jueves, 30 de diciembre de 2021

Núm. 258. Mil amaneceres con palabras

¿Cómo hacer que una obra escrita en el siglo XXI, con lenguaje del siglo XXI, pueda parecer dicha en el XVII?

Collage de distintos amaneceres

Ni la resolución es fácil, ni el autor lo pretende. La obra es actual, pero algún guiño hay que hacer al siglo XVII. Benjamín, el protagonista, habla para los espectadores del siglo XXI, pero desde el primer momento nos vemos en un banco de galeotes mezclados entre la chusma

Chusma, según los diccionarios, es el 'conjunto de remeros de una galera'. Los remeros tenían distintas procedencias, no todos eran penados. Hoy en día por chusma entendemos el 'conjunto de gente vulgar'.

La primera frase que dice Benjamín ya nos lleva allí; un Benjamín del que se nos dice en acotación que debe ir vestido «con una ropa elegante y de calidad que marca el lugar y la época en la que estamos: pleno siglo XVII español», pero esto es secundario. La primera frase es:

Le conocí en galeras.

Y si la palabra galera fuera polisémica, que lo es, la segunda frase aclara de qué galeras estamos hablando:

Remaba en el banco treinta fondo a babor...

... un buen párrafo para contarnos, casi en modo de flashes cómo discurría la vida de los penados: apenas sitio, cacillo de agua, remos, remeros, bajar...

Un mundo oscuro, tétrico, maloliente, por tener que «hacer sus necesarias allí mismo». Como Quevedo, ni el autor ni el narrador nos ahorran detalles. 

Consentidor, consentidor... «Hablando en plata, cornudo y cabrón», traduce el autor por si hubiera algún despistado entre los asistentes. 

Junto a Quevedo, más de una cita de Lope «que sin culpa, al más honrado...», y volver a desmenuzar esas expresiones fijas:

Cornudo, sí señor, por la gracia de Dios, que no se mueve ni una hoja en un árbol si él no lo manda. Y si vuesa merced me muele las costillas seré cornudo y apaleado, también por la gracia del Señor, amén.
La fórmula de tratamiento vuesa merced estaba en plena transformación en la época del relato, pero aunque no fuera así, al espectador del siglo XXI le transporta en volandas a él; el tratamiento y las fórmulas piadosas, sacadas aquí de los automatismos lingüísticos de forma magistral. En cuanto a cornudo y apaleado, difícilmente podríamos encontrar mejor explicación al posible origen de la expresión.

Otras muchas son las expresiones a lo largo de la obra en las que Alonso de Santos gusta recrearse, porque en palabras del autor «hay otro [mundo] dentro de las palabras». 

De la harina de los sabios comemos los simples, ha sentenciado el autor unas líneas antes. Alonso de Santos hace un sutil homenaje a Agustín de Rojas y El viaje entretenido, obra miscelánea, trufada de refranes y sentencias,  en la que un grupo de cómicos, uno de ellos el propio Rojas, intercambia experiencias: 

Porque la harina de los sabios comen los simples por salvado, y el salvado de los simples es harina de los filósofos.

Expresiones para reflexionar que viajan a través de tiempo en boca de cómicos de acá y allá. El homenaje de Alonso de Santos a su propio oficio en esta obra, también miscelánea, es constante en toda la segunda parte.

Termino esta entrada con una de las múltiples referencias a esa lírica popular, que tantas reminiscencias nos trae.

Trébole, ¡ay, Jesús, cómo güele!

Trébole, ¡ay, Jesús, qué olor!..

 

Comentario para el club de lectura La Acequia 

 

 

domingo, 12 de diciembre de 2021

Núm. 257. Mil amaneceres optimistas

Hay tanto que comentar en Mil amaneceres, la última obra de Alonso de Santos, que casi no sé por donde empezar, así que empiezo por lo básico, por el argumento.

Collage de amaneceres

¿Qué piensa un condenado a galeras cuando lo empujan hacia el banco donde en el mejor de los casos va a pasar un mínimo de dos años, y en el peor no llegar tan siquiera a ellos? La mayoría se desespera, pero Antón no, el bueno de Anton, san Antón, aprecia la oportunidad que le da la vida de conocer el mar.

