jueves, 28 de agosto de 2025

Núm. 312. La hija del escrutador. La banda sonora de nuestras vidas


Es la segunda novela gráfica que leo, la primera fue La ciudad de cristal, de Paul Auster. 

Si me he acercado a esta ha sido por motivos de amistad, pero sobre todo porque su autora, Pilar Montero Montero, es totalmente fiable a la hora de contar historias. 

Portada del libro. Tonos muy oscuros. Una mujer y unas niñas contemplan desde una cristalera situada en alta una gran sala donde un grupo numeroso de hombros trabajan sobre unos pupitresnbu

 

En este caso, Pilar nos lleva a su infancia en Madrid, infancia que coincide en el tiempo, el espacio y las circunstancias con la mía, porque como le decía a Pilar en un avance, mi padre no tuvo ni cuatro hijos ni cuatro empleos, pero ¡cómo lo has clavado!

El padre de Pilar llegó a Madrid muy pronto a ganarse la vida, luego vino la guerra -le pilló en «zona roja»- y luego, poco a poco, fue remontando como tantos hombres y tantas mujeres de aquella generación. Llegó a tener hasta cuatro empleos, algunos simultáneos, con los que sacó adelante a su familia. Uno de ellos fue el de escrutador de quinielas, que da título a la novela. Felipe Montero, gran aficionado al fútbol, solo acertó una en su vida, una de 11, con cuyo premio pudo comprar una radio.

Estadio Santiago Bernabeu. Vista aérea. Multitud de coches aparcados.
Estadio Santiago Bernabeu-1958

Felipe Montero se casó con Mercedes Montero, una riazana que resultaría fundamental para la trayectoria académica de su hija Pilar, porque Pilar Montero Montero es paremióloga gracias a su madre, al habla de su madre, que, conservada en casa, fue alimentando la tesis y los trabajos académicos de la autora; el último puede leerse en línea: 1329 locuciones de una nonagenaria.

El habla de esta nonagenaria, que nos dejó el año pasado, está muy presente en el texto de la novela que os comento: Sarna con gusto no pica; ni película, ni películo; zascandil, ¡qué cenutrio!...

Iglesia de Nuestra Señora del Manto (Riaza) Fachada principal
Iglesia de Nuestra Señora del Manto-Riaza (Wikimedia Commons

Y sobre todo, las que están muy presentes en la novela, constituyendo la música de fondo de nuestras vidas, son las canciones; tanto las infantiles, Una dola, tela, catola..., como las de la radio, Si yo tuviera una escoba... o aquellos anuncios que tan unidos fueron a nuestra infancia, Quina Santa Catalina es medicina y es golosina.

En los anexos finales, la autora proporciona una serie de enlaces para que podamos oír aquellas canciones, pero ¡qué falta nos hacen!, al menos a los que peinamos más que canas, pues la banda sonora de nuestras vidas va sonando dentro de nosotros, a medida que vamos leyendo. ¿Qué decir de aquellas canciones religiosas que nos enseñaron las monjas en el colegio?, Con flores a María...; ¿qué decir de aquellos villancicos de antes y de ahora, que todavía podemos oír cuando llega la Navidad? A Belén, pastores, a Belén, chiquitos... Las oraciones: Cuatro esquinitas tiene mi cama..., tan ligado todo ello a la cultura popular y a la lengua que aprendimos en casa.

Un libro delicioso lleno de detalles, algunos ya olvidados, como que antes los macarrones había que partirlos antes de cocerlos, que los helados eran polos, que a misa había que ir con velo, o que en llegando Navidad, algunas familias con pueblo recibían un paquete, donde hasta una gallina iba incluida (aquí, creo que se ha pasado la autora dos pueblos y alguna pedanía, ya que las gallinas venían atadas a la cesta, pero cuando volvíamos de las vacaciones en el pueblo). 

