegas, se nos recuerda algunos casos en los que las brujas hicieron su aparición en Quintana. Las brujas eran consideradas como la encarnación femenina del mal; la encarnación masculina era el diablo y un diablillo, un canecillo procedente de las ruinas de la iglesia de Santa Marina de Revilla, encontramos en el dintel de un merendero que edificaron los mozos, piedra a piedra, en los años sesenta del siglo pasado.
 
Canecillo con la figura del diablo.
Una grabación nos devuelve al pasado, a procesos inquisitoriales que tuvieron lugar en Gumiel de Izán y Revilla, mientras se nos recuerda que para que el diablo no enredara en la matanza, era necesario hacer una cruz sobre el picadillo y poner orégano en la gamella.
Lagar. Vista lateral. Se ven las puertas por donde se descarga la uva y rematando la pared más alta, que servía para aguantar el peso de la viga.

 
La zona que en otro tiempo albergó lagares y bodegas es hoy zona de merenderos. Pueden verse algunas zarceras, algunos poyos a las entradas, y la silueta de algunos lagares, que como recuerda Sanz Sanza, se asemejan razonablemente el perfil de una ermita románica. 
 
Dintel del lagar: podón, cruz y reja de arado
 
En un lagar arruinado, que fue lagar comunal, todavía pueden verse en el dintel  lo que para nuestro guía es el escudo del pueblo, heráldica popular, que denominan algunos: un podón, una cruz y la reja de un arado. Los símbolos del trabajo unidos a la religiosidad popular. Allí están representadas esas gentes que rara vez aparecen en los libros de historia, pero que sin embargo, aquellos hombres y mujeres fueron los que construyeron la iglesia, las casas de los nobles y labraron sus tierras y viñas. Este motivo se repetirá en otros lugares, incluida una bodega moderna, que se levanta también en esa zona. 
 
Olmo seco
La ermita de la Virgen de los Olmos da una sensación de tristeza con ese único olmo superviviente y seco de su entrada, la grafiosis se los llevó hace años. Dentro, todo tiene un aspecto un poco desvencijado, y es que una máquina agrícola chocó hace unos meses contra ella produciendo más de un desperfecto. No obstante, podemos apreciar las pinturas de sus techos, su retablo, detrás del cual, en lo alto, se esconde un diablillo -Quintana parece tierra de diablillos- que tardamos en localizar, y mientras nos tomamos un descanso y contemplamos un capitel convertido en benditero, procedente de Santa Marina de Revilla, oímos los versos de Machado: 
A un olmo seco, herido por el rayo...
 ¡Ojalá las lluvias de algún abril vuelvan a reverdecer ese olmo seco de Quintana del Pidio! 

Después de callejear otro rato con dirección al punto de partida, llegamos a las Piñuelas, calle que une la plaza con la ermita y cementerio de Santa Ana. Allí se nos recuerdan las cruces que se ponían en determinados puntos altos para proteger al pueblo. Puestas sobre un mapa, el pueblo aparece protegido en el centro de una elipsis.

Yo rebusco en mis notas, y encuentro el chascarrillo que me recitó Carmen: 

Por las Piñuelas te vi,
por Cantarranas bajar,
las zapatillas romper,
y otras no poder comprar. 

Muy cerca se encuentran dos fuentes para surtir de agua a personas y animales, la una se llama simplemente la Fuente y la otra es la de la Gila. Gila es palabra prerrománica, cuyo significado es  'hondonada húmeda'. Curioso ver cómo se mantiene en la toponimia estos testigos mudos del pasado.

Fuente y pilón a un lado

 Hasta la próxima, Quintana.

domingo, 20 de julio de 2025

Núm. 308. La vida de antes en un pueblo de Castilla, Quintana del Pidio (I)

Lo he dicho mil veces y lo seguiré repitiendo. No es lo mismo visitar un sitio por tu cuenta o que te lo enseñen los del propio pueblo.

De la mano del programa ¿Te enseño mi pueblo?, una vez más he vuelto a Quintana del Pidio. 

Esta vez la visita quiere tener un enfoque diferente: ¿cómo era la vida en un pueblo de Castilla en la Edad Media? ¿Cómo actuaba la Santa Inquisición en ellos? En Quintana algunas piedras nos hablan de lo uno y de lo otro, solo hay que dejarlas hablar a través de Juanjo, el voluntario que nos va a llevar por las calles de su pueblo.

