Retomo con gozo el contacto con los compañeros del club de lectura La Acequia, a través de estos comentarios de los libros que vamos leyendo, una forma más de irnos acomodando a la nueva vida.
Toca leer una obra de García Lorca, a la que no me había acercado aún, y lo he hecho con gusto; se trata de Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín. Para mi bien, me ha sido fácil encontrar en la biblioteca del barrio la edición de Margarita Ucelay (Cátedra, 1990), que es mucho, mucho más, que la simple obra de Lorca; o mejor, es esta obra de Lorca al completo, ¡es la obra!, pues incluye no solo estudios minuciosos, sino también el proceso de creación a través de una serie de manuscritos inéditos.
Margarita Ucelay es hija de Pura Ucelay, que fue estrecha colaboradora de Lorca en alguno de aquellos interesantes proyectos teatrales que surgieron durante la II República, y que tanto poso dejaron. Se trataba del Club Anfistora, que logró estrenar algunas de las obras del autor granadino.
La mayor parte del libro que comentamos, 250 páginas de las 296, están dedicadas al estudio de la obra, del que cabe destacar la publicación y análisis de seis manuscritos, denominados por Ucelay fragmentos, en los que progresivamente vemos ir fraguándose la obra.
El primer boceto nos muestra la futura obra enclavada en las aleluyas, piezas breves, destinadas a un público popular e infantil... En el tercero, los personajes guiñolescos han adquirido ya carnadura, sin desprenderse del todo de sus características caricaturescas.
Los elementos populares aparecen pronto. En el fragmento B ya encontramos diminutivos pizpiretos, casaquín,; repeticiones: que voy, que voy, que voy; derivaciones que recuerdan los juegos infantiles: tonta, retonta / del retontín; y rimas fáciles tan cercanas al ripio, que por simple resultan sugerentes:
¡En la ciudad de Alejandría
Su madre ha muerto hace dos días!¡Quién lo diría
Los juegos infantiles continúan en el fragmento C, teniendo a la mismísima muerte como compañera de esos juegos:
El gato maya, la gallina cacarea
Yo soy la muerte que está en la puerta
Pellizquito en el culo
¡Abrid la puerta!
Algunos pareados aspiran a convertirse en paremias:
Cien borrachos y un tonel hacen siempre mal papel;
y hasta aparecen:
Donde caben dos caben tres.
En el cuarto fragmento la poesía popular aparece ya sin excusas:
Los peces miran el mar
Donde van los marineros
Ellos la luna empañada
Y la barca mira al viento.¡Cadiz que te cubre el mar
No te vayas tan adentro!Vestidos de plata y oro
pasean los marineros
Los peces suben las ola
y las bajan para verlos.
Poesía popular que se convertirá en pura poesía de Lorca cuando ya se esté la obra sobre el escenario:
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
Y así, con estos mimbres, con el verde lorquiano siempre presente, y cuidadísimas acotaciones, porque el teatro es más que palabra, va tejiendo el poeta esa trama sencilla, pero con mucha miga, del Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, en la que nos adentraremos sin excusas la próxima semana.
4 comentarios:
Y cómo te agradezco este reencuentro, Carmen. Qué bien trabada esta entrada. El núcleo de lo infantil late en la concepción de vanguardia de toda la obra de Lorca. Aquí, más aún. Y con la inocencia de lo infantil, la profundidad del tema, porque de eso se trata. Que la inocencia nos permita ver mejor.
Gracias.
Me sumo a otra entrada, vengo del blog de Pedro: encantada de conocerte Carmen.Este enredo como le llamo yo lo vi en teatro de aficionados y hace una tira de años, es entretenida y como siempre el amor es el héroe.
Saludos y hasta pronto
Con títeres y carteles de ciego, Lorca nos va a conducir hasta sus abismos de amor y muerte. Difícil.El mundo popular que rodeaba al niño Federico no le abandonó nunca. Vamos a lo profundo o tal vez no haya nada más profundo que el niño y el sentir del pueblo. Gracias por tu entrada, Carmen, y tu sentir de lo popular.
Lo popular,lo cotidiano es lo que se a convertir en inmortal, como el amor que subyace en esta obra y es lo que a mí, me ha parecido el núcleo de la obra.
Besos
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