Página del libro en el que se ven a niñas jugando en el colegio y en una rodeando una imagen de la Virgen

¡Y qué decir de las ilustraciones! ¡Estamos ante la película de nuestra vida! Felicidades también a Isis A., la ilustradora.

 

 Agosto de 2025

 

Título: La hija del escrutador.

Autoras: Pilar Montero Montero e Isis A.

Editorial: Círculo Rojo.

Año: 2025

ISBN: 979-13-7008-808-8

Disponible en Amazon

 

 

viernes, 22 de agosto de 2025

Núm. 311. 40 años de la revista «Entre Pinares»

En el 2025, y con su número 35 (segunda época), la revista Entre Pinares, de Villanueva de Gumiel celebra su 40.º cumpleaños.

Portada del número 40: El número 40 con un pinar villanovense de fondo d o
 

Lo celebra con pequeños detalles tanto en la misma revista, como en su distribución -una bolsa de tela con estampado de mandala de Raquel Báscones- además de con una presentación especial de dicho número, el 14 de agosto. 

Como aperitivo un vídeo en el que se recogió la historia de la revista, las palabras de su fundador y exdirector Gumersindo Ontañón y la de los actuales directores, Cristina Núñez y David Olivares.

Fue en 1985 cuando Gúmer, con ayuda de otros cuatro amigos, lanzaron el primer número de la revista Entre Pinares, dedicada a comentar y conservar la actualidad y la memoria de Villanueva de Gumiel, un pequeño pueblo de la Ribera del Duero. Una revista hecha por el pueblo y para el pueblo.

Portada en blanco y negro de un número antiguo en el que se ve la fachada del ayuntamiento

Personalmente conocí la revista algunos años más tarde cuando empezaba a bucear en la biblioteca de Aranda, entre las revistas y publicaciones locales, a la búsqueda de información que pudiera servirme para la tesis. Algún número en aquella época también llegué a adquirir. Buceé en esa y otras revistas y en todas pude encontrar algún dato de interés. A través de ellas, aprendí a conocer mejor los pueblos que me rodeaban. ¡Cuánto les debo a estas revistas locales!

Bastantes años después, cuando unos amigos me propusieron colaborar con la revista, precisamente coordinando una sección titulada «Nuestros pueblos vecinos» no lo dudé, había llegado la hora de devolver algo de lo que aquellos viejos números me habían proporcionado.

Pero volvamos por un momento al acto de presentación de este último número y a la mesa redonda que siguió. Participaron, moderados por los directores de la revista,  los periodistas Leticia Núñez, Graciano Palomo, Ángela Izcara, Vicente Herreo y Gumersindo Ontañón, que compartieron opiniones sobre distintos temas, incluido el propio periodismo rural. Fuerte defensa del periodismo profesional que va de pueblo en pueblo todos los días para alimentar la prensa provencial; reconocimiento total para las revistas locales, hechas por voluntarios; y finalmente una esperanza para el futuro de los pueblos y en especial para que el tren directo vuelva a circular entre Madrid y Burgos. Pluralidad de opiniones y de puntos de vista, pero a los periodistas locales se les notaba que pisaban el tereno.

A continuación los organizadores tuvieron el bonito detalle de regalarnos una planta a los colaboradores. Me hizo ilusión, así que todo mi agradecimiento. Regaré esta planta simbólica -sin pasarme, me han aconsejado- y seguiré en lo que pueda, y con la ayuda de mis amigos Teo y Lola, colaborando en ella. 

Entre Pinares, una buena revista donde he encontrado a una nueva amiga, la refranera Bernardina Núñez, vieja colaboradora desde los primeros números. Un beso para ella.

Contraportada del número 35 que reproduce las portadas de todos los números anteriores

 

lunes, 11 de agosto de 2025

Núm. 310. Memòria de vida

Sabido es que mis conocimientos de catalán no sirven ni para hablar conmigo misma en sueños plurilingües; sin embargo, me gusta leer en catalán. Bueno, para ser precisa, me gusta leer en catalán a algunos autores.

