lunes, 21 de septiembre de 2020

Número 231. Nietas de la Memoria: Vidámia

Otro, ¿otro?, libro sobre la Memoria, así con mayúscula antonomástica, para referirnos a esa parte de nuestra historia que voluntariamente se nos veló durante años. Nietas de la memoria viene a rellenar uno de los muchos huecos, en este caso el de las mujeres que sufrieron la guerra y la posguerra. Sus voces llegan a nosotros por persona interpuesta, sus nietas, un puñado de periodistas, unas más jóvenes, otras más viejas..., cada una con un estilo propio para contarnos lo que sus abuelas hubieran querido contar de haber tenido un medio, y sobre todo, la libertad para hacerlo.

Llegados aquí, bienvenido sea este proyecto que suma. Nunca está de más conocer otra de las muchas historias.

No obstante, un libro colectivo no es siempre la suma de sus partes, ni tan siquiera la suma algebraica, positivos y negativos, de sus partes nos lleva a un resultado. Sería preciso meternos en cada una de las historias, pero por varias razones no vamos a hacerlo.

Ser una buena periodista, conocer el oficio, no implica necesariamente ser una buena narradora, la tensión, la atracción del lector hacia lo que se cuenta, el pulso narrativo hay que saber mantenerlo, y alguno de los relatos no cumple esos requisitos, por no hablar de aquella historia que se queda coja, y deja a esta lectora con la sensación de faltarle algo.

 

En el cierre cuatro jovenes, tres chicas y un chico, y la leyenda "Don Bosco"es jóvenes que rodean a Don Bosco

 

Aunque hay que asumir que al narrar el pasado es imposible desprendernos del presente, en alguna de las historias el enjuiciamiento de la dictadura desde nuestro punto de vista, no desde el contexto histórico de las protagonistas, nos lleva a una grave falta de perspectiva. La historia suele transcurrir más en una gama de grises, con sus claroscuros, que en blanco sobre negro.

También es importante, cuando se pone voz a otras personas, tratar de aproximarnos a su forma de hablar, de expresarse para que lo narrado se acerque a lo espontáneo y no a una crónica periodística de hoy. Difícil imaginarse a nuestras abuelas hablando de alumnado, niños y niñas, mis hijos y mis hijas... Si hoy no podemos prescindir de ciertos formalismos en determinados contextos, poner esas fórmulas en los labios o la pluma de nuestras abuelas rompe totalmente el ritmo de lo que contamos. Una vez más, estos detalles te sacan literalmente de la época.

Quizá la historia que más me ha llamado la atención, y no tanto por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta, ha sido Vidámia de Isabel Donet Sánchez, acercándose a su abuela a través de los refranes y expresiones populares que ciertas o traídas para el caso van tirando de su memoria. 

Empecemos por el Epílogo en el que Donet, ya con su propia voz, nos dice al hablar de su abuela:

Ha sido fácil aprender de ti y junto a ti. A escuchar, a perdonar, a creer en las personas y a saber que antes de ser madre se ha sido hija. A reír por no llorar. No he podido olvidar cuando un vecino te dijo que tenías una nieta muy guapa y le respondiste que no está hecha la miel para la boca del asno, y por si no habías sido lo suficientemente explícita, añadiste que para don Juan con doña María basta. El chico se quedó aturdido y sin articular palabra.

Sin duda, una auténtica presentación de la figura y el carácter de su abuela, que de haber figurado en un supuesto prólogo, nos hubiera dicho mucho sobre su personalidad a través de ese modo de expresarse.

Benissuera 22


Como en otros casos, el relato está escrito en primera persona, y desde las primeras líneas ya vemos la forma de ser de Isabel, de su coquetería dentro de sus posibles: buen porte y buenos modales abren puertas principales, nos dirá en otro momento. Mujer rezadora, religiosa, que hasta se atreve a citar a san Agustín, aunque no esté segura de citarlo bien:

Como dijo San Agustín, «ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor». No sé si lo digo bien o lo digo regular.

Y que a pesar de sus ideas no impide y respeta las ideas de su marido, un cenetista que nunca había empuñado armas, y que se salvó de la cárcel, o de algo peor, aunque no de la depuración, gracias a los señores para los que su mujer había servido antes de casarse, y a los que acuden de nuevo en busca de un medio de ganarse la vida como guardianes de un palacio caserón en un pueblo de Valencia, donde se crían sus hijos y aun sus nietos, entre ellos Donet.
«Vidámia», le susurró su marido al oído el día de la boda, y así siguió llamándola hasta el final de sus días. 

Donet trabaja los refranes con maestría, dejando a un lado la canonicidad si así lo pide el discurso; veamos, por ejemplo, cómo cuestiona alguno de esos refranes normalmente admitidos. Isabel se apoya en los refranes, pero no de forma ciega.

A menudo cierro los ojos para detener el tiempo en cada recuerdo, busco los buenos pero acuden todos. Las cicatrices siguen ahí y todavía duelen. El paso de los años no lo cura todo, el dolor permanece adormecido y procuro ignorarlo.

Estilo elegante, pero que no desentona en la personalidad de la protagonista, sino que es fruto de la experiencia que dan los años, del sosiego de mirar hacia atrás con la conciencia tranquila.

No solo en el epílogo rememora Donet la relación con su abuela, hay todo un apartado dentro de la historia en la que las travesuras y juegos de la Donet niña toman protagonismo. La abuela Isabel lo tenía claro frente a las travesuras de la nieta: al niño hay que corregirle con cariño, afirma, y así lo hace, reprendiendo a su nieta a solas, pero defendiéndola ante los extraños.

La abuela Isabel sabía muchas coplas, cantaba muchos romances y hasta se inventaba alguno si era preciso, la sabiduría popular servía para entretener a la nieta, que sin duda aprendió también a interpretar los signos que mandaba la naturaleza: Cuando viene la golondrina, el verano está encima.

Hasta dieciséis paremias pone Donet en boca de su abuela. Cada ocasión, cada hecho, parece tener una frase mágica en la que apoyarse, y el recuerdo de esas frases, de ese discurso repetido le ha servido para una aproximación más vivida a la figura de una mujer que en tiempos difíciles supo sacar toda una familia adelante.

Autor: VV. AA.

Título: Nietas de la memoria

Editorial: Bala Perdida

Año: 2020

Nota: La primera de las ilustraciones responde a la historia Respirar sin aire, parte de la cual transcurre en el colegio de las Salesianas próximo a la Dehesa de la Villa, antes noviciado y hoy centro universitario de formación del profesorado. Yo, aunque algunos años después de lo que se narra en esa historia, también estudié en un colegio de Salesianas, aunque en la otra punta de Madrid. Lo que cuenta Cristina Prieto Sánchez, la autora de la historia, me resulta familiar. A ese colegio nos referíamos siempre como el noviciado, y efectivamente, el de la calle Villaamil, todavía en activo, no solo era el principal centro de las Salesianas en Madrid, sino también el «colegio bien» de la orden en la capital.

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Apuntado queda.

Paco Cuesta dijo...

En efecto ya son muchos, tal vez demasiados sobre la "memoria". Es complicado leer desde la "desmemoria" del presente, posiblemente la imagen quede distorsionada. Gracias por la reseña.

Sor Austringiliana dijo...

Fuimos nietas de abuelas que vivieron tiempos muy difíciles, la mía tenía mucho que contar pero se me murió pronto. Nos ofreces un libro de memorias con buena memoria, lo anotamos.
Besos, Carmen.