Recuerdo de otras veces cuando he estado en Villalba de Duero —sí, ese pueblo donde cada habitante lleva un carga piñas— de haberme llamado la atención las numerosas pintadas referidas a los quintos: ¡Viva los quintos de...!, rotulado por cualquier parte del pueblo, en algunos casos con la pintura ya muy desvaída, la tradición que se acumula año tras año.
En mi última visita tuve ocasión de comprobarlo con más detenimiento, vi unos carteles rojos, bien rotulados con la leyenda «Los quintos/as de 2018 os desean felices fiestas», en el ayuntamiento, en la iglesia —afeando su fachada, todo sea dicho—, en las esquinas y colgando de los balcones de las casas, señal inequívoca de que allí probablemente vivirá un quinto o una quinta. En algunos balcones todavía pueden verse acumulados los de años pasados, porque la tradición está sin duda arraigada.
Ahora bien, vayámonos a los grandes grafitis, los que ocupan paredes enteras, tapias de solares semiabandonados, sírvanos de fondo la esbelta espadaña de su iglesia con sus inevitables moradoras, las cigüeñas.
Siempre hay que dejar un hueco para la pequeña transgresión: ¡Vivan los tintos!, y alguno seguro que quiso añadir: «... y los claros». Siempre hay un hueco para meterse con el pueblo de al lado: Villalba capital, Aranda sucursal, aprovechando lo fácil de la rima, y entre medias el ineludible cartel de «se vende», cartel demasiado presente en todos los pueblos de Castilla. No se venden casas, viejas o nuevas, se venden pueblos enteros, a pesar del empuje y buen humor de los quintos del siglo XXI.
Algunos se han empleado a fondo en los colores: ¿2018? o ¿quizá venga desde el 2013? No deja indiferente esta pintada a los conductores que toman la curva en la travesía del pueblo.
Leire, Elisa, Adri Efrén, Isma, Edu, Rubén... Puede que la mayor parte de ellos no vivan en el pueblo, en todo caso, lo más seguro es que el curso que viene tengan que dejar su hogar para ir a estudiar lejos, o cerca, pero fuera de casa y de su pueblo. Su espíritu quedará allá por lo menos el primer invierno, luego se irá destiñendo, perdiendo fuerza y disolviéndose en el ir y venir de la vida.
2 comentarios:
Nunca tuve quintada, no me imagino de fiestorro con los burgaleses del 57, pero siempre dije: ese o esa es de mi quinta. Me dan envidia los de pueblo, como los de Vllalba de Dueto. O Gumiel sin ir más lejos.
Besos Carmen.
Como veo que no sale, pienso que se habrá perdido el comentario.
Nunca tuve quintadas pero siempre hubo gente de mi quinta. Así se decía y se dice, aunque jamás me haya reunido con los burgaleses y burgalesas nacidos en el año del Tratado de Roma y la inauguración de los estudios televisivos de Prado del Rey!
¡Qué espíritu de quintas en ese pueblo! Como en el tuyo, que ya te vi bailar.
Besos
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