En este caso he leído con sumo placer Memòria de vida, de Joana Serra de Gayeta. 

Por haber comprado el libro a través de Internet, y no fijarme debidamente en lo que compraba, me adelantaré a decir que la portada que muestro a continuación es la de la edición de 2004, aunque si me he decidido ahora a leer esta novela, es porque tuve conocimiento de ella a través del anuncio de una segunda edición actual.

 

Portada del libro donde se ven los bustos de dos mujeres peinadas y vestidas a la antigua
En la portada del libro dos mujeres. La una sonríe levemente, la otra se muestra circunspecta,  son Mariana y Elisabet, o quizás al revés, las hijas del señor de can Talaia, las protagonistas de esta historia. 

Hay un tercer personaje femenino importantísimo en la historia, la tía Lideta, esa tía, segunda madre de toda familia, en este caso la primera, pues viudo su hermano, y viuda ella casi a la vez, dedica su vida al cuidado de las sobrinas. 

La vida de las hermanas discurre con cierta placidez, sin preocupaciones, hijas de buena familia, con buena posición económica, al cuidado de la tía y pasando sus días en honestas distracciones visitando a los tíos de la ciudad y disfrazándose inocentemente cuando llegan los carnavales. 

Las niñas crecen y se echan novio, pero casi al mismo tiempo empiezan las desgracias en aquella familia. El novio de Mariana muere en un trágico fuego en tierras lejanas, y Mariana jura que le será fiel toda la vida y permanecerá soltera; el padre, jugador empedernido, pierde la fuente de sus ingresos, can Talaia, en una apuesta. Todo parece desmoronarse en aquella casa tan bien gobernada por tía Lideta, pero esta se mantiene firme y consigue mantener la casa en pie. Elisabet se casa y emprenderá una vida un tanto convencional apoyada en su marido, un buen hombre, su hermana y su tía. El padre ha emprendido una nueva vida con una muchacha joven, que lo mantiene, sin embargo, no abandona el juego. No contemos más de esta historia que tiene sus altos y bajos, su evolución predecible y sus sorpresas. 

Buen retrato de los personajes femeninos. La tía, fácilmente reconocible y bien trazada;  Elisabet, la mujer serena, madura, fiel esposa y madre; Mariana, más moderna, menos convencional, capaz de conducir uno los primeros automóviles por los caminos polvorientos de la isla; las criadas... Esa criada mayor, Aina, que trata de ocupar con sus historias aquella larguísima noche en la que las mujeres de la casa avivan el fuego para velar en la distancia al novio perdido. 

La casa donde viven las hermanas se nos antoja espaciosa, señorial, como corresponde a un gran señor, llena de piezas de valor, que en algún momento hasta tendrán su papel en la historia, los jardines, las caballerizas, la cocina espaciosa, en la que la vieja cocinera prepara manjares únicos... Y la sala decorada con damasco rojo en las paredes, capaz de albergar, entre otros acontecimientos importantes, la soledad de las tres protagonistas aquella noche fatídica en la que se precipitaron los acontecimientos: «Mirà la tia i la seva germana i notà, dins la sala amb les parets de domàs vermell, una soletat de tres».

Novela mediterránea, novela que huele a Mediterráneo con sus pinos y olivos, en ella el mar no podía faltar. La familia, consolidada con el matrimonio de Elisabet y su marido, Rafel, se traslada a la orilla del mar a veranear. Allí en un pueblo de pescadores, el aire los tuesta la piel, con un cierto escándalo de la tía ante estas modas tan modernas, pero son felices...  

Ara en Rafel i n’Elisabet volen fer una casa devora la mar i m’hi volen fer anar en l’estiu. I, no saps el pitjor? Na Marianna es vol comprar un artefacte d’aquests horribles: un automòbil. I tan pocs com n’hi ha! I jo no sé de cap dona que en meni.

