martes, 6 de septiembre de 2016

Número 130. Cartas marruecas (I)

A principios de verano me encontré con un conocido en la calle, él no tenía prisa y a mí me sobraban cinco minutos, a él le gusta hablar y a mí también, así que buscamos el arrimo de una sombra.

Hablamos de los hijos, tema recurrente, y a la segunda frase salió España. 
—Como en España no se vive en ningún sitio —dijo mi interlocutor con suficiencia, y yo no le interrumpí—. Yo que he viajado por todo el mundo lo puedo decir alto y claro. Una vez en el aeropuerto de... 
Es verdad, mi conocido viaja por todo el mundo. Junta días y ahorros y se hace unos viajes que para mí quisiera, así que sí, le di la oportunidad de contarme alguno o varios de sus viajes y de que me mostrara por qué España era el mejor país del mundo, pero a la tercera frase me di cuenta de que lo que mi interlocutor realmente conocía eran los aeropuertos, y sus experiencias en otros países se limitaban a las contrariedades sufridas por los retrasos en los vuelos y o rácanas que suelen ser las compañías aéreas a la hora de darte el mal bocadillo al que tienen obligación. Y como un aeropuerto se parece bastante a otro y una compañía aérea es calcada de la otra, la desventaja de los otros países sobre España se resumió en que si te quedas varado en un aeropuerto ruso, pongamos por caso, no pienses que te van a obsequiar con caviar para entretener la espera...
—Y otra vez en...
De pronto recordé que tenía prisa, que me estaban esperando y me disculpé hasta la próxima.

Sirva esta anécdota personal para enfrentarnos a la lectura y reseña de las Cartas marruecas, la obra más conocida del escritor José Cadalso, un español del siglo XVIII al que la vida y la posición social le permitió viajar, estudiar en el extranjero y aprender idiomas sin que se le ladearan los tufos de la peluca, eso en ese siglo, porque en este, según leo en Twitter, el que no sabe inglés es porque no quiere y no sabe invertir en su futuro. 

Si me dieran a leer hoy Cartas marruecas, sin contextualizarla en su época y sin saber nada de su autor, creería estar en el mejor de los casos ante la obra estacional de uno de esos todólogos que pueblan nuestras tertulias y que cuando cogen la pluma saltan directamente a las mesas de «Novedades» y «Más vendidos» de las mejores librerías. 
Bien es verdad que habiendo hecho varios viajes por Europa, me hallo más capaz, o por mejor decir, con menos obstáculos que otros africanos; pero aun así he encontrado tanta diferencia entre los europeos que no basta el conocimiento de uno de estos países de esta parte del mundo, para juzgar de otros estados de la misma. Los europeos no parecen vecinos, etc.
En el peor el libro podría haberlo escrito cualquier cuñado, de esos que saben juntar dos fraes, al que además su trabajo lleva por distintos puntos de España, lo que le da pie para pontificar ante un gin tónic y otro:
Aun dentro de la española hay variedad increíble en el carácter de sus provincias. Un andaluz en nada se parece a un vizcaíno; un catalán es totalmente distinto de un gallego; y lo mismo sucede entre un valenciano y un montañés.
¡Caray! Esto corre por las redes sociales y se creen que lo ha dicho Rajoy. En cualquier caso el corolario es el mismo: como en España en ninguna parte, aunque yo me permita criticar todo lo que me apetezca porque de mí oirás, pero no dirás. 

Lo bueno o lo malo es que cada español ve España de una determinada manera, y es que España es plural y cada español, tiene un culo y una opinión, ya se sabe:

Mapa mostrado por el diputado de ERC, Gabriel Rufián, en su intervención en la sesión de investidura (02-09-2016)
Pero volvamos al siglo XVIII, en el que se nos simula que un marroquí, también culto y viajado —no vayamos a pensar cualquier cosa— tiene la suficiente distancia como para hablar con pretendida objetividad de lo bueno y de lo malo que hay en esta España nuestra.

Al marroquí culto, que no todo va a ser agudeza visual y ciencia infusa, le acompaña en la sombra, con alguna intervención en el proscenio, un castellano viejo, antiguo capitán de infantería, con un nombre que ya lo dice todo, Nuño Núñez, dedicado ahora a estudiar la historia de España en su sentido amplio.

Todo ello viene envuelto en el viejo recurso literario de las cartas escritas por otros y los manuscritos encontrados por casualidad, pero que vienen que ni pintados a los propósitos del autor. Reverencia a los clásicos, a Cervantes en concreto, desde las primeras líneas y vamos allá. 

¿Por qué una visión marrueca? Quizás ahora, aunque ya tengamos olvidado el bachiller, no nos sorprenda esta palabra, marrueca, asociada a la obra de Cadalso, pero era una palabra nada común en sus tiempos que probablemente Cadalso eligió para aumentar la distancia objetiva que culturalmente nos separa de África, aunque sea de esa África tan próxima desde la que algunos se aventuran en patera para llegar a Europa, que a pesar de sus defectos sigue siendo atractiva. Cartas marruecas y no marroquíes, decíamos, la Academia introdujo esta palabra en su diccionario de 1884 y la marca de su poco uso está presente en casi todas las ediciones. Exotismo y distanciamiento ya desde el título y la introducción. Cartas marruecas, sí de ese país tan cercano geográficamente pero tan alejado a los ojos de los españoles de antes y de ahora, y una marca de continente muy presente desde las primeras líneas: África, pero no olvidemos que para muchos África empieza en los Pirineos.

