domingo, 26 de marzo de 2023

Núm. 284. El Solitario: Amor

El lirismo infantil y popular del primer acto se vuelve más trabajado en el segundo, dedicado al Amor. 

El hijo de la Campana y del Tiempo, que llegaba a este mundo en el pico de una cigüeña, entre la alegría de padres y hermanas, las Horas, ha crecido y es ahora un adulto que ha cambiado la torre del campanario por la torre de un faro. 

 

Faro de Chiclana

Su padre sigue siendo el Tiempo, pero sin saber muy bien por qué razón -quizá para que esa nueva madre pueda traerle el Amor-, la madre esa ahora otra:

Y en lugar de la campana
por madre tengo la vana
luz que ilumina el navío.
Trocó su acento argentino
por otra voz más brillante,
ahora su canto es constante
sobre la mar que domino.
No es el doblar campesino
que sonaba intermitente,
ahora luce permanente
hasta que amanece el día
y es del navegante guía
con su palabra luciente.

En su soledad de farero vienen ahora a acompañarlo el Pasado y las estaciones, que una tras otra van saliendo de un calendario, mientras que los otros personajes suben y bajan por una escalera. 

En este punto hay que prestar atención a los decorados y al vestuario, que con minuciosidad describe la autora en numerosas acotaciones. Ellos no solo forman parte del juego escénico, son parte fundamental de la obra. Por ejemplo del Invierno se dice que «viste traje de pieles blancas» y el Verano «vestido de espigas», la Primavera «viste traje de ramajes y flores». Parecen personajes sacados de un calendario agrícola, ¿y el Otoño? Curiosamente para el Otoño la autora no parece tener un símbolo definido -«en su disfraz», declara al presentarlo- dejándolo al  albedrío del director: ¿uvas?, ¿hojas verdiamarillentas?

Quedémonos con este personaje que quizá, en su soledad, en su búsqueda del amor, la Primavera imposible, sea el que más cercano al protagonista.

Yo soy el Otoño,
tan desventurado
que nunca he podido
vivir a tu lado.
Celoso del frío
que se te adelanta,
celoso del fuego
que besa tus plantas.
Yo como tú soy
joven y templado,
quien mejor cuadra
para enamorado.
Primavera, Otoño,
son las estaciones
que pueden unir
sus dos corazones.

Amor, que así se titula el segundo acto, no puede terminar mejor, pues aparece en forma de Sirena, que ha perdido «su cola al saltar una ola», rescatada del mar y sus tritones por unos marineros. 

Y con Ella vuelven las rimas sencillas de los juegos infantiles:

¡Sirenita del mar,
acabadita de pescar!


Comentario para el club de lectura La Acequia.

lunes, 20 de marzo de 2023

Núm. 283. El Solitario: Nacimiento

La aparente simplicidad, el juego infantil que parece El Solitario de Concha Méndez, no deja de ser una falsa impresión que se va deshaciendo a medida que leemos y releemos la obra.

Quedémonos en el primer acto, un primer acto que Méndez escribió llevando en sus brazos a su hija de dos años, Isabel Paloma, entre Madrid y Bruselas, al comienzo de su exilio en 1937.

El que la autora tenía planeada toda la obra parece un hecho ya incontestable, pero su aparición en diferentes periodos de tiempo y etapas de su vida, puede llevarnos a pensar que mucho debieron influir los acontecimientos futuros en su desarrollo.

Lo primero que llama la atención es la nómina de personajes de este primer acto: la Araña, el Cuco, la Campana, la Cigüeña, las doce Horas, el Tiempo...

 

Torre de iglesia con campanas, veleta y nido de cigüeña

Todos ellos se mueven alrededor de la torre -la autora cuida en extremo los detalles del decorado y las acotaciones -donde la Campana, la gran señora, espera anhelante la llegada de un hijo varón. Hasta ahora solo ha tenido hembras, las Horas, aunque alguna de ellas está dispuesta a ir a la guerra, si fuera preciso:

que a falta de hijo varón,
yo supe tomar las armas.
No olvidemos aquella España del 37 con demasiadas doncellas guerreras dispuestas a combatir y defender aquello en lo que creían.

Con un lenguaje sencillo, simbólico, en este primer acto abundan las referencias al folklore infantil, cuando no piezas directas de ese folklore, como esa nana que le canta la Hora 4 a todos los niños del mundo:

Nana, nanita, nana,
nanita, nana,
duérmete, palomita
de la mañana.

No se duermen los niños con las palabras, se duermen con el ritmo constante, como bien saben las madres, las amas de cría y hasta esas Horas hermanas, que una tras otra, sin llegar a coincidir, jamás rompen el ritmo.  ¿Jamaś? De pronto se produce el ansiado milagro, la Cigueña llega con el Niño, y tras depositarlo entre unas pajas, todas sus hermanas, las Horas, salen a recibirlo para entonar una de esas canciones seriadas que tanto gustan a grandes y chicos.

A la una, la mula, a las dos, la coz, a las tres, tresqués...

No, detente, devolvamos la voz a la autora, a las Horas, y al Cuco, que les va dando respuesta una a una: 

Reloj de sol

¡Soy la una!
¡Viva la luna!
¡Soy las dos!
¡Que viva el sol!
¡Soy las tres!
¡Que viva el clavel!
¡Soy las cuatro!
¡Que viva el teatro!
¡Soy las cinco!
¡Viva el jacinto!
¡Soy las seis!
¡Viva la mies!
¡Soy las siete!
¡Viva el más fuerte!
¡Soy las ocho!
¡Vivan los novios!
¡Soy las nueve!
¡Viva el que sueñe!
¡Soy las diez!
¡Viva el ayer!
¡Soy las once!
¡Viva el que llore!
¡Soy las doce!
¡Viva el que goce!

