Lo he dicho mil veces y lo seguiré repitiendo. No es lo mismo visitar un sitio por tu cuenta o que te lo enseñen los del propio pueblo.
De la mano del programa ¿Te enseño mi pueblo?, una vez más he vuelto a Quintana del Pidio.
Esta vez la visita quiere tener un enfoque diferente: ¿cómo era la vida en un pueblo de Castilla en la Edad Media? ¿Cómo actuaba la Santa Inquisición en ellos? En Quintana algunas piedras nos hablan de lo uno y de lo otro, solo hay que dejarlas hablar a través de Juanjo, el voluntario que nos va a llevar por las calles de su pueblo.
Primer hito a destacar, un caserón bastante bien conservado que encontramos muy cerca de la plaza. En su fachada hay dos escudos que dan cuenta de quiénes fueron sus dueños, era el edificio del priorato. Porque Quintana, entre otros señores, perteneció durante muchos años al Priorato de Silos. Los frailes necesitaban vino, tanto para el consumo particular como para el sacrificio de la misa, así que encontraron en este pequeño pueblo un buen lugar para su aprovisionamiento. Hoy Quintana cuenta con trece bodegas acogidas a la D. O Ribera del Duero, lo que le da el mayor ratio por habitante de la zona. El caserón, que en otro tiempo recibió diezmos y tercias hoy está dividido en tres viviendas, que han dejado alguna cicatriz en su fachada.
Ya que hablamos de números, diré que Quintana es un pueblo de menos de 200 habitantes, pero 20 de ellos son de edad escolar. El número de parejas jóvenes es también notable.
Otro caserón, este totalmente en ruinas, nos recuerda quién fue su dueño. Se trata del cardenal Sancha, que tuvo una amplia carrera eclesiástica para terminar en Toledo, donde murió, como arzobispo y primado de España. Antes, en los años que pasó en Cuba, había fundado una congregación religiosa femenina para el cuidado de huérfanos inválidos y desamparados. A las hermanas se las conoció popularmente como las sanchinas. Hoy la congregación cuenta con unas trescientas religiosas repartidas en unas cincuenta comunidades. En 1899 Pío Baroja y Azorín conocieron al cardenal Sancha y lo convirtieron en personaje literario en Camino de perfección y La voluntad, respectivamente.
Seguimos nuestro paseo y llegamos a lo que fue la casa de los tercios o tercias, donde se recogía la parte de la cosecha, el tercio, que pertenecía a los señores, y también el pósito. Allí se almacenaba grano de forma comunal para tener con qué sembrar los años de mala cosecha. Debemos pensar en una economía de subsistencia para la mayoría de aquellos labradores. Lo que podía producir la familia de pan, vino y hortalizas, se consumía en su totalidad, con pocas posibilidades para el ahorro. La existencia de estos pósitos proporcionaban una cierta seguridad para los años siguientes.
Salimos a la carretera y tras unos metros llegamos a un lugar desde el que se puede apreciar buena parte de la vega del Gromejón. Es el momento de recordar el pasado más pasado de Quintana, los asentamientos y restos neolíticos en el entorno de Revilla, poblado del que apenas queda una pared de su iglesia, pues en los años 60 del siglo pasado fueron vendidas la mayoría de sus piedras a la parroquia de Santo Domingo en Aranda de Duero. Otros bienes muebles se repartieron entre Gumiel de Izán y el propio Quintana. El nombre de Revilla saldrá recurrentemente a lo largo de la visita.
Y en esto llegamos al Soto, sin duda el lugar más refrescante del recorrido. Allí, sentados a la sombra de los álamos, disfrutamos de la primavera, los ruiseñores nos anuncian el despertar de la vida.
El mes de mayo era pródigo en ritos, los labradores sabían que estaban en los meses cruciales para las cosechas, ya lo dice el refrán, abril y mayo son las llaves del año. Árboles como los álamos o los olmos se consideraban árboles sagrados, en comunicación directa con las fuerzas de la Naturaleza, mientras que los nogales daban una sombra dañina; para evitar todo mal, había que caparlos, es decir cortar la punta de una rama brotada ese año.
El primer día de mayo, los mozos no se olvidaban de levantar el mayo, acudiendo a las riberas o al monte a por el árbol más alto; este permanecería erecto durante todo el mes de mayo. A su alrededor se propiciarían pequeñas fiestas y hasta encuentros amorosos. Más tarde llegarían las enramadas.
La noche de San Juan había que pasarla en un lugar elevado, provistos de navajas y cuchillos, cerca del sol para recibir los primeros rayos. Ese día también se pasaba a los enfermos por debajo de árboles considerados salutíferos, el álamo o el ciruelo.
El labrador observaba el comportamiento de las aves, las golondrinas siempre eran beneficiosas, y si gorriones y palomas se acercaban a los charcos es que iba a hacer buen tiempo, pero si revolcaban en los caminos, es que entonces anunciaban sequía. Era preciso, entonces, recurrir a las rogativas. Como parte de las sacralización de los ritos paganos, alrededor de San Marcos, 25 de abril, se clavaría una cruz en un árbol, porque la cruz es vida y trae buen tiempo.
Contra el pedrisco, algo muy temido por los labradores, se recurría a los servicios del nublero, hombre encargado de ahuyentar las tormentas a golpe de campana, o mediante otros mecanismos.
Antes de abandonar este refrescante lugar, y seguir nuestra visita, podremos disfrutar también del patrimonio inmaterial de Quintana del Pidio, gracias a unas grabaciones realizadas en los años noventa a dos mujeres del lugar, ya fallecidas. Se trata de Pilar Hervás y Carmen Cuesta, que nos van a cantar la versión local del Romance del conde Lino.
Madrugaba el conde Lino, la mañana de San Juan,
a dar agua a su caballo, a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe, el conde Lino echa un cantar,
y la reina del palacio a su hija mandó llamar.
-Mira, hija, cómo canta, la sirenita del mar.
-Madre, no es la sirenita, ni lo es ni lo será,
es la voz del conde Lino, con quien me voy a casar.
-Si te casas con él, hija, yo le he mandar matar.
-Si le manda matar, madre, mándeme a mí enterrar.
Y a otro día a la mañana, clamores dan en San Juan.
-¿Por quién clamorean, madre? -¿Por quién han de clamorear?
Clamorean por conde Lino, que muerto en la plaza está.
Ella, como hija de reina, en caja de oro va,
y él,como hijo de conde, en caja de plata va.
A ella, como hija de reina, la entierran en el altar,
y a él, como hijo de conde, tres pasitos más pa tras.
Donde a ellos enterraron, ha nacido un manantial,
donde todos los que enferman, allí se van a curar.
La reina, por ser la reina, también la tocó enfermar;
la reina, por ser la reina, allí se fue a curar.
Donde a ellos enterraron, ha nacido un rosal;
la reina cuando iba a misa, se ha trabado el delantal.
La reina, que está comiendo, a su plato fue a picar,
una pareja pichones, y ella les mandó matar.
-Vete, de ahí, tú la reina, no te queremos curar.
Cuando éramos chiquititos, tú nos mandaste matar,
cuando éramos rosalitos, tú nos mandaste arrancar,
y ahora que somos santitos, no te queremos curar.
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