miércoles, 24 de febrero de 2021

Núm. 244. De la Candelaria a San Matías

El mes de febrero es también un mes refranero. Agrupadas en los primeros días del mes, una serie de fiestas nos van recordando el avanzar del invierno y cómo la naturaleza se va despertando.

La Candelaria 

La festividad de la Candelaria, conocida también como las Candelas y Purificación de la Virgen, cae justo en medio del invierno, el 2 de febrero. Fue instituida por el papa Gelasio para sustituir a las Lupercalia en honor del dios Pan, que los romanos celebraban con purificaciones y dando vueltas a los templos llevando candelas encendidas.

En muchos de nuestros pueblos, la Candelaria era voto de villa, es decir, una fiesta en la que la corporación municipal, en nombre de todo el pueblo y en procesión solemne, daba gracias por haberse librado la localidad de algún mal: sequía, peste, inundación, plaga...

 Imagen sedente de la Virgen con el Niño sentado en las rodillas. Mira de frente, la Virgen como trono niñoevcn
Virgen de las Candelas (Caleruega)

  

En la procesión era costumbre poner ante la Virgen una vela encendida, y si la vela volvía a la iglesia apagada, era señal de que todavía faltaba mucho invierno, es decir, que el invierno estaba siendo crudo, pero en contraposición la cosecha sería buena. Por el contrario, si la vela llegaba encendida, lo que quedaba del invierno iba a ser benigno, pero en cambio la cosecha sería mala. Además, si las velas que llevaban los asistentes en la mano lloraban mucho, es decir, soltaban mucha cera, lo que quedaba del invierno sería benigno también. 

  • Cuando la Candelaria llora, el invierno ya está fuera (Quintana del Pidio).
  • Si la Candelaria llora, el invierno ya va fora. Si la Candelaria canta, el invierno se adelanta. Ni que llore ni que deje de llora, la mitad del invierno falta por pasar (Valle del Riaza).
  • Si la Candelaria canta, el invierno se adelanta (Caleruega).
  • Si se apaga la vela, como si se deja de apagar, la mitad del invierno queda por pasar (Tubilla).

Por ello, y porque la influencia estadounidense nos llega a todas nuestras costumbres, hay quien se ha referido a ella como nuestro particular «día de la marmota», pero como vemos, lo de predecir el tiempo, en llegando esta fecha, viene de antiguo. 

Los animalillos sí aparecen en nuestros refranes, pero son los domésticos, esas gallinas que ponen de todas todas en llegando las Candelas:

  • Por San Antón, gallinita pon, y por las Candelas las malas y las buenas.

También las abejas nos dejan su tributo de cera, con una serie de refranes, que en muchos casos se nos devuelven convertidos en pareados de marzas, aunque nunca estemos seguros de si fue antes el huevo o la gallina, es decir, las marzas o los refranes:

  • Si quieres miel, por San Andrés; y si quieres cera, por las Candelas (Sotillo de la Ribera, Quintana del Pidio).

  • El que quiera miel, por San Andrés, y el que quiera miel y cera, por las Candelas (Campillo de Aranda).

  • El que quiera coger miel, que cate por San Miguel,
    el que quiera coger cera que cate por las Candelas,

canta en su marzas Villanueva de Gumiel; y por Arauzo de Torre celebran esta abundancia invernal:

Con bien vengan las colmenas,
hasta los témpanos llenas.
El que quiera coger miel,
que cate por San Miguel.
El que quiera coger cera,
que cate por las Candelas.

Como contrapunto, en Adrada de Haza son mucho más pesimistas:

  • Para las Candelas ni miel ni cera.

San Blas

Llegamos al día tres, San Blas, ¿quién no se sabe aquello de...?

  • Por San Blas, las cigüeña verás.

Ahora, la gracia está en la segunda parte, pues son varias las que hemos recolectado en la Ribera. Veamos algunas:

Están las más clásicas, las que hacen referencia a la presencia de la nieve:

  • Por San Blas, la cigüeña verás, y si no la vieres, año de nieves,

que muchos completan empalmando otro conocido refrán:

  • Por San Blas, la cigüeña verás, y si no la vieres, año de nieves; y año de nieves, año de bienes.

