Ayer, 15 de mayo, entre obligación y obligación, me desvío ligeramente para pasar por Sol. Por la mañana he leído algunos artículos de amigos, conocidos y periodistas a los que sigo por Twitter. Hay opiniones para todos los gustos, nada que destacar, pero hay un tuit que me llama la atención: buena foto.
Hace cinco años la casualidad trajo a Madrid a unos amigos franceses, un antiguo compañero de trabajo, al que no había desvirtualizado (como se dice ahora) aún, Jean-Pierre, y a su dicharachera mujer, Danièle, la típica femme de, pero con la que había congeniado en más de un correo. Jean-Pierre y Danièle habían venido de viaje a España con un grupo de jubilados, la parada y fonda obligada en Madrid los puso en contacto conmigo, y nos encontramos para recorrer Madrid. Gente muy preocupada por todo lo que pasaba a su alrededor, sobre todo me preguntaban, sobre los carteles colgados en las farolas de las próximas elecciones, sobre los bomberos acampados en el Prado, sobre... Aquella tarde no pasó nada, o pasó poco digno de resaltar, o nosotros en nuestros paseo turístico no nos enteramos. Al pasar por Sol, ya de retirada, nos llamó la atención un grupo de jóvenes que estaban allí, y yo les expliqué que posiblemente serían los rezagados de una manifestación en pro del trabajo para los jóvenes.Hoy se cumplen 5 años del 15M. Por desgracia, sigue habiendo demasiado pan para tanto chorizo.— Luis Durán (@Luis___Duran) 15 de mayo de 2016
Al día siguiente por la mañana me enteré de que aquellos jóvenes habían sido desalojados por la policía, había quedado con mis amigos en ir de museos y antes de salir de casa cogí la cámara de fotos, por si algo podía fotografiar en el camino. Era temprano, Sol mostraba su cara acostumbrada. A mis amigos les informé de que aquellos jóvenes que habíamos visto habían sido desalojadas. Jean Pierre no tardó en preguntar si había algún herido, y suspiró aliviado cuando le contesté que parecía que no, y que al parecer tampoco había detenidos. Sinceramente me emocionó ver cómo aquel francés que había tenido un puesto importante en una multinacional, y su mujer, la femme de que siempre me hablaba de sus relaciones con menganito o zutanito, todos altos cargos y gente de arriba, se interesaran tan de cerca por lo que ocurría a este lado de los Pirineos.
Mis amigos siguieron su viaje al día siguiente, y luego vino la acampada, y las concentraciones, y las asambleas, y la prensa bien echándose encima y llamando perroflautas a los acampados, y las idas y venidas, y el apoyo con unas pilas, unas toallitas de esas tan peligrosas que atascan los desagües, pero que entonces no lo sabíamos, o unas barras de pan... y fotos de las consignas porque en mi mente ya empezaba a bullir el recoger lo más granado de aquellos lemas y montarme una comunicación para mis amigos paremiólogos europeos.
Difícil explicar en inglés qué es eso de No hay pan para tanto chorizo, o Me sobra mes al final del sueldo, que tanta gracia le hizo a una colega portuguesa que todavía me lo sigue recordando cada vez que nos vemos, pero creo que lo conseguí.
Hoy desgraciadamente vemos que sigue habiendo demasiado pan para unos pocos, y el mes se nos ha hecho aún más grande, de tal forma que aquellos 600 euros que aparecían en una pancarta casi nos parecen un buen sueldo.
A medida que pasaban los días, y más allá de si llegaríamos lejos o nos quedaríamos cerca, el despertar —Dormíamos, pero despertamos—, y la cada vez mayor toma de conciencia en que no podíamos dejar en manos de otros lo que era la responsabilidad de nuestro futuro.
El salto a los barrios, la limpieza concienzuda de la ballena, ese acercamiento a la gente en la Plaza de las Palomas, que es como el cuarto de estar del barrio de Tetuán, y sobre todo la conciencia de que el #15M donde de verdad acamparía sería en el interior de nosotros mismos y que ya nada sería igual.
