miércoles, 24 de febrero de 2016

Número 108. El alcalde de Zalamea. Dádivas quebrantan peñas

Sin salirnos del mundo del dinero, cierro la aproximación paremiológica a El alcalde de Zalamea de estas semanas con este otro refrán que tampoco aparece explícitamente en la obra, pero que sin embargo, no deja de ser decisivo en el desarrollo de los acontecimientos. 

Ya algún compañero de La Acequia ha puesto de relieve la importancia de la criada chismosa en el curso de los acontecimientos, una criada sin importancia, sin papel activo y sin personaje, pero cuya intervención es decisiva. 

Recordemos la voluntad de Isabel y su prima, temerosas de los soldados, de sustraerse a las miradas humanas recluyéndose en el desván, pero su fama ya había trascendido y Pedro Crespo no contó con que el servicio no iba a tener las mismas precauciones que él. Ante la curiosidad del capitán por la labradora, su sargento sabrá escudriñar los rincones de la casa y a quién preguntar:
Pregunté a una criada
por ella, y respondiome que ocupada
su padre la tenía
en ese cuarto alto y que no había
de bajar nunca acá; que es muy celoso.
No se dice aquí que haya habido dineros por medio a cuenta de la información. Todo parece haber ocurrido con una cierta naturalidad. ¿No había advertido Pedro Crespo a sus criados de lo que pretendía? ¿Eran ajenos los criados a lo que ocurría en los aposentos de los señores?

Antes de seguir al otro pasaje donde se menciona a esta criada indiscreta, hemos de detenernos en la situación de los criados en estas casas de labranza del siglo XVII. Provenientes del propio medio rural, muy probablemente de familias numerosas y sin recursos para mantener a la numerosa prole, los hijos que sobrevívían conseguían hacerlo prestando sus servicios desde muy niños en las casas acomodadas, donde por todo salario se les daba manutención y alguna pieza de ropa al año, normalmente de la que desechaban los propios señores. Hablamos de los afortunados, pues ya hemos visto lo que significaba servir a hidalgo hambriento y sin recursos: pasar hambre, frío y necesidad. 

Solían los criados vivir en torno al hogar donde encontraban la máxima comodidad a la que podían aspirar: un lugar donde tenderse a dormir no lejos del fuego, si fuego había, y algún «manjar» distraído de la alacena o la olla del amo. Los aposentos nobles y la comida principal les solían estar vedados, subiendo solo a los primeros a cumplir con sus obligaciones, y de la segunda, contentándose solo con las obras.

Numerosos son los refranes que nos hablan de la relación entre amos y criados, vistos estos como un signo externo más de la naturaleza de aquellos, el vestido del criado te dirán quién es su amo, pero a pesar de la generosidad que pudieran manifestar los señores, más de una falta deberían pasar estos criados que con tan poco se tenían que conformar.

vista norte del castillo de Chinchón tomada desde abajo
Castillo de Chinchón
¿Qué ha de extrañar que unas monedas puestas delante de sus ojos no iban a abrir todas las puertas? ¿De qué otra manera podrían procurarse estos criados algún capricho y remediar más de una necesidad?