Pero la rima hace que aparezcan otras combinaciones, por algo es uno de los refranes mejor recordados.

  • Por San Blas, la cigüeña verás, y si no la ves, año de nieves es;
  • En San Blas, la cigüeña verás, y si no la vieres, año de nieves viene;
  • En San Blas, la cigüeña verás; si la vieres, año de bienes, y si no la vieres, año de nieves. 

Este último es casi un trabalenguas, así que por Castrillo prefieren resumir, y un poco en consonancia con la fiesta precedente de las Candelas dicen:

  • Por San Blas, la cigüeña verás, y si no la vieras tres meses de invierno más. 

El no avistamiento de las cigüeñas es mala señal, porque por 

  • Por San Blas, la cigüeña verás, y si no la ves mal año es (Peñaranda)
  • Por San Blas, la cigüeña verás, y no lo ves mal año tendrás (Aranda)
  • Por San Blas, la cigüeña verás, y si no la vieses, mal año de mieses (Villalba)

Con este panorama, ¡menos mal que desde que han encontrado qué comer en invierno, las cigüeñas no se van tanto!

En cualquier caso, mejor verlas, sobre todo si hacemos caso a este pronóstico:

  • Por San Blas, la cigüeña verás, y si llevas dinero cuando la veas, dinero no te faltará.

No faltan, respecto a las cigüeñas, el refrán conformista y lógico que encontramos cerca del Riaza:

  • Por San Blas, la cigüeña verás, y si no la vieres, señal que no ha venido,

o su versión rimada:

  • Por San Blas, la cigüeña verás, y si no está en el nido, señal que no ha venido.

No se acaban con las cigüeñas los refranes que nos trae San Blas, también tenemos la constatación de que los días de sol han ido creciendo:

  • Por San Blas una hora más (Tubilla del Lago), 

o malos augurios si hiela ese día, otra vez en las orillas del Riaza:

  • Si hiela el día de San Blas, tres meses de invierno más.

En La Horra y en Adrada dan un último aviso para aquellos que se hayan descuidado en sembrar los ajos:

  • Por San Blas tus ajos sembrarás;
  • Por San Blas planta ajos y comerás;
  • Por San Blas, si no has sembrado, siembra tu ajar.

San Blas también anuncia que ya no es buen tiempo para comer ciertos pescados: 

  • San Blas, con el besugo atrás,

y por lo mismo, también hay que ir olvidándose de las matanzas:

  • De San Martín a San Blas, buena matanza harás,

nos recuerda María Gil desde Campillo.

Santa Águeda la Bolillera

Tras las dos fiestas refraneras que hemos pasado, llega el día cinco la fiesta de Santa Águeda, fiesta de las mujeres, de gran tradición en la Ribera, donde la algunos pueblos la tienen además como patrona.

A santa Águeda, mártir siciliana, le cortaron los pechos, y por ello, las mujeres se encomiendan a ella para que se los conserve:

¡Que santa Águeda nos conserve las tetillas!

Panes y dulces se suceden en forma de pechos, pero si hay un dulce que tiene gran tradición en los pueblos del oeste de la comarca, son las bolillas. Realizadas con una masa muy parecida a la de las rosquillas, y moldeadas como pequeñas pelotillas, están presentes en las mesas de Santa Águeda y de carnavales.

Dos refranes nos llaman la atención alrededor de Santa Águeda que se une a la también mártir Eulalia, también llamada Olalla, en su papel de meteorólogas.  

  • Águeda buena, Olalla mala,
  • Águeda mala, Eulalia buena. 

Para contextualizar convenientemente estos refranes diremos que han sido recogidos en las localidades de La Horra, Sotillo de la Ribera y Quintana del Pidio. 

Santa Águeda es la patrona de Sotillo, y justo una semana después, el 12 de febrero, se celebra Santa Eulalia, patrona del vecino pueblo de La Horra. La rivalidad entre pueblos que se tocan hace su aparición esta vez en lo concerniente a las fiestas, y es tradición que si el tiempo ha sido bueno en Sotillo, una semana después hará malo en La Horra, y viceversa. 