Cadalso dice preferir el género epistolar, aparte de por ser más ameno y de fácil lectura, por tener toda una tradición europea detrás a la que él se quiere sumar, una tradición que se distancia de «la religión, el clima y el gobierno» para conseguir la pretendida objetividad. 

Está cerca, pero todavía quedan algunas décadas, para que otro escritor, también culto y viajado, Larra, escriba desde la primera persona y sin intermediarios ni licencias literarias lo mucho que le duelen su país y sus paisanos. 

Comentario de Cartas marruecas para el club de lectura La Acequia.

6 comentarios:

Contando los sesenta dijo...

¡Qué bien me ha venido tu comentario! No solo es que tuviera olvidado a Cadalso, es que ni me acordaba de sus cartas marruecas.
Tengo una lista tal que así de libros pendientes de lectura así que no incluiré este, gracias.
Aparte de este inciso, añado que soy de la opinión contraria. En España se está bien, aunque algunos están mejor que otros, lo cual es aplicable a casi cualquier lugar del mundo. Cualquier sitio es bueno para vivir a condición de que una misma esté bien y, si es posible, tiene cerca a las personas que quiere. Por lo demás, sospecho que el edén es una construcción literaria y nada más. O lo tenemos dentro, o no existe.
Feliz retorno

Ele Bergón dijo...

Creí que tenía " Cartas marruecas" en la colección que comentamos de RTVE, pero no era así, esa semana no debí comprarlo. No obstante, ya lo he encontrado y aunque ahora ando metida con la biografía de Maruja Mallo, lo he empezado a leer, pero nada puedo decir de este libro que siempre lo he dejado para otra ocasión. Tú me animaste a entrar en él y ahora también lo sigues haciendo con esta entrada que nos dejas aquí, referente a los viajes, a como se viaja y a como escribe José Cadalso.

Un abrazo

Luz

La seña Carmen dijo...

Mi experiencia con otros países es mínima, aunque los compas extranjeros envidiaran vivir aquí y yo le envidiara el sueldo y las prestaciones sociales, que ya se sabe que la cabra de mi vecina siempre da más leche que la mía, por lo que puedo poco opinar al respecto.

Sí que creo conocer España bastante bien, pues al menos en otros tiempos anduve bastante por esas carreteras y esos rincones. Cada uno tenemos nuestro carácter, pero nos parecemos bastante en bastantes cosas y al final el que más y el que menos termina expresando su personalidad y características peculiares comprando en los mismas tiendas, grandes superficies, etcétera. He visto cambiar España y algunas ciudades a mejor, aunque lamentablemente el campo se nos esté despoblando sin remedio y duela ver las ruinas y el abandono en el mismísimo centro de algunas ciudades y pueblos en otro momento prósperos.

Las grandes y medianas ciudades, y sobre todo sus entradas y salidas con esos horrendos polígonos industriales y los barrios residenciales en expansión, se parecen bastante.

Sí que hay diferencias en las prestaciones sociales entre una comunidades y otras y en el nivel de vida, aunque la política tienda a igualarnos ahora por lo bajo.

En general, ¿qué queréis que os diga? Las Cartas marruecas es un libro prescindible, sobre todo porque hoy tenemos infinidad de alternativas en las que entretener nuestros ratos perdidos.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Comenzamos nuevo curso y nueva lectura. Cadalso era un hombre muy de su tiempo y un español preocupado por España y pensarla de nuevo. Pensarla en la época de la ilustración, que es cuando algo se torció por aquí por no entrar de lleno en ella. De ahí el interés que siempre ha tenido este libro: reflexionar sobre el país actualizándolo a la modernidad conservando lo mejor del pasado.
Sigamos con la lectura.

María Luz Evangelio dijo...

Yo no sé si es un libro prescindible, pero sí creo que el autor era alguien muy inteligente, brillante y ágil. En las primeras páginas ya dice abiertamente que las élites europeas viven y gobiernan para ellas y en contra de sus pueblos, y se queda tan ancho. Es más, dice que si el fenómeno no ha sucedido terminará por ocurrir. Ya tiene el pálpito de que el Estado-Nación es algo perecedero, cuando aún no está completamente establecido.
A mí este señor me tiene entregada, y respecto a que España es lo mejor del mundo mundial, pues es muy parecido al argumento de que no hay crisis porque las terrazas están llenas. "Semos ansí".
Me gusta que antes de la vendimia estemos ya debatiendo si era un moderno o alguien prescindible.
Gracias por tu escrito, centras mucho la lectura. Saludos.

Abejita de la Vega dijo...

Yo tampoco soy de "como en España en ninguna parte". Depende para qué...Cadalso no lo hubiera dicho, seguro. Al volver a España, todo le era extraño: “lengua, costumbres, traje, todo era nuevo para un muchacho que había salido niño de España y volvía a ella con todo el desenfreno de un francés y toda la aspereza de un inglés”. Sin desenfreno ni aspereza, hubiera querido un país menos atrasado.

Un "todologo", qué bien lo has dicho. Un cuñado sabihondo o un tertuliano de los de ahora. Tan perogrullesco como Rajoy...tanto no.

No pasa nada por no leer Cartas marruecas, pero me parece un interesante viaje a la España del XVIII. Aunque comprendo que haya gente a quien no le apetezca meterse en el museo o en la polvorienta tienda de antigüedades.

Tu entrada es interesante y placentera. Sólo una mueca ante el mapa tan azul...Ay.

Tuve galbana, pero ya la voy superando. Un abrazo, Carmen.