Juntos van haciendo frente a los vaivenes y desaires de la vida... La vida transcurre y transcurre, y llegan los hijos y hay pérdidas inevitables... Hay guerras... y llega otra vez la paz a la isla de Mallorca y a la familia. 

La historia continúa y la vida con ella.

 

Autor: Joana Serra de Gayeta

Título: Memòria de vida

Primera edición: El Gall Editor, 2004

Segunda edición: El Tall, 2025.

 

Portada de edición 2025. Retrato de una señora vestida a la antigua

 

 

sábado, 9 de agosto de 2025

Núm. 309. La vida de antes en un pueblo de Castilla. Quintana del Pidio (y II)

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Dejamos el Soto atrás para pasar a admirar otra obra de la naturaleza, esta vez domesticada por el hombre; se trata de una parra más que centenaria, anterior a la filoxera, que ocupa la fachada de dos casas de piedra. Un verdadero monumento  natural.

Parra que ocupa la fachada de dos casas.


Rsestos de arquitectura popular, y en nuestro paseo pasamos por la parte trasera de la iglesia, que  nos deja ver algunos restos románicos de la construcción  primitiva; la fábrica actual es de los siglos XVI-XVII. 

Tras este pequeño paréntesis, llegamos frente a la casa de Juan de Alosanz (1609-1679), que fue párroco de Quintana del Pidio y comisario del Santo Oficio. Alosanz, un hombre de su tiempo, dejó constancia de su patrocinio en la iglesia, principalmente en la capilla y el pórtico. Fundó varias obras pías, entre ellas una para dotar doncellas, tanto para el matrimonio como para entrar en religión.  

A la Inquisición se la temía y se temían sobre todo las denuncias de los vecinos que veían en cualquier acto trivial, como preparar el viernes el cocido típico de los judíos para la la comida de los sábados, la popular adafina, una señal inequívoca de ser judaizante. Se refieren algunos sucesos registrados en las actas, como la mujer que fue denunciada por tomar agua bendita con un solo dedo; aunque quizá lo más chocante sea el del vecino que en la romería de San Sebastián oyó a dos mozas a última hora de la tarde decir que no habían ido a besar al santo, y levantándose las faldas les dijo: «Pues besadlo aquí».

En la casa de al lado, perteneciente en otro tiempo a la misma propiedad de Alosanz, estuvo la tienda de comestibles que surtió a Quintana durante el siglo XX. En esta vivienda, en la planta baja, los vecinos todavía recuerdan una serie de cuartuchos estrechos, que bien podrían haber sido las celdas de los presos inquisitoriales en otro tiempo.  

Casa de aspecto rústico, pero renovada recientemente. Delante unas cuantas macetass s
 
Llegamos a la plaza de las Erillas, llamada así porque en otro tiempo en ese lugar hubo algunas eras.  Hoy es una plaza amplia, que alterna jardines y zonas de juegos para niños. A su alrededor distintos edificios, y entre ellos hay que nombrar el sindicato, actual bar y por tanto, el centro social del pueblo.
 
El sindicato, actual bar, con mesas a la puerta

En otro tiempo la taberna era un lugar comunitario, que se sacaba a subasta. Los taberneros estaban obligados a servir el mejor vino, para lo que el concejo realizaba distintas catas por las bodegas. El clarete era el vino de la zona.
 
En ese edificio estuvo la casa del pueblo y después de la guerra pasó a ser la sede del Sindicato Católico Obrero, de ahí el nombre popular de sindicato. Hubo un tiempo en que en ese mismo lugar existía un pequeño almacén donde se almacenaban palos de vid para la replantación de las vides tras la filoxera. 
 
Subimos a la parte más alta del pueblo. Por el camino podemos ver casas de piedra con aspecto señorial, casas de adobe, alguna zarcera que nos sale al encuentro... 
 
Casa tradicional en mampostería. Los cercos de las ventanas están pintados de blanco. Un rosal en la esquina.