Fachada de piedra con balcón flanqueado por dos escudos nobiliarios

Primer hito a destacar, un caserón bastante bien conservado que encontramos muy cerca de la plaza.  En su fachada hay dos escudos que dan cuenta de quiénes fueron sus dueños, era el edificio del priorato. Porque Quintana, entre otros señores, perteneció durante muchos años al Priorato de Silos. Los frailes necesitaban vino, tanto para el consumo particular como para el sacrificio de la misa, así que encontraron en este pequeño pueblo un buen lugar para su aprovisionamiento. Hoy Quintana cuenta con trece bodegas acogidas a la D. O Ribera del Duero, lo que le da el mayor ratio por habitante de la zona. El caserón, que en otro tiempo recibió diezmos y tercias hoy está dividido en tres viviendas, que han dejado alguna cicatriz en su fachada. 

Ya que hablamos de números, diré que Quintana es un pueblo de menos de 200 habitantes, pero 20 de ellos son de edad escolar. El número de parejas jóvenes es también notable.

Decoración de un cuarterón de la casa del cardenal. Silueta de un árbol flanqueado por dos medias lunas o dos E
Otro caserón, este totalmente en ruinas, nos recuerda quién fue su dueño. Se trata del cardenal Sancha, que tuvo una amplia carrera eclesiástica para terminar en Toledo, donde murió, como arzobispo y primado de España.  Antes, en los años que pasó en Cuba, había fundado una congregación religiosa femenina para el cuidado de huérfanos inválidos y desamparados. A las hermanas se las conoció popularmente como las sanchinas. Hoy la congregación cuenta con unas trescientas religiosas repartidas en unas cincuenta comunidades. En 1899 Pío Baroja y Azorín conocieron al cardenal Sancha y lo convirtieron en personaje literario en Camino de perfección y La voluntad, respectivamente. 

Seguimos nuestro paseo y llegamos a lo que fue la casa de los tercios o tercias, donde se recogía la parte de la cosecha, el tercio, que pertenecía a los señores, y también el pósito. Allí se almacenaba grano de forma comunal para tener con  qué sembrar los años de mala cosecha. Debemos pensar en una economía de subsistencia para la mayoría de aquellos labradores. Lo que podía producir la familia de pan, vino y hortalizas, se consumía en su totalidad, con pocas posibilidades para el ahorro. La existencia de estos pósitos proporcionaban una cierta seguridad para los años siguientes.

Salimos a la carretera y tras unos metros llegamos a un lugar desde el que se puede apreciar buena parte de la vega del Gromejón. Es el momento de recordar el pasado más pasado de Quintana, los asentamientos y restos neolíticos en el entorno de Revilla, poblado del que apenas queda una pared de su iglesia, pues en los años 60 del siglo pasado fueron vendidas la mayoría de sus piedras a la parroquia de Santo Domingo en Aranda de Duero. Otros bienes muebles se repartieron entre Gumiel de Izán y el propio Quintana. El nombre de Revilla saldrá recurrentemente a lo largo de la visita. 

Tres jóvenes se refrescan en la fuente de piedra del SotoR

Y en esto llegamos al Soto, sin duda el lugar más refrescante del recorrido. Allí, sentados a la sombra de los álamos, disfrutamos de la primavera, los ruiseñores nos anuncian el despertar de la vida. 

El mes de mayo era pródigo en ritos, los labradores sabían que estaban en los meses cruciales para las cosechas, ya lo dice el refrán, abril y mayo son las llaves del año. Árboles como los álamos o los olmos se consideraban árboles sagrados, en comunicación directa con las fuerzas de la Naturaleza, mientras que los nogales daban una sombra dañina; para evitar todo mal, había que caparlos, es decir cortar la punta de una rama brotada ese año.  

El primer día de mayo, los mozos no se olvidaban de levantar el mayo, acudiendo a las riberas o al monte a por el árbol más alto; este permanecería erecto durante todo el mes de mayo. A su alrededor se propiciarían pequeñas fiestas y hasta encuentros amorosos. Más tarde llegarían las enramadas.

La noche de San Juan había que pasarla en un lugar elevado, provistos de navajas y cuchillos, cerca del sol para recibir los primeros rayos. Ese día también se pasaba a los enfermos por debajo de árboles considerados salutíferos, el álamo o el ciruelo.

El labrador observaba el comportamiento de las aves, las golondrinas siempre eran beneficiosas, y si gorriones y palomas se acercaban a los charcos es que iba a hacer buen tiempo, pero si revolcaban en los caminos, es que entonces anunciaban sequía. Era preciso, entonces, recurrir a las rogativas. Como parte de las sacralización de los ritos paganos, alrededor de San Marcos, 25 de abril, se clavaría una cruz en un árbol, porque la cruz es vida y trae buen tiempo.