Sencillamente delicioso este volver a la infancia con Concha Méndez.

 

Colaboración para el club de lectura La Acequia.

domingo, 12 de marzo de 2023

Núm. 282. Sátur Lázaro, in memoriam

Conocí a Sátur Lázaro, en uno de esos pueblos de la Sierra, en un festival de folklore en el 2006, al que había acudido acompañando a mi madre.

El grupo de danzas El Torrejón de Adrada de Haza había interpretado una curiosa danza de carnaval con una letra algo picante, que me había llamado la atención. «Aquí puedo tener suerte», me dije, pues dispuesta a hacer una tesis sobre cultura popular en la Ribera había iniciado mi búsqueda de informantes. Con algo de timidez, pues siempre fui algo cortada para estas cosas, me acerqué a la que parecía liderar el grupo. Tras unas palabras de presentación, hice la pregunta de la que siempre temía la respuesta: «¿Y no sabrás de una persona que en tu pueblo sepa refranes y que esté dispuesta a contármelos?». «¡Refranes! Yo misma», fue la respuesta de Sátur, y aquel encuentro fue el comienzo de una relación que ha durado hasta hoy mismo, hasta el día en que me han comunicado su fallecimiento. 

Benilde y Sátur
 

¡Una de mis mejores informantes!, he exclamado en un grupo de WhatsApp, en el que se ha dado la noticia. 

No tardé en visitarla en su pueblo, en su cocina, en esa casa acogedora enfrente de la iglesia, y allí, junto a su amiga Benilde, desplegó el cuaderno donde iba apuntando refranes y otras anécdotas, para regalarme su tesoro. 

Recurro al corpus de mi tesis para recuperar parte de aquella jugosa conversación, en la que los refranes saltaban de su cuaderno a mi grabadora: 

Más vale un pájaro en mano que ciento volando. Entre col y col, una lechuga. Estas son lentejas, si quieres las comes y si no las dejas. Agua del cielo no quita riego. No hay mejor espejo que la carne sobre el hueso. Si marzo mayea, mayo marcea [titubeos]. Abril y mayo, las llaves del año. Septiembre, arrastra los puentes o seca las fuentes. Con pan y vino se anda el camino. El que con lobos anda, a aullar aprende. Cuando el río suena, agua lleva. Perro ladrador, poco mordedor. En boca cerrada no entran moscas. Al pan, pan, y al vino, vino. Oveja que bala, bocado que pierde. Presumen de tacón y pisan con el contrafuerte. Por el humo se sabe dónde está el fuego. El rabo..., a ver yo aquí qué quería poner, El perro menea el rabo... Quien siembra vientos recoge tempestades. El que bien tiene y su mal escoge, por mal que le vaya, que no se enoje.
Quien bien te quiere , bueno ese... te hará llorar. Si lo temprano miente, lo tardío siempre, esto se refiere a la nieve. Si en diciembre y en enero no hace frío, en febrero se hiela el río. La Pascua de la Navidad al sol, la de Resurrección al tizón. Si llueve en agosto, ni miel ni mosto. Cosiendo y andando y haciendo vencejos. Eso se ve que es una cosa de aquí que iban cosiendo... Yo se lo he oído decir a mi abuela, iban en el carro y pillaba muy lejos la tierra, pues iban haciendo el calcetín con las cinco agujas.

Otras muchas veces la visité en su pueblo, alguna vez en invierno, e insistió en acompañarme a la casa de una pareja joven, sus amigos, porque ella había leído un libro donde aparecían muchos refranes. Era una novela histórica, cuyo título no he recordado. 

Solíamos pasar un rato en el local de las asociaciones, en una parte de las antiguas escuelas, allí repasábamos lo sabido y por saber, y siempre salía algo nuevo para la cosecha.

Repetía con frecuencia que habíamos recopilado refranes y que ahora tocaba palabras perdidas, que ¡ojalá pudiéramos pasarnos la vejez en esa tarea! Lo decía cuando iba a visitarla con mi amiga Luz, que debido a sus antecedentes familiares en Adrada y alguna anécdota en común, la conocía bien.

Yo le repetía una y otra vez que el trabajo ya estaba hecho, que estaba el Vocabulario de Martín Criado, y en lo que respecta a Adrada tenían la Enciclopedia adradeña, pero ella insistía e insistía. Le gustaba seguir aprendiendo sobre las cosas del pueblo.

Le gustaba aprender y le gustaba enseñar, por eso estaba tan ilusionada con formar parte del programa «¿Te enseño mi pueblo?». Muchas veces paseamos por sus calles y por los alrededores, pero nunca de forma oficial. En marzo del 2021 dejó un bonito recuerdo para dicho programa, y de paso para todos nosotros, el recitado del poema dedicado a su pueblo.

La vi en junio o julio, aprendiendo sobre naturaleza en un taller en Montejo de la Vega; nada parecía delatar la enfermedad que pronto empezaría a hacer mella en ella. Por eso no quise cerrar el año de visitas a los pueblos sin pasar por Adrada y que Guadalupe, su compañera,  me enseñara el pueblo, consciente de que Sátur estaría allí, aunque no estuviera.

Mis últimas conversaciones con ella a través del teléfono transcurrieron entre el ánimo y la resignación, pero no se adivinaba a pesar de su quebrada voz, que el final estuviera tan cerca. 

Su muerte nos ha sorprendido a más de uno.

Descansa en paz, querida Sátur, y en el cielo no te olvides de ir recogiendo refranes y esas cosillas. Aprovecharán sin duda a los más jóvenes.

Parte alta de las arquivoltas de la ermita. Cruz en lo alto, copas de los árboles y cieloel aArquivoltas de laPar