Ya casi al final de la novela, Martín Cebrián recuerda una cita de García Márquez: «La vida no es como la vivimos, sino como la recordamos», y a recordar, más bien a recrear, la vida de antes, dedica Modesto Martín Cebrián esta novela, que tan gratos momentos me ha hecho pasar este verano.
Martín Cebrián, maestro y etnógrafo entre otros títulos, reúne en más de 400 páginas no solo lo que fueron sus recuerdos de infancia en su pueblo, Villabrágima, también mucho de su experiencia como educador y recopilador de la cultura oral. Y ello, dando un salto en su actividad previa, con una obra de ficción que sigue el guión clásico: introducción, nudo y desenlace.
Enseguida conocemos a David, un joven que percibimos como «distinto», que nos va a llevar por la vida de un pueblo en la segunda mitad del siglo XX. El culto a Miguel Delibes y su influencia en Martín Cebrián es algo que se nota también enseguida. Porque «ser de pueblo es un don de Dios», parece recordarnos a cada página o a cada capítulo, con la introducción de nuevos personajes que van a servir de hilo conductor de aspectos de la vida rural.
A través de ellos recordamos las pequeñas tiendas, ahora diríamos de chuches, que alegraron nuestra infancia con pequeñas golosinas y a las que íbamos a gastar las propinas que de tíos y abuelos juntábamos los domingos y fiestas de guardar. Recordamos los mil oficios que había que tener para mantener una casa, cuando no se tenía suficiente hacienda; recordamos las prácticas religiosas, cómo eran aquellas escuelas, los buenos maestros, los menos buenos y los malos que nos tiraban de las orejas o nos imponían castigos físicos.
Un personaje singular recorre el libro de principio a fin, se trata de la joven Anunciación, desaparecida un buen día sin que nadie tuviera una mala pista, y de la que apenas sabemos nada, pero que se convertirá en ese hilo recurrente a través de pequeños detalles. Anunciación, mejor dicho su desaparición, dejó tanto impacto en el pueblo, que sería difícil olvidar ese hecho, incluso después de descubierto el misterio muchos años después.
La abuela Jacoba, Beatriz, la madre, la señora Antolina, mujeres de pueblo que todos hemos conocido, y que sin ellas la vida no hubiera sido posible. También, por supuesto, los hombres: los abuelos, el padre, el cura, el boticario, los vecinos, los amigos... Los primeros juegos, los juegos en la calle, la experiencia como monaguillo, el estudio concienzudo guiado por la madre hasta aprender a leer..., toda su formación hasta terminar en un internado, donde acabaría de formarse.
No falta en el recorrido por la vida de aquellas gentes de los años cincuenta el recuerdo para los perdedores de la guerra, y para sus descendientes, condenados a ocultar su pasado y su presente, que difícilmente podían esquivar con subterfugios. «REQUISADO», ponía en varios papeles guardados en una caja en el desván, caja que desapareció sigilosamente, de la misma forma que apareció. ¡Cuántas de esas cajas quemadas por miedo vestido de precaución!
Escrito con mimbres muy castellanos, al principio pensé en ir apuntando las palabras, los muchos localismos, las palabras desaparecidas con el cambio de vida, pero eran tantas, que enseguida olvidé la tarea y decidí disfrutar de la lectura. No es un libro para leer de un golpe, y no solo por el número de páginas, es un libro para leer poco a poco, dos, tres páginas al día y disfrutarlo, y disfrutarlo dejándose llevar por las palabras, por las cantinelas, por los refranes, por las adivinanzas, que sabiamente Martín Cebrián ha colocado a todo lo largo del texto. No vamos a decir que es una antología de lo mejor de la tradición oral, pero sin duda, pertinentes y bien colocados los muchos testimonios que aparecen.
Por aquí va la hormiguita, buscando su casita...
En definitiva, esta novela es un buen broche para toda una carrera dedicada a la investigación etnográfica, pero sobre todo es una fuente de disfrute.
Título: La edad del sueño
Autor: Modesto Martín Cebrián
Ediciones Eolas
Año: 2024
ISBN: 978-84-10057-11-1
2 comentarios:
Sin duda, un buen broche al trabajo investigador de toda una vida. La novela está más al alcance de los legos. Nos apuntamos el título. Me gustan las personas hormiguitas
Besos, gracias Carmen por traérnoslo aquí.
Apuntado.
No solo la vida, uno mismo es ya poco menos que un recuerdo...
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