Los meteorólogos no encuentran ningún misterio en esto, pues aseguran que a mediados de febrero el tiempo cambia, se asienta, y que per se, como todo el mundo sabe, febrero es un mes cambiante, por algo se le califica de loco.

De todas formas, santa Santa Eulalia está muy ligada al tiempo, pues según la tradición, cuando fue crucificada desnuda, empezó a nevar a fin de cubrir su cuerpo y preservar su pureza.

imagen de santa Águeda. Lleva los pechos en una especie de copaa
Santa Águeda (Villaescusa de Roa)

San Matías, que iguala las noches con los días

Este también muy popular refrán, dicho en febrero del 2021, necesita por lo menos dos explicaciones. 
 
La primera es que, si miramos el calendario, la festividad de San Matías nos la encontramos el 14 de mayo. ¿Se igualan en esa fecha las noches con los días? Evidentemente no, a esas alturas de mayo las horas de luz son muchas más que las de oscuridad, entonces ¿qué explicación hay?
 
Basta echar la vista unos años atrás para ver que el 14 de febrero de 1969 el papa Pablo VI estableció las nuevas normas universales para el año litúrgico, a consecuencia de las cuales se movieron algunas fiestas y se suprimieron otras. Las normas entraron en vigor en 1970, y la festividad de San Matías se movió para que no coincidiese con periodo de Cuaresma. Por tanto, con anterioridad a esa fecha la festividad de San Matías era el 24 de febrero, fecha que se ha conservado en el refranero.
 
Ahora bien, nos seguimos preguntando, realmente ¿se igualan las noches con los días en esa fecha? No, a poco que nos fijemos en la duración del día, vemos que todavía le falta casi un mes para llegar al equinoccio de primavera. 
 
Es el momento de tener en cuenta que fue precisamente la no coincidencia del equinoccio de primavera, según el calendario, con la altura solar, lo que provocó la reforma gregoriana del calendario, por la que se suprimieron diez días del año 1582. 
 
Estamos, por tanto, ante refranes anteriores a esa fecha, pero ¿cómo explicar esos días que todavía faltan para alcanzar de forma exacta el equinoccio de primavera?
 
La respuesta es sensorial, emocional y no matemática, porque es la propia naturaleza, que se encuentra en plena eclosión, y sobre todo el comportamiento de los animales, el que marca esa pauta. 
 
En primer lugar destacamos un recitado por el que las ovejas reclaman abandonar los corrales de invierno y salir a los pastos, al aire libre. Contamos con dos testimonios:
  • San Matías, se igualan las noches con los días. Dice la oveja al pastor: sácame de estas montiñas, llévame entre prados y viñas, que si no crío al cordero, no será por culpa mía (Fuentecén);
  • Por San Matías se igualan las noches con los días, da el sol en las sombrías y cantan las gollorías, y le dicen las ovejas al pastor: sácame de estas montiñas y llévame entre trigos y viñas y te criaré buenas corderiñas (Gumiel de Izán).
El segundo de los refranes da dos claves:
 
La presencia del sol:  
  • San Matías da el sol en las umbrías,
y el sonido de los pájaros, sus cánticos, cuyos nombres tratan de imitar esos sonidos: gollorías, gullerías, garabías, gallardías, grullerías...
  • San Matías, se igualan las noches con los días y cantan las gollorías (Zazuar, Peñaranda de Duero);
  • San Matías, se igualan las noches con los días y cantan las garabías (Adrada de Haza);
  • Por San Matías cantan los pájaros sus gallardías (Adrada de Haza);
  • Para San Matías se igualan las noches con los días, pega el sol en las sombrías, y cantan las gullerías (Quintana del Pidio).
En todo esto no falta que la fuerza de la rima, fuerce versiones sorprendentes, como esta, proveniente de Carmen Cuesta de Quintana del Pidio:
  • Por San Matías, igualan las noches con los días, da el son en las umbrías, cantan las grullerías, y riñen los tíos con las tías.
 
