domingo, 11 de noviembre de 2018

Número 198. Las olvidadas del 27 (I)

En 1977 la Estafeta Literaria dedicó un número monográfico a la Generación del 27. Volverse a encontrar este ejemplar entre los papeles perdidos es un auténtico lujo. Al primer vistazo, ellas, como era de esperar, no estaban. Ellas, las olvidadas del 27, de ahí el título de este post o serie de ellos, ellas, a las que ahora los buenvoluntariosos denominan las Sinsombrero;  pero volvamos a 1977 y extraigamos de aquellas páginas alguna perla que no podemos dejar pasar por alto.

Empecemos por la opinión de Concha de Marco, poeta casi desconocida, de la que ahora se publican sus memorias.

A la pregunta realizada por el editor a una serie de personalidades de la literatura de 
 ¿Qué importancia y qué vigencia tiene para usted la Generación poética del 27?,
De Marco contesta [el resaltado es mío]:
Y qué le voy a decir a usted sobre la importancia de la generación del 27 que ya no se haya dicho, qué le voy a opinar sobre esta inopinable categoría. Que sí, que yo tenía once años cuando se fraguó aquello y luego por la guerra o algo así yo no sabía nada más que estudiar biología y otras cosas inútiles. Poco después me compré la antología de Gerardo Diego donde están todos, incluidos los anteriores, porque yo respeto mucho a todos estos señores, también a las señoras, aunque estas nunca han tenido derecho a generación que valga ni el cohete de una feria que se quema allá arriba. Permítame, señor, permítame, que ya estaba Ernestina de Champourcín, con un libro muy majo en preciosa edición y también Carmen Conde con Brocal y Alfonsa de la Torre, aunque aún no funcionaba, que yo sepa, pero yo sé que la generación es siempre cosa seria y cosa de hombres, para qué nos vamos a engañar. Y mis muchos respetos para estos señores que ni apellido hace falta para nombrarles: Dámaso, Gerardo, Vicente, Federico, Jorge, Rafael, aunque también Miguel, pero este es Hernández y Cernuda, Salinas Altolaguirre, Domenchina. Que sí, que importantísima generación y al parecer la única del siglo por cuanto estamos en el 77 y siguen que la matan todos los libros, todas las revistas, todos los periódicos, los folletos, las conferencias de las fundaciones millonarias, las tesis doctorales y demás organismos de comunicación y propaganda. Que yo respeto mucho a todos ellos, pero aquí en confianza lo que recito de memoria y a escondidas cuando no me ve nadie es a Antonio Machado, a Juan Ramón Jiménez y a Quevedo, es que una está muy anticuada. Luego no sé más que decirle, que aquí estamos bajando por la cuesta de final de siglo y no se clarifican las cosas. Cincuenta años siempre con los mismos y dale que te pego todos los eruditos, igual americanos, ingleses y aborígenes, estos con el palo tieso en la lista negra de la ignorancia. Tú, máscara de a pie en el carnaval de los grandes y a callar, que por si fuera poco eres mujer y nada homosexual, que siempre sería un mérito. 

Aunque debo decir que recuerdo de memoria al capitán de los vientos y de las golondrinas, al hijo de la ira de Madrid es un millón de cadáveres, a aquel que vino desde el cántabro mar que mi niñez limita y aunque no lo parezca al de se querían de día, se querían de noche. Cosas que se le ocurren a esta última esquina nocturna de una aldea abandonada, ceniza de paja, luciérnaga enferma y sin luz entre el barro del otoño, pájaro sin canto ni plumas en el hueco de la nieve o algo así, con perdón de los presentes y ausentes, o algo así, para qué le voy a decir más. Que son muy buenos todos y muy ilustres y por demás importantes por los siglos de los siglos, que bien merecen tanta gloria y alabanza, unos por estar vivos y otros porque están muertos. Y yo no sé si estoy viva o muerta, que solo sé que el jilguerillo parece quererme un poco, aunque cualquiera sabe, en estos tiempos una no puede estar segura ni del jersey que lleva puesto, con perdón, de un color caldero que para qué le voy a usted a decir lo viejo que es. Que después de tan ilustre generación, qué va una a hacer con tantas cosas de por medio, la guerra, el trabajo de la casa, la compra y la comida, el tener todo en orden para que el marido, el incomparable marido (único privilegio de mi vida) tenga todo en orden y a punto, los azulejos y el cuarto de baño, que ahora que él se ha ido, por lo menos habrá que limpiar una vez al mes, digo yo.

Como ya le he dicho que yo no tengo, primero por ser mujer y luego por otras razones más particulares, derecho a generación, tengo mucha envidia y bastante respeto por los que la tienen y desde aquí les envío a todos una sentimental corona de laurel para la eternidad, aunque yo me guarde algunas hojas para ponerlas en un herbario que el día que me muera alguien misericordioso que ni siquiera se habrá de molestar en cerrarme los ojos tirará a la basura.

Y que si de alguien me olvido o pongo de más es sin intención, porque la verdad es que yo entiendo muy poco de nada y menos de poesía, nada digo de generaciones que ni sé cuánto duran. Yo le agradezco mucho que me pida usted opinión, ello indica muy buena intención y generosidad por su parte, y yo cumplo como puedo, ya que no sé escribir más que a zarpazos en esta máquina que me viene grande y que ni de acentos sabe. Espero que no me pasará nada por ello. En fin, no digo más, porque cuanto más hablo lo pongo peor. Ruego a usted que me ponga hecha cachitos a los pies de esa señora, la generación del 27.

Y le envío un saludo esta que lo es, pero no está del todo segura de que lo sea, con toda la humildad de quien no tiene ni una mala generación en que caerse muerta.
Concha de Marco
(Estafeta Literaria, núm. 618-619, 15 de agosto 1 de septiembre de 1977)

En favor de los editores de la revista, hay que decir que tuvieron el acierto de entresacar de esta irónica y amarga carta, poniéndola como entradilla, la siguiente afirmación:
GENERACIÓN ES SIEMPRE COSA SERIA Y COSA DE HOMBRES, PARA QUÉ NOS VAMOS A ENGAÑAR

4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Oportuna entrada y magnífica edición esta de sus Memorias. Algunos de sus textos los dejó preparados para la edición pero otros no. Todos interesantes: y directos. Recomiendo vivamente su lectura.

Ele Bergón dijo...

Una delicia de texto y casi puedo asegurar, que en el libro que acabo de leer : Las modernas de Madrid de Shirley Mangini, no menciona a Concha Marco, y yo creyendo que ya estaban todas las del 27.¡ Quedan tantas por descubrir!

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Una carta irónica y amarga. ¡A quién se le ocurre hablar de azulejos sucios y jerseys color caldera! Gracias, Carmen, por dárnosla a conocer.

Besos

Paco Cuesta dijo...

Gracias por el artículo, por aquel entonces estaba uno tan enfrascado en lo material que..., para qué seguir. "Mea culpa"