Contra el pedrisco, algo muy temido por los labradores, se recurría a los servicios del nublero, hombre encargado de ahuyentar las tormentas a golpe de campana, o mediante otros mecanismos. 

Antes de abandonar este refrescante lugar, y seguir nuestra visita, podremos disfrutar también del patrimonio inmaterial de Quintana del Pidio, gracias a unas grabaciones realizadas en los años noventa a dos mujeres del lugar, ya fallecidas. Se trata de Pilar Hervás y Carmen Cuesta, que nos van a cantar la versión local del Romance del conde Lino. 

Madrugaba el conde Lino, la mañana de San Juan,
a dar agua a su caballo, a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe, el conde Lino echa un cantar,
y la reina del palacio a su hija mandó llamar.
-Mira, hija, cómo canta, la sirenita del mar. 
-Madre, no es la sirenita, ni lo es ni lo será,
es la voz del conde Lino, con quien me voy a casar. 
-Si te casas con él, hija, yo le he mandar matar. 
-Si le manda matar, madre, mándeme a mí enterrar.
Y a otro día a la mañana, clamores dan en San Juan. 
-¿Por quién clamorean, madre? -¿Por quién han de clamorear?
Clamorean por conde Lino, que muerto en la plaza está.
Ella, como hija de reina, en caja de oro va,
y él,como hijo de conde, en caja de plata va.
A ella, como hija de reina, la entierran en el altar,
y a él, como hijo de conde, tres pasitos más pa tras.
Donde a ellos enterraron, ha nacido un manantial,
donde todos los que enferman, allí se van a curar.
La reina, por ser la reina, también la tocó enfermar;
la reina, por ser la reina, allí se fue a curar.
Donde a ellos enterraron, ha nacido un rosal;
la reina cuando iba a misa, se ha trabado el delantal.
La reina, que está comiendo, a su plato fue a picar,
una pareja pichones, y ella les mandó matar. 
-Vete, de ahí, tú la reina, no te queremos curar.
Cuando éramos chiquititos, tú nos mandaste matar,
cuando éramos rosalitos, tú nos mandaste arrancar,
y ahora que somos santitos, no te queremos curar. 
Rosal

 


                                                                                                                     ... / ...

 

martes, 8 de julio de 2025

Núm. 307. El murmullo de los otros

La primera impresión, cuando tienes en tus manos este libro, es la de encontrarte ante un libro diferente. Parece hacer honor al nombre de la editorial, Papeles Mínimos, pero ¡cuánto en tan aparentemente poco! 

La portada se repite en una tarjeta postal, que bien puede servir de marcapáginas.

Otra cosa que llama la atención es el cosido de los cuadernillos, de grandes puntadas visibles entre algunas de sus páginas. 

Portada en verde oscuro con la impresión en negro. No lleva ningún tipo de imagen añadida

A José Luis Cancho lo conocimos gracias al club de lectura La Acequia y su autobiografía Los refugios de la memoria. Nos sorprendió no solo con lo que contaba y con lo que no contaba, con esos huecos, pero sobre todo por su forma de acercarse a la literatura. Cancho es literatura.

En este su denominado diario, el autor vuelve sobre la literatura a través de los otros, como bien reza el título. Por su diario, más que de su vida -algún paseo junto al mar, algún encuentro con conocidos o las vistas desde su escritorio-, el autor nos va a llevar por sus lecturas, por sus autores -la mayoría para mí desconocidos-, por  las revistas que recibe... Estamos ante un buen resumen de la literatura universal de los últimos años. 

Son varias las entradas en las que el protagonista acaba de morir, y por ello salta a las páginas del diario. En una de las primeras reflexiones,  el autor se da cuenta del camino emprendido:

Me pregunto si esto que he empezado a escribir acabará en un diario de lecturas o en un cuaderno de citas o en un diario de muertos. Posiblemente, los tres a la vez.

No son propiamente obituarios las frases que Cancho dedica a los autores muertos, son más bien recuerdos sobre lo que la lectura de sus obras le ha sugerido. ¿Y qué decir de las citas que abundan en el libro? 