Bibliografía
  •  Almanaque de tradición. Fundación Joaquín Díaz, [consulta: 05-02-2021].
  • Barniol, Albert et alii (2014): Los refranes de el tiempo. Madrid: Espasa Calpe.
  • Cantera Ortiz de Urbina, Jesús  (2001): «Calendario y refranero. Consideraciones acerca de algunas fechas del calendario en relación con el refranero español y francés», Paremia, 10. https://cvc.cervantes.es/lengua/paremia/pdf/010/002_cantera.pdf, [consulta: 20-02-2021].
  • Cantera Ortiz de Urbina, Jesús y Sevilla Muñoz, Julia (2001): El calendario en el refranero español. Madrid: Guillermo Blázquez, Editor.
  • Correas MartínezMiguel y Gargallo GilJosé Enrique (2003): Calendario romance de refranesBarcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona.
  • Díez Barrio, Germán (1996): Dichos didácticos. Refranes agrícolas de meses y santos. Vallladolid: Castilla Ediciones.
  • Hurtado González, Luisa (2018): La meteorología en los refranes. Madrid: Ministerio de Agricultura y Pasca, Alimentación y Medio Ambiente. AEMET.
  • Martínez Kleiser, Luis (1945): El tiempo y los espacios de tiempo y los refranes. Madrid: Librería General de Victoriano Suarez..
  • ParemioRom. Paremiología romance: refranes meteorológicos y territorio. Universidad de Barcelona (http://stel.ub.edu/paremio-rom/es).
  •  Sevilla Muñoz, Julia y Ugarte García, María del Carmen (2016): «Creencias populares, supersticiones y fraseología en Castilla» en Creencias populares, supersticiones y fraseología. Antonella Sardelli (ed.). [En línea]: https://cvc.cervantes.es/lengua/biblioteca_fraseologica/n3_sardelli/sevilla.htm, [consulta: 03-02-2021].
  • Ugarte García, María del Carmen (2007): El refranero del C. R. A. Valle del Riaza. [En línea]: http://cravalledelriaza.centros.educa.jcyl.es/sitio/index.cgi?wid_seccion=6&wid_item=87, [consulta: 3-5-2020].
  • «Refranes agrícolas de Quintana del Pidio», Cuadernos del Salegar, núm. 55-56. [En línea]: http://mimosa.pntic.mec.es/~jcalvo10/Textos-CdS/55-56-RefranestiempoQuintana.pdf, [consulta: 3-5-2020].
  •  — (2012): Paremias y otros materiales de tradición oral en la Ribera del Duero. Estudio etnolingüístico y literario. Tesis doctoral dirigida por
    María Josefa Postigo Aldeamil. [En línea]: https://infoling.org/elies/?t=ir&t=ir&info=Tesis&id=106&r=360Raquel, [consulta: 3-5-2020].

lunes, 8 de febrero de 2021

Núm. 243. Inés del alma mía

 

En una breve introducción de media página a su novela, Isabel Allende declara que pretende traer al presente hechos olvidados durante cuatrocientos años por los historiadores. Hablamos de la conquista de Chile, pero sobre todo de la figura de Inés Suárez, como apunta el título, aunque pueda pasar desapercibida y ser confundido su nombre de pila con un onomástico más.

A renglón seguido añade Allende:

En estas página narro los hechos tal como fueron documentados. Me limité a hilarlos con un ejercicio mínimo de imaginación.

La documentación aparece al final del libro por consejo de su agente. Si no fuera por ese consejo, igual nos habríamos perdido que la autora pasó cuatro años de su vida leyendo obras de todo tipo, y dadas sus palabras previas, esas de que se refiere a hechos no convenientemente historiografiados, entresacando entre páginas y páginas aquellos escuetos datos con los que armar una historia. Probablemente, si se lo hubiera propuesto desde el principio, podría haber realizado una tesis, o por lo menos un ensayo bien documentado de bastantes páginas, pero obviamente prefirió llegar al gran público y dar a conocer la figura de esta mujer, fundamental en la historia del Chile hispánico, porque las novelas llegan a más gente y los ensayos son difíciles de leer. 