Hoy somos cinco años más viejos, pero algunos vemos con esperanza esa #Nuitdebout de la vecina Francia, y me acuerdo de mis amigos franceses, ellos tan burgueses y comedidos precoupándose por los bomberos acampados en el Paseo del Prado o por los chicos que se habían manifestado.
Vamos despacio porque vamos lejos.
En mi simbólico acto de presencia en Sol veo que hay menos consignas, quizá una cierta ñoñería, como predican algunos tuits, y bastante desconcierto. En un extremo de la plaza, los de la PAH, ese movimiento tan activo despliegan sus pancartas y sus consignas:
Ni casas sin gente, ni gente sin casas.
Sí se puede, por supuestoProclama una consigna del 2016, y ese añadido, por supuesto, refuerza la consigna primitiva.
Hay asamblea junto a la ballena, distintos grupos despliegan sus banderas, veo alguna cara conocida del barrio, algún viejo conocido, la plaza vuelve a bullir.
En medio, un gran tablado. ¿Y esto para qué es? La gente mira y parece indignarse, hay algunos gritos, algunos silbidos. Parece que Ana Pastor y La Sexta han copado ese espacio para convertirlo en un gran plató en directo. Hay división de opiniones, los reporteros deben estar a pie de calle, lo importante es que se hable de nosotros, hay que llegar a todo el mundo por no importa qué medios, eso no es periodismo, estos no han entendido nada del #15M.
Hay quien se adorna con falsos billetes de 500 euros, esos que dicen que existen pero que van a desaparecer, en la cabeza...
Y desde una esquina me sonríe Cobri.
3 comentarios:
Yo también estuve por allí y me alegro de haber ido.
El ambiente era tranquilo, relajado, pero también indignado. Éramos gente de todas las edades y condición que deambulábamos por la plaza con tranquilidad, pero con indignación, comentando lo que pasaba. Algunos dentro de las tiendas de campaña, hacían asambleas. Yo solo me limité a pasear, como muchos otros, esa indignación que me hizo llegar hasta la Puerta del Sol. Vi más de una cara conocida de las que salen en la tele y sobre todo jóvenes. Quedé admirada de los lemas, los carteles que se agolpaban en la cúpula de la nueva estación de tren, eran ingeniosas,con filosofía, decían la verdad.Creo que estábamos esperanzados. Dormíamos, despertamos.
Después me fui a la Plaza de las Velillas, como la quisieron llamar, al lugar donde nos reuníamos los domingos a las 12. La primera fue muy numerosa, después, fueron decayendo. Se hablaba, tomaban notas, votábamos moviendo las dos manos. Todo el mundo tenía cabida, todos opinábamos, se respetaban todas las opiniones, por eso a veces se hacían interminables. Teníamos un pequeño mercadillo en el suelo con lo que llevábamos porque nos sobraba. La gente nos miraba mientras paseaba por la calle, se acercaban al mercadillo. Algunos se llevaban libros, adornos y quedaban asombrados de que fuera gratis. Con el tiempo se habló de la oliva, la moneda que queríamos implantar. Fuimos a los plenos, interpelábamos a los concejales. Ellos se empezaron a dar cuenta de nuestro poder. Nos manifestamos por las calles de Velilla e incluso vino la policía a disolvernos- éramos cuatro gatos- Algunos coches tocaban sus bocinas. Otros se indignaban con nosotros, nos llamaban perroflautas. Repartimos propaganda, la mayoría estaba de acuerdo, otros nos echaban miradas furibundas...
Fuimos a las mareas de todos los colores, la naranja, fue la que más me impresionó, pero después, vinieron los policías, las multas, las entradas en la cárcel... el desprestigio de todos y de todos. Debíamos haber seguido. Me gusta este lema que he visto por ahí: Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen.
Perdona la perorata, pero me ha salido así de un tirón. El camino es largo y hay muchas subidas y bajadas, con lluvias, vientos y días de sol. Es la primavera de nuestra tierra.
Besos
Nada que perdonar, muy muy al contrario.
Seguimos vivos, nos queda camino pero seguimos caminando.
Chorizos más que en Campofrío, dicho en hipérbole choricera. Pero nada fue igual después del 15M. Andamos, tiramos del carro. Que el carro sea liviano. Besos Carmen.
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