Hacia el final, el autor nos define la cititis, de la que él es fiel practicante:

26 de septiembre

José Antonio Llera, en su diario Estatuas sin ojos, describe el síndrome o enfermedad de la cititis, que no es otra cosa que la manía que tienen algunos escritores de abusar de las citas. Sin duda alguna, pertenezco a ese grupo. Lo confieso, padezco de cititis

En el libro abundan, a veces contextualizadas, a veces simplemente transcritas. Casi podíamos hacernos nuestra propia antología de aforismos a través de ellas. Me quedo con una del propio Cancho:

¿Desde cuándo dar lecciones de moral se ha convertido en una prueba de virtud? (15 de febrero de 2024)

En algunas páginas se detiene Cancho en detalles prácticos, de esos que suelen preocuparnos a los que amamos los libros. ¿Qué libros desechar porque ocupan espacio y ya no vamos a leer?, ¿y dónde? ¿Leemos igual los libros de las bibliotecas que los propios? ¿Y si eres de los que te gusa subrayar...? 

No es un libro para leer de un tirón. No estamos ante una de esas novelas de las que pasas hojas y hojas, casi compulsivamente. Es un libro para leer a sorbos, como los buenos vinos en las tardes de otoño. 

 

Vino de Oporto
Jon Sullivan, Public domain, via Wikimedia Commons

... y cuando lo hayamos saboreado por completo, volver a la primera página.


Autor: José Luis Cancho

Título: El murmullo de los otros

Editorial: Papeles Mínimos

Año: 2025

ISBN: 979-13-990248-1-4

lunes, 16 de junio de 2025

Núm. 306. 16 pueblos cada 25 años

Cuando te anuncian que cierta fiesta, que se celebra cada veinticino años, va a tener lugar este en unas pocas semanas, pones todas las alertas en guardia.

 

Guirnalda de bienvenida donde en una pancarta se lee "La Villa y Tierra de Aza saluda a los peregrinos"ad aruiC

 ¿Una fiesta cada 25 años y yo me la voy a perder?  

Según algunas voces autorizadas no es que sea exactamente cada veinticinco años, sino cuando ocurre algo extraordinario, y lo cierto es que la anterior fue en el 2000 y solo Dios sabe cuándo será la próxima. 

Unos la llaman romería, otros peregrinación, otros jubileo...  En cualquier caso, 16 pueblos del entorno del río Riaza, que en otro tiempo constituían la Comunidad de Villa y Tierra de Aza, tienen a bien reunirse, y lo hacen para rendir homenaje a su patrona, la Virgen de la Cueva. 

Dicen los historiadores que de esto saben que ya en la prehistoria esta cueva cobijó cultos a antiguos dioses; luego pasaron por ella vacceos, romanos y finalmente los cristianos, cuando iban ganando terreno a los árabes, que algún siglo atrás, habían ocupado la península.

Cuentan, dicen, que allí, un día, en un rincón de la cueva, en el saliente que forma una cornisa interior, los lugareños encontraron la imagen de la Virgen.

Hontangas, el pueblo donde está la cueva, siempre fue pequeño. Nada tiene que ver con el poderoso Aza, que, desde su alto, señorea el territorio. Aza era la cabeza del señorío, pero los pueblos de su alfoz se regían por sus propias leyes, formaban una comunidad de villa y tierra. Cuenta la leyenda que los señores de Aza quisieron llevarse la imagen de la Virgen, pero los bueyes que tiraban de la carreta en la que iba la imagen, en llegando a un punto, se pararon y no hubo forma de que reiniciaran la marcha. La Virgen se quedaría para siempre en Hontangas.

Imagen de la Virgen en su altar de la cueva. Románica con el NIño en la rodilla


Hoy Haza cuenta con 35 habitantes y Hontangas con 99. El resto de los 16 pueblos que forman la comunidad apenas pasan de los cien habitantes, pero muchos pocos hacen un mucho y además un acontecimiento semejante es capaz de reunir a una gran multitud, y así fue. Fuimos varios miles los que llenamos la localidad de Hontangas el día 7 de junio del 2025.

El primer jubileo tuvo lugar en 1858 con motivo de la restauración de la ermita, la inauguración de la fachada y el traslado de la imagen a lo que sería su hogar definitivo. Para celebrarlo, el entonces párroco decidió invitar a los pueblos que consitituían la Comunidad de Villa y Tierra, y decidieron repetir el acto cada vez que ocurriera algún hecho relevante. No tuvieron que esperar mucho, pues el siguiente se celebraría diez años después a modo de rogativa por motivo de una gran sequía. El tercero, en 1904, sirvió para conmemorar el 50.º aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción... Y así hasta este octavo jubileo.