La arquitectura tradicional de Quintana, sin tener nada sobresaliente, tiene algo que la hace distinta, quizá esa mezcla sin demasiado orden, donde todavía se pueden apreciar rincones o fachadas que mezclan piedra, adobe y ladrillo.
 
Entre lagares, merenderos y antiguas bodegas, se nos recuerda algunos casos en los que las brujas hicieron su aparición en Quintana. Las brujas eran consideradas como la encarnación femenina del mal; la encarnación masculina era el diablo y un diablillo, un canecillo procedente de las ruinas de la iglesia de Santa Marina de Revilla, encontramos en el dintel de un merendero que edificaron los mozos, piedra a piedra, en los años sesenta del siglo pasado.
 
Canecillo con la figura del diablo.
Una grabación nos devuelve al pasado, a procesos inquisitoriales que tuvieron lugar en Gumiel de Izán y Revilla, mientras se nos recuerda que para que el diablo no enredara en la matanza, era necesario hacer una cruz sobre el picadillo y poner orégano en la gamella.
Lagar. Vista lateral. Se ven las puertas por donde se descarga la uva y rematando la pared más alta, que servía para aguantar el peso de la viga.

 
La zona que en otro tiempo albergó lagares y bodegas es hoy zona de merenderos. Pueden verse algunas zarceras, algunos poyos a las entradas, y la silueta de algunos lagares, que como recuerda Sanz Sanza, se asemejan razonablemente el perfil de una ermita románica. 
 
Dintel del lagar: podón, cruz y reja de arado
 
En un lagar arruinado, que fue lagar comunal, todavía pueden verse en el dintel  lo que para nuestro guía es el escudo del pueblo, heráldica popular, que denominan algunos: un podón, una cruz y la reja de un arado. Los símbolos del trabajo unidos a la religiosidad popular. Allí están representadas esas gentes que rara vez aparecen en los libros de historia, pero que sin embargo, aquellos hombres y mujeres fueron los que construyeron la iglesia, las casas de los nobles y labraron sus tierras y viñas. Este motivo se repetirá en otros lugares, incluida una bodega moderna, que se levanta también en esa zona. 
 
Olmo seco
La ermita de la Virgen de los Olmos da una sensación de tristeza con ese único olmo superviviente y seco de su entrada, la grafiosis se los llevó hace años. Dentro, todo tiene un aspecto un poco desvencijado, y es que una máquina agrícola chocó hace unos meses contra ella produciendo más de un desperfecto. No obstante, podemos apreciar las pinturas de sus techos, su retablo, detrás del cual, en lo alto, se esconde un diablillo -Quintana parece tierra de diablillos- que tardamos en localizar, y mientras nos tomamos un descanso y contemplamos un capitel convertido en benditero, procedente de Santa Marina de Revilla, oímos los versos de Machado: 
A un olmo seco, herido por el rayo...
 ¡Ojalá las lluvias de algún abril vuelvan a reverdecer ese olmo seco de Quintana del Pidio! 

Después de callejear otro rato con dirección al punto de partida, llegamos a las Piñuelas, calle que une la plaza con la ermita y cementerio de Santa Ana. Allí se nos recuerdan las cruces que se ponían en determinados puntos altos para proteger al pueblo. Puestas sobre un mapa, el pueblo aparece protegido en el centro de una elipsis.

Yo rebusco en mis notas, y encuentro el chascarrillo que me recitó Carmen: 

Por las Piñuelas te vi,
por Cantarranas bajar,
las zapatillas romper,
y otras no poder comprar. 

Muy cerca se encuentran dos fuentes para surtir de agua a personas y animales, la una se llama simplemente la Fuente y la otra es la de la Gila. Gila es palabra prerrománica, cuyo significado es  'hondonada húmeda'. Curioso ver cómo se mantiene en la toponimia estos testigos mudos del pasado.

Fuente y pilón a un lado

 Hasta la próxima, Quintana.