No es la única vez que se da este hecho, y todavía recuerdo una famosa novela sobre los nazaríes, que dejé a mitad, precisamente, porque pensé entonces, y sigo pensando, que una novela te permite todas las licencias que tú quieras, algo que es pecado mortal en otros géneros. Ello no le quita valor a las novelas, como no se les quita a los cantares de gesta, a las películas o a los cómics que narran hechos históricos, pero no hay que perder de vista que por muy fiel que haya sido la autora a los datos encontrados, estamos ante una novela, no ante un libro de historia.

En este contexto fue más que bien recibida la exposición No fueron solos, que en 2012 organizó el Museo Naval. Rigurosa y bien documentada, supimos a través de ella que las mujeres habían estado allí desde el principio. No recuerdo que el hito se haya repetido, abundando en el tema, lamentablemente.

Recuerdo también que más o menos al mismo tiempo, asistí a la charla de un prestigioso y prolífico escritor, que ha cultivado todos los géneros, sobre una de sus novelas de orientación juvenil que hablaba sobre la conquista de América. No mencionó en su exposición en ningún momento a las mujeres, por lo que le hice la pregunta directamente en el coloquio: «Lea la novela», vino a ser su respuesta, con lo que me terminó de convencer, no solo de no leerla, sino de tacharlo a él de la lista de posibles. 

Volvamos al lío. Si la historiografía oficial se ha ocupado poco del papel de las mujeres en la historia, ¿por qué no novelar sobre ellas?

Inés de Suárez blandiendo la espada en el centro de la escena bélica

En el siglo XIX, el pintor José Mercedes Ortega retrató a la hermosa Inés dirigiendo, espada en mano y melena al viento, la defensa de la recién fundada Santiago. Pedro de Valdivia, el gobernador y amante de Inés, había caído en la trampa tendida por los mapuche y había abandonado la ciudad, marchando con el grueso de soldados a sofocar una revuelta inexistente. La endeble ciudad desguarnecida tuvo que hacer frente al numeroso ataque de los indígenas; algunos fueron apresados e Inés no dudó en darles un castigo ejemplar cortando ella misma sus cabezas. El pintor decimonónico no se atrevió a tanto, dos cabezas ya se muestran sobre las picas, pero tanto Allende como los recreadores de su historia para la televisión no dudan en darnos detalles. No, no he llegado a ver la serie, que ha recibido desde enardecidos elogios a duras críticas, pero ya se encargaron los publicistas de mostrarnos una y mil veces el rostro de Inés teñido por la sangre enemiga, tal como nos lo describe Allende, que no ahorra detalles truculentos.

Suponemos que los cronistas que acompañaron a Valdivia en su aventura chilena dejarían algo escrito sobre ello, y la leyenda se encargó de agrandarlo. 

Quizá el episodio más sorprendente en la vida de Inés Suárez no sea ese, sino el de encontrar agua en pleno desierto de Atacama cuando toda la expedición estaba a punto de perecer. Por lo visto el farol que se marcó ante Pizarro de que era capaz de encontrar agua en los sitios más difíciles, para que la dejara acompañar a su amante, algo tenía de cierto, y el lugar donde apareció agua tras ahondar apenas un metro en la arena se conoce todavía como la Aguada Inés Suárez. Algo tendría aquella agua cuando la bautizaron para la posteridad con ese nombre.

 

Alien Atacama 

Según el relato de Allende, y lo más probable es que así fuera, Inés Suárez no fue la única mujer en atravesar aquel terrible desierto. La acompañaban sus criadas, fieles indias bautizadas que conservaban intacta la sabiduría ancestral de aquella tierra, y Cecilia, una princesa inca casada con un español, que como toda princesa bien podría haber sido capaz de notar la rozadura de un garbanzo colocado bajo siete colchones, pero también de tejer toda una red de informadores al servicio de los conquistadores. Y como en todo ejército que se precie, se deja constancia de que van trabajadores, los yanaconas, y entre ellos suficientes mujeres capaces de servir las necesidades de los hombres, que harto tienen con matar indígenas.