Al fondo la fachada de la ermita, delante, al lado izquierdo la Virgen, y en primer plano el gentíoo la v u a ueermita

Como estas cosas no son fáciles de preparar, y menos para pueblos pequeños, destacaremos la gran campa preparada para los actos, con aparcamiento sobrado al lado, y la alfombra de cemento con motivos florales que adornaba la calle principal del pueblo, justo delante de la ermita, y por donde iba a transcurrir el primero de los actos.

Guirnalda decorativa en el suelo

La Virgen, vestida para la ocasión de un blanco regio, había dejado su casa para salir a la puerta a recibir, como buena anfitriona, a las visitas. Visitas, que, en realidad, eran sus hijos dispersos por el alfoz, o quizás más lejos, y que ese día venían a pasar el día con la madre.

La acompañaba en esta recepción un puñado de autoridades civiles y religiosas, destacando la de un obispo emérito originario de la zona. Algunos aprovechaban la espera para posar con los niños en brazos, delante de la imagen, tradición consolidada por estas tierras, sobre todo cuando los infantes están en su primer año de vida. Dicen que el contacto físico con la imagen los protegerá el resto de sus vidas.

Desfile de pendones

 

Ejerció de maestro de ceremonias Serafín de la Hoz Veros, hijo del pueblo y agustino, hombre culto, bibliotecario del vecino monasterio de La Vid, que además tiene algo de poeta, y adornaba la presentación de cada pueblo con unas palabras sobre lo reseñable de cada localidad.

Estandarte, pendón y cruz procesional elevándose sobre las cabezas

Empezó el desfile hacía la imagen. Los pueblos fueron avanzando. Abría la comitiva un pendón, seguido de algún estandarte y hermosas cruces procesionales, la mayoría de plata. Entre el público se oían murmullos del tipo «la cruz de mi pueblo es mejor y más bonita», porque ya se sabe que a estos acontecimientos se lleva lo más lucido del lugar. Al frente de las comitivas, cada una en su estilo, iba el alcalde o alcaldesa, generalmente portando la vara de mando, y el párroco, que en muchos casos no solo repetía, sino que tripitía participación, pues tales son las responsabilidades de los sacerdotes hoy en esta zona, encargados de varios pueblos. 

Entre los  acompañantes los atuendos podían ser variados. En algunos casos se había optado por el traje regional, y las muchachas lucían galanas las sayas coloradas. Otros pueblos, con acompañamiento numeroso, habían optado por el típico pañuelo festero que se gasta por estos pagos.

 
Se aplaude al paso de los representantes de los pueblos, se aplaude a propios y ajenos, se comentan los trajes, los pendones, las anécdotas... Se inclinan las insignias y los devotos delante de la imagen. El orden en que desfilan los pueblos se estableció por sorteo en 1858 y ha permanecido inalterado desde entonces. 
 
Un vez que el último de ellos ha rendido su personal homenaje a la Virgen, esta, portada a hombros, comienza su camino hacia la campa donde va a tener lugar la santa misa. 
Primer plano de la Virgen de la Cueva ataviada con manto blanco
La preceden todas las comitivas de pendones y una gran muchedumbre, un auténntico río de gente, la acompaña.
 
Procesión camino de la campa

Los fieles van llenando la campa para asistir a la misa, que será presidida por el obispo emérito y concelebrada por los sacerdotes de las distintas parroquias.
 
Fieles en la campa. Al fondo los pendones.
 
Después de la misa se suceden los actos festivos y tras la comida, se inicia la vuelta de la Virgen a su casa.
 
Ya cerca de la ermita se produjo el hecho triste de la jornada. Feliciano de la Hoz Veros, que desde hace muchos años venía ejerciendo de ermitaño, abriendo y cerrando la verja de la Virgen de la Cueva, sufrió un ataque al corazón. La prensa informó de que los servicios sanitarios no pudieron hacer nada por él. La madre, su Virgen de la Cueva, había decido premiarlo llevándoselo con ella en día tan señalado.

sábado, 17 de mayo de 2025

Núm. 305. Tórtoles de Esgueva: el agua, la iglesia y la reina Juana (y II)

Seguimos nuestra visita pasando por curiosas plazas cerca de donde en otro tiempo se situó alguna de las puertas de la muralla.  Allí, recientemente y por iniciativa de Ángel, nuestro joven guía, se ha reproducido, con alguna concesión en la orientación, una cabaña de pastor. Este tipo de construcciones, en piedra seca, pueden encontrarse aún por toda la comarca y sirvieron de refugio tanto a pastores como a agricultores. Al fondo se aprecia la moderna bodega Buen Camino.

Chozo de pastor. Al fondo la bodega.


