martes, 19 de abril de 2016

Número 115. Noches lúgubres: a la cárcel, ni aun por lumbre

Segunda noche. Apenas han pasado dieciséis horas desde que Tediato y Lorenzo se separaron empujados por la luz del día, y ese sol del que reniega el joven enamorado y que le sume en profunda melancolía.

Nuevos personajes se introducen en esta segunda noche, el joven no está solo con su dolor y su locura, hay un amigo.

Virtelio aparece brevemente, quiere reconfortar a su amigo, intenta que tome algún alimento, pero Tediato rechaza toda ayuda material, todo alimento de los vivos, él solo quiere volver al mundo de las sombras y los muertos.


La luz del sol que iba faltando, me sacó del letargo cruel. La tiniebla me traía el consuelo que arrebata a todo el mundo. Todo el consuelo que siente toda la naturaleza, al parecer el sol, lo sentí todo junto al ponerse.


Tediato sigue con su largo monólogo entreteniendo la espera, una espera llena de antítesis, luces y sombras, consuelo y letargo, amanecer y ocaso, y Lorenzo, su esperanza de llegar a las sombras, no llega.


cruz de piedra con calavera y tibias. Posterizado e invertidos colores.


El azar parece que sí que llega en su ayuda. Dos hombres riñen cerca de él y uno de ellos muere en sus brazos. La Justicia lo encuentra manchado de sangre y no duda en llevarlo a la cárcel cercana. La Justicia le anuncia una muerte ignominiosa y cruel, pero el joven persiste en su locura, y agradece la buena fortuna de encontrar por esa vía, lo que pidió al cielo no hace muchos días.

«Su delito le turba los sentidos; andemos, andemos», se apresura la Justicia viendo los desvaríos, pero camino de la cárcel, Tediato reflexiona sobre la idoneidad de esta justicia terrena, justicia que tiene mucho de espectáculo:
De la muerte de un malvado se asegura la vida de muchos buenos.
Tediato ante las puertas de la cárcel experimenta por un momento el espanto que supone y asume su destino:
Sepulcro de vivos, morada de horror, triste descanso en el camino del suplicio, depósito de malhechores, abre tus puertas; recibe a este infeliz.
Continúan las antítesis para abundar en el estado de ánimo de Tediato en esta segunda noche, en la que tan solo anhela la muerte. 

El carcelero se nos presenta de una forma tan grosera que supera con creces la estampa del sepulturero, pero su fealdad, capaz de inspirar terror a los más animosos, no viene de su cuerpo, que no se nos describe, sino de sus acciones, de su extremo rigor y maldad:
A pocas horas de estar bajo mi dominio, han temblado los hombres más atroces.
Tediato mantiene el ánimo, a pesar de ser consciente de las semejanzas entre una tumba y la cárcel en la que lo han puesto:
No me espantan sus tinieblas, su frío, su humedad, su hediondez, no el ruido que han hecho los cerrojos de esa puerta, no el peso de mis cadenas.
Un lector que cayera en este pasaje al azar, podría pensar que Tediato ha logrado por fin enterrarse con su amada; pero no, es la cárcel y está vivo y consciente para oír los gritos vecinos y para repasar las visiones de la noche anterior, el negro futuro tras la muerte de la amada y las similitudes icónicas entre la fortuna y la muerte, representada la una con una vara que envolvía todo el globo y la otra con una guadaña aniquilando el universo.

Apenas unas horas le concede el azar a Tediato para disfrutar de su infelicidad, pues enseguida es puesto en libertad:
Ni aun en la cárcel puedo gozar del reposo que ella me ofrece en medio de sus horrores. 
Pero la noche no ha acabado y la realidad fuera puede encerrar aún mayores espantos que los que guarda una tumba con cadáveres en descomposición. La vida es más cruel para algunos hombres que la propia muerte. 

Por un momento, la aparición de un niño de apenas ocho años parece anunciarnos una inflexión en la historia, pero el niño, portador de grandes desgracias,  no es menos pavoroso que los otros personajes que le han precedido, un auténtico mensajero de los horrores del más allá acaecidos apenas a una manzana de donde se encuentran. Tediato siente ternura aparente por ese niño, encuentra un trozo de pan en sus bolsillos con que reconfortarle, pero enseguida vemos que ni las desgracias ajenas le mueven un ápice de sus propósitos. La muerte ha visitado la morada del sepulturero y sin piedad ha ido segando varias vidas mientras una enfermedad infecciosa amenaza con llevarse otras más. 

Tediato parece encontrar sentido a esa noche: las tinieblas son su alimento.

El alba empieza a aparecer entre las líneas del relato. Los dos hombres deben despedirse, no sin que Tediato adelante sus intenciones, sin duda uno de los pasajes que más escándalo e indignación levantó en su tiempo. 

Te compadezco tanto como a mí mismo, Lorenzo, pues la suerte te ha dado tanta miseria y te la multiplica en tus deplorables hijos... Eres sepulturero... Haz un hoyo muy grande, entiérralos todos ellos vivos, y sepúltate con ellos. Sobre tu losa me mataré y moriré diciendo: Aquí yacen unos niños tan felices ahora como eran infelices poco ha, y dos hombres, los más míseros del mundo.



Comentario para el club de lectura La Acequia.

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Un hombre en busca de su muerte pero que antes debe cumplir un destino obsesivo... parece literatura. Lo es, pero hay personas que sufren así...

Abejita de la Vega dijo...

Tediato vive una depresión profunda solo y abandonado. Virtelio se cansa pronto y lo deja en su inmovilidad patológica, maldiciendo al sol y anhelando las sombras.

Por fin oscurece y, en el colmo de la mala suerte, le culpan de un asesinato cometido casi a sus pies. Manchado de sangre, cargado de grilletes, conoce a un personaje más feo y siniestro que el sepulturero: el carcelero.

Le ha mirado un tuerto diría el refrán. ¿No?

Al sepulturero le ha debido mirar un batallón de tuertos porque en unas horas se le acumulan las desgracias. ¡Y Tediato no está para consolar a nadie! Niños muertos, mujer muerta, hija deshonrada...mejor todos muertos, qué alegría la del tedioso, digo Tediato.

Le hablo a Austri de ti. Besos, Carmen.

Ele Bergón dijo...

Ayer, día agitado para mí, cuando llegaron las sombras que en este mes de abril cada vez tardan más, antes de cerrar los ojos, me leí " La segunda noche" y efectivamente comprobé que la obsesión de Tediato es adentrarse en ese mundo donde no existe la luz del sol, que tanto molesta a este hombre atormentado, para así poder llegar al lugar que le salvará de su inaguantable pérdida. Pero aún no es su hora y tendrá que esperar, no sin antes tener algún que otro amigo efímero y pasar injustamente por la cárcel.

Veremos si por fin se puede reunircon su amada que hace tiempo parece se fue.

Besos