En él, de la página 5 a la 7, los lectores iban a encontrar el relato de La tercera noche, los editores sabían que era la última, ya que Cadalso llevaba varios años, muerto y enterrado, en la iglesia de Santa María de la Coronada de San Roque. Leyenda y realidad, vida y muerte, se funden en su figura.
El sorprendido y horrorizado lector, tras recorrer la segunda de las páginas de apretada lectura, y mover sus ojos hacia la derecha, se encontraría con apenas unas pocas palabras, que reproducimos a continuación.
Envidia, no te deseo con corona y ce-Como podemos ver, hay punto final y no una interminable fila de puntos suspensivos con la que se cerró la edición de 1798, edición que sirvió para dar a conocer esta obra olvidada de José Cadalso, según había declarado el editor en el prólogo. Es preciso señalar que habían pasado ocho años desde la anterior publicación y dieciseis desde la muerte del autor, y por seguir con sus propias imágenes, los gusanos sanroqueños ya debían haber dado buena cuenta de su cadáver.
tro para mi bien..... mas contribuiras á
mi dicha con ese pico, ese hazadon....
viles instrumentos á otros ojos... vene-
rables á los mios.... Andemos, amigo,
andemos. Fin de la tercera noche.
¿Operación de mercadotecnia en los albores de un nuevo siglo que pintaba romántico?
¿Merecía la pena desenterrar la leyenda de un militar enloquecido por la muerte de su amada, dispuesto, incluso, a desenterrar sus huesos, o peor: a enterrarse con ellos en el sentido más literal de la palabra?
Sin duda, fuera o no premeditada, la estrategia tuvo éxito, y Noches lúgubres empezó su andadura en solitario: La obra cobró vida, y le salieron imitadores y continuadores de lo que Cadalso no escribió, probablemente porque no quiso, no porque no le diera tiempo o pensara dejarlo para más adelante y madurar la idea.
¿Final abierto?
A mí modo de ver, tampoco. El lector es libre de interpretar lo que no se dice, pero la decisión está tomada, el desenlace no está al final de la noche tercera, sino al final de la noche segunda y la aceptación por parte de Lorenzo —mitad de la tercera noche—del destino que ha preparo Tediato para él y para los que le rodean:
LORENZO.- ¿Quién eres?
TEDIATO.- Soy el mismo a quien buscas... El Cielo te guarde.
LORENZO.- ¿Para qué? ¿Para pasar cincuenta años de vida como la que he pasado lleno de infortunios..., y cuando apenas tengo fuerzas para ganar un triste alimento... hallarme con tantas nuevas desgracias en mi mísera familia, expuesta toda a morir con su padre en las más espantosas infelicidades? Amigo, si para eso deseas que me guarde el cielo, ¡ah!, pídele que me destruya.
Contribución al club de lectura La Acequia.
2 comentarios:
Estoy muy de acuerdo contigo: no es un final abierto. La continuidad fue pura trascripción y sobraba. Cadalso, como romántico inicial, sabía que el fragmento bien hilado (la obra comienza sin comienzo y termina sin final) es siempre más contundente que la obra completa. Algo de eso iba a escribir yo en mi entrada de mañana.
Ahí se encontraron las Noches lúgubres y no costó levantar la losa. El papel pesa poco. Ni gusanos había ya. ¡A por ella!
Algunos lectores se contentarían con el producto mercadotécnico, muchos se sentirían defraudados, qué malas suelen ser las continuaciones de las grandes obras, suenan a duro sevillano. Y no siempre puede el escritor tomar la pluma y arremeter literariamente, como hizo nuestro amigo Cervantes.
Un abrazo, Carmen.
Publicar un comentario