Esta bodega tuvo su origen en una curiosa casa del pueblo, que durante muchos años fue hospital para pobres. Con el tiempo pasaría a propiedad privada, donde sus dueños fundaron una bodega. El vino se vendería en una taberna en la plaza del pueblo. Ya en el siglo XXI, al quedarse pequeña la casa familiar, los herederos fundaron la bodega actual. 

La visita, sin duda, adquiere otro tono cuando llegamos frente a la casa en la que se alojó la reina Juana, de cuya época apenas queda un pequeño recuerdo en la fachada. Habríamos pasado sin detenernos ante una casa más del pueblo, de no ser por nuestros guías que nos narran el episodio histórico. 

Semiarco en piedra con decoración de bolas

Maru ante la casa explicando la historia

Allí, nuestra guía, Maru, se mete casi en la piel de la desdichada reina Juana I de Castilla -olvidemos el injusto apodo de la Loca-, para transmitir las palabras de un cronista local, que nos va a relatar cómo fueron los hechos; cómo el respeto y el amor de la hija hacia el padre cambiaron por completo su destino, al confiar en él para entregarle la regencia de Castilla. 

La estancia de la reina en Tórtoles, tracendente para el reino, pero sobre todo para su vida, está presente en el imaginario colectivo de la localidad. De la crónica local, que acertadamente nos acerca Maru, recogemos las palabras finales:

A partir de este encuentro se van a cometer las mayores tropelías contra una reina legítima. Primeramente, el ninguneo de su padre en Tórtoles para llevarse la regencia, y nueve años después su hijo Carlos la va a defenestrar de por vida, confinándola en Tordesillas.

Ventana con persiana verde enrollada, cortinas blancas y maceta con flor roja

En la calle por la que nos acercamos a la plaza hay varias casas en otro tiempo señoriales; hoy los estragos de la división por herencias pueden apreciarse lamentablemente en alguna de ellas. En la mayoría su esplendor pertenece al pasado y una vez más de nuestras bocas sale con sordina un ¡qué pena!

Afortunadamente pequeños detalles de las casas habitadas, como esa maceta que nos saluda desde la ventana, mantienen la esperanza.

Y llegamos a la plaza, flanqueada en su lado norte por la imponente mole de la iglesia, que más que iglesia parece fortaleza. Durante su estancia en Tórtoles, la reina Juana depositó el féretro de su esposo es la iglesia, a donde acudía a misa diariamete.

Fachada de la iglesia con la torre fortificadas
(Iglesia de San Esteban Protomártir- Wikimedia Commons)

Se comenzó a construir por la torre defensiva, a la que se adhirió una iglesia románica, que, más tarde, en el siglo XV, se amplió para construir la iglesia gótica actual, una de las primeras y más importantes de la provincia.

La fachada es sencilla, muestra un gran rosetón en lo alto, y sobre la puerta un sencillo cordón y una pequeña imagen de san Esteban Protomártir, a la que está dedicada.

Vista interior de la nave central y la del evangelio. Bóvedas de crucería. Al fondo el prebisterio con el retablo

El interior de la iglesia es aún más sorprendente que su exterior. De tres naves a diferente altura y planta de cruz latina, apenas apuntada. Las naves constan de cinco tramos; en el primero, junto a la base de la torre, se levanta un soberbio coro. En él se puede admirar un notable órgano del siglo XVIII.

Vista del coro con el órgano a la derecha de la imagen

 Debajo del coro encontramos la pila bautismal, románica.

Pila bautismal románica adornada con sencillos arcos de medio puntoccia

La iglesia cuenta con varios altares. El retablo mayor combina pintura y escultura en madera, con estofados dorados. Tiene unas dimensiones considerables, ya que ocupa todo el testero del ábside. De finales del siglo XVI, es renacentista con tendencia al manierismo. Además de la imagen central dedicada a San Esteban, llama la atención el monumental tabernáculo o sagrario. En las distintas calles los cuadros y las esculturas representan escenas de la vida de la Virgen, de Jesús y de santos diversos. El retablo se corona con un calvario.

 
 
Al lado del evangelio se abre una capilla funeraria, presidida por un altar barroco con columnas salomónicas. Allí la imagen del Crucificado con melena de pelo natural.
 
Las naves del evangelio y la epístola se cierran con sendos altares presididos por la Virgen del Rosario y el Niño Jesús de Praga, respectivamente.  Ahorramos su descripción e invitamos a los lectores a visitar Tórtoles, su iglesia y a detenerse ante altares, imágenes y capilla.
 
