Adentrarse en las tierras baldías resulta fácil, al menos para aquellos que hemos nacido en ellas, porque enseguida se hacen tremendamente reconocibles.
Sauces, chopos, robles, encinas... salvia, tomillo, romero... espigas, algún rebaño... y las viñas.
Quizás convenga ir de un tirón hasta el final, avanzar casi sin respirar, y allí,
solo bajo el salceleyendo las explicaciones de cómo han nacido esos versos, volvamos hacia atrás para darnos cuenta de por qué es posible sentirse totalmente acompañado por el amigo en la soledad de los terrenos baldíos.
Con un gintonic en la mano
Volviste a los caminosConducidos por la palabra, precisa, justa, tan justa que a veces se nos hace escasa, volvemos no solo a recorrer los caminos, sino a revivir las historias que en ellos ocurrieron.
Caminos de tu infancia
La ermita de San Juan
El roble del Olmedo
Las ruinas de Santa María de Revilla
El río Gromejón y sus molinos.
Estremece volver a subir otra vez hasta el páramo, allí donde las puestas de sol nos ofrecen la más maravillosa película que pueda filmarse en los días de julio, y sentir cómo el silencio de la noche y la sombra de las encinas avanza, nos envuelve, y bajo las estrellas y «el camino sereno trazado por la Vía Láctea» volver a sentir un tremendo escalofrío al vivir aquello que vivimos muchos años atrás.
La historia de julio termina con un deseo implacable, necesario:¡Despertad a las encinas y a los robles!
¡Despertad a las jaras y al tomillo!
Y que no cese el canto profundo de las cigarras.
Vuelvo al principio, vuelvo a Santa María de Revilla, que tantos recuerdos nos trae y que tan bien resume lo que sentimos cuando visitamos esas piedras, milagrosamente salvadas:
Son las piedras de la aldea despoblada.
Piedras de pajares y corrales,
bodegas y establos,
de la iglesia y los hogares.
* * * * *
Diario de tierras baldías
Autor: Juan José Calvo Pérez
Diseño de la portada y contraportada: Rodrigo Sanjurjo Añibarro, con fotos de Rafael de la Sota Cuesta.
Letrame Editorial
Septiembre, 2019.
ISBN: 978-84-17990-86-2