La medicina era la única disciplina que respetaba.Frase incluida entre las reflexiones del pianista, un martes, 1 de junio, en un largo parlamento que comienza decididamente: «Pienso en mi trabajo». Su trabajo o su vocación, que le obsesiona desde que tiene once años y a la que afortunadamente puede dedicarle sus inquietudes, sus desvelos y sus dudas.
No todo el mundo tiene esa oportunidad, pese a buscarla, porque incluso a los más afortunados la vida, la realidad, les vuelve la espalda y toma el control:
Mi padre está ingresado en el hospital. En cierto modo, la vida detiene su flujo inconscientemente para dar paso a las preguntas esenciales sobre sí misma.No te engañes, la vida sigue su curso y las preguntas esenciales dejarán paso a las más prosaicas, a las más cotidianas, y en ciertos momentos tu preocupación más acuciante será estar atento a la última gota del gotero, o ver quién te va a sustituir en la cabecera mientras acudes a esa obligación ineludible.
Mientras tanto, relecturas no programadas ocuparán el espacio que has tenido que alterar en tu agenda:
Esta tarde he vuelto a leer Esta salvaje oscuridad, de Harold Brodkey. La lectura en el hospital, acompañando a mi padre, ha sido aun más intensa que en la primera ocasión, cuando la muerte no estaba más que en las páginas del libro, sin rondar el cuarto en el que estamos.Antes o después todos nos enfrentamos a la muerte, no a la propia, que también, sino a la de los seres más queridos y más próximos. Nadie la espera, pero ella está allí y sigue implacable. Tan implacable que nos obliga a levantar los ojos de la lectura.
Jueves, 22 de julioRealidad tras realidad, como la propia vida:
Durante la tarde el sol aplasta la fachada de la habitación de mi padre. Es un calor espeso mezclado con el desagradable olor del hospital. Algunos enfermos pasean...
Jueves, 29 de julio
A mi padre le volverá a ver un médico dentro de quince días. No podemos esperar tanto. La sanidad pública es una de las grandes conquistas de cualquier sociedad, pero la lentitud que arrastra su funcionamiento es exasperante, al margen de los argumentos médicos que sean idóneos en el tratamiento de un paciente, y el excepcional trabajo de algunos especialistas.
Pancartas de la Marea Blanca en Sol |
Sábado, 31 de julioCon la llegada de septiembre, todo parece volver a ese orden que la vida se encargó de romper a principios del verano: para el cáncer hay tratamiento.
He cancelado todos los cursos y conciertos que iba a dar en julio y agosto para estar junto a mi padre todo el tiempo que pueda.
Los pacientes están sentados sobre cómodos asientos. Algunos leen y otros incluso duermen con aparente tranquilidad mientras les administran la quimioterapia.
Manos solidarias sostienen un lazo |
A mis amigos y familiares enfermos de cáncer.
Contribución al club de lectura La Acequia.
3 comentarios:
Bien visto. En efecto, el Diario puede ser un recurso para comprender y ordenar el mundo, pero también un testimonio de cómo la realidad se te impone y tienes que actuar, más o menos desarbolado, ante ella.
En esta segunda parte del Diario, como bien dices, la realidad se impone y aunque se sigue en el mundo de la música, la literatura, la poesía, la filosofía, es el mundo de los hospitales y las enfermedades el que le empuja al autor de este Diario, porque así es la vida que va aconteciendo mientras el tiempo va quedan incinerado .
Buena entrada.
Besos
La vida sigue su curso, aunque tú te concentres en las gotas del gotero. Diego no abandona la música ni sus reflexiones. Del pasillo donde transitan bolsas sanguinolentas al horror del recuerdo de los campos de concentración nazis, todo es horror, todo es humano.
Buena entrada y buen homenaje.
Besos
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