De nuevo en la plaza, el edificio del ayuntamiento no pasa desapercibido. Es un soberbio edificio de dos plantas sobre la baja, que se encuentra porticada. Data del siglo XVII, aunque fue reconstruido en el XVIII. A lo largo de su historia ha albergado distintas funciones. En la actualidad alberga el consultorio médico y en la planta sótano, con entrada por una calle lateral, la biblioteca.

 
La visita a Tórtoles termina en una plazoleta donde se halla otro edificio importante en la vida actual de sus habitantes. En su origen fue albergue de peregrinos, luego escuela paara niños y niñas -hasta cien escolares llegó a haber-, y en la actualidad es el centro social, donde tienen lugar distintas actividades. 
 
Ha sido una mañana agradable, muy agradable gracias a nuestros guías. En la mochila, aparte de los recuerdos y las fotos, nos llevamos a casa un paquete de magdalenas, para seguir disfrutando de ese pueblo.

Mayo de 2025 

viernes, 9 de mayo de 2025

Núm. 304. Tórtoles de Esgueva: el agua, la iglesia y la reina Juana (I)

El agua, las fuentes, y el verde están por todas partes en Tórtoles de Esgueva. La sensación de frescor y el sonido del agua es constante durante toda la visita, pero no nos adelentemos y vayamos por orden.

Regato que baja por una pendiente entre una abundante vegetaciónaia-r

En punto esperaban los guías, Ángel y Maru, junto al mayo, que, apenas un par de días antes, habían pinado (levantado) a pulso los jóvenes y no tan jóvenes del pueblo.

Un grupo de hombres levanta el mayo a pulso.
(Pinado del mayo- Ángel Álvarez)

La visita a Tórtoles de Esgueva, dentro del programa «¿Te enseño mi pueblo?», se inicia con los datos demográficos y prácticos del Tórtoles actual, que, pese a ser un pueblo que no llega a los 500 habitantes, cuenta con todos los servicios. Más tarde se situará la localidad en los tres espacios geográficos de los que forma parte. Espacios distintos, pero que comparten mucho de lo que es esta zona de Castilla: el valle del Esgueva, la Ribera del Duero y la comarca palentina del Cerrato, que tiene su prolongación en los pueblos limítrofes burgaleses, por lo que Tórtoles está en el llamado  Cerrato burgalés.

Más que agrícola, Tórtoles tuvo en otro tiempo una gran importancia ganadera con numerosos rebaños de ovejas. Con la lana de las ovejas, se fabricaban paños y mantas, de ahí el seudogentilicio de pelaires que se da a los habitantes de la localidad. Tórtoles tuvo dos batanes, hoy arruinados, y de toda esta labor textil y ganadera, junto a otros oficios antiguos, quieren dejar recuerdo los murales a un lado del frontón.

Murales: rebaño de ovejas, batán y lavandera

Seguimos a nuestros guías camino de la parte alta del pueblo, acompañados por un buen olor a pan, proveniente de la panadería, que, además de buen pan, elabora unas excelentes magdalenas caseras. Doy fe.

Nos detenemos en un paraje donde la naturaleza se muestra generosa, abunda el agua, los árboles... El continuo paso del agua en otro tiempo ha dejado su surco en una pared de piedra caliza, donde pueden apreciarse todavía algunas pequeñas estalactitas. 

Los romanos eligieron el lugar para su asentamiento, precisamente, por su agua abundante, dejando en herencia unos cuantos canales para el regadío, y, ¿cómo no?, el sistema de calefacción por glorias, tan popular en toda la Ribera. Al fondo nos espera un gran edificio, se trata de un molino del siglo XVIII, que perteneció al convento, y parte abajo de donde nos encontramos se hallaba uno de los batanes del pueblo, hoy rodeado de maleza.

A la derecha roca con estalactitas, al fondo el molino
Sin duda el monumento más importante del pueblo, junto a la iglesia parroquial, es el monasterio de Santa María la Real. Es propiedad privada y, por lo tanto, no puede visitarse, pero, ante su portada y mediante fotografías, se nos facilitan los principales datos y se mencionan las principales estancias: la capilla de los fundadores, el claustro... El complejo cuenta con una superficie de aproximandamente diez mil metros cuadrados, y además del monasterio, hoy complejo hotelero en venta, cuenta con una quesería artesanal, también cerrada, y una residencia de ancianos de 34 plazas en funcionamiento.

El convento fue habitado por monjas benedictinas de clausura desde su fundación, en el siglo XII, hasta el XX. En 1977 las monjas se trasladaron a una nueva construcción en Aranda de Duero, a donde trasladaron algunos de los bienes muebles. 