No le fue difícil tampoco al capitán conseguir lo que quería.
Yo he de volver al lugar,
porque tengo prevenida
una criada, a mirar
si puedo por dicha hablar
a aquesta hermosa homicida.
Dádivas han granjeado
que apadrine mi cuidado.
Dádivas quebrantan peñas aparece ya en la colección del Marqués de Santillana, y de allí a todas las colecciones en sus numerosas variantes. El significado parece estar claro, pero por su interés y glosa temprana, recojo lo que aparece en el libro de los Refranes famosísimos glosados (2005: 131) sobre él, en el capítulo VIII dedicado a cómo adquirir la hacienda y usar de ella. Curiosamente aparece en un contexto que tiene que ver con pagar las deudas, al que hacíamos referencia en el comentario anterior:
Dádivas rompen las peñas. Dinero del no hace sí, y hacen justo al culpado, hacen del loco sabio, y sin ellos el más discreto es temido por asno; por tanto, si quieres alcanzar oficios y beneficios deshazte de tus amados y caros amigos y paga 
Poco hay que añadir a un hecho que estamos viendo todos los días, ¿qué de extraño hay que se pliegue al brillo del dinero una criadilla cuando sucumben a diario hombres poderosos y mejor situados y hasta las más duras rocas y fortalezas? Los distintos refranes que Cantera (2012: 198) reúne en la entrada de su refranero nos da una idea de que no solo las pobres mujeres, los jueces también sucumben, porque en definitiva poderoso caballero es don dinero:
El dar quebranta peñas. El dar quiebra las peñas. Dádivas quebrantan peñas y hacen venir a las greñas, refrán que remite a las peleas por unas pocas monedas entre gentes poco afortunadas (greñas). Gran fuerza hace el oro a la justicia. Duros hacen blandos. Los dones a los jueces corrompen. Cuando el dinero habla, todos callan. Gracias, dádivas y mundanos dones, tapan bocas y ciegan los corazones. A dádivas no hay acero que resista. Dádivas y buenas razones ablandan peñas y corazones. 
Y como estamos en año de conmemorar a Cervantes en sus obras, no podemos pasar la oportunidad de releer las razones de Sancho cuando, sometido a burla por los duques, dicen de darle palos, pues naturalmente también se sirvió de este conocido refrán en su defensa:
—Déjeme vuestra grandeza —respondió Sancho—, que no estoy agora para mirar en sotilezas ni en letras más a menos, porque me tienen tan turbado estos azotes que me han de dar o me tengo de dar, que no sé lo que me digo ni lo que me hago. Pero querría yo saber de la señora mi señora doña Dulcinea del Toboso adónde aprendió el modo de rogar que tiene: viene a pedirme que me abra las carnes a azotes, y llámame «alma de cántaro» y «bestión indómito», con una tiramira de malos nombres, que el diablo los sufra. ¿Por ventura son mis carnes de bronce, o vame a mí algo en que se desencante o no? ¿Qué canasta de ropa blanca, de camisas, de tocadores y de escarpines, aunque no los gasto, trae delante de sí para ablandarme, sino un vituperio y otro, sabiendo aquel refrán que dicen por ahí, que un asno cargado de oro sube ligero por una montaña, y que dádivas quebrantan peñas, y a Dios rogando y con el mazo dando, y que más vale un toma que dos te daré? Pues el señor mi amo, que había de traerme la mano por el cerro y halagarme para que yo me hiciese de lana y de algodón cardado, dice que si me coge me amarrará desnudo a un árbol y me doblará la parada de los azotes; y habían de considerar estos lastimados señores que no solamente piden que se azote un escudero, sino un gobernador; como quien dice: «bebe con guindas». Aprendan, aprendan mucho de enhoramala a saber rogar y a saber pedir y a tener crianza, que no son todos los tiempos unos, ni están los hombres siempre de un buen humor. Estoy yo ahora reventando de pena por ver mi sayo verde roto, y vienen a pedirme que me azote de mi voluntad, estando ella tan ajena dello como de volverme cacique (Quijote, II, 35).

Referencias 

  • Calderón de la Barca, Pedro (1636 = 1981): El alcalde de Zalamea. Ed. de José María Díez Borque. Madrid: Castalia. 
  • Campos, Juana G. y Barella, Ana (1993 = 1996): Diccionario de refranes. Madrid: Espasa Calpe.
  • Cantera Ortiz de Urbina, Jesús (2012): Diccionario Akal del refranero español. Madrid: Ediciones Akal.
  • Cervantes, Miguel de (1605, 1615 = 2005): Don Quijote de la Mancha. Francisco Rico (ed.). Instituto Cervantes. [En línea]: (http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/default.htm), [consulta:24-02-2016].
  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Marqués de Santillana (1508 = 1980): Refranero. María Josefa Canellada (ed.) Madrid: Editorial Magisterio Español.  
  • Núñez, Hernán (1555 = 2001): Refranes y proverbios en romance. Edición crítica de Louis Combet, Julia Sevilla, Germán Conde y Josep Guia. Madrid: Guillermo Blázquez, Editor; 2 vols.
  • Refranes famosísimos y provechosos glosados (1509 = 2005). Edición facsímil de la de Burgos, Fadrique de Basilea, 1509. Fermín de los Reyes Gómez (ed.). Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua.
Comentario para el club de lectura La Acequia.

2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Y qué cierto es este refrán. Y qué actual. Solo hay que poner un informativo de televisión estos días.

Ele Bergón dijo...

Dichoso dinero, tiene tanto poder que compra todo y a todos y además según van pasando los años, ese poder vemos que se va aumentando. ¿Quién gobierna ahora en este nuestro siglo XXI? Está muy claro, los mercados que a su vez ya tienen comprada a la política.

Como siempre una entrada muy interesante.


Besos