lunes, 14 de septiembre de 2015

Número 87. El tiempo incinerado: la realidad en primera persona

En la segunda parte del Diario, la realidad toma el control.  Ya no es el autor el que elige contar esto o aquello, el que decide matar o dar vida a nuevos personajes, dar a conocer a sus viejos amigos, o darles la palabra a los nuevos.
La medicina era la única disciplina que respetaba.
Frase incluida entre las reflexiones del pianista, un martes, 1 de junio, en un largo parlamento que comienza decididamente: «Pienso en mi trabajo». Su trabajo o su vocación, que le obsesiona desde que tiene once años y a la que afortunadamente puede dedicarle sus inquietudes, sus desvelos y sus dudas.

No todo el mundo tiene esa oportunidad, pese a buscarla, porque  incluso a los más afortunados la vida, la realidad, les vuelve la espalda y toma el control:
Mi padre está ingresado en el hospital. En cierto modo, la vida detiene su flujo inconscientemente para dar paso a las preguntas esenciales sobre sí misma. 
No te engañes, la vida sigue su curso y las preguntas esenciales dejarán paso a las más prosaicas, a las más cotidianas, y en ciertos momentos tu preocupación más acuciante será estar atento a la última gota del gotero, o ver quién te va a sustituir en la cabecera mientras acudes a esa obligación ineludible.

Mientras tanto, relecturas no programadas ocuparán el espacio que has tenido que alterar en tu agenda:
Esta tarde he vuelto a leer Esta salvaje oscuridad, de Harold Brodkey. La lectura en el hospital, acompañando a mi padre, ha sido aun más intensa que en la primera ocasión, cuando la muerte no estaba más que en las páginas del libro, sin rondar el cuarto en el que estamos. 
Antes o después todos nos enfrentamos a la muerte, no a la propia, que también, sino a la de los seres más queridos y más próximos. Nadie la espera, pero ella está allí y sigue implacable. Tan implacable que nos obliga a levantar los ojos de la lectura.
Jueves, 22 de julio
Durante la tarde el sol aplasta la fachada de la habitación de mi padre. Es un calor espeso mezclado con el desagradable olor del hospital. Algunos enfermos pasean... 
Realidad tras realidad, como la propia vida:
Jueves, 29 de julio
A mi padre le volverá a ver un médico dentro de quince días. No podemos esperar tanto. La sanidad pública es una de las grandes conquistas de cualquier sociedad, pero la lentitud que arrastra su funcionamiento es exasperante, al margen de los argumentos médicos que sean idóneos en el tratamiento de un paciente, y el excepcional trabajo de algunos especialistas.
Pancartas de la Marea Blanca en Sol
Y en medio de tanta impotencia crees que tu propio sacrificio, la renuncia momentánea a tu vocación, siempre que esa renuncia sea posible, aliviará en algo la situación:
Sábado, 31 de julio
He cancelado todos los cursos y conciertos que iba a dar en julio y agosto para estar junto a mi padre todo el tiempo que pueda. 
Con la llegada de septiembre, todo parece volver a ese orden que la vida se encargó de romper a principios del verano: para el cáncer hay tratamiento.
Los pacientes están sentados sobre cómodos asientos. Algunos leen y otros incluso duermen con aparente tranquilidad mientras les administran la quimioterapia. 
Manos solidarias sostienen un lazo
A mis amigos y familiares enfermos de cáncer. 
Contribución al club de lectura La Acequia.

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Bien visto. En efecto, el Diario puede ser un recurso para comprender y ordenar el mundo, pero también un testimonio de cómo la realidad se te impone y tienes que actuar, más o menos desarbolado, ante ella.

Ele Bergón dijo...

En esta segunda parte del Diario, como bien dices, la realidad se impone y aunque se sigue en el mundo de la música, la literatura, la poesía, la filosofía, es el mundo de los hospitales y las enfermedades el que le empuja al autor de este Diario, porque así es la vida que va aconteciendo mientras el tiempo va quedan incinerado .

Buena entrada.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

La vida sigue su curso, aunque tú te concentres en las gotas del gotero. Diego no abandona la música ni sus reflexiones. Del pasillo donde transitan bolsas sanguinolentas al horror del recuerdo de los campos de concentración nazis, todo es horror, todo es humano.

Buena entrada y buen homenaje.

Besos