Puerta del monasterio flanqueada por dos cipreses
Puerta del monasterio (Wikimedia Commons)

Quizá lo que más interese en la actualidad de este convento sea la leyenda que habla de las propiedades de su fuente para curar la ictericia, ya que estando en el lugar las huestes de Fernán González batallando con las de Abderramán III, la ingesta de las aguas de su fuente curó de ese mal a las tropas cristianas. En agradecimiento a este hecho, considereado como «milagroso», Fernán González mandó construir una capilla, sobre la que más tarde se levantó el monasterio.

Aunque no se cuente en la visita, leyenda o no leyenda, esta agua milagrosa ha atraído durante siglos a enfermos de la comarca, aquejados del llamado mal de amarillo, la ictericia. Las monjas aceptaban una limosna y mandaban que el enfermo fuera a misa durante ocho días y rezara unas oraciones ad hoc. Al cabo de ese tiempo el enfermo quedaba curado.

En nuestro recorrido circular alrededor del convento, pasamos por el parque de los Caños, con abundante vegetación, agua y caños donde abrevar el ganado.

Capitel con motivos geométricos.

En nuestro camino hacia la ermita de San Cebrián o del Cristo, por la parte alta del pueblo, podemos apreciar todo lo que Tórtoles es, y observar la mole de su iglesia con aspecto de fortaleza. La ermita tiene un gran valor emotivo para los tortolicos, pues hacia ella dirigen sus pasos el día de Viernes Santo. De origen románico, la construcción actual es muy posterior. Cuenta con tres naves; sus columnas se rematan en capiteles con decoración floral-geométrica. Está presidida por la imagen del Crucificado en un altar barroco. La imagen de san Cebrián se sitúa en un lateral.

Icono de San Cebrián

Desde el cerro conde se sitúa, que sube al páramo, se aprecia bien la cuesta de las Atalayas, aunque en el pueblo se conoce como las Revueltas. Allí se cree que pusieron los moros sus puntos de vigilancia para controlar todo el valle del Esgueva. De la presencia árabe en el pueblo, quedan algunos recuerdos en la toponimia, como Fuente la Mora o Guadameya, hoy una marca de vino.

Seguimos nuestro camimo callejeando por lo que fueron los distintos barrios. En uno de esos puntos nos paramos, porque hemos llegado a la calle de las Tapias, calle en pendiente -los locales la llaman Arrastraculos-, terminada en un arco. Esta calle une los dos barrios, el primitivo, medieval, de calles intrincadas, y el más moderno, ya construido en la Edad Moderna, donde podemos encontrar algunas casas palaciegas.

Fijémonos en la capillita que la piedad popular ha colocado en uno de los muros del pasadizo.

Pequeña imagen de la Virgen de Fátima y florero

De Tórtoles de Esgueva fue el obispo de Zamora, Ángel Molinos Tobar (1721-1786). Su casa está en la calle Mayor; aunque ha tenido distintos usos, como prueba un gancho de carnicero al lado de una de las puertas, presenta un aspecto noble con balcones y dos escudos en su fachadas. Dentro se conserva la escalinata y el báculo del obispo en las puertas.

Vista parcial de la casa del obispo: puerta, ventana, balcón y escudo,a

En esta calle mayor se pueden apreciar también algunas casas en ladrillo visto, material que empezó a utilizar la mediana burguesía para sus casas a finales del siglo XIX y se prolongó durante buena parte del XX. Las fachadas solían adornarse con motivos geométricos.

Fachada de ladrillo visto rojo. Adornos romboidales en el mismo material, sobresaliendo del plano

 
Igualmente, en otras fachadas podemos encontrar molduras remarcando los vanos y otros adornos, con voluntad indudable de dar prestancia a las contrucciones

 

Fachada de casa con los balcones enmarcados por molduras blancas. Igualmente adornos de rombos en blancoeoessd

Los numerosos manantiales de los que se rodea el lugar, sin duda surtieron de agua para el consumo a la población durante siglos, pero fue en 1924 cuando esa agua se canalizó y llegaron las fuentes públicas al pueblo. La primera se instaló, como no podía ser de otra forma, en la plaza. Esa fuente se trasladó luego a la puerta del Sol para evitar su consumo directo por un vecino; el conflicto se resolvió bastantes años después al hacerse una réplica en la plaza.

Fuente con pila redonda y dos caños, puede leerse el año, 1924

Aprovechamos el agua de la fuente para tomarnos un descanso en el paseo. 

Volvemos enseguida.