¡Qué bien, por este agujerito veo el agua! ¡Con las ganas que tenía yo de conocer el mar!

No se puede ser más positivo frente al infortunio. Los amaneceres irán marcando sus días, al menos mientras no pierda la cuenta, y luego un día tras otro, todos serán iguales, y quedarán los amaneceres hasta mil, uno tras otro hasta el fin de la condena.

Antón y Benjamín, hombre maduro y niño, entran a la vez en el barco y salen juntos de él, para seguir enfrentándose a las galeras de la vida en tierra. Antón, con su bonhomía, sabrá guiar al niño en esta su nueva etapa, y encauzarlo para que no vuelva a galeras.

Antón es un hombre llano, que solo ha cometido un delito: ser cornudo, ser consentidor de su deshonra. Se niega a cumplir la ley de Dios que obliga a matar a su mujer, adúltera, pillada in fraganti, porque si Dios ordena todo y las cosas deben hacerse como Dios manda -la expresión se repite insistentemente en la primera parte de la obra-, también manda Dios amar y tener piedad del prójimo, y más si es la mujer propia. Antón, hombre sencillo, se pregunta:

por qué el honor de los hombre lo han de pagar las mujeres. Y acabó en galeras.

Rotunda respuesta, en punto y seguido, a una pregunta demasiado complicada para ciertas mentes y ciertos tiempos. ¡Ay, si fueran solo aquellos tiempos!

Benjamín, un niño, ha cometido el enorme delito de robar una bolsa a fin de llevar algo de arrimo a su casa. ¿Una bolsa?, ¿una tarjeta de crédito? Mil días a galeras, para que aprenda. Y aprende, aprende de Antón, que más vale ser seta buena y que te terminen comiendo, que ser seta mala y terminar envenenándote a ti mismo.

La vida, una vez liberados, no será nada fácil. Arrojados a un mal puerto con lo puesto, con los andrajos que llevan puestos, y sin comer en los días anteriores, con el estigma de su condena en la piel, emprenden un road movie por las Españas, donde Felipe III o quizás ya Felipe IV, ¡qué más da el número!, viven entre fiestas y agasajos, mientras sus súbditos pasan hambre y necesidades. Su meta es llegar a Talavera y Toledo, sus lugares de origen respectivos, pero no adelantemos acontecimientos.

En cada pueblo, una enseñanza; en cada atrio de iglesia, una aventura. Se pasa frío y se pasa hambre:

¡Qué hambre siempre, qué hambre!

También aprende el niño Benjamín, que ya va dejando de ser un niño, que 

hay gustos para todo y mucha necesidad.

Necesidad y experiencia en las lides amorosas de un viejo que es capaz de encantar a una mozuela con unos sonidos de flauta, tocada con una sola mano, acompañándose de unos versos de Lope, el más famoso autor de comedias: 

Amor, no te llame amor
el que no te corresponde.

Su llegada a destino no les depara buenas nuevas, ni al uno ni al otro. Ni Talavera ni Toledo, las eternas rivales, acogen a sus hijos como esperaban, así que toca otra vez ponerse en camino, cabalgar de nuevo sin Rocinante ni rucio, solo con su piernas, su ingenio y la hospitalidad de una compañía de cómicos que van de camino.

Benjamín comprende que su futuro está en el teatro, en entretener a la gente contando las propias desgracias, porque no hay como contar la propia vida, para que la gente se ría:

es condición humana disfrutar con las penalidades ajenas.

Un día, en que la fortuna va a cambiar sus vidas, se produce la separación, han llegado al final de su camino juntos.

No.

Antón dice no, mientras Benjamín parte hacia la corte, donde le espera una carrera como cómico. Con lo bueno y lo malo, el hacer reír a la gente no deja de ser una buena forma de ganarse la vida.

Y cae el telón habiéndonos dejado un mosaico de aquella vida áurea del siglo XVII, a través de algunas escenas y palabras; pero ¿de verdad hemos viajado por el Siglo XVII?