Volvamos ahora otra vez a la introducción en la que Allende se cura en salud, ante las posibles dudas de su relato:

Asimismo me he tomado la libertad de modernizar el castellano del siglo XVI para evitar el pánico entre mis posibles lectores.

Está claro que esto no es un ensayo, es una novela, una novela entretenida, bien escrita, que desciende en ocasiones a detalles domésticos en los que otras plumas no caen, es una novela para ser no solo leída, sino también vendida. ¡Enhorabuena!

Ahora bien, Allende no solo ha actualizado el lenguaje, ha actualizado también, probablemente sin querer queriendo, al personaje, porque Inés Suárez, a pesar de sus muchos años en América, sigue hablándonos desde su Plasencia natal, aunque sus últimos días transcurrieran en Santiago. Salvo algunos americanismos imprescindibles, la autora se ha dejado por el camino también todo aquello que podría llevarnos a aquella América o incluso a esta de entonces. ¿A qué público va destinada la novela? Mera anécdota, pero Ineś Suárez apenas utiliza refranes en lo que escribe, cuando sabemos lo abundantes que eran en la época, y probablemente los cultos incas, las indias Cecilia y Catalina, ya habrían dejado más de una muestra de su sabiduría ancestral.

firma de Ines Suarez 
 
Dos detalles más para terminar. Siempre he dicho que hay palabras, o detalles, que puestos en la narración te sacan literalmente de la época. Esos detalles son como esos relojes en la muñeca que se cuelan en las películas de romanos. En este caso me ha ocurrido en dos ocasiones.
 
La primera ha sido con la aparición de la gripe, no tanto con la aparición de la enfermedad, que más de un virus andaría suelto en el siglo XVI haciendo estragos, como la utilización de la propia palabra que tardó en aparecer en nuestra lengua. Sí, sí, ya sabemos que la autora avisa de que ha actualizado el lenguaje para no asustar, pero... La voz gripa, en uso en algunos países de América para la gripe, está documentada en un inventario de botica del siglo XVII, más asociada a un ungüento que a una enfermedad respiratoria. No fue hasta el siglo XIX cuando apareció la voz gripe conviviendo con grippe e influenza, entre otras.

La segunda ocasión nos lleva a las lecturas de Inés Suárez, que no eran otras que las de la escasa, pero reveladora, biblioteca de Pedro de Valdivia, el Amadís, el Cantar de Mío Cid y Enchiridion militiis christiani de Erasmo. Nada hay que objetar a la primera y a la tercera, de la cual ya circulaban ediciones en español, pero por muy guerrero que fuera Valdivia y por muy por modelo de valores que tuviera al de Vivar, no podía haber leído, y menos en letras de molde, el Cantar, pues por entonces solo era una copia manuscrita y olvidada en un convento cerca de Burgos. 

Pecadillos sin importancia, licencias poéticas, que bien se pueden perdonar cuando se trata de pasar el rato. Volver atrás en la historia olvidada ya es otro cantar.
 
Comentario para el club de lectura La Acequia.

martes, 2 de febrero de 2021

Núm. 242. La casa del padre

Hacer una reseña de un libro que viene envuelto en una banda roja con la leyenda «mejor libro de año en euskera» no deja de ser un compromiso para esta mera lectora, pero como lo prometido es deuda, y prometí escribir algo sobre este libro que me dejó una reina maga, pues allá vamos.

Portada del libro más papelito diciendo que los Reyes Magos lo han comprado en la tienda del barrio

 

La casa del padre de Karmele Jaiao es una novela, más bien tirando a corta, que se lee muy bien en una tarde o dos de lluvia, o si se quiere, en una tarde de autoconfinamiento, porque dónde vas a ir mejor, con la que está cayendo ahí fuera. El tamaño de la letra y en general la edición también acompañan.

La novela empieza con una panorámica de la ciudad de Vitoria, un capítulo muy cinematográfico, en el que el protagonista, suponemos que un hombre de edad madura, desde lo alto del Olarizu trata de sosegarse, de poner en orden sus pensamientos, recuerdos añejos y otros más recientes que llevan a aquellos.

Ismael, uno de los tres protagonistas, es un escritor en crisis, un escritor ante un folio en blanco que no sabe cómo rellenar -llama la atención en las páginas siguientes algún trasiego de folios y manuscritos impresos en esta época de «evite imprimirlo, salvemos los bosques»-. El escritor, Ismael Alberdi, está casado con Jasone, nombre vasco por Asunción, que es una nueva euskaldún, pero que domina la gramática y es la primera lectora de lo que escribe su marido, no en vano es también su correctora. Jasone -¡qué nombre vasco tan cacofónico!- es una anónima más. Y como tal, Jasone también escribe, escribe en silencio, escribe por la noche, con el ordenador probablemente en las rodillas, en el salón familiar. 

Los Alberdi... ¿tiene apellido Jasone?, ¿se quedó olvidado en su Toro natal o ese olvido forma parte también de los nadies?... La pareja, decíamos, formada por Ismael y Jasone, matrimonio maduro con dos hijas, que ya han abandonado el nido, se han mudado a un nuevo piso en la parte más residencial, más despejada de Vitoria, donde aparte de guardar sus cuartos a las hijas, Ismael, el escritor, dispone de un estudio con salida a una pequeña terraza. Ismael puede cerrar la puerta y aislarse a esperar a que le llegue la inspiración, Jasone escribe a salto de mata, porque la inspiración ya ha llegado y tiene que aprovechar el tirón para dejar plasmados en papel los sentimientos de tantas y tantas mujeres.

Dos voces se alternan en la novela, la de Ismael en una segunda persona, que no sabemos si es la de su conciencia, la de un imaginario espejo, o la de su mujer, y la de Jasone, en primera persona, porque solo una mujer es capaz de ponerse en el lugar de otra mujer, de revivir una violación, aunque nunca la hayan violado, pero:

Las cosas cambian.

Las cosas pueden cambiar.

Hay una tercera voz también en segunda persona en escena, la de Libe, la hermana de Ismael y mejor amiga de Jasone, que vive en Berlín desde hace más de veinte años, pero que tiene que volver a la casa del padre, porque el hacerse cargo de los padres enfermos y mayores, siempre fue cosa de nosotras, las mujeres. Los hombres de buena voluntad, como Ismael, «No hables en plural. Ya te he dicho que yo soy yo. Solo yo»- todo lo más ayudan en esas tareas. 

Libe vuelve de Berlín para hacerse cargo de la casa del padre, tras la enfermedad de la madre, y para plantearse qué hacer con su futuro y sus relaciones familiares. Libe, como Ismael, también tiene un yo disociado que le habla desde un espejo puesto enfrente, quizá, también el de su amiga Jasone.

Jasone, la voz en silencio, pone voz poética a la razón por la que ha vuelto a escribir:

Quizá por eso es peligroso escribir. Es una peligrosa marea baja que deja a la vista las rocas escondidas bajo el agua. Y lo que aparece no siempre nos gusta. Porque con la marea baja desaparecen las palabras que utilizamos cuando estamos a flote, las que sobreviven como una colchoneta sobre la superficie; y aparecen esas otras, las que pesan como el plomo, las que están en el fondo y solo se ven con la marea baja. Y junto con esas palabras aparecen plásticos, tetabriks, latas de Coca-Cola oxidadas, el cartucho de una escopeta, un savalslip hinchado como un ahogado. Lo que aparece cuando escribimos no siempre nos gusta.

La mejor novela en euskera es una novela sin complicaciones lingüísticas, al menos en castellano, cuya versión en esta lengua es también de la propia autora. Transcurre en Vitoria, pero podría transcurrir en cualquier otro lugar, lo vasco es un tenue telón de fondo, incluso el llamado «conflicto vasco», también en la novela, aparece como algo ya olvidado y marginal, anecdótico casi, en el pasado de los protagonistas, ya estamos en el siglo XXI y ha pasado tiempo, el «conflicto vasco» parece una mera exigencia de los editores de Madrid. 

El final es previsible, o no tanto...

Las cosas cambian.

Las cosas pueden cambiar.

 

Título: La casa del padre. 

Autor: Karmele Jaio.

Editorial: Destino

Año 2020.

ISBN: 978-84-233.5676-8