Comentario para el club de lectura La Acequia

lunes, 6 de diciembre de 2021

Núm. 256. Me lo dijo un pajarito...

Hoy os comento un libro excepcional, un libro de esos que dejan huella, sobre todo por la hermosa historia que hay detrás, pero también por el hermoso resultado, un libro sencillo y lleno de contenido, que nos va a enseñar mucho sobre los pájaros.

Se trata de Aves en la Huerta del Obispo (Parque de Agustín Rodríguez Sahagún), cuyos autores principales son Antonio Ortiz Mateos y Clara Jiménez Ortiz, abuelo y nieta, de los que ahora hablaremos. En honor a la justicia, y antes de proseguir, el libro no sería el mismo sin la colaboración de Lola Gamoneda Landeta (portada), Marian Giménez Sánchez-Ferrer (prólogo) y Miguel Perales Torres (colaboración). 

Doble página dedicada a las cotorras

Tras su jubilación, Antonio se aficionó a los paseos por su barrio, Tetuán, por aquelo de andar y beber agua, tal como recomiendan los médicos; pero parece que no le parecía suficiente, así que se armó de una buena cámara fotográfica, y con ella empezó a observar los árboles, los pájaros...

Nada o muy poco sabía de ellos cuando empezó esta tarea, pero a fuerza de preguntar a unos y otros, servirse de Twitter para llegar al otro extremo de la ciudad, y contactar con quien sí sabía, fue acumulando conocimientos sobre ese trozo de naturaleza urbana madrileña, amenazada y axfisiada por la especulación, que es el parque Agustín Rodríguez Sahagún en el norte de Madrid.

Con frecuencia ese conocimiento y esos paseos los fue compartiendo con sus vecinos, y haciendo de guía en ese parque, que ya tan bien conoce, fue guiándonos a los que nada sabemos ni de pájaros ni de árboles, para terminar sabiendo un poco, aunque solo sea un poco, de esos dos elementos tan importantes en nuestras vidas.

La sorpresa vino cuando un día lo acompañó su nieta Clara, aficionada a la pintura, y que ni corta ni perezosa agarró láminas en blanco y lápices de colores y fue plasmando en el papel lo que su abuelo fotografiaba. Los expertos ornitológicos no salían de su asombro al ver cómo una niña pequeña era capaz de plasmar en cuatro trazos lo más característico de esa aves, lo que nos va a ayudar a reconocerlas a los que somos totalmente profanos en la materia. 

Y con esas sencillas imágenes, algunos recuerdos de nuestra propia infancia volvieron de nuevo a nosotros. 

¿Por qué llamamos siete colores o colorines a los jilgueros? Clara nos da la solución:

Dibujo del jilguero

¿Por qué sabemos reconocer al macho del gorrión? 

Dibujo del gorrión macho. Se ve la mancha negra en la garganta
¡Por la corbata! 

Eso decíamos cuando éramos pequeños, que los gorriones llevaban corbata, y las gorrionas eran más feas. Antonio lo deja muy claro en lenguaje perfectamente entendible:

El macho tiene un «babero» negro y plumas color chocolate, mientras que la hembra tiene colores más grises en general.

Hablando de las cotorras, que encabezan esta entrada, se nos dice que «elaboran grandes nidos de palos en forma de bola sobre los árboles». Lo que no se nos dice, pero sí nos aclaró Raúl, el ornitólogo, en uno de los paseos guiados, es que esos nidos están sirviendo de cobijo a otras especies.

Las cotorras están siendo perseguidas y cazadas en la Comunidad de Madrid; algunos desaprensivos cuelgan también jaulas con reclamo en el parque para atrapar jilgueros. 

Vuelvo al prólogo para terminar con un verso de Marian, que seguro que está encantada de prestarme:

Entonces el jilguero convocó en sus ramas toda la alegría de la Tierra.

Nota final: Puedes asistir a la presentación en diferido del libro en La Casa Vecinal en vídeo1 vídeo2, vídeo3vídeo4 y vídeo5.